Exponíamos en el anterior análisis del ciclo electoral de abril-mayo que el Estado había logrado un triunfo que le daba una legislatura con aparente tranquilidad para aplicar la política que le dictase el capital. Exceptuando Madrid en donde la egolatría ignorante del reformismo podemita más la lógica santa alianza del trifachito le ha privado de la victoria, el PSOE puede respirar tranquilo, por un tiempo, porque ha ampliado mucho su poder territorial. En Catalunya ha asegurado la fidelidad de Barcelona a España y ha demostrado a ERC quién manda realmente. En Hegoalde, la irrelevancia de EH Bildu es patente tras el acuerdo entre el PSOE y el PNV para gobernar Nafarroa, minipoder delegado que aprovecharán para marginar y debilitar no sólo a EH Bildu sino sobre todo a la conciencia nacional vasca, con astucia maquiavélica imposible en el neofascismo de UPN-PP.
Sin embargo, la tranquilidad es aparente porque los problemas estructurales empeoran. Y una muestra secundaria de las dificultades que le crean los problemas de fondo, es el encaje de bolillos que tiene que hacer para asegurarse una mayoría en el Parlamento de Madrid.
Dado que el imperialismo franco-español nos rompe en tres trozos, cada uno con sus propios sistemas burgueses de análisis, resulta difícil llegar a una visión nacional unitaria, pero sí podemos hacernos una idea general: la industria del hierro, metal-mecánica y naviera, que fue la vertebradora de Euskal Herria desde finales del siglo XIX, empezó a ser desguazada desde la mitad de 1980 por una razón político-económica doble: aplastar la base material del pueblo trabajador, y cumplir las órdenes del Mercado Común para que la burguesía vasca fuera admitía en la Europa capitalista vía franco-española. El cierre de La Naval simboliza el fin de fase del capitalismo vasco, como el empobrecimiento, la precariedad imparable, la gentrificación, parón/retroceso de la lengua y cultura popular vasca, etcétera, señalan el inicio de la nueva fase.
A lo largo de una década y media, aproximadamente, la fracción industrial de la burguesía fue arrinconada por la más financiera y neoliberal, siendo el paradigma del cambio la defenestración del grupo-Arzalluz y la subida al poder en el PNV del grupo-Ímaz en enero de 2004, como antesala del abandono del Plan Ibarretxe al año siguiente y luego, la defenestración del propio lehendakari. Desde luego que la burguesía vasca abarca mucho más que el PNV, pero este es el partido que, mediante su burocracia de media burguesía y clientelismo de pequeña burguesía, defiende mejor que nadie los intereses de esa clase en su conjunto. Desde entonces, y más con la era Urkullu y al margen de las diferencias entre Iparralde, CAV y Nafarroa, la burguesía ha reafirmado con más ahínco sus lazos con España y Francia. Las razones de este cambio no son otras que adaptarse a la ley de concentración y centralización de capitales, ley reforzada por la financiarización del capitalismo.
El pueblo trabajador en general y el proletariado en particular han sufrido aún cambios más drásticos que podemos ejemplarizarlos mediante las «nuevas» luchas obreras y populares. En efecto, sin nombrar las movilizaciones sindicales clásicas que se están realizando en los últimos tiempos –huelga de papeleras en Gipuzkoa, huelga del metal en Bizkaia, convocatoria en artes gráficas de Gipuzkoa, movilizaciones en Tecman, DHL, SGE, trabajadoras de la limpieza en Donostia, trabajadoras de la Residencia en Gipuzkoa, movilizaciones en Atención Primaria de Osakitetza, y un largo etcétera – , ni los resultados de las elecciones sindicales hasta abril de 2019, podemos extraer tres conclusiones provisionales: una, está tardando en recuperarse el porcentaje de delegadas y delegados que había en Hegoalde antes de la crisis; dos, el sindicalismo españolista está retrocediendo mientras que en Hegoalde ya es mayoritario el sindicalismo abertzale, destacando ELA en Vascongadas y el avance sostenido de LAB en Nafarroa; y la mujer trabajadora sigue adquiriendo fuerza en el sindicalismo abertzale, mayoritario, reflejo del avance que está realizando en el pueblo trabajador.
Los datos disponibles sobre Iparralde vienen a confirmar estas líneas pero con dos características propias: una mayor lentitud en el desplazamiento del sindicalismo estatalista francés debido al avance del sindicalismo abertzale, lentitud causada por el denso sistema de obstrucción visible e invisible, cuando no represión, establecido por el imperialismo francés también en el «mundo sindical» para frenar el innegable avance abertzale; y la irrupción de los chalecos amarillos específica para Iparralde. Este complejo movimiento de protesta sintetiza mejor que nada cómo está siendo la recomposición de la lucha de clases en el capitalismo imperialista desarrollado tras una década de crisis estructural permanente. Bien mirado, y haciendo abstracción de los contextos nacionales y estatales, en sus entrañas de clase descubrimos determinadas constantes básicas también presentes con sus formas específicas en los EEUU, por citar un escenario decisivo de la lucha de clases mundial entre el capital y el trabajo, un escenario que crece y se radicaliza por momentos.
Las elecciones sindicales, como las restantes, son una fotografía que paraliza en un instante todo un proceso, una tendencia en movimiento imparable, pero aun así muestran superficialmente algunas de las fuerzas profundas de la lucha de clases, y más aún en una nación oprimida. Las tres dinámicas más lo específico de Iparralde, expresan en su unidad cómo va reorganizándose el proletariado y el pueblo trabajador vasco en su lucha nacional de clase, proceso indisoluble y antagónicamente unido al contrario de la burguesía vasca. El contexto internacional también incide en ambas reorganizaciones que, en sí, son una sola, es decir, la expresión vasca de la lucha de clases europea y mundial. La creación de un Estado obrero o Comuna vasca –sin entrar ahora al bizantinismo de este debate epidérmico- es una necesidad inserta en la lógica del internacionalismo proletario.
Desde estos parámetros comprendemos las «nuevas» características que surgen de la reorganización del pueblo trabajador porque ahora mismo asistimos a combates de clase muy significativos: la las luchas sostenidas y recurrentes de las mujeres trabajadoras como las de servicios domésticos, de sanidad, de hostelería, de limpieza, etc., lo que significa que las más aplastadas del proletariado están autoorganizándose. Una extensión específica de estas luchas es la de las y los trabajadores de Osasungintza y Osakidetza y en general de todos los servicios públicos en los que las peores condiciones caen sobre las trabajadoras. Como en otros muchos pueblos, los y las trabajadoras de los llamados «servicios públicos» aumentan sus movilizaciones que no siempre tienen que acabar en huelgas, sino que antes transitan por varias fases.
Un ejemplo muy significativo que corrobora la amplia lucha internacional de clase que se libra en la «industria de la educación», lo tenemos en huelga de las y los trabajadores de la educación llamada «concertada», o sea de la industria educativa de la Iglesia subvencionada públicamente por el PNV. Es una huelga justificada desde todos los puntos de vista debido a la dureza de la explotación de la industria católica, que a la vez está generando un debate estratégico a tres bandas entre, por un lado, el movimiento obrero que defiende sus derechos sindicales, defiende los derechos del pueblo trabajador en su conjunto en lo que toca a una pedagogía liberadora y gratuita, y critica la industria de la educación alienante. Por otro lado, los intereses de la Iglesia y de la burguesía, es decir, los del gobiernillo vascongado que buscan el beneficio propio y el del capital. Y en la mitad grupos de madres y padres con diferencias entre ellos que van desde la derecha patriaco-burguesa y católica, hasta grupos que denuncian a la industria educativa, al PNV y a la Iglesia, como los grandes responsables.
Se trata de una movilización de implicaciones cualitativas porque afecta a una de las fuerzas represivas y alienadoras fundamentales del capitalismo y del sistema de opresión nacional: alienar a la infancia y adolescencia en sus primera y segunda socialización, mal-educarles en la versión católica del cristianismo, introyectarles la cultura patriarco-burguesa española, aunque adornada en algunos casos con un barniz de «dialecto vascongado». La obstinación reaccionaria del PNV-Iglesia responde a la necesidad de aumentar los beneficios económicos, políticos e ideológicos que obtiene el capital con esa rentable industria subvencionada antidemocráticamente a costa del sudor popular. Como vemos, chocan frontalmente dos visiones antagónicas tanto de la pedagogía como de la nación vasca.
La fuerza de la juventud trabajadora también irrumpe en la lucha de clases en, al menos, seis áreas: una, en los derechos educativos, en la crítica al sistema de formación de la fuerza de trabajo sumisa mediante el sistema de mal-educación pública masivamente en francés y español. Dos, las resistencias a la explotación laboral y cotidiana, precarizada y cada vez menos con derechos y libertades reales. Tres, las luchas contra el sistema patriarco-burgués, contra su dictadura sexual y afectiva, contra su poder adulto, contra su terror sexual. Cuatro, la construcción de una nueva vivencia comunal en base a gaztetxes, pisos colectivos, grupos y asociaciones de cultura popular juvenil autoorganizada mediante el uso en red de las nuevas tecnologías de la comunicación. Cinco, la participación de manera protagónica en toda serie de eventos y movilizaciones en defensa de derechos, para la recuperación y ampliación de libertades, sobre todo de denuncia de las represiones múltiples. Y seis, la recuperación de los debates políticos y del estudio de la teoría revolucionaria.
Tampoco debemos olvidar las movilizaciones vecinales al alza en oposición a los planes urbanísticos de la burguesía para multiplicar las ganancias del turismo: por ejemplo, las luchas contra la proliferación de hoteles y pensiones, contra el metro en Donostia, contra la destrucción del pequeño tejido comercial de barrio, etc., resistencias todas ellas que atacan una de las áreas económicas más rentables del capitalismo en la actualidad. Las y los vecinos se han autoorganizado casi siempre, pero en la inmensa mayoría de los casos en defensa de sus barrios y apenas con los circundantes: casi nunca se ha avanzado hasta plantear modelos integrales de otro urbanismo opuesto al que ahora necesita el capital que cada vez depende más del turismo, de las rápidas vías de comunicación que no vertebran en red al país buscando su desarrollo auto centrado y endógeno. Ahora los barrios comienzas a autoorganizarse desde y para esta perspectiva nacional.
Y por no extendernos, el reinicio de las movilizaciones para recuperar la lengua y la cultura popular vasca, bajo crecientes ataques del imperialismo franco-español, de la industria político-cultural capitalista, en medio de la desidia del reformismo y oposición frontal de los partidos, sindicatos e instituciones del sistema dominante. Tenemos el caso inaceptable, por ejemplo, de la negativa de EH Bildu en el ayuntamiento de Gasteiz a aprobar la petición del movimiento vecinal del 29 de enero de 2019 de que las organizaciones reguladas por HABE enseñaran gratuitamente euskara a las personas adultas. EH Bildu sumó su rechazo al de PNV, PP, PSE, PODEMOS e IRABAZI. Tenemos también la nula o debilísima crítica práctica, con acciones de masas, que el reformismo hace los medios de alienación de masas, a EITB, por ejemplo, a la cultura burguesa sea en forma vasca o imperialista franco-española.
Todos y cada uno de estos escenarios se caracterizan por cuatro puntos, como mínimo: uno, surgen de y se imbrican en las dinámicas de explotación global del trabajo por el capital para aumentar su tasa de beneficios bajo la protección armada del imperialismo franco-español; dos, por ello mismo son pura y simple lucha nacional de clase porque afectan tanto a la tasa media de ganancia de la burguesía vasca como a su dominación política e ideológica; tres, traslucen, muestran y practican diversas pero necesarias características del modelo nacional del pueblo trabajador, de la Euskal Herria obrera y popular, tan enfrentado a la sociedad burguesa actual; y cuatro, a la vez, son prácticas reales de internacionalismo con otros pueblos sufran o no opresión nacional, ya que los cuatro surgen de las contradicciones esenciales del capitalismo actual y se enfrentan a ellas con modelos tendentes a una sociedad socialista.
Hemos visto a grandes rasgos las características centrales de la lucha de clases en Euskal Herria: por un lado, lo que identifica a la actual burguesía en su unidad, lo que determina a grandes rasgos los límites objetivos insuperables de las veleidades autonomistas duras y hasta independentistas utópicas de la mediana y pequeño burguesía; y por el lado antagónico, la reorganización progresiva del proletariado y del pueblo trabajador en sus prácticas reales, las que (re)crean la identidad nacional de clase tan debilitada por la crisis, por la contrainsurgencia del capital y por el giro al centro del reformismo abertzale.
Las tareas que se nos presentan son ingentes, pero ninguna podrá ser llevada a la práctica si no partimos de un conocimiento crítico y objetivo de la realidad. Al estudiarla vemos que se reactivan las fuerzas del movimiento de liberación, que la clase trabajadora se está poniendo de nuevo en marcha. Pero el gran obstáculo que debemos superar es quíntuple: la inexistencia de una organización revolucionaria abertzale por pequeña que fuera; la inexperiencia lógica y comprensible, pero superable y pasajera, de los grupos juveniles; la tarea denigradora y deslegitimadora del reformismo; la realidad de empobrecimiento y de falta de medios y recursos necesarios; y la misma oposición sistemática, integradora, alienante y represora del sistema capitalista en sí y de sus burguesías autonomistas y regionalistas.
Como vemos, las dificultades son ingentes. Sin embargo, si observamos la dinámica real en los últimos años apreciamos un significativo avance en todos los sentidos comparando el presente con la situación de hace 8 años, por ejemplo, cuando se dio por concluida la oleada de huelgas generales del pueblo trabajador, cuando se empezó a pedir perdón al Estado aceptando sus leyes, cuando se decapitó al movimiento popular…, con la caída en picado de la combatividad de buena parte de la militancia revolucionaria.
En la tercera y última entrega de esta serie desarrollaremos algunas propuestas sobre y para una posible confluencia tendente a una organización.
Aurrerantz
Euskal Herria agosto de 2019