La enig­má­ti­ca ideo­lo­gía de Pode­mos. Apun­tes sobre una tra­yec­to­ria sinuo­sa- Manuel Medina

Los muñi­do­res de Pode­mos pare­cen irse acla­ran­do ideo­ló­gi­ca­men­te. O mejor dicho, acla­ran­do a los nume­ro­sos dal­tó­ni­cos de este país cuál es el color de la pira­gua en la que nave­gan políticamente.

La ver­dad es que los «Com­plu­ten­se boys» han ido dejan­do, a tra­vés de los pode­ro­sos cana­les de tele­vi­sión que los pro­mo­cio­na­ron, una vapo­ro­sa este­la de ambi­güe­da­des, con­tra­dic­cio­nes y abs­trac­cio­nes ideo­ló­gi­cas, cuyo exclu­si­vo obje­ti­vo ha sido lograr la con­fu­sión tan­to del per­so­nal de la dies­tra como de la sinies­tra. A la vis­ta está que ese obje­ti­vo ha sido amplia­men­te cubier­to, de acuer­do con lo que indi­can las encues­tas sobre el ori­gen social y polí­ti­co de sus poten­cia­les votantes.

La téc­ni­ca uti­li­za­da por estos disi­den­tes de IU no es nove­do­sa, ni inge­nio­sa. En la his­to­ria del mar­ke­ting elec­to­ral estos pro­ce­di­mien­tos enga­ño­sos han sido emplea­dos, con mejor o peor for­tu­na, en no pocos paí­ses y cir­cuns­tan­cias históricas.

Sin embar­go, es pre­ci­so reco­no­cer que en el Esta­do espa­ñol los artí­fi­ces de Pode­mos han encon­tra­do un terreno espe­cial­men­te abo­na­do para lograr el encan­di­la­mien­to de los cré­du­los y de otros, que sin ser­lo, actúan como si lo fue­ran. En efec­to, el cal­do de cul­ti­vo para que las téc­ni­cas elec­to­ra­lis­tas de estos ven­de­do­res de cre­ce­pe­lo fruc­ti­fi­ca­ran no venía pro­pi­cia­do sola­men­te por la pro­fun­di­dad de una cri­sis eco­nó­mi­ca sin pre­ce­den­tes. Tam­bién ha con­tri­bui­do a crear­lo la gene­ra­li­za­da y pro­gra­ma­da des­po­li­ti­za­ción que ha domi­na­do la socie­dad espa­ño­la a lo lar­go de los últi­mos 30 años de Monar­quía fran­quis­ta. Una pobla­ción que ha care­ci­do de refe­ren­tes ideo­ló­gi­cos duran­te tan­to tiem­po está pre­dis­pues­ta a acep­tar cual­quier dis­cur­so polí­ti­co que fin­ja arre­me­ter con­tra «los de arri­ba», aun­que tales embes­ti­das carez­can de un pro­yec­to con­cre­to con volun­tad polí­ti­ca para cam­biar las bases eco­nó­mi­cas sobre las que se asien­ta esta sociedad.

EL LERROUXISMO PODEMITA

La his­to­ria del siglo XX espa­ñol nos pro­por­cio­na algu­nos ejem­plos en este sen­ti­do. Duran­te la II Repú­bli­ca, cuan­do amplios sec­to­res socia­les iden­ti­fi­ca­ban, con razón, a la Igle­sia espa­ño­la con las cla­ses explo­ta­do­ras, el mero ata­que a la jerar­quía ecle­siás­ti­ca era inter­pre­ta­do por no pocos ciu­da­da­nos como un ata­que al sis­te­ma eco­nó­mi­co que los opri­mía. Esa exten­di­da creen­cia popu­lar faci­li­tó que per­so­na­jes como el dema­go­go Ale­jan­dro Lerroux obtu­vie­ran una enor­me popu­la­ri­dad entre la pobla­ción. Con fra­ses incen­dia­rias como “Levan­te­mos el velo de las mon­jas para ele­var­las a la cate­go­ría de madres!” “Rom­ped los archi­vos de la pro­pie­dad y haced hogue­ras con sus pape­les para puri­fi­car la infa­me orga­ni­za­ción social”Lerroux logra­ba hacer cua­jar en favor suyo la ira popu­lar exis­ten­te con­tra las cla­ses domi­nan­tes. Pero Ale­jan­dro Lerroux no tenía entre sus obje­ti­vos nin­gún pro­yec­to de trans­for­ma­cio­nes revo­lu­cio­na­rias, ni tam­po­co nin­gún pro­pó­si­to de cam­bio social. Ello que­dó pal­ma­ria­men­te demos­tra­do cuan­do en julio de 1936 este pin­to­res­co poli­ti­co espa­ñol ter­mi­nó decan­tán­do­se a favor de Fran­co y de su gol­pe mili­tar.

Con todas las dis­tan­cias his­tó­ri­cas que se deben tener en cuen­ta, algo de eso ha ocu­rri­do con Igle­sias, Mone­de­ro y el res­to los suyos. Con­tan­do con la enor­me pro­yec­ción que de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va le pro­por­cio­na­ron los medios de comu­ni­ca­ción, Pablo Igle­sias logró seña­lar algu­nos de los males del sis­te­ma polí­ti­co here­da­do de la dic­ta­du­ra, muy evi­den­tes para la pobla­ción. Los pri­me­ros que apa­re­cen ante la socie­dad espa­ño­la como cul­pa­bles de la situa­ción que atra­vie­sa el país son, evi­den­te­men­te, los polí­ti­cos que for­man par­te del esca­pa­ra­te de las ins­ti­tu­cio­nes del Régi­men. Ellos son la pri­me­ra «ima­gen» que el ciu­da­dano común tie­ne de la corrup­ción y de las tra­pi­son­das que coti­dia­na­men­te apa­re­cen en los medios.  Igle­sias no solo com­pren­dió ese hecho – como otros muchos – sino que, ade­más, los pro­pie­ta­rios de los medios res­pon­sa­bles de la cons­truc­ción de la opi­nion publi­ca de este país duran­te las tres últi­mas déca­das le pro­por­cio­na­ron el tram­po­lín mediá­ti­co para poder decir­lo. El «men­sa­je» de Igle­sias ha sido aco­gi­do con simi­lar entu­sias­mo al que en los años trein­ta gene­ra­ban las furi­bun­das dia­tri­bas de Lerroux en con­tra una jerar­quía cató­li­ca estre­cha­men­te com­pro­me­ti­da con los pode­ro­sos. Adhe­sio­nes mul­ti­tu­di­na­rias de ese tipo solo son posi­bles cuan­do un impor­tan­te sec­tor de la pobla­ción no dis­po­ne toda­vía de ins­tru­men­tos polí­ti­cos que le per­mi­tan com­pren­der que esa es solo la facha­da de un esce­na­rio, que los tra­mo­yis­tas del sis­te­ma eco­nó­mi­co no están a la vis­ta aun­que en reali­dad sean ellos los ver­da­de­ros due­ños del «tea­tro».

¿CUÁL ES LA IDEOLOGÍA DE PODEMOS?

Igle­sias y los suyos, de for­ma cal­cu­la­da, han diri­gi­do los tiros hacia una par­te no esen­cial del sis­te­ma. Al igual que Lerroux en la déca­da de los trein­ta, diri­gen sus dar­dos hacia una dia­na inten­cio­na­da­men­te equi­vo­ca­da. Soli­vian­tan la indig­na­ción popu­lar con­tra los polí­ti­cos ins­ti­tu­cio­na­les que, al fin y al cabo, no son otra cosa más que los esbi­rros admi­nis­tra­ti­vos del gran capi­tal. Esa es la razón, y no otra, por la que en reite­ra­das inter­ven­cio­nes públi­cas des­ta­ca­dos «diri­gen­tes» de Pode­mos tra­tan de sal­var a deter­mi­na­dos ban­que­ros de la que­ma. O pre­ci­san, dili­gen­te­men­te, que «Pode­mos nece­si­ta a los ricos». O par­lo­tean sobre la qui­mé­ri­ca nece­si­dad de cons­truir un capi­ta­lis­mo que defien­da los «intere­ses nacio­na­les». O vuel­ven del revés algu­nas de sus ambi­guas rei­vin­di­ca­cio­nes ini­cia­les, que podían pare­cer a ojos de los que real­men­te man­dan como exce­si­va­men­te «revo­lu­cio­na­rias». Son sabe­do­res de que los jue­gos de la con­fron­ta­ción tie­nen unos lími­tes mar­ca­dos e infranqueables.

Y es que el gru­po de uni­ver­si­ta­rios de la Com­plu­ten­se está cons­ti­tui­do, cier­ta­men­te, por opor­tu­nis­tas, pero no por ton­tos. Son cons­cien­tes de que si hur­gan en deter­mi­na­das áreas sen­si­bles del sis­te­ma se pue­den encon­trar con hue­so y, con­si­guien­te­men­te, sin tele­vi­sión, sin medios y sin popu­la­ri­dad. Al fin y al cabo, Pode­mos, en estos momen­tos, no es más que una arti­fi­cial bur­bu­ja mediá­ti­ca, sin una estruc­tu­ra con­sis­ten­te y sin más apo­yos que los vir­tua­les, que pue­de des­apa­re­cer en el mis­mo ins­tan­te que los pode­res reales, due­ños de esos medios, des­cu­bran en ella la más míni­ma capa­ci­dad perturbadora.

Tan­to Pablo Igle­sias como quie­nes inte­gran su segun­da fila se han dedi­ca­do en los últi­mos tiem­pos a limar las aris­tas más «pro­vo­ca­ti­vas» de su dis­cur­so polí­ti­co ini­cial. Igle­sias, por ejem­plo, invi­tó solí­ci­to al nue­vo monar­ca Feli­pe VI a que se pre­sen­te a unas elec­cio­nes para reva­li­dar el pues­to que ocu­pa por­que, dijo, «esta segu­ro de que obten­dría una amplia mayo­ría». Tales suge­ren­cias son acom­pa­ña­das por razo­na­mien­tos tales como que la con­tra­po­si­ción his­tó­ri­ca repú­bli­ca-monar­quía no es esen­cial en el momen­to que vive el país. Como si de un pavo real se tra­ta­ra, Igle­sias, pre­ten­cio­so y ego­cén­tri­co, luce sus plu­mas ante los medios, jac­tán­do­se de que pron­to con­cer­ta­rá una reu­nión con el Bor­bón para hablar de no se sabe qué cosas. Otro día nos sor­pren­de con una ris­tra de elo­gios hacia el Papa Fran­cis­co, silen­te cola­bo­ra­dor de la san­grien­ta dic­ta­du­ra mili­tar argen­ti­na e inmi­se­ri­cor­de fus­ti­ga­dor de las muje­res que abortan.

Este giro tác­ti­co de Pablo Igle­sias y de su «esta­do mayor» no care­ce de sen­ti­do. Una vez que se ha pro­du­ci­do el duro des­pe­gue de los pri­me­ros tiem­pos, la nue­va for­ma­ción requie­re ganar «res­pe­ta­bi­li­dad social», hacer enten­der al poder fác­ti­co que no vie­nen a revol­ver­lo todo, sino tan solo a apa­ren­tar que lo hacen. 

Ese es el sen­ti­do que tie­nen tam­bién las recien­tes mani­fes­ta­cio­nes del segun­do de Igle­sias, su inefa­ble lugar­te­nien­te Juan Car­los Mone­de­ro. Según infor­ma la agen­cia AFP, en unas decla­ra­cio­nes al pro­gra­ma «Els Matins» de TV3, Mone­de­ro expre­só su opi­nión acer­ca de la cla­mo­ro­sa rei­vin­di­ca­ción inde­pen­den­tis­ta que tie­ne lugar en el seno de la socie­dad cata­la­na. A pro­pó­si­to del dere­cho a la auto­de­ter­mi­na­ción de Cata­lun­ya, Mone­de­ro resol­vió el pro­ble­ma con un par de abra­ca­da­bran­tes fra­ses mági­cas: «el sue­ño de comen­zar de nue­vo pue­de ser atrac­ti­vo, pero no es real».

El segun­do de a bor­do de Pode­mos, sin aban­do­nar el jue­go mala­bar de la ambi­güe­dad que lo carac­te­ri­za, agre­gó que «se debe rein­ven­tar Espa­ña», para lo que valo­ró «la libre elec­ción de quie­nes la com­po­nen», pre­ci­san­do que «el dere­cho a deci­dir es una aven­tu­ra más amplia que un terri­to­rio concreto».

Según mani­fes­tó, las fuer­zas sobe­ra­nis­tas «uti­li­zan la inde­pen­den­cia para estig­ma­ti­zar» a la pobla­ción, mien­tras que, según él, «Pode­mos tie­ne un dis­cur­so hones­to, que es una prác­ti­ca igual en Bada­joz o Barcelona».

Al ser pre­gun­ta­do sobre por qué no entien­de la inde­pen­den­cia como una opción real, Mone­de­ro con­tes­tó con un «pode­ro­sí­si­mo» argu­men­to: «que el Esta­do espa­ñol lle­va cin­co siglos de anda­du­ra conjunta».

Cuan­do des­de el espa­cio de tele­vi­sión se le repro­chó la ambi­güe­dad que esta for­ma­ción man­tie­ne en múl­ti­ples áreas de su pro­gra­ma polí­ti­co, el que fue­ra un estre­cho ase­sor de uno de los coor­di­na­do­res más dere­chis­tas de IU tuvo la osa­día de con­tes­tar que «si alguien me dice que es de izquier­das no sé qué me está dicien­do, mien­tras que sí entien­do la reali­dad dis­tin­ta de Bar­ce­lo­na o Madrid».

Como se pue­de obser­var, Pode­mos ha entra­do en su «fase adap­ta­ti­va». Tra­ta de bus­car su aco­pla­mien­to en el sis­te­ma. Care­cen de la con­vic­ción y de la volun­tad para cam­biar­lo, y por eso recu­rren al prin­ci­pio lam­pe­du­siano de modi­fi­car algu­nas cosi­llas para que esen­cial­men­te nada cambie.

Este tipo de fina­les de ciclo que esta­mos vivien­do se repi­te recu­rren­te­men­te en nues­tra his­to­ria, cada vez que una cri­sis poli­ti­ca o eco­nó­mi­ca sacu­de las bases de nues­tra socie­dad. Las cla­ses posee­do­ras crean su pro­pio «cuer­po de bom­be­ros» al que encar­gan apa­gar los fue­gos socia­les que ame­na­zan con incen­diar sus domi­nios. Unas veces, los «bom­be­ros» son cons­cien­tes del papel que estan desem­pe­ñan­do. Otras veces no. Pero eso, a la pos­tre, impor­ta poco. Lo fun­da­men­tal son los efec­tos alcan­za­dos. Y en el caso de Pode­mos, no han logra­do sola­men­te, en ape­nas un año, con­tri­buir deci­si­va­men­te a la des­mo­vi­li­za­ción de los tra­ba­ja­do­res y el con­jun­to de la socie­dad, sino tam­bién crear un espe­jis­mo de ilu­sio­nes colec­ti­vas que cifran el fin de nues­tras des­gra­cias en el acce­so de la nue­va for­ma­ción a las ins­ti­tu­cio­nes del esta­blish­ment.

Para ilus­trar­se con­ve­nien­te­men­te sobre la tras­cen­den­cia del papel que jue­gan estos «bom­be­ros socia­les» al lec­tor le bas­ta­ría con acu­dir a las heme­ro­te­cas y con­sul­tar una fecha y un nom­bre: 1982 PSOE.

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