El femi­nis­mo será interseccional

Mien­tras escri­bo estas líneas, en los cam­pos de fre­sa de Huel­va con­ti­núan exis­tien­do abu­sos sexua­les y labo­ra­les a muje­res inmi­gran­tes. Racis­mo, cla­sis­mo o machis­mo. Hay muchas for­mas de enfo­car este tema y en nin­gu­na pode­mos obviar la otra. Si no hubie­ra cono­ci­do la pos­tu­ra de Ange­la Davis y muchas otras femi­nis­tas que nos han abier­to el camino de la inter­sec­cio­na­li­dad, mira­ría la reali­dad pre­gun­tán­do­me por qué el femi­nis­mo hege­mó­ni­co o femi­nis­mo blan­co no se ha posi­cio­na­do con más dure­za con­tra los abu­sos en los cam­pos de fre­sa de huelva.

Víc­ti­mas de una tri­ple dis­cri­mi­na­ción, las tra­ba­ja­do­ras de Huel­va que­dan inde­fen­sas en espa­cios de todos y de nadie. No sólo son víc­ti­mas por ser muje­res, sino que ade­más son muje­res pobres y con una situa­ción jurí­di­ca que favo­re­ce su vul­ne­ra­bi­li­dad. Han teni­do que medir cada pala­bra, cada denun­cia, cada pro­tes­ta para no per­der el «pri­vi­le­gio» de poder estar en Espa­ña tra­ba­jan­do unos meses.

Se nos dice que en sus paí­ses no tie­nen voz, que son silen­cia­das. Sin embar­go, cuan­do denun­cian en Huel­va abu­sos sexua­les por par­te de sus supe­rio­res, son mon­ta­das en un auto­bús para man­dar­las a Marrue­cos antes de que pue­dan seguir con las denun­cias. No sólo se ven en esta situa­ción por ser muje­res, es que ade­más son migran­tes y son pobres. Es decir, no tie­nen alter­na­ti­va, sólo una serie de cir­cuns­tan­cias que las colo­can en el ojo del hura­cán al inten­tar sobre­vi­vir con dignidad.

Se nos dice que el úni­co papel de la mujer en Marrue­cos es el de tener hijos y estar por su casa. Como cuen­ta Pas­to­ri Fili­gra­na, las empre­sas en Huel­va pre­fie­ren con­tra­tar a muje­res con hijos para ase­gu­rar­se que al aca­bar la tem­po­ra­da vuel­ven a su »habi­tat natu­ral», su Marrue­cos domés­ti­co, espe­ran­do que el año que vie­ne lle­gue la siguien­te tem­po­ra­da y vuel­van a ser la mano de obra que nece­si­ta­mos para nues­tros campos.

Se nos dice que ahí son sumi­sas. Aquí escu­cha­mos que este año han traí­do a las «putas»: Las que denun­cian, las malas inmi­gran­tes, las malas pobres. No debe­rían hablar por­que de la gen­te como ellas no se espe­ran denun­cias, se espe­ra silen­cio. «Y si no te gus­ta, coges y te vas».

El patriar­ca­do es un virus pre­sen­te en todo el mun­do, en todas las esfe­ras y del que nin­gu­na socie­dad a día de hoy ha con­se­gui­do des­pren­der­se. Tene­mos que seguir sien­do mana­da. Her­ma­nas, os creo.

Las voces que gri­tan para denun­ciar la situa­ción de la mujer en paí­ses de mayo­ría musul­ma­na, pare­cen haber calla­do cuan­do la mujer que vie­ne de esos paí­ses denun­cia su situa­ción en nues­tro igua­li­ta­rio occi­den­te. Que las calles se lle­nen exi­gien­do jus­ti­cia en vues­tros tra­ba­jos y sobre todo en vues­tras vidas.

Míriam Hati­bi

8 de junio de 2018

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