Bra­sil: Izquier­da, éti­ca y racis­mo- Raúl Zibechi

“La poli­cía tie­ne que deci­dir en cada momen­to (…) tener la frial­dad y la cal­ma nece­sa­rias para tomar la deci­sión acer­ta­da. Es como el arti­lle­ro fren­te al gol que inten­ta deci­dir, en segun­dos, cómo va a dis­pa­rar fren­te a la por­te­ría. Des­pués que la juga­da ter­mi­na, si fue un gola­zo, todos los hin­chas lo van a aplau­dir” (Car­ta Capi­tal, 9/​2/​15). Esas fue­ron las decla­ra­cio­nes públi­cas del gober­na­dor del esta­do de Bahía, Rui Cos­ta, ante el ase­si­na­to de 15 jóve­nes negros en Sal­va­dor, capi­tal del estado.
El 6 de febre­ro las Ron­das Espe­cia­les (Ron­desp), cuer­po de la Poli­cía Mili­tar, mata­ron a 12 jóve­nes en el barrio de Cabu­la. Adu­je­ron que se tra­tó de un inter­cam­bio de dis­pa­ros con delin­cuen­tes, pero los tes­ti­gos afir­man que fue­ron eje­cu­ta­dos, y videos que cir­cu­lan en Inter­net refuer­zan esa ver­sión. El sába­do 7, otros dos jóve­nes fue­ron muer­tos por las Ron­das y en la madru­ga­da del domin­go 8 un inter­cam­bio de dis­pa­ros en el barrio de Sus­sua­ra­na pro­du­jo otra muerte.
Amnis­tía Inter­na­cio­nal vie­ne reci­bien­do denun­cias sobre actua­cio­nes abu­si­vas de las Ron­das, con uso exce­si­vo de la fuer­za, con des­apa­ri­cio­nes for­za­das y eje­cu­cio­nes suma­rias. La ver­sión ofi­cial de la Secre­ta­ría de Segu­ri­dad Públi­ca del esta­do de Bahía es siem­pre la mis­ma: los jóve­nes esta­ban invo­lu­cra­dos con dro­gas u otros deli­tos, dis­pa­ra­ron a los poli­cías, que reac­cio­na­ron en legí­ti­ma defen­sa. La figu­ra de “resis­ten­cia segui­da de muer­te” es la jus­ti­fi­ca­ción legal para las eje­cu­cio­nes suma­rias en las fave­las y en cual­quier lugar don­de la poli­cía ata­ca a jóve­nes negros.
Según la Pas­to­ral de la Juven­tud de Sal­va­dor, que inte­gra la Cam­pa­ña Nacio­nal Con­tra la Vio­len­cia y Exter­mi­nio de Jóve­nes, los muer­tos por los escua­dro­nes espe­cia­les de la Poli­cía Mili­tar son en su enor­me mayo­ría jóve­nes negros, pobres y habi­tan­tes de la peri­fe­ria. La pas­to­ral pudo veri­fi­car que de 13 muer­tos 10 no tenían ante­ce­den­tes y uno había par­ti­ci­pa­do en una pelea de Car­na­val. “Éste fue el mayor caso, pero en varios otros barrios hubo per­se­cu­cio­nes y eje­cu­cio­nes de supues­tos tra­fi­can­tes”, ase­gu­ra una inte­gran­te de la pas­to­ral ( Adi­tal, 11/​2/​15).
El Mapa de la vio­len­cia 2014, ela­bo­ra­do por el esta­do, esta­ble­ce que en 2012 fue­ron ase­si­na­das más de 56 mil per­so­nas, y que la mayo­ría de las víc­ti­mas son hom­bres jóve­nes negros de entre 15 y 29 años. Los crí­me­nes vio­len­tos cre­cie­ron 7 por cien­to entre 2011 y 2012 y 13 por cien­to des­de que el Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res asu­mió el gobierno en 2003. En una déca­da fue­ron ase­si­na­das medio millón de per­so­nas. El infor­me reve­la que el núme­ro de blan­cos ase­si­na­dos dis­mi­nu­yó 25 por cien­to entre 2002 y 2012, pero las víc­ti­mas negras aumen­ta­ron 37 por cien­to en el mis­mo periodo.
Hamil­ton Bor­ges, uno de los arti­cu­la­do­res de la cam­pa­ña Reac­cio­na o serás muer­to, reac­cio­na o serás muer­ta, y mili­tan­te del Qui­lom­bo Xis-Acción Cul­tu­ral Comu­ni­ta­ria, sos­tie­ne que el nores­te “vive un dra­ma de geno­ci­dio negro sin pre­ce­den­tes” (Jus­ti­cia Glo­bal, 5/​2/​15). La cam­pa­ña fun­cio­na des­de hace 10 años en Bahía, con­si­de­ra­do el segun­do esta­do de Bra­sil en con­cen­tra­ción de ase­si­na­tos de jóve­nes en la fran­ja de 12 a 18 años.
Bor­ges ha sido hos­ti­ga­do y per­se­gui­do en varias oca­sio­nes por la Poli­cía Mili­tar, que lle­gó a entrar por la fuer­za en su vivien­da, por la noche, sin orden judi­cial y sin nin­gu­na acu­sa­ción con­cre­ta, sólo para inti­mi­dar. Este enor­me mili­tan­te de la cau­sa negra arti­cu­la por fue­ra de los par­ti­dos y las ins­ti­tu­cio­nes. “No nego­cia­mos nues­tras vidas por car­gos públi­cos, no somos livia­nos por­que sabe­mos que no pode­mos sen­tir­nos en lucha si cola­bo­ra­mos con el enemi­go como muchos hacen”, escri­bió poco antes de los últi­mos crímenes.
Con la mis­ma ener­gía que denun­cia a la poli­cía, enfren­ta a los que deno­mi­na “negros ins­ti­tu­cio­na­li­za­dos”, aque­llos que usan la cau­sa para con­se­guir car­gos y bene­fi­cios personales.
Algo simi­lar suce­de en el esta­do de Maranhao, don­de la orga­ni­za­ción de dere­chos huma­nos Jus­ti­cia Glo­bal denun­cia que el nue­vo gober­na­dor, Fla­vio Dino, fir­mó una reso­lu­ción que en los hechos es una “licen­cia para matar” para los inte­gran­tes de los cuer­pos repre­si­vos, ya que garan­ti­za la defen­sa esta­tal de los agen­tes invo­lu­cra­dos en casos de eje­cu­cio­nes sumarias.
Pue­de decir­se, no sin razón, que bue­na par­te de las denun­cias y suce­sos men­cio­na­dos no son nue­vos en Bra­sil. Hay, empe­ro, una dife­ren­cia. El gober­na­dor Cos­ta, que com­pa­ra los ase­si­na­tos de jóve­nes negros con los goles en el fut­bol, es un mili­tan­te del Par­ti­do de los Tra­ba­ja­do­res. El gober­na­dor Dino, que aus­pi­cia y encu­bre el geno­ci­dio de negros, per­te­ne­ce al Par­ti­do Comu­nis­ta de Brasil.
Aquí no sólo hay algo nue­vo, sino un ver­da­de­ro sal­to en cali­dad. No es que el gober­na­dor petis­ta y el comu­nis­ta miren para otro lado mien­tras la poli­cía bajo sus órde­nes ase­si­na. Son ellos los que empu­ñan las armas, los que pro­te­gen a los ase­si­nos y, como el gober­na­dor de Bahía, se bur­lan de las víc­ti­mas. Nin­guno ha sido amo­nes­ta­do por sus par­ti­dos, ni por los afi­lia­dos ni por los diri­gen­tes. ¿Cómo enten­der y cómo nom­brar lo que está sucediendo?
Es evi­den­te que esta­mos ante una ban­ca­rro­ta éti­ca de las izquier­das elec­to­ra­les. Pero nadie lle­ga a per­der el nor­te éti­co repen­ti­na­men­te. Es un lar­go pro­ce­so de dete­rio­ro, de con­ce­sio­nes; peque­ñas las pri­me­ras, enor­mes al final del camino. En lo más pro­fun­do, si des­ha­ce­mos “los cai­re­les de la rima, el metro, la caden­cia y has­ta la idea mis­ma”, como escri­bía León Feli­pe; o sea, si aven­ta­mos pala­bras y pro­gra­mas, dis­cur­sos y ges­tos para las mul­ti­tu­des, la úni­ca dife­ren­cia entre izquier­da y dere­cha es, debe­ría ser, la ética.
Cuan­do Hamil­ton Bor­ges dice “no somos livia­nos, no nego­cia­mos car­gos por vidas”, está apun­tan­do hacia la recu­pe­ra­ción de la éti­ca del com­pro­mi­so con los de más aba­jo, en este caso negros pobres fave­la­dos. Es el úni­co camino que cono­ce­mos para supe­rar la cri­sis de las izquier­das: dejar los car­gos y los bene­fi­cios, los gran­des y los peque­ños, para acom­pa­ñar, como uno más, las luchas de los pueblos.

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