¿Qué es la lucha de las razas sociales?

<em>Dado el momento de efervescencia creciente que en los territorios del Estado español comienza a hacerse más y más presente -en espacios muy reducidos de la militancia anti-racista, es cierto- consideramos que este texto de Selim Nadi viene a aportar reflexiones teóricas y políticas imprescindibles para el desarrollo del anti-racismo político. Términos como «racialización» o «racismo», así como batallas superfluas y teledirigidas por los actores sociales tradicionales en torno a tópicos como el de la «identidad», la «lucha política» o el «multiculturalismo» tienden a diluirse cuando los términos importantes de la discusión en torno a la lucha anti-racista hacen su aparición. Por eso y por otras razones creemos esencial la lectura y discusión de este texto.</em>

<em>Selim Nadi es miembro del PIR (Partido de los Indígenas de la República]. El término «indígena», usado por los miembros del PIR en Francia puede, al ser traducido al contexto del Estado español, llevar a equívocos. «Indígena» es la palabra a través de la cual, en tiempos de la colonización francesa -también la española en muchos casos-, las administraciones coloniales denominaban a los sujetos no blancos en la colonia. Con este uso, el PIR no hace mención entonces a los pueblos originarios de Abya Yala sino a los sujetos supervivientes de la colonización moderna que se llaman así mismos de esta manera para exponer una realidad constatable: siguen ocupando el lugar social de los subhumanos y esto responde a la herencia del legado colonial. Pensamos que el uso del término «post-colonial» es más adecuado para el contexto del Estado español y se presta a menos malentendidos. Es por ello que, al menos en este texto, hemos decidido usar dicha palabra.]</em>

<strong>Intervención de Selim Nadi durante la mesa redonda «Condiciones negras y política: de la necesidad de la violencia», organizado en Sciences Po [Instituto de Estudios Políticos] el 13 de abril del 2017.</strong>

En primer lugar, deseo agradecer a la asociación Sciences Po para África por haber invitado al Partido de los Indígenas de la República (PIR) a participar en esta mesa redonda. Voy a intentar esbozar aquí algunas hipótesis estratégicas que derivan del pensamiento político del PIR y notablemente del concepto de «luchas de razas sociales», desarrollado por Sadri Khiari en La contre-révolution coloniale en France (La Fabrique, 2009). En efecto, la militancia decolonial implica igualmente tener debates e hipótesis estratégicas- derivados de un análisis más global de las contradicciones raciales. Como escribe, esencialmente, Sadri Khiari en «Malcom X: Estratega de la dignidad negra» (Amsterdam, 2013/Artefakte, 2015 en español), el sistema es una abstracción, y en la lucha no nos oponemos a algo abstracto, sino a la forma concreta que asume inmediatamente el sistema. Es en esta forma concreta en la que nos vamos a interesar, con el fin de no debatir solo de forma abstracta, sobre el sistema racista. Esta comunicación, forzadamente incompleta, se propone iniciar una discusión alrededor del papel del Estado en las contradicciones raciales, con el fin de re-plantear un poco la cuestión de la politización de la lucha indígena en Francia.

I.

En pri­mer lugar, me pare­ce impor­tan­te vol­ver rápi­da­men­te sobre los ries­gos polí­ti­cos que plan­tea la popu­la­ri­za­ción cre­cien­te del tér­mino «raza» en cier­tas esfe­ras del entorno mili­tan­te fran­cés estos últi­mos años (aun­que esté muy lejos de ser acep­ta­do a nivel nacio­nal). Mien­tras que el con­cep­to de «raza» comien­za, poco a poco, a impo­ner­se en algu­nos círcu­los mili­tan­tes y/​o aca­dé­mi­cos de izquier­da, nos pode­mos ale­grar y pen­sar que el tra­ba­jo de aná­li­sis polí­ti­co lle­va­do a cabo por los inte­lec­tua­les orgá­ni­cos del indí­ge­na­do fran­cés trae (por fin) sus fru­tos. Lejos de ello. Aún que­rien­do acep­tar la exis­ten­cia de la raza, de mane­ra bas­tan­te abs­trac­ta, se resis­ten a pre­gun­tar­se sobre los efec­tos reales, y sobre el inte­rés polí­ti­co para los no-blan­cos de usar este con­cep­to. Para noso­tros, hablar de «la raza» en sin­gu­lar no tie­ne sen­ti­do, ya que esto vuel­ve a ocul­tar la exis­ten­cia de dos polos racia­les que se enfren­tan. El uno no exis­te evi­den­te­men­te sin el otro.

Es por esto, que deci­mos, en el PIR, que la raza es una rela­ción social y polí­ti­ca, y no un obje­to socio­ló­gi­co abs­trac­to o una cate­go­ría inmu­ta­ble. En reali­dad, si el tér­mino de «raza» da cada vez menos mie­do, es alre­de­dor del tér­mino «lucha» que se cris­ta­li­zan los temo­res. ¿Qué enten­de­mos noso­tros por «lucha de razas»? La «lucha» sig­ni­fi­ca que exis­ten dos polos racia­les y que sus intere­ses se opo­nen. En el fon­do, si la expre­sión «lucha de razas» da mie­do a cier­tos mili­tan­tes y soció­lo­gos de la izquier­da radi­cal, es por­que plan­tea la cues­tión del poder como cues­tión cen­tral. Una lucha entre gru­pos socia­les con intere­ses anta­gó­ni­cos impli­ca nece­sa­ria­men­te abor­dar la cues­tión del poder. La lucha de razas socia­les se des­glo­sa (prin­ci­pal­men­te) en dos partes:

  1. Una rela­ción social racial liga­da a las estruc­tu­ras del Esta­do y a las con­di­cio­nes obje­ti­vas de exis­ten­cia de colo­ni­za­dos den­tro de Fran­cia. Por lo tan­to, tam­bién de rela­cio­nes de cla­se. Esta rela­ción se hace nota­ble por los anta­go­nis­mos socia­les entre estos dos polos racia­les. Aun­que esta rela­ción racial sea cons­tan­te, alcan­za algu­nas veces pun­tos cul­mi­nan­tes, como fue el caso de las revuel­tas de 2005 en los barrios popu­la­res fran­ce­ses. Es, en par­te, a par­tir del aná­li­sis de las con­di­cio­nes obje­ti­vas en las cua­les viven los no-blan­cos, que es posi­ble ela­bo­rar una estra­te­gia capaz de lle­var al indí­ge­na a la segun­da fase de la lucha de razas.
  2. La orga­ni­za­ción de polos racia­les en fuer­zas polí­ti­cas (y no sola­men­te en fuer­zas socia­les). Dicho de otro modo, el gra­do de con­cien­cia polí­ti­ca inde­pen­dien­te de cada gru­po social. La con­cien­cia de per­te­ne­cer a una raza social, tenien­do intere­ses con­ver­gen­tes, plan­tea la cues­tión de la orga­ni­za­ción polí­ti­ca. Aquí es don­de, por si mis­ma, se impo­ne la lucha en tér­mi­nos de poder. Con este pro­pó­si­to, los años 2004 y 2005 han sido rela­ti­va­men­te intere­san­tes des­de este pun­to de vis­ta, con la crea­ción de CCIF [Colec­ti­vo Con­tra la Isla­mo­fo­bia de Fran­cia], de la BAN [Bri­ga­da Anti­ne­gro­fo­bia], de la Voix des Rroms [La voz de los Rrom] y del MIR (PIR a par­tir de 2010). 

Así, con­tra­ria­men­te a la lucha de cla­ses, que en su for­ma pri­ma­ria, tra­ba­ja a nivel de luga­res de explo­ta­ción (alre­de­dor de las rela­cio­nes obreros/​patrón, con­di­cio­nes de explo­ta­ción de los tra­ba­ja­do­res, etc.), la lucha de razas, bajo su for­ma ele­men­tal, se diri­ge direc­ta­men­te con­tra el Esta­do (por ejem­plo: las revuel­tas indí­ge­nas de 2005, las Mar­chas silen­cio­sas tras crí­me­nes poli­cia­les, etc). Con­lle­va, enton­ces, des­de el ini­cio, un aspec­to polí­ti­co, aun­que este no se expre­se como tal. Aquí sepa­ra­mos arti­fi­cial­men­te las rela­cio­nes racia­les de las rela­cio­nes de cla­se para sim­pli­fi­car, pero es evi­den­te que estos son co-cons­ti­tu­ti­vos y pro­fun­da­men­te imbricados.

Es el hecho que el poder blan­co está ins­ti­tu­cio­na­li­za­do, lo que lo con­vier­te en el polo domi­nan­te de la lucha de razas socia­les. Lo que no quie­re decir que haya que ocul­tar las resis­ten­cias que el poder blan­co siem­pre se ha encon­tra­do en su camino, a menu­do más espon­tá­neas que real­men­te estruc­tu­ra­das, es cierto.

La pasi­vi­dad de los suje­tos post-colo­nia­les es un mito (el «mito del negro dócil es un mito» escri­bía CLR James en 1938). Sin embar­go, hay que admi­tir nues­tra debi­li­dad prin­ci­pal: la cua­si ausen­cia de una orga­ni­za­ción polí­ti­ca capaz de luchar en el mis­mo plano que el polo blanco. 

Para­dó­ji­ca­men­te, el hecho de que los soció­lo­gos y mili­tan­tes de izquier­da ya no recha­zan el uso del tér­mino «raza» per­mi­te, jus­ta­men­te, man­te­ner nues­tra lucha en los con­fi­nes de la polí­ti­ca. Vacia­da de su con­te­ni­do polí­ti­co, la lucha de razas es rápi­da­men­te aso­cia­da al con­cep­to de «domi­na­ción» de Bour­dieu. Lo que es una rela­ción diná­mi­ca que opo­ne dos polos racia­les anta­go­nis­tas es des­cri­to, enton­ces, como un sim­ple esta­do de domi­na­ción: la sim­ple dis­tri­bu­ción asi­mé­tri­ca de posi­cio­nes socia­les ocu­pa­das por los individuos.

La repo­li­ti­za­ción del con­cep­to de «domi­na­ción» cons­ti­tu­ye, enton­ces, un reto cen­tral para los suje­tos post-colo­nia­les. El hecho de que uti­li­ce­mos el tér­mino «racia­li­za­dos» para desig­nar úni­ca­men­te a los suje­tos suje­tos post-colo­nia­les demues­tra que la raza es a menu­do con­ce­bi­da fue­ra de cual­quier rela­ción social. Por lo que, si los suje­tos post-colo­nia­les son racia­li­za­dos, los blan­cos lo son igual­men­te. Ellos repre­sen­tan una raza social, dota­da de pri­vi­le­gios socia­les. En con­se­cuen­cia, no hay racia­li­za­dos, sino más bien un pro­ce­so de racia­li­za­ción que cons­ti­tu­ye a los suje­tos post-colo­nia­les y a los blancos.

Así, nues­tra con­di­ción racial es inse­pa­ra­ble de la cues­tión del poder, la del Esta­do que deter­mi­na polí­ti­ca­men­te la exis­ten­cia de pri­vi­le­gios racia­les. Dicho esto, para noso­tros, el esta­do no es un blo­que homo­gé­neo que sería una «sim­ple» herra­mien­ta de la raza social domi­nan­te. Él es un cam­po estra­té­gi­co, el orga­ni­za­dor del polo racial blan­co. Es un espa­cio con­flic­ti­vo, don­de se orga­ni­zan, se recom­po­nen y se ela­bo­ran las estra­te­gias del blo­que en el poder.

II.

El Esta­do es la ins­tan­cia opre­so­ra prin­ci­pal de los suje­tos post-colo­nia­les y, por eso, ocu­pa un lugar tan impor­tan­te para noso­tros. La estra­ti­fi­ca­ción racial es cons­ti­tu­ti­va del Esta­do-nación. La his­to­ria de la for­ma­ción de los esta­dos-nación está ínti­ma­men­te liga­da a la apa­ri­ción y evo­lu­ción de la lucha de razas socia­les. Según David Theo Gold­berg «los esta­dos moder­nos son racia­les en su moder­ni­dad y moder­nos en su racia­li­dad» (The racial sta­te, Black­well Publishing, Oxford, 2002). Con la expan­sión euro­pea que se ini­cia en el siglo XV, asis­ti­mos a la pro­duc­ción de las razas. No sola­men­te de etnias o de pue­blos, sino que de razas sociales.

La trans­for­ma­ción de las ciu­da­des-Esta­do en Esta­dos moder­nos ha con­lle­va­do con ello una estra­ti­fi­ca­ción racial. La escla­vi­tud, segu­ra­men­te, a juga­do un rol pri­mor­dial en el naci­mien­to de las razas socia­les. En The Inven­tion of the Whi­te Race, Theo­do­re W. Allen escri­be que cuan­do los pri­me­ros afri­ca­nos pusie­ron el pie en Vir­gi­nia, alre­de­dor de 1619, no había «blan­cos». La cate­go­ría racial «blan­cos» ha sido inven­ta­da en tan­to que ins­tru­men­to de con­trol de la cla­se domi­nan­te en res­pues­ta a la soli­da­ri­dad entre los «escla­vos-con­trac­tua­les» blan­cos y los escla­vos negros (el deba­te entre algu­nos his­to­ria­do­res- nota­ble­men­te entre Theo­dor W. Allen y Noel Igna­tiev por ejem­plo- sobre todo se cen­tró en el gra­do de cons­cien­cia de la ins­tau­ra­ción de dichos pri­vi­le­gios). La pues­ta en mar­cha de esta estra­ti­fi­ca­ción racial per­mi­tió cor­tar cual­quier volun­tad de unión entre los escla­vos negros y los blan­cos, con el fin de con­ser­var el sis­te­ma de la escla­vi­tud. Pero, tam­bién, per­mi­tió a los tra­ba­ja­do­res blan­cos dejar de defen­der sus intere­ses de cla­se. El sis­te­ma mun­dial moderno que se esta­ble­ció no se limi­tó a los Esta­dos Uni­dos sola­men­te, sino que tam­bién se exten­dió a algu­nas capi­ta­les europeas.

Por lo tan­to, ya en el siglo XVII, ciu­da­des como Lon­dres y Áms­ter­dam vie­ron a su pobla­ción diver­si­fi­car­se racial­men­te. En Lon­dres, los pri­me­ros negros lle­ga­ron en 1555. Eran cin­co afri­ca­nos del este que vinie­ron a Ingla­te­rra a apren­der inglés para faci­li­tar el comer­cio de escla­vos. Algu­nas ciu­da­des euro­peas se dupli­ca­ron en pobla­ción. Entre 1600 y 1700, la pobla­ción de Lon­dres aumen­tó de 200.000 a 575.000 habi­tan­tes. Fue al crear y lue­go moder­ni­zar que los esta­dos euro­peos par­ti­ci­pa­ron en la estra­ti­fi­ca­ción racial que ya había comen­za­do en el otro lado del Atlán­ti­co. Final­men­te, el racis­mo cien­tí­fi­co del siglo XIX con­sis­tía sólo en jus­ti­fi­car «cien­tí­fi­ca­men­te» la exis­ten­cia de razas socia­les y de nin­gu­na mane­ra «crear» el racis­mo. Esta jus­ti­fi­ca­ción, ade­más, ha con­tri­bui­do en gran medi­da a las con­quis­tas colo­nia­les. Fue a tra­vés de su empre­sa colo­nial que el esta­do se encon­tró fren­te a gran­des pobla­cio­nes indí­ge­nas, que lue­go desa­rro­lla­ron meca­nis­mos para el mane­jo y la repre­sión de las dife­ren­cias cul­tu­ra­les, los sis­te­mas eco­nó­mi­cos exis­ten­tes, y así suce­si­va­men­te. El tra­ta­mien­to excep­cio­nal del «neo-Indí­ge­na» hoy en día no es sim­ple­men­te una tra­di­ción de la Repú­bli­ca Fran­ce­sa. Es cons­ti­tu­ti­vo de los esta­dos euro­peos moder­nos (véa­se a este res­pec­to este exce­len­te tex­to de Hou­ria Bou­teld­ja: Pou­voir poli­ti­que et races socia­les).

La cues­tión del esta­do es, por lo tan­to, esen­cial y no se pue­de igno­rar cuan­do habla­mos de los anta­go­nis­mos racia­les. Todo suje­to post-colo­nial entien­de el Esta­do a tra­vés de la expe­rien­cia de su vio­len­cia físi­ca orga­ni­za­da: ¡la poli­cía! Los no blan­cos son las prin­ci­pa­les víc­ti­mas de la vio­len­cia y los homi­ci­dios poli­cia­les. Ence­rran­do a los no blan­cos, repri­mién­do­los cuan­do se mani­fies­tan, con­tro­lán­do­los cons­tan­te­men­te en las calles, el Esta­do cum­ple con su papel de coac­ción e impo­ne a los suje­tos post-colo­nia­les una ame­na­za per­ma­nen­te que pre­ten­de su inmo­vi­li­za­ción polí­ti­ca. El papel de la orga­ni­za­ción polí­ti­ca debe ser, por lo tan­to, sacar a los suje­tos post-colo­nia­les de este inmo­vi­lis­mo polí­ti­co, en par­te como resul­ta­do de la cons­tan­te repre­sión esta­tal; no sólo a tra­vés de una mayor impli­ca­ción polí­ti­ca, sino tam­bién por medio de alian­zas polí­ti­cas con las fuer­zas polí­ti­cas blan­cas que encon­tra­mos en el cam­po de la lucha anti­rra­cis­ta, que defien­den posi­cio­nes anti­im­pe­ria­lis­tas. La últi­ma gran ini­cia­ti­va polí­ti­ca impor­tan­te, que real­men­te ha cons­ti­tui­do una espe­cie de pre­mi­sa para un posi­ble blo­que con­tra-hege­mó­ni­co deco­lo­nial agru­pan­do suje­tos post-colo­nia­les y mili­tan­tes de la izquier­da radi­cal blan­ca, fue sin duda la Mar­cha por la Jus­ti­cia y la Dig­ni­dad del pasa­do 19 de mar­zo en París.

III.

El esta­do no se limi­ta a su papel repre­si­vo. La ideo­lo­gía es otro aspec­to que orga­ni­za la lucha de las razas socia­les. Por «ideo­lo­gía» no nos refe­ri­mos a meras ideas abs­trac­tas, sino a prác­ti­cas mate­ria­les que, a tra­vés de los dis­po­si­ti­vos ideo­ló­gi­cos del esta­do, inter­pe­lan a los indi­vi­duos como suje­tos. De hecho, para esta­ble­cer los pri­vi­le­gios racia­les que dis­fru­tan los blan­cos, el Esta­do no pue­de con­ten­tar­se con ape­lar úni­ca­men­te a las fuer­zas repre­si­vas, sino que tam­bién debe movi­li­zar una ideo­lo­gía. Esta últi­ma, al con­ver­tir­se en hege­mó­ni­ca, par­ti­ci­pa ple­na­men­te en la exclu­sión de los suje­tos post-colo­nia­les del cam­po polí­ti­co blan­co, del acce­so al empleo, la des­le­gi­ti­ma­ción de cual­quier dis­cur­so indí­ge­na con­tra­rio a la ado­ra­ción del Esta­do-nación fran­cés, etc.

Pero esta ideo­lo­gía tam­bién tie­ne otra fun­ción en la lucha de las razas socia­les: blo­quear cual­quier soli­da­ri­dad no solo entre los blan­cos pobres y los suje­tos post-colo­nia­les, sino tam­bién entre las dife­ren­tes comu­ni­da­des racia­li­za­das. El ejer­ci­cio de una hege­mo­nía sobre un gru­po pre­su­po­ne tener en cuen­ta, e inclu­so a veces satis­fa­cer, los intere­ses mate­ria­les del gru­po subor­di­na­do. Así, para­fra­sean­do a David Roe­di­ger (Labor in Whi­te Skin: Race and Wor­king Class His­tory, en David Roe­di­ger Towards the Abo­li­tion of Whi­te­ness, Ver­so, Lon­don-New-York, 1994), si bien es cier­to que el racis­mo evo­lu­cio­na en un con­tex­to de rela­cio­nes de cla­se, la cla­se tam­bién se defi­ne par­cial­men­te en tér­mi­nos racia­les. Esto es esen­cial para enten­der el papel del racis­mo en la lucha de cla­ses. A medi­da que el Esta­do se des­es­ta­bi­li­za cada vez más, en lugar de ver el racis­mo de un seg­men­to del pro­le­ta­ria­do blan­co como una mera fal­ta de edu­ca­ción (o una espe­cie de «fal­sa con­cien­cia»), debe­ría­mos ver­lo como la defen­sa de sus supues­tos intere­ses de cla­se a cor­to pla­zo y la defen­sa real de sus intere­ses racia­les (que a veces van en con­tra de sus intere­ses de clase).

Una bue­na ilus­tra­ción de esto es lo que se lla­mó «ata­ques de odio» en la déca­da de 1940 en los Esta­dos Uni­dos, don­de los tra­ba­ja­do­res blan­cos se nega­ron a tra­ba­jar con tra­ba­ja­do­res negros en las fábri­cas de Detroit y Bal­ti­mo­re, pero tam­bién mani­fes­ta­cio­nes de con­duc­to­res de tran­vías de línea blan­ca en Fila­del­fia en el verano de 1944 pro­tes­tan­do con­tra las mejo­ras de las con­di­cio­nes de tra­ba­jo de sus cole­gas negros. Es por lo tan­to a tra­vés de la ideo­lo­gía del esta­do que se pue­den dar las alian­zas oca­sio­na­les par­ti­cu­la­res entre la bur­gue­sía blan­ca y el pro­le­ta­ria­do blan­co cuan­do se tra­ta de defen­der sus pri­vi­le­gios racia­les. Tam­bién es lo que con­tri­bu­ye a la crea­ción de lo que lla­ma­mos «inte­gra­cio­nis­mo» o lo que los acti­vis­tas afro­ame­ri­ca­nos lla­man «Tío Tom».

Si reto­ma­mos el aná­li­sis, desa­rro­lla­do por Sadri Khia­ri, según el cual «el racis­mo es solo una moda­li­dad ideo­ló­gi­ca de exis­ten­cia de la lucha de las razas socia­les», éste se vuel­ve hege­mó­ni­co solo al pasar por el apa­ra­to esta­tal. La lucha con­tra el esta­do tam­bién pasa por una lucha para cons­truir una con­tra-hege­mo­nía ideo­ló­gi­ca y polí­ti­ca, que pue­de impli­car el uso de la coac­ción, pero no sólo; para rever­tir una famo­sa fór­mu­la de Grams­ci, nues­tra lucha con­tra­he­ge­mó­ni­ca tam­bién debe ser capaz de armar­se con la coacción.

La ideo­lo­gía y la repre­sión tra­ba­jan mano a mano. La lucha de las razas socia­les no pue­de redu­cir­se a una lucha abs­trac­ta con­tra el esta­do. Este últi­mo orga­ni­za los pri­vi­le­gios racia­les y es un papel que asu­me com­ple­ta­men­te. El esta­do expli­ca abier­ta­men­te que tie­ne la inten­ción de repri­mir a las muje­res con hijab, los agi­ta­do­res, etc. ganan­do un gran apo­yo de la pobla­ción blan­ca. El esta­do es un crea­dor de poder, un orga­ni­za­dor ideo­ló­gi­co, no solo a nivel ins­ti­tu­cio­nal, sino más amplia­men­te a nivel de la pobla­ción blan­ca. Como Sadri Khia­ri escri­be: «La vio­len­cia, inclu­so cuan­do no tie­ne el sabor de la porra, tam­bién es inhe­ren­te a las rela­cio­nes post-colo­nia­les» (La con­tre-révo­lu­tion colo­nia­le en Fran­ce, La Fabri­que, 2009).

Para resu­mir: el poder se mate­ria­li­za a tra­vés del apa­ra­to esta­tal, pero no se redu­ce a él. Sin embar­go, dado que la base de este poder racial pare­ce estar cla­ra­men­te incor­po­ra­do en las ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les, pare­ce impor­tan­te insis­tir en la toma del poder esta­tal como un hori­zon­te estra­té­gi­co nece­sa­rio, inde­pen­dien­te­men­te de su sig­ni­fi­ca­do con­cre­to, sobre el cual pare­ce pre­ma­tu­ro pro­po­ner cual­quier for­mu­la­ción en el esta­do actual de las rela­cio­nes de poder. Sin embar­go, aun­que muchos anti­rra­cis­tas hoy reco­no­cen que la lucha por el poder es nece­sa­ria, es impor­tan­te recor­dar que esta lucha es par­te de un mar­co más amplio, tal y como teo­ri­zó ya Sadri Khia­ri en 2009: la lucha de las razas socia­les, cuya rele­van­cia es más actual que nunca.

Selim Nadi, miem­bro del PIR (Par­ti­do de los Indí­ge­nas de la República)

22 de sep­tiem­bre de 2017

Fuen­te: http://​indi​ge​nes​-repu​bli​que​.fr/​q​u​e​s​t​-​c​e​-​q​u​e​-​l​a​-​l​u​t​t​e​-​d​e​s​-​r​a​c​e​s​-​s​o​c​i​a​l​es/

[Tra­du­ci­do del fran­cés por El Sal­to, 1942, por un anti­rra­cis­mo político.]

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