Gloria Muñoz Ramírez /Resumen Latinoamericano, 5 de mayo de 2020
Jaime Montejo, uno de los fundadores de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, organización que desde hace más de 25 años defiende los derechos de las trabajadoras sexuales, murió esta madrugada por Covid-19 en la Ciudad de México. Su trabajo se concentró en las calles de las zonas más populares del país, donde lo encontró el virus repartiendo comida y despensas a las trabajadoras de La Merced y de Puente de Alvarado, peleando por la entrega de tarjetas de apoyo del gobierno de la Ciudad, gritando que mil pesos para tres meses no les servían para nada. Su compañera de vida y de lucha, Elvira Madrid, recibió la noticia en confinamiento, indignada por el viacrucis para lograr la hospitalización de quien compartió con ella cientos de batallas al lado de los más desfavorecidos del planeta.
Aquí una reseña del trabajo de más de dos décadas de quienes han puesto el cuerpo frente al coranavirus, pues para ellos, no hay duda, su trinchera está ahí abajo, a raz del suelo, en la calle.
Incómodos para el poder, solidarios con los de abajo
Si hay una imagen que retrata a Elvira Madrid es la del momento en el que le arrebata la pistola a un policía que la amenaza, mientras otro encañona a Jaime Montejo, su compañero de vida y de lucha. “Lo sueltas o se los carga la verga”, les dijo a los policías que no entendían de dónde le salía tanto coraje a esta mujer chaparrita con cara de luna llena. “Todos se abrieron y soltaron a Jaime, cuando viene otro piquete de policías y ahí sí supe que nos iban a matar. Vi una coladera destapada y eché la pistola para distraerlos. Unos se fueron por la pistola y otros contra nosotros. Nos dieron duro”.
Ésta y muchas más experiencias han vivido Jaime Montejo y las hermanas Elvira y Rosa Isela Madrid en los bajos mundos de la Ciudad de México. Los tres fundadores de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, A.C., recorren desde hace más de 25 años calles, prostíbulos, ministerios públicos, antros, hoteles, sanatorios, fosas comunes, callejones, zonas de tolerancia y demás sótanos en los que se mueve el trabajo sexual o a donde llegan las trabajadoras heridas, detenidas o muertas.
En aquella ocasión la policía se llevó a Jaime y a otro compañero. Elvira se levantó como pudo, tomó un taxi y se fue al Ministerio Público. “Les dije que quizá éramos nadie, pero que a uno de los que detuvieron trabajaba en un lugar importante, y que si no aparecía empezarían a llegar medios de comunicación. Dije que yo quería que aparecieran mis compañeros, que ya había hablado a mucha gente y que se iba a armar un desmadre. Me llevaron a una casa a la vuelta del Ministerio, sin rótulos ni nada, y ahí estaban los hijos de mierda que nos habían golpeado. Los que dirigieron el operativo me pidieron una disculpa, que había sido un error”.
La historia de la Brigada Callejera inicia con una investigación universitaria que Elvira, Jaime y otros estudiantes realizaron para la clase del maestro Francisco A. Gomezjara, quien escribió un libro de sociología de la prostitución y era su profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Así llegaron a La Merced, donde los primeros que se incomodaron con su presencia fueron las madrotas y padrotes que controlan la zona. “Vimos muchas cosas que no nos gustaban, se lo dijimos al maestro y él dijo que podía apoyar sólo con la investigación. Nosotros dijimos que entonces cómo íbamos a cambiar lo que veíamos. Total, que de 25 estudiantes sólo nos quedamos cuatro. Y así empezamos a hacer el trabajo con las chicas”.
Era la época de la propagación del VIH y el tiempo entre la vida estudiantil y el trabajo en La Merced no les alcanzaba. Por eso, cuando terminaron la carrera, empezaron a dedicarle cuatro horas diarias. Las chicas empezaron a denunciar a doctores que abusaban de ellas y a funcionarios y policías que las extorsionaban. “Acordamos cada quién dar lo que quisiera o de tiempo completo, pero que se necesitaba preparar a gente para que conociera y defendiera sus derechos. Logramos meter a funcionarios a la cárcel, a padrotes y madrotas, y eso nos ganó el respeto de las compañeras, pues desconfiaban porque mucha gente las ha utilizado y engañado, y al ver que íbamos caminando juntas fue creciendo la confianza, al grado que llegamos a ser promotoras de salud”.
La promoción del uso del condón se convirtió en prioridad. Las trabajadoras le solicitaron a los activistas que los distribuyeran ellos y que sacaran una línea propia. “No teníamos dinero ni la idea de cómo hacerlo y dijimos que no podíamos. Pero inisistieron en que lo inentaramos y empezamos a visitar empresas”. Meses después nació “El Encanto”, marca que con los años fueron perfeccionando hasta lograr una certificado de alta calidad.
El nombre de Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez” tiene la siguiente historia. Brigada lo tomaron de las brigadas del movimiento estudiantil de 1987 contra la imposición de cuotas en la UNAM, donde se organizaban grupos para informar y “nosotros queríamos lo mismo”. Callejera “porque nos quedó claro que lo nuestro no es estar en una oficina, que los problemas están en la calle”. De Apoyo, “porque no pensábamos resolver todo el asunto, sino apoyarnos unas y otras”. De la Mujer, “porque fue con la principal población con la que empezamos a trabajar”, aunque después llegarían las trans. Y el nombre de Elisa Martínez “es el de la primera chica que conocimos con VIH y murió, pero no por la enfermedad, sino por la discriminación que sufrió en el hospital por ser trabajadora sexual”.
A la Brigada Callejera le ha tocado cuidarlas y, si mueren, vestirlas y enterrarlas. “Y eso te va haciendo más fuerte. El abuso de parte de la policía, la extorsión, la persecución no sólo a ellas, sino también a los clientes, son los principales atropellos en las calles”. La Brigada ha visto y vivido los golpes, asesinatos, secuestros, violaciones y demás abusos contra ellas. Y, en ese contexto, los obstáculos y prohibiciones para organizarse, pues “las quieren como esclavas”.
Son más de 20 años de organización, pero parece que todo lo ganado vuelve a empezar con la promulgación de la nueva Ley de Trata, “que no hace diferencia entre trabajo sexual y trata de personas”. En eso están ahora. Ni víctimas ni victimarias, es la consigna.
Una de las líneas de trabajo principales de la Brigada es la salud, porque “aunque digan que es gratis y que todos tenemos derecho a ella, para las trabajadoras sexuales no es así. Nos toca exigir que se les atienda, y dignamente”. Y otra área importante es la defensa del trabajo, “pues a veces cierran los negocios sin motivo, cuando hay intereses económicos, sobre todo en los centros históricos de toda la República”.
La Brigada Callejera es parte fundadora de la Red Mexicana de Trabajo Sexual, estructura creada para que “se conozcan, se apoyen y defiendan entre ellas”. Y enfrenten juntas la prevención de la trata de personas con fines de explotación sexual, tema complejo y polémico, pues, lo tienen claro: “no todo es trabajo sexual ni todo es trata”. Considerar que hay trabajadoras sexuales que han decidido esa opción laboral es una de las grandes batallas de la Brigada, situación y contexto rechazado por organizaciones feministas que tienen como bandera la abolición del trabajo sexual.
“Existen trabajadoras que están por su decisión, porque el gobierno no genera alternativas reales para sobrevivir. Eso es trabajo sexual. Pero hay quienes dicen que todo es trata, o como las abolicionistas, que quieren desaparecer este oficio, pero no hacen una diferencia y desde un escritorio quieren salvarlas”, explica Elvira, quien vive en el ring defendiendo esta postura. “Yo me río”, dice, porque con esa postura “presionan al gobierno para que haga operativos, pero no atacan las causas estructurales. Si tenemos identificados en qué municipios, en qué escuelas y en qué colonias está pasando esto, no creo que no puedan hacer un trabajo de prevención y protección”.
Este es un debate internacional añejo, dice Elvira Madrid y, para ella, “tiene que ver con los financiamientos. Si llega un financiamiento para decir que todo es trabajo sexual, entonces todas dicen que es la libertad de las mujeres y que todo es trabajo sexual. Pero si llega un financiamiento que diga que vamos a combatir la trata, entoces todo se convierte en trata. Tengo compañeras que defendían nuestra causa, pero que ahora que hay dinero para el combate, ya se les olvidó”.
No se trata, dice Elvira, “de desaparecer todo lo que es trabajo sexual y negocios del espectáculo o las zonas de tolerancia”, pues con esta postura “lo que hacen es exponerlas más, pues las envían a lugares más inseguros, les cobran por supuesta protección y ya no las pueden sacar”.
La postura de la Brigada Callejera es lograr mejores condiciones de trabajo. Y, en lugar de luchar por abolir el trabajo sexual, “organizarnos para denunciar la violación a los derechos de las trabajadoras, sobre todo en su relación con las autoridades, quienes amenazan su vida, las extorsionan y las encarcelan”.
Extracto de la Introducción del libro Putas, activistas y periodistas, escrita por Gloria Muñoz Ramírez
Fuente: DesInformemonos