Con el ofi­cial sovié­ti­co que libe­ró Auschwitz

Este fue el pano­ra­ma que encon­tra­ron los sol­da­dos sovié­ti­cos cuan­do arri­ba­ron a Ausch­witz. «Había tal hedor que era impo­si­ble estar ahí por más de cin­co minu­tos. Mis sol­da­dos no lo podían sopor­tar y me roga­ban para que los deja­ra ir. Pero tenía­mos una misión que cumplir».
Estas pala­bras per­te­ne­cen a Ana­toly Sha­pi­ro, el pri­mer ofi­cial del ejér­ci­to sovié­ti­co que entró en el bru­tal cam­po de con­cen­tra­ción de Ausch­witz-Bir­ke­nau des­pués de la derro­ta ale­ma­na en la Segun­da Gue­rra Mun­dial. El 27 de enero de 1945, duran­te la eta­pa final del con­flic­to, las fuer­zas sovié­ti­cas logra­ron ingre­sar al cam­po de Ausch­witz, actual Polonia.
Por esa razón este mar­tes, cuan­do se cum­plen exac­ta­men­te 70 años de ese hecho, se han rea­li­za­do dis­tin­tos actos con­me­mo­ra­ti­vos de la libe­ra­ción por par­te del ejér­ci­to sovié­ti­co del que es con­si­de­ra­do el lugar don­de se come­tie­ron los peo­res crí­me­nes duran­te la guerra.
Se esti­ma que en Ausch­witz-Bir­ke­nau des­de mayo de 1940 has­ta enero de 1945 fue­ron exter­mi­na­das 1,1 millón de per­so­nas, la mayo­ría de ellas judíos pola­cos. El hom­bre que abrió las puer­tas de aquel infierno y lo libe­ró del domi­nio Nazi fue Sha­pi­ro, un coman­dan­te de bata­llón de 32 años, quien puso en liber­tad a los 500 pri­sio­ne­ros que esta­ban allí.
En una entre­vis­ta con el dia­rio New York Daily News, pocos meses antes de morir en 2005, el ofi­cial ucra­niano des­cri­bió el horror de lo que vio hace 70 años. «No tenía­mos la menor idea de la exis­ten­cia de ese cam­po. Mi coman­dan­te no nos había dicho nada sobre este asun­to», con­tó Shapiro.
«Entra­mos en la maña­na del 27 de enero de 1945. Vimos algu­nas per­so­nas ves­ti­das con hara­pos. No pare­cían seres huma­nos, lucían terri­ble, eran puro hue­so», aña­dió. Sha­pi­ro, como coman­dan­te del bata­llón, les dijo a los sobre­vi­vien­tes que eran el ejér­ci­to sovié­ti­co y que que­da­ban libres del domi­nio ale­mán. «Pero ellos no reac­cio­na­ron, no podían ni mover la cabe­za o decir una pala­bra».
Recor­dó de aque­lla impre­sión sobre las per­so­nas, ade­más de su aspec­to esque­lé­ti­co, que no tenían zapa­tos y sus pies esta­ban envuel­tos en ropa vie­ja: era enero y la nie­ve rodea­ba el lugar. «No sé cómo sobre­vi­vie­ron a eso», seña­ló.
Pero no solo Sha­pi­ro con­ver­só con el dia­rio esta­dou­ni­den­se. En aquel enton­ces tam­bién dio una entre­vis­ta a la radio nacio­nal israe­lí, don­de entre­gó más deta­lles sobre lo que él y sus hom­bres halla­ron aquel día. «Cuan­do nos apro­xi­ma­mos a las barra­cas que se supo­nían eran para muje­res, nos encon­tra­mos con una ima­gen terri­ble», narró. «Muje­res que yacían sin vida sobre el sue­lo, des­nu­das, por­que la ropa se la habían roba­do las per­so­nas que sobre­vi­vie­ron. Había mucha san­gre y excre­men­tos huma­nos alre­de­dor», aña­dió.
Todo aquel pano­ra­ma dan­tes­co esta­ba impreg­na­do por un olor impo­si­ble de res­pi­rar. Los sol­da­dos de Sha­pi­ro comen­za­ron a rogar­le que aban­do­na­ra la misión. «Pero no podía­mos hacer­lo. Nos habían dado la orden de estar allí», rela­tó.
En su tes­ti­mo­nio al New York Daily News, en las barra­cas don­de esta­ban los niños, el horror con­ti­nua­ba. «En el últi­mo cuar­tel solo habían dos meno­res que habían logra­do sobre­vi­vir y cuan­do nos vie­ron comen­za­ron a gri­tar: “¡No somos judíos!, ¡no somos judíos!”. Esta­ban asus­ta­dos por­que pen­sa­ron que los íba­mos a lle­var a la cáma­ra de gas», dijo.
Pero el empe­ño de ayu­dar a los pri­sio­ne­ros no siem­pre fue exi­to­so, como se lo con­fe­só Sha­pi­ro a la radio israe­lí. «Ape­nas lle­ga­mos, mon­ta­mos algu­nas coci­nas de cam­pa­ña y pre­pa­ra­mos algu­nos ali­men­tos lige­ros. Pero algu­nos de ellos murie­ron al pro­bar la comi­da, por­que sus estó­ma­gos no fun­cio­na­ban nor­mal­men­te», expli­có. «Está­ba­mos furio­sos. Los sol­da­dos que­rían matar a todos los ale­ma­nes, pero me tocó expli­car que muchos de ellos no eran fas­cis­tas ni res­pon­sa­bles de los crí­me­nes que habían come­ti­do los nazis», aña­dió.
Pero más allá del lamen­ta­ble esta­do del cam­po de con­cen­tra­ción, los rusos no pudie­ron encon­trar nin­gu­na evi­den­cia físi­ca rela­cio­na­da con los expe­ri­men­tos médi­cos, ni siquie­ra a los pacien­tes que tra­ta­ban en los hos­pi­ta­les. «El 18 de enero de ese año los ale­ma­nes que diri­gían el cam­po reu­nie­ron a toda las per­so­nas que pudie­ron. Nues­tro ser­vi­cio de inte­li­gen­cia esti­mó que eran al menos 10.000 y que los nazis los obli­ga­ron a mar­char, ham­brien­tos y des­nu­dos, hacia otros cam­pos ubi­ca­dos en el oes­te. Nin­guno de ellos logró sobre­vi­vir. Todos murie­ron en el camino», seña­ló.
Sha­pi­ro recor­dó que al ins­pec­cio­nar las ins­ta­la­cio­nes de Ausch­witz se encon­tró con hor­nos y máqui­nas de exter­mi­nio, mien­tras las ceni­zas de los cuer­pos eran sacu­di­das por el vien­to. «Si ten­go algún men­sa­je para la siguien­te gene­ra­ción sería muy sim­ple: no per­mi­tir ni por un segun­do que lo que ocu­rrió duran­te estos años se repi­ta de nue­vo». La mayo­ría de las per­so­nas que pere­cie­ron en este cam­po de con­cen­tra­ción fue­ron debi­do a las cáma­ra de gas, o por el ham­bre, dis­tin­tas enfer­me­da­des o el agotamiento.
Sha­pi­ro reci­bió todos los hono­res mili­ta­res posi­bles en el Ejér­ci­to Rojo y des­pués del des­plo­me de la Unión Sovié­ti­ca, fue decla­ra­do héroe de Ucra­nia por el pre­si­den­te Víc­tor Yush­chen­ko en 2006. En 1992 emi­gró a a Nue­va York, don­de murió en 2005. Fue ente­rra­do en el cemen­te­rio judío de Beth Moses en Long Island.
Fuen­te: http://​www​.bbc​.co​.uk/​m​u​n​d​o​/​n​o​t​i​c​i​a​s​/​2​0​1​5​/​0​1​/​1​5​0​1​2​7​_​s​o​c​i​e​d​a​d​_​a​u​s​c​h​w​i​t​z​_​c​o​n​c​e​t​r​a​c​i​o​n​_​s​o​v​i​e​t​i​c​o​_​amv

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