“Las gita­nas femi­nis­tas nos esta­mos orga­ni­zan­do para dejar de ser islas”

Recla­man liber­tad para poder deci­dir si casar­se y tener hijos o no. Defien­den la liber­tad sexual y la corres­pon­sa­bi­li­dad para que las muje­res se qui­ten la pesa­da mochi­la que impli­ca asu­mir solas el cui­da­do de las fami­lias. Les preo­cu­pa espe­cial­men­te la situa­ción de las viu­das y de las inmi­gran­tes ruma­nas. ‘Gita­nas Femi­nis­tas por la Diver­si­dad’ nos expli­can las bases de su pro­pues­ta, que defi­nen como rebel­de, intui­ti­va y en cons­truc­ción. De las femi­nis­tas payas espe­ran com­pli­ci­dad y apo­yo, en nin­gún caso tutela.

Apro­ve­chan­do la pre­sen­ta­ción de Pika­ra Maga­zi­ne en Mur­cia, con­ver­sa­mos con tres de las inte­gran­tes de Gita­nas Femi­nis­tas por la Diver­si­dad: Car­men Fer­nán­dez Moli­na, Ana Her­nán­dez Lozano y Eva Her­nán­dez Viu­des. Dos días antes, Gallar­dón había dimi­ti­do tras la reti­ra­da de su con­tra­rre­for­ma de la ley del abor­to. En la pági­na de Face­book de este colec­ti­vo, for­ma­do y apo­ya­do por un cen­te­nar de per­so­nas, encon­tré un car­tel iro­ni­zan­do con que la ley hubie­ra sido abor­ta­da: “Nun­ca digas de este agua no bebe­ré”. Tam­bién encon­tré fotos de gita­nas cla­man­do por el dere­cho al abor­to libre y gra­tui­to, algu­nas en suje­ta­dor o mos­tran­do los pechos. Estas gita­nas, les­bia­nas algu­nas, rebel­des y diver­sas todas, nos invi­tan a revi­sar nues­tros pre­jui­cios para prac­ti­car jun­tas un femi­nis­mo “de tú a tú”, en el que dejen de sen­tir­se tra­ta­das como meno­res de edad o marcianas.

¿Cómo reac­cio­nó vues­tro entorno ante esas fotos mos­tran­do vues­tros cuer­pos para recla­mar dere­cho a decidir?

Eva: “Hay gita­nas rom­pien­do este­reo­ti­pos, pero son invi­si­bles, y las trans­gre­sio­nes se dan de for­ma ais­la­da. La idea es crear lazos entre muje­res que lle­ven esas luchas.”

Car­men: Las accio­nes de Gita­nas Femi­nis­tas sue­len cau­sar sor­pre­sa pero, por lo gene­ral, la res­pues­ta es bue­na. Mos­trar los pechos es una for­ma más de rebe­lión, para expre­sar que yo deci­do sobre mi cuer­po, ni mi padre, ni mi her­mano. Hemos reci­bi­do crí­ti­cas des­de sec­to­res reli­gio­sos. El recha­zo al abor­to no tie­ne tan­to que ver con la cul­tu­ra gita­na, sino con la religión.

¿Pero la reli­gión no tie­ne más implan­ta­ción en la comu­ni­dad gitana?

Eva: No creo que sea mucho mayor. Pue­de nom­brar­se más, por­que hay una reli­gión que se ha adap­ta­do mucho más a la iden­ti­dad gita­na, la evan­gé­li­ca, pero no se prac­ti­ca más que la católica.

Car­men: En la cam­pa­ña decía­mos: “Gallar­dón, en mi jojoi man­do yo”. Jojoi sig­ni­fi­ca coño en caló. Rei­vin­di­ca­mos el femi­nis­mo des­de nues­tra iden­ti­dad, incor­po­ran­do refe­ren­cias a nues­tra cultura.

Decís: “Yo deci­do si me caso o no, si ten­go hijos o no”. ¿Qué cos­te social tie­ne para una gita­na no casar­se o no ser madre?

Car­men: Lo que deci­mos es que, si quie­res casar­te y tener cin­co hijos, haz­lo. Si deci­des casar­te con una mujer, que se te res­pe­te igual, o si deci­des no tener hijos. Recla­ma­mos que se res­pe­te la diver­si­dad. Y que se visi­bi­li­ce, por­que esta­mos har­tas de pro­gra­mas como ‘Calle­je­ros’ o ‘Pala­bra de gitano’, en el que salen sólo un tipo de per­so­nas gita­nas que exis­te, pero es que exis­ten otras también.

¿’Pala­bra de gitano’ hace más mal que bien?

Ana: Es como para arran­car­se la piel a tiras.

Car­men: Yo me pre­gun­to: ¿por qué no hacen ‘Pala­bra de payo’? Y que vayan a los peo­res sitios y digan: “Así son los payos”.

El matri­mo­nio se da en eda­des más tem­pra­nas en la comu­ni­dad gita­na. ¿Cómo se pue­de pro­mo­ver el empo­de­ra­mien­to de las jóve­nes para que una cha­va­la de 15 años pue­da decir: “No me caso”?

Car­men: Ese es nues­tro obje­ti­vo máxi­mo, pro­mo­ver el empo­de­ra­mien­to, la eman­ci­pa­ción men­tal y mate­rial de la mujer gita­na. Noso­tras esta­mos empo­de­ra­das, pero muchas otras gita­nas están aún en otra fase. La socie­dad mayo­ri­ta­ria se echa las manos a la cabe­za, pero esto pasa­ba hace pocos años entre las payas. Las gita­nas esta­mos a la cola en acce­so a la edu­ca­ción y al empleo. Y con­ta­mos con poca par­ti­ci­pa­ción para influir en la socie­dad y en las ins­ti­tu­cio­nes. Por ello, nos cen­tra­mos en esa eman­ci­pa­ción men­tal, en sen­si­bi­li­zar a favor de un cam­bio social por la igual­dad entre gita­nas y socie­dad mayo­ri­ta­ria como entre gita­nas y gitanos.

¿Cómo veis a las cha­va­las jóve­nes? ¿Resul­ta cada vez más fácil deci­dir sobre tu vida?

Eva: Hay niñas que se ima­gi­nan sien­do lo que quie­ren ser. Muchas sue­ñan con la inde­pen­den­cia, con estu­diar, con deci­dir. Depen­de en gran medi­da del acce­so a edu­ca­ción y recur­sos. No olvi­de­mos que se tra­ta de un colec­ti­vo exclui­do, lo cuál impli­ca muchas fron­te­ras. Ser niña gita­na es difí­cil por todo lo que se pro­yec­ta sobre ellas. El pro­fe­so­ra­do les trans­mi­te este­reo­ti­pos des­de peque­ñi­tas. Es muy impor­tan­te tener res­pal­do, con­tar con gita­nas mayo­res en las que se pue­den ver.

Car­men: Hoy mis­mo una com­pa­ñe­ra que está hacien­do un gra­do medio me ha comen­ta­do que, nada más lle­gar al ins­ti­tu­to, la pro­fe­so­ra le dijo: “Ya sabes que tú tie­nes que estu­diar mucho, ven todos los días”. La cha­va­la ha ido a cla­se con toda nor­ma­li­dad y ya le hacen sen­tir que no es nor­mal. A una niña paya que lle­ga al ins­ti­tu­to con sus mie­dos por­que no cono­ce el ins­ti­tu­to ni a nadie, no le dicen:“Ven todos los días” ni le dan una pal­ma­di­ta en la espal­da. Las cha­va­las gita­nas lo tie­nen difícil.

Eva: Sí, están muy solas.

“La socie­dad mayo­ri­ta­ria insis­te en la denun­cia como úni­co camino ante la vio­len­cia de géne­ro. En la comu­ni­dad gita­na no te dicen: “Denun­cia”. Sino: “¿Qué nece­si­tas? ¿Cómo te sien­tes? ¿Cómo nos orga­ni­za­mos?”. Hay cosas que apren­der de ahí.”

Ocu­rre que no iden­ti­fi­ca­mos como gita­nas a las per­so­nas que no cum­plen con el este­reo­ti­po. ¿Os veis en la situa­ción de acla­rar que sois gita­nas? ¿Es como salir del armario?

Car­men: Yo paso des­aper­ci­bi­da, no se me iden­ti­fi­ca físi­ca­men­te. Y sí que se dicen en mi pre­sen­cia comen­ta­rios nega­ti­vos hacia los gita­nos. Se pien­sa que ves­ti­mos y actua­mos de una for­ma deter­mi­na­da. En Gita­nas Femi­nis­tas somos muy diver­sas: hay gita­nas con pelo lar­go, cor­to, rapa­do, liso, riza­do… pero la socie­dad mayo­ri­ta­ria solo ve a las que enca­jan en el estereotipo.

Eva: Hay gita­nas rom­pien­do este­reo­ti­pos, pero son invi­si­bles, y las trans­gre­sio­nes se dan de for­ma ais­la­da. La idea es crear lazos entre muje­res que lle­ven esas luchas.

Car­men: Esa es otra de las moti­va­cio­nes de Gita­nas Femi­nis­tas, dejar de ser islas. Es muy impor­tan­te sen­tir­te acom­pa­ña­da. Nos ayu­da a poten­ciar el femi­nis­mo y la igual­dad tam­bién entre nosotras.

¿Cuá­les han sido vues­tros refe­ren­tes para ser femi­nis­tas? ¿En qué muje­res os habéis mira­do para rom­per con los estereotipos?

Car­men: Nues­tro femi­nis­mo es muy intui­ti­vo, sur­ge de las entra­ñas, de la rebel­día, de creer que no tene­mos que estar deba­jo de nin­gún hom­bre. Pode­mos citar a muchas inte­lec­tua­les, pero el femi­nis­mo gitano se está cons­tru­yen­do y nace de esa sed de jus­ti­cia social.

No me refe­ría nece­sa­ria­men­te a refe­ren­tes intelectuales.

Car­men: Nom­bra­mos como refe­ren­te, como nues­tra matro­na, a Ana Gimé­nez Ade­lan­ta­do, pro­fe­so­ra de Antro­po­lo­gía de la uni­ver­si­dad Jau­me I. Siem­pre hemos acu­di­do a ella. Para casi todas noso­tras, un refe­ren­te es nues­tra madre, que nos ha apo­ya­do. Si hemos roto con barre­ras ha sido por­que hemos teni­do el empu­je de la fami­lia, sobre todo de la madre.

Pero en las socie­da­des patriar­ca­les la madre sue­le ser la que más vela por que se man­ten­gan las tradiciones… 

Car­men: ¿Pero sabes lo que pasa? Las gita­nas ancia­nas han esta­do macha­ca­das por muchas cir­cuns­tan­cias. El pue­blo gitano, a lo lar­go de los siglos, ha sido humi­lla­do y veja­do. Las mayo­res han sufri­do mucho por no poder acce­der a la edu­ca­ción, no tener liber­tad, ser las sacri­fi­ca­das de la fami­lia, las que cui­dan a todo el mun­do. Muchas muje­res mayo­res no se reco­no­cen como femi­nis­tas y son unas rebeldes.

Ana: Mi abue­la es la leche.

Eva: Para mí, como paya, las gita­nas son mis refe­ren­tes en capa­ci­dad de enfren­tar­se a con­flic­tos, en capa­ci­dad de apo­yo entre ellas. Yo he encon­tra­do más apo­yo en ellas y com­pren­sión que en otros entor­nos, inclui­do el femi­nis­ta. Por ejem­plo, ante situa­cio­nes de vio­len­cia de género.

Un estu­dio de la aso­cia­ción Kale­dor Kayi­co en Bil­bao des­car­ta que las gita­nas nor­ma­li­cen más la vio­len­cia de géne­ro que las payas.

Car­men: El camino es muy lar­go. Las gita­nas han uti­li­za­do tal vez otro tipo de estra­te­gias para luchar con­tra la vio­len­cia de géne­ro, por­que no podían acce­der a los mis­mos recur­sos que el resto.

¿Cuá­les son esas estrategias?

Eva: El apo­yo mutuo. La socie­dad mayo­ri­ta­ria insis­te en la denun­cia como úni­co camino. ¿Pero de qué sir­ve denun­ciar si no está habien­do un apo­yo ins­ti­tu­cio­nal real? En la comu­ni­dad gita­na no te dicen: “Denun­cia”. Te dicen: “¿Qué nece­si­tas? ¿Cómo te sien­tes? ¿Cómo nos orga­ni­za­mos?”. Hay cosas que apren­der de ahí. Yo mis­ma, ante una situa­ción de vio­len­cia entre per­so­nas del mis­mo géne­ro, he reci­bi­do más ayu­da de la comu­ni­dad gita­na que de la feminista.

Car­men: Con­tra la vio­len­cia machis­ta, hay que gri­tar, denun­ciar­la y per­se­guir­la. Se sue­le decir que la de las gita­nas es una revo­lu­ción silen­cio­sa, tam­bién a la hora de enfren­tar la vio­len­cia. Noso­tras deci­mos que se aca­bó la revo­lu­ción silen­cio­sa, que que­re­mos que se nos oiga bien.

¿El man­da­to de cui­dar es espe­cial­men­te férreo en las gitanas?

Car­men: La mujer gita­na es la que lle­va el peso de la fami­lia. Es una mochi­la pesa­da. Tam­po­co hay que gene­ra­li­zar, hay fami­lias tam­bién en las que el mari­do y la mujer com­par­ten las tareas. Deci­mos que esa car­ga no es nues­tra, que tie­ne que ser compartida.

Tam­bién recla­máis que se res­pe­te el dere­cho de las viu­das a reha­cer sus vidas. ¿Hay mucho mar­ca­je sobre ellas?

Ana: Yo borra­ría direc­ta­men­te el luto. Veo a una per­so­na de negro y me mue­ro. Cuan­do son hijos, padres, her­ma­nos, es un año de negro, sin ver la tele, tris­te. Te miras la ropa y recuer­das que ya no está. Yo lo borra­ría. Yo deci­dí no poner­me el luto por mi abue­lo y mi tío por­que no lo com­par­to. He escri­to una car­ta: si me pasa algo y me mue­ro, no quie­ro que nadie se pon­ga ni un pañue­lo ni una ropa negra. Me pare­ce que es hun­dir­se más.

Ana: “Yo creo en un femi­nis­mo de tú a tú. No pue­do con la ten­den­cia a que te estén dicien­do todo el rato “lée­te tal libro”. Yo quie­ro que nos acom­pa­ñe­mos y apo­ye­mos, no que me digas qué nece­si­to leer”

Car­men: Hay un este­reo­ti­po de que los gita­nos siem­pre esta­mos de fies­ta, pero el luto ha sido un man­da­to muy estric­to en nues­tra cul­tu­ra. Esto está evo­lu­cio­nan­do. Siem­pre inci­di­mos en que exis­te una diver­si­dad, que no sale en nin­gún lado.

Y hablan­do de la diver­si­dad, ¿qué hay de la sexual?

Ana: ¡Está muy jodido!

Eva: Está bas­tan­te avan­zan­da, en mi opinión.

Ana: Eva: ¡ni de coña!

Eva: Se está empe­zan­do a hacer visi­ble. Siem­pre ha esta­do ahí.

Ama: Bueno, cuan­do no estás rodea­da de tu familia.

Eva: Tam­bién conoz­co diver­si­dad sexual apo­ya­da por la fami­lia. Como les­bia­na femi­nis­ta, he esta­do muy cer­ca de gita­nas que se des­cu­brían les­bia­nas y que lo vivían. En el docu­men­tal de ‘El sexo sen­ti­do’ [emi­ti­do por Tele­vi­sión Espa­ño­la, sobre niñas y niños tran­se­xua­les], sale una fami­lia gita­na que no habla de la tran­se­xua­li­dad de su niño como un pro­ble­ma, sino que hablan des­de el cora­zón. Qué bien que eso se haga visible.

Car­men: Le pre­gun­tan: “Sien­do gitano, ¿cómo acep­tas que tu niño sea trans? La res­pues­ta es muy lógi­ca: “¿Cómo un gitano no va a que­rer a su hijo?” Hay gita­nas les­bia­nas, pero es difí­cil salir a la pales­tra, por­que sí que hay una repre­sión que se pal­pa. Por eso habla­mos todo el rato de visi­bi­li­zar la diver­si­dad que ya existe.

SIN TUTELAS

Sole­mos decir que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga pro­pia. ¿Hay algún man­da­to sexis­ta que os parez­ca más arrai­ga­do entre las payas?

Todas: ¡Qué bue­na pre­gun­ta! ¡Nun­ca nos la habían hecho! ¡No nos pode­mos que­dar en blan­co! (Risas)

Car­men: Hay mucho este­reo­ti­po sobre las gita­nas; a menu­do las payas nos juz­gan pero ellas no se miran, es como si ya hubie­ran hecho todo el camino. Si se recuer­dan años atrás, esta­ban como nosotras.

Ana: ¿Cuán­to hace que las payas pue­den votar? ¿Que pue­den tener una libre­ta ban­ca­ria a su nom­bre? ¿O que pue­den via­jar solas? No hace tanto.

Eva: Sien­ten la nece­si­dad de tute­lar. Eso ocu­rre has­ta en los ámbi­tos femi­nis­tas: que­rer que las gita­nas se eman­ci­pen, pero de su mano.

Car­men: “Me sien­to más cer­ca de la comu­ni­dad inmi­gran­te y más enten­di­da por una negra que por una blan­ca. Se crea un víncu­lo por­que sufri­mos lo mismo.”

Car­men: Las femi­nis­tas payan se que­jan mucho del patriar­ca­do y su tute­la. Pero caen en el “Pobre­ci­ta gita­na, ven­te con­mi­go que yo te empo­de­ro”. Tú no me tie­nes que empo­de­rar, me empo­de­ro yo. Lo que que­re­mos es que nos dejen espa­cios. Nece­si­ta­mos recur­sos para poder tener influen­cia social.

¿Qué tipo de comen­ta­rios con­des­cen­dien­tes habéis recibido?

Car­men: En la aso­cia­ción tene­mos un cua­dro fla­men­co de gita­nas femi­nis­tas. Con lo que saca­mos de los con­cier­tos, finan­cia­mos jor­na­das para pre­sen­tar­nos. Hace poco muje­res femi­nis­tas nos ofre­cie­ron un lugar en el que podía­mos dar un con­cier­to y nos darían “una propina”.

Eva: La gen­te hace pre­gun­tas muy bru­tas y ofen­si­vas sobre la cul­tu­ra gita­na, como si fué­ra­mos extra­te­rres­tres, en las que ya refle­jan sus prejuicios.

¿Algu­na que os irri­te especialmente?

Ana: El pañuelo.

Car­men: Se macha­ca mucho con eso. Noso­tras en Gita­nas Femi­nis­tas no pode­mos acep­tar nin­gu­na for­ma de some­ti­mien­to de las muje­res, aun­que sea en nom­bre de la tra­di­ción. Se habla de las gita­nas como si no fué­ra­mos par­te de esta socie­dad, como si vivié­ra­mos ais­la­das. Pero el caso es que esta­mos influen­cia­das por el patriar­ca­do al igual que las payas.

En un repor­ta­je que publi­ca­mos en Pika­ra, se com­pa­ra­ba el pañue­lo con el ves­ti­do blan­co de la novia, afir­man­do que ya es más un sím­bo­lo que otra cosa. ¿Es cier­to o reco­no­céis que es una prác­ti­ca traumática?

Eva: Cada vez son más las que se nie­gan a pasar por eso.

Ana: Quien quie­ra hacer­lo, que lo haga.

Car­men: No lo com­par­ti­mos, por­que abo­ga­mos por una edu­ca­ción sexual libre.

¿Qué ritua­les de la tra­di­ción gita­na sí que ponéis en valor?

Car­men: Enfa­ti­zar la unión fami­liar tan­to en lo bueno como en lo malo, en la cele­bra­ción de la vida y en el due­lo con la muer­te. En la socie­dad mayo­ri­ta­ria hay mucha gen­te que bus­ca conec­tar con­si­go mis­ma, encon­trar su sitio… Noso­tros los gita­nos tene­mos un sen­ti­mien­to de per­te­nen­cia, sen­ti­mos las raíces.

Eva: El apo­yo y la unión, el com­par­tir lo que se vive, siem­pre está alre­de­dor de los ritos de la comu­ni­dad gitana.

¿Os sen­tís par­te del movi­mien­to femi­nis­ta en Espa­ña? ¿Os resul­ta un espa­cio cómo­do u hostil?

Car­men: Noso­tras lle­va­mos un año. Con las femi­nis­tas de Mur­cia y Ali­can­te nos sen­ti­mos muy cómo­das y apo­ya­das; las mur­cia­nas han apo­ya­do el roda­je de un video­clip que lan­za­re­mos pron­to. Nos hemos encon­tra­do tam­bién con femi­nis­tas que nos han trans­mi­ti­do acti­tu­des clasistas.

Ana: Yo creo en un femi­nis­mo de tú a tú. “Como soy paya y ten­go carre­ra, sé más que tú”. No pue­do con eso. Por ejem­plo, la ten­den­cia a que te estén dicien­do todo el rato “lée­te tal libro”. Yo quie­ro que nos acom­pa­ñe­mos y apo­ye­mos, no que me digas qué nece­si­to leer.

Eva: Sí que hay un eli­tis­mo inte­lec­tual, ale­ja­do de reali­da­des de barrio y de la precariedad.

¿En el femi­nis­mo gitano no se está repro­du­cien­do la ten­den­cia a hacer hin­ca­pié en los méri­tos aca­dé­mi­cos de sus caras visibles?

Car­men: Defen­de­mos la diver­si­dad a todos los nive­les. Entre noso­tras hay moni­to­ras, can­tao­ras, licen­cia­das, pro­fe­so­ras, doc­to­ra­das, paradas…

Ana: Ven­de­do­ras ambulantes.

¿Tam­bién en los liderazgos?

Eva: Los lide­raz­gos no siem­pre están aso­cia­dos a lo aca­dé­mi­co. Por ejem­plo, hay quien uti­li­za la músi­ca en vez de la pala­bra, y que tie­ne un gran peso den­tro de nues­tra asociación.

Una ami­ga dice que no cree ni en un femi­nis­mo cris­tiano, ni islá­mi­co, ni gitano. Que los tres son oxímoron.

Ana: ¿O sea que se pue­de ser paya, pero yo no pue­do ser femi­nis­ta y estar orgu­llo­sa de ser gita­na? ¿¿Por qué??

Por­que no entien­de que una se rei­vin­di­que femi­nis­ta y defien­da a la vez su per­te­nen­cia a una ins­ti­tu­ción muy patriar­cal. Y cree que el pue­blo gitano es muy patriarcal.

Car­men: Grá­ba­lo: soy gita­na, estoy orgu­llo­sa y soy femi­nis­ta. Soy femi­nis­ta por­que creo que gita­nos y gita­nas son igua­les y tie­nen que tener los mis­mo dere­chos y liber­ta­des. Soy femi­nis­ta por­que lucho por eso.

Eva: En esos comen­ta­rios se cue­la una supe­rio­ri­dad por ser blan­ca. Pen­sar que no hay más camino que el suyo.

Ana: Por esa regla de tres, ¿las negras tam­po­co pue­den ser femi­nis­tas y estar orgu­llo­sas de ser negras?

Car­men: Por estas cosas, me sien­to más cer­ca de la comu­ni­dad inmi­gran­te. Se crea un víncu­lo por­que sufri­mos lo mis­mo. Me sien­to más enten­di­da por una negra que por una blanca.

¿Cómo está sien­do el diá­lo­go con los hombres?

Car­men: En la aso­cia­ción par­ti­ci­pa alguno, tra­ba­jan­do codo a codo con noso­tras, pero son excep­ción. Otros dirán que esta­mos locas y que­rrán tirar­nos pie­dras. Lo que deci­mos es que se aga­rren los machos y que cedan su trono.

Pero no van a estar por la labor.

Eva: No, hay que qui­tar­les. En eso sí que tene­mos que estar todas las femi­nis­tas juntas.

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