Resumen Medio Oriente, 15 mayo 2020
La persistencia anual para revivir la Nakba se ha
arraigado a lo largo de décadas de memoria palestina y ha impedido la
dilución de los hechos históricos. Este año, el asunto es diferente a la
luz de la propagación de la pandemia de la Covid-19,… lo que impidió
la conmemoración en las formas en que siempre se ha revivido.
Desde 1948, los palestinos se han acostumbrado a conmemorar la Nakba cada 15 de mayo.
Durante décadas, las escenas de
protestas y manifestaciones lanzadas por palestinos, dentro de la propia
Palestina y en la diáspora, fueron un hito constante que marcó esta
fecha cada año. Además, la mayoría de los creadores palestinos eligieron
este día para lanzar sus libros o abrir sus exposiciones para
documentar la Nakba.
La persistencia anual para revivir esta
fecha se ha arraigado a lo largo de décadas en la memoria palestina y ha
impedido la dilución de los hechos históricos. Esto es lo que los
palestinos entienden bien.
Este año, el asunto es diferente a la
luz de la propagación de la pandemia de la Covid-19, que obligó a toda
la humanidad a adherirse a las medidas de aislamiento y distancia
social, lo que impidió la conmemoración de la Nakba en las formas en que
siempre se ha revivido.
El palestino que arrojó una piedra al tanque y estaba ansioso por pasar la herencia de generación tras generación, no podría haber sido incapaz de revivir esta fecha a pesar del coronavirus, especialmente con la ira por el anuncio del llamado “acuerdo del siglo” a principios de año, y la intención de la ocupación israelí de comenzar las anexiones anunciadas en el acuerdo.
Activistas palestinos, que usan las
redes sociales y son, al menos, de la tercera generación de la Nakba,
han lanzado varias insignias de redes sociales. Incluyendo la afirmación
del derecho de retorno, como el hashtag# Jerusalén _llave_del retorno.
Incluyendo otras insignias que enfatizan
el arabismo de Jerusalén como el hashtag# Jerusalén _es nuestra, o el
relanzamiento del hashtag# Jerusalén _capital de Palestina, que fueron
lanzadas por los palestinos después que la embajada estadounidense se
trasladó a Jerusalén en la misma fecha en 2018.
Este año, se lanza el hashtag# covid1948, que se inspiró en la pandemia de la Covid-19, y más bien dirigido a los pueblos occidentales, para llamar su atención, ya que la mayoría de los tuits estaban en inglés, y se caracterizaron por fotografías y diseños que ilustran la realidad de la ocupación israelí para los occidentales, quienes aún desconocen la realidad de la causa palestina.
Palestina: 72 años después, la Nakba continúa
Por Diego Checa Hidalgo*
La Nakba no es un momento histórico o un lugar en la memoria colectiva, es una realidad cotidiana presente en las vidas de la población palestina.
Refugiado palestino en el campamento de Al Arroub
Estos días se conmemora el 72 aniversario de la Nakba palestina, un
evento traumático en la memoria colectiva del pueblo palestino que
recuerda el sufrimiento generado por los procesos que en 1948
desencadenaron la expulsión de sus hogares de más de la mitad de la
población nativa de la Palestina histórica, más de 750.000 personas, y
la destrucción de sus pueblos y aldeas por la limpieza étnica planeada y
ejercida por el proyecto de colonialismo de asentamiento sionista. Hoy,
son millones las personas palestinas supervivientes o descendientes de
ellas que viven refugiadas tanto en los territorios palestinos ocupados
en 1967 como en los países de mayoría árabe vecinos.
Siempre es necesario recordar que ni el sionismo ni el Estado de Israel
representaron ni representan al judaísmo ni a las comunidades judías.
De hecho, hasta bien entrado el siglo XX, la mayoría de personas judías
eran no sionistas o antisionistas, y hoy hay numerosos grupos e
individuos judíos que lo siguen siendo. La implantación del proyecto de
colonialismo de asentamiento sionista nació en la Europa del
imperialismo decimonónico y fue iniciado a finales del siglo XIX,
impulsando la creación del Estado de Israel en 1948 y siendo responsable
de la Nakba palestina. Este episodio histórico fue acompañado de una
enorme violencia para someter la resistencia de la población
autóctona —existente desde más de medio siglo atrás — , expulsarla de la
mayor parte del territorio, y facilitar la apropiación del espacio
vaciado por las oleadas coloniales que llegaron al levante mediterráneo
desde diferentes partes del mundo.
Sin embargo, estas violencias que se visibilizaron virulentamente en
1948, no se detuvieron en ese año. El sionismo sigue siendo la ideología
oficial del Estado de Israel y promueve la mayoría o exclusividad judía
sobre el mayor territorio posible de la Palestina histórica. Fue
declarado por la Asamblea General de la ONU como “una forma de racismo y
discriminación racial” en su Resolución 3379, aunque la presión
estadounidense-israelí revocó esta resolución posteriormente. Las
violencias epistémicas, estructurales, físicas, simbólicas, biopolíticas
y necropolíticas han seguido ejerciéndose a lo largo de las décadas en
los cuerpos y territorios habitados por la población palestina hasta la
actualidad. Ha sido con distintos grados de intensidad, pero ha sido con
una presencia constante, convirtiéndolas en parte de la realidad
cotidiana de la población palestina. Así, las estadísticas de la Oficina
de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas nos muestran que, en el
último año, 137 personas palestinas fueron asesinadas y más de 15.000
resultaron heridas como resultado de la violencia directa desarrollada
por la población colona y las fuerzas israelíes. Una violencia que no ha
necesitado para desencadenarse de la existencia de un conflicto
armado —ya que es intrínseca a todo colonialismo— y es ejercida
cotidianamente para controlar a la población bajo ocupación y reprimir
cualquier resistencia.
En los últimos 72 años tampoco se ha detenido el desplazamiento
forzoso de la población palestina, que ha seguido siendo expulsada de
los lugares que habita. Esas mismas estadísticas nos muestran, por
ejemplo, que alrededor de 1.000 personas fueron obligadas a dejar sus
hogares en Cisjordania el año pasado debido a la acción conjunta de una
legislación que favorece la apropiación del espacio por el poder
colonial y la actuación de las excavadoras sobre el terreno que
destruyen la infraestructura palestina protegidas por las fuerzas de
ocupación. Más de 10.000 personas sufrieron este desplazamiento en la
última década.
Efectos de las demoliciones israelíes en el Valle del Jordán
Y mientras el espacio es vaciado de personas palestinas, Israel
sigue alimentando la apropiación de ese territorio por nueva población
colona que hoy día alcanza la cifra de más de 650.000 individuos,
repartidos entre Jerusalén Este y Cisjordania. Una cifra que se ha
doblado desde el inicio del proceso de Oslo a comienzos de la década de
1990 y cuyo crecimiento no tiene perspectiva de detenerse dado que, por
ejemplo, en 2019 se inició la construcción de 2.000 nuevas casas y se
elaboraron planes para construir 8.500 más para acoger a una mayor
población colona en el futuro cercano, tal y como recoge la organización
israelí Peace Now.
Protesta de la población palestina contra la expansión de las colonias en el área de Salfit
Ante este panorama, la Autoridad Palestina nacida del proceso de
Oslo no ha podido convertirse en un Estado real, no ya por la falta de
reconocimiento por Israel o por parte de la comunidad internacional,
sino porque el poder colonial sigue sin permitirle ejercer su soberanía
con independencia y plenitud sobre el territorio y la población
palestina, continuando la negación de la existencia palestina. El
denominado “Acuerdo del Siglo”, presentado el pasado enero, sólo es un
intento neocolonial del tándem israelo-estadounidense de legalizar lo
ilegal y de anexionarse más territorio palestino, siempre dentro del
axioma sionista de conseguir el máximo territorio posible con el mínimo
de población nativa palestina. De hecho, las últimas noticias de que
Netanyahu, gran aliado de Trump, de Bolsonaro y de otras fuerzas de
extrema derecha/neofascistas, continúa poniendo en marcha su proyecto de
anexión del Valle del Jordán y de más colonias solo puede entenderse en
esta dinámica histórica. Una dinámica que el poeta palestino Mahmoud
Darwish sintetizó con la frase “la tierra se estrecha para nosotros”.
Igualmente, desde hace años cada vez más voces palestinas y no
palestinas consideran que la “solución de los dos Estados” no solo es
injusta para el pueblo palestino, inviable y de un claro matriz
colonial, sino que lleva décadas utilizándose como cortina de humo para
que el Estado de Israel siga colonizando territorio palestino y
sofisticando su apartheid. Al menos en un primer y necesario paso, el
mínimo común denominador son los tres puntos que reclama el movimiento
de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS),
la mayor coalición de la sociedad palestina: fin de la ocupación
militar iniciada en junio de 1967 (Resolución 242 del Consejo de
Seguridad de la ONU) y desmantelamiento del Muro de Apartheid (dictamen
de la Corte Internacional de Justicia del 9/7/2004); fin del apartheid
(un crimen contra la humanidad según el Estatuto de Roma del Tribunal
Penal Internacional, cabe recordar que informes de organismos de la ONU
como la CESPAO afirman que Israel es un Estado de apartheid) y derecho
al retorno de la población palestina refugiada (Resolución 194 de la
Asamblea General de la ONU). No puede olvidarse que el Estado de Israel
ha sido condenado oficialmente por el Consejo de Derechos Humanos de la
ONU en más ocasiones que ningún otro Estado del mundo y que desde el año
2000, las fuerzas y colonos israelíes han asesinado a más de 2.000
niñas y niños palestinos.
Por todas estas razones, hoy recordamos la Nakba no como un momento
histórico, no como un lugar en la memoria colectiva del pueblo
palestino, sino como una realidad cotidiana que sigue presente en las
vidas de la población palestina.
* Diego Checa Hidalgo, es profesor de historia contemporánea de la Universidad de Granada y Jorge Ramos Tolosa, es profesor de hisotria contemporánea de la Universidad de Valencia
Fuente: Diario el Salto – España