Rebe­lión en la fábri­ca del mun­do: ¿el fin del todo por 2 pesos?

¿Se ha can­sa­do Chi­na de ser el paraí­so de la mano de obra bara­ta? Medio mun­do lle­va sema­nas hacién­do­se esa pre­gun­ta. La ola de huel­gas que reco­rrió las fac­to­rías del gigan­te asiá­ti­co en los dos últi­mos meses tie­ne hela­dos a miles de empre­sa­rios de todo el pla­ne­ta. El mun­do se ha vuel­to tan depen­dien­te de Chi­na que cual­quier estor­nu­do suyo es inter­pre­ta­do como un terre­mo­to. Pero es que en este caso, se tra­ta de un tre­men­do terremoto.

De la noche a la maña­na, los obre­ros chi­nos des­per­ta­ron de su letar­go y recla­ma­ron mayo­res suel­dos y dere­chos labo­ra­les . Ame­na­zan a la era del todo por dos pesos “Made in China” .

La mecha que pren­dió el fue­go del cla­mor popu­lar fue el sui­ci­dio de 10 jóve­nes emplea­dos de la mul­ti­na­cio­nal tai­wa­ne­sa Fox­conn en Shenzhen (sur), ade­más de otros tres inten­tos frus­tra­dos, en ape­nas unos meses. Muer­tes pro­vo­ca­das por unas con­di­cio­nes labo­ra­les raya­nas en la escla­vi­tud: 1.200 yua­nes al mes, unos 175 dóla­res, por días de más de 12 horas bajo una pre­sión brutal.

Tele­vi­sio­nes y radios mos­tra­ron las mise­rias de los 400.000 emplea­dos de Fox­conn sin que el gobierno los cen­su­ra­ra, un hecho his­tó­ri­co . Pero la con­fir­ma­ción de que algo esta­ba cam­bian­do en Chi­na fue la noti­cia, en las mis­mos fechas, de que una plan­ta de auto­par­tes de la japo­ne­sa Hon­da se había decla­ra­do en huel­ga por mejo­res sala­rios. Tra­di­cio­nal­men­te, los gobier­nos loca­les envia­ban mato­nes a fre­nar a los emplea­dos dís­co­los, pero esta vez opta­ron por tole­rar las huel­gas y has­ta per­mi­tir que algu­nos obre­ros exi­gie­ran liber­tad para for­mar gre­mios independientes .

Lo nun­ca vis­to en China.

Pron­to tra­ba­ja­do­res de todo el país alza­ron con rabia tam­bién su voz.

“¿Por qué Bei­jing ten­dría que cen­su­rar estas pro­tes­tas si el gobierno tam­bién entien­de que hay que cam­biar las reglas del jue­go?”, se pre­gun­ta el pro­fe­sor Lu Ming, una auto­ri­dad chi­na en dere­chos labo­ra­les. “ Esta­mos ante un pun­to de infle­xión . El tiem­po pasa y los pro­ble­mas se acu­mu­lan. La cla­ve es cómo divi­dir más igua­li­ta­ria­men­te el pas­tel entre emplea­dor y emplea­do”, prosigue.

Hoy, ese pas­tel está obs­ce­na­men­te con­tro­la­do por el emplea­dor. “Las empre­sas aumen­tan sus bene­fi­cios una media del 30% anual, pero los tra­ba­ja­do­res no ven ni un cen­ta­vo”, des­ta­ca Lau­ra Tsui, vice­pre­si­den­ta de Inter­chi­na Con­sul­ting. Los casos más abu­si­vos de explo­ta­ción labo­ral se dan en las fábri­cas de manu­fac­tu­ras bara­tas , que cuen­tan con un mar­gen de bene­fi­cio menor y que die­ron dudo­sa fama al sello “Made in China”.

Bei­jing con­si­de­ra que las macro­plan­tas de pro­duc­ción que le han per­mi­ti­do cre­cer a un rit­mo de más del 10% del PBI anual duran­te 30 años empie­zan a dar más pro­ble­mas que bene­fi­cios en una socie­dad que aumen­ta sus están­da­res de vida a pasos de gigan­te. Lo que hace 10 años era sopor­ta­ble para un ham­brien­to cam­pe­sino que emi­gra­ba a las fábri­cas de la cos­ta orien­tal es hoy inaguan­ta­ble para un joven que vie­ne de una fami­lia humil­de, pero con recur­sos sufi­cien­tes para pagar­le una edu­ca­ción bási­ca y dar­le de comer algo calien­te todos los días.

“Hace un par de años que Bei­jing ya no da la bien­ve­ni­da a las com­pa­ñías de low cost”, indi­ca Tsui. “Ese tipo de pro­duc­ción es hoy social­men­te insos­te­ni­ble. Chi­na ya está en camino de dedi­car­se a una pro­duc­ción con un valor aña­di­do más ele­va­do, más tec­no­ló­gi­ca. Esa es la apues­ta del gobierno”, dice la exper­ta. Mien­tras que Viet­nam y Cam­bo­ya absor­ben aho­ra lo que Chi­na repudia.

En los últi­mos tres años el suel­do de los obre­ros menos cua­li­fi­ca­dos ha ascen­di­do entre el 10 y el 20% anual, y ni así se con­si­guen satis­fa­cer sus nece­si­da­des bási­cas. “El pro­ble­ma es que par­ti­mos de una base muy baja, has­ta las muje­res de la lim­pie­za ganan más”, comen­ta el direc­tor en Chi­na de una com­pa­ñía argen­ti­na. Fox­conn ya dijo que aumen­ta­rá los sala­rios has­ta un 66%, y pro­me­tió inclu­so doblar­los en octu­bre, mien­tras Hon­da efec­tuó dos subas que alcan­zan el 70%. Aho­ra el régi­men comu­nis­ta se encuen­tra ante la dis­yun­ti­va de redu­cir pro­gre­si­va­men­te la pro­duc­ción de manu­fac­tu­ra bara­ta sin des­in­cen­ti­var la inver­sión extran­je­ra, cla­ve para el cre­ci­mien­to y la estabilidad.

Por su par­te, las empre­sas argen­ti­nas en Chi­na no ten­drían por­qué ver­se afec­ta­das por la rebe­lión labo­ral. “Cuen­tan con un alto nivel de desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co y emplea­dos dig­na­men­te paga­dos”, indi­ca Darío Men­guc­ci, cón­sul comer­cial argentino.

A raíz de la cri­sis, el Con­gre­so Popu­lar de Guang­dong, la pro­vin­cia sure­ña cora­zón de las manu­fac­tu­ras y tam­bién de la rebe­lión, está ana­li­zan­do una ley para regu­lar el dere­cho a pedir aumen­tos sala­ria­les, a ele­gir su repre­sen­tan­te sin­di­cal y a decla­rar­se en huel­ga. Todo, eso sí, coor­di­na­do por el gobierno. Si la ley se aprue­ba en sep­tiem­bre será un hito his­tó­ri­co. Si algo que­da cla­ro es que en la fábri­ca del mun­do, pro­du­cir más por menos pron­to va a ser historia.

David Bru­nat

Cla­rin-Argen­ti­na

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