Resumen Latinoamericano, 30 de junio de 2020
El 26 de Junio de 2002 la policía bonaerense fusiló a Darío Santillan y Maximiliano Kosteki en un clima de crisis social política y económica. La búsqueda de verdad, memoria y justicia por Darío y Maxi configuró en el Puente Pueyrredón un escenario de lucha que significó un quiebre en el campo popular. Allí, arriba del puente, en el 2003, nace la primera Asamblea de Mujeres, que fue el puntapié para la conformación del feminismo popular que aportó un hito histórico en el movimiento feminista argentino. Compartimos los testimonios de Celina Rodríguez Molina, Florencia Vespignani, Zulema Aguirre, Adriana “La Tana” Pascielli, y Mariana “La Negra” Gerardi Davico, sobre aquel momento histórico.
Celina Rodríguez Molina: “arriba del puente se creo una pequeña comunidad”
“Mi nombre es Molina Rodríguez Celina, soy del Frente Popular Darío Santillán (FPDS) Corriente Plurinacional en el Movimiento de los Pueblos y de la Cátedra Libre Virginia Bolten de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Estuve en los inicios de las primeras asambleas feministas que se hicieron arriba del puente, porque en ese momento había ocurrido un hecho histórico y terrible de represión policial y política contra Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. La “Masacre de Avellaneda”. Ellos fueron las víctimas fatales pero también hubo muchas personas heridas. En junio del 2002 matan a los compañeros y a partir de ahí se da una vorágine de luchas.
Desde ese momento, comenzamos a subir al puente y no bajamos por mucho tiempo. Estuvimos todos los 26. Al principio eran todos lo meses, luego del juicio todos los 26 de Junio de cada año. Ahí arriba se produjo como una pequeña comunidad. Eran pequeños lugares liberados, donde estábamos nosotros y nosotras y se producían hechos. Es decir, toda la parte organizativa. Cómo íbamos a seguir luchando, las estrategias que nos dábamos, las diferentes actividades comenzaron a ser arriba del puente. Pasábamos largas horas desde la mañana hasta la tarde. En este momento histórico, las redes eran muy elementales, muy precarias, teléfonos celulares no tenía casi nadie. Entonces, comunicarse con las compañeras de Esteban Echeverría o con las de Berisso o La Plata se ponía engorroso ya que no era tan fácil como ahora. En el puente estaba la posibilidad de comunicarnos. Entonces, se fue armando una especie de lugar de confianza, un lugar de encuentro y conocimiento.
En ese marco, hacía un montón de años, pensá que desde el 86′ y yo te estoy hablando del 2002/2003, hacía unos cuantos añitos que se había producido el Encuentro Nacional de Mujeres, y empezaba a haber organizaciones de mujeres que fundamentalmente se empezaban a problematizar cosas, como el amor romántico, los mandatos sociales, los roles, diversas situaciones que existían pero estaba tapadas durante la dictadura militar y a partir del 86′ había empezado a ampliarse las primeras redes de encuentros. En el año 2003 hacemos el Encuentro de Rosario, que fue un encuentro de muchos cambios. En ese encuentro se comenzaron a hablar de diferentes temas, como la visibilización lésbica, la visibilización travesti, la posibilidad de hablar del aborto: no si estamos de acuerdo o no, sino desde el punto de vista de las estrategias. Fue un encuentro muy movilizador. Muchas de nosotras veníamos participando de los Encuentros desde sus comienzos.
Lo del 2003 fue significativo. A partir de ahí empezamos a pensar la posibilidad de hacer una asamblea. Las mismas a las que estábamos acostumbradas, pero arriba del puente. Para eso hicimos unos encuentros anteriores, en ciertos lugares, con las compañeras de Glew, en Rocanegra. Pensamos que ese sería el lugar de encuentro para empezar a charlar estas cosas que veníamos venir en la lucha feminista de ese momento. Ahí comenzamos y ya no hubo retorno. Nos empezamos a dar cuenta lo que producíamos arriba del puente. Por un lado, mucha empatía y curiosidad de muchas compañeras que no entendían lo que pasaba pero sentían que muchas de las cosas que se hablaban en esas asambleas tenían que ver con su vida cotidiana. Eso fue lo primero que hicimos. Difícil pensar que podés hacer catársis, contar tus cosas con tanta gente arriba de un puente. Llegamos a ser entre 80 y 100 compañeras. Estaba el grupo de las mas activas, que se sentaban en el piso y tenían más la palabra, y las otras, que rodeaban la asamblea y escuchaban. Ahí pasaban cosas maravillosas. Nos sentábamos en la cabecera donde estaba la seguridad, porque nos parecía que era el lugar donde mas se podía visibilizar. Yo recuerdo con mucha claridad, que llegábamos a la mañana y empezábamos a hacer este trabajo. Todas recorríamos los pequeños subgrupos que se arman de tomada de mate, de charlas, reunión de prensa, comunicación y pasábamos haciendo la invitación. Como un trabajito de hormiga previo. No teníamos megáfono, al principio gritábamos. A veces planteábamos ‘¡que se callen los bombos!’. Nosotras nos la re bancábamos.
Una de las cosas que se nos ocurrió fue hacer un volante contando lo que nosotras sabíamos en forma de encuesta. Preguntándonos cosas, donde se mezclara lo público y lo privado. Tenía que ver con la participación y cómo te sentías. Lo pensamos, no fue que salió naturlemente. Después, en general, las encuentras arriba del puente no se llenaban, pero me acuerdo que se leían. Hicimos muchísima cantidad, se las llevaban a la casa porque estaban bonitas, eran chiquitas y cortitas. Así se fueron acercando compañeras, sobre todo artistas que se fueron quedando en el movimiento. Logramos esa integración: puente, asamblea, sectores territoriales, compañeras estudiantes, compañeras que estaban terminando tesis, y académicas.
Nosotras no estábamos solas en ese momento. Sino parece una cosa omnipotente la Asamblea de Mujeres arriba del Puente. Había un movimiento de mujeres, un movimiento feminista. No solo nacional, sino que tenía una larga historia internacional. Sentíamos que teníamos mucho soporte. Y desde ahí, no paramos.
Yo rescato este feminismo construido callejero que ha marcado la historia de nuestro feminismo. Hay un feminismo académico, hay un feminismo del lobby, hay un feminismo que puede llegar a ser institucional. Pero también hay un feminismo popular y callejero, heterogéneo, que en esa horizontalidad ha sabido hacer redes, ha sabido transformar campañas.
Creo que lo callejero es lo que nos ha salvado. Porque lo que se construye desde arriba para abajo es muy limitado, poco creativo, más de lo mismo. Nunca rompen la frontera de lo institucional, aunque a veces pueda servir. Pero cuando esa frontera es tan alta, desde el muro institucional evidentemente se ve el mundo desde arriba. No como los feminismos callejeros, que se ve desde la horizontalidad”.
Florencia Vespignani: “la impronta de los movimientos sociales que se sumaron al feminismo le dio un carácter popular muy valioso”
“La primera asamblea fue en el 2003 y fue el inicio de nuestro espacio de mujeres de lo que era en ese momento el Frente Darío Santillán. Primero empezamos como MTD Aníbal Verón y después como Frente. Ahí ya teníamos nuestro espacio más consolidado. Las asambleas empezaron por la necesidad de algunas compañeras de empezar a problematizarnos como mujeres por los roles que teníamos. Nos empezamos a preguntar quienes hablaban en las asambleas, quienes sosteníamos el movimiento, que en su mayoría éramos mujeres y a la vez notábamos que nos costaba hablar en las asambleas. Había dificultades para salir de las casas. Era difícil salir del hogar por el cuidado de los chicos. Siempre estábamos todas con los hijes a cuesta. Estaban muy estereotipados los roles: seguridad hacían los varones, nosotras al comedor.
Una de las primeras reuniones hicimos un volante que repartimos a todas las compañeras que preguntaba: ‘¿hablás en las asambleas?’, ‘¿decidiste tu maternidad?’. Nos hacíamos ese tipo de preguntas. Así surgió la Asamblea Piquetera y la organización de mujeres dentro del movimiento.
Este fue el disparador, y ya desde el 2004 algunas compañeras empezaron a hablar del Encuentro de Mujeres en ese momento. En el 2005 que fue en Mar del Plata. Fuimos masivamente, viajamos en tren. Recuerdo que para algunas compañeras era la primera vez que veían el mar. Para otras dejar la casa tres días era algo muy fuerte. Era todo un revuelo en la estructura de la familia, y esto en los primeros encuentros generaba un montón de debates. A nosotras como organización social piquetera los Encuentros nos marcaron mucho, porque nos encontrábamos con compañeras mucho más avanzadas en su feminismo entonces era todo fuego, cuestionamiento, los talleres, la marcha, la visibilización, los escraches a la catedral.
El movimiento social piquetero que ese momento estaba en auge en el 2001, 2003, Le aportaron mucho al feminismo en Argentina. Porque se fueron conformando feminismos populares, que en otros países quizás hay feminismos más académicos, de clase media. Pero la impronta de los movimientos sociales que pudimos sumarnos al feminismo, le dio un carácter popular que es muy valioso. Al masificarse le dio más pluralidad y, por supuesto, más tensiones, pero con la necesidad de ver que el feminismo sea masivo. Lo veo como algo positivo que le da riqueza. Por eso adhiero al feminismo popular, que surgió articulado y coordinado con otros grupos de feministas que venían de otras experiencias y perspectivas, pero con el mismo objetivo”.
Zulema Aguirre: “el movimiento de mujeres dentro de la organización vino a dar ese salto donde las compañeras empezamos a exigir el lugar que nos corresponde”
“Mi primer experiencia organizada la hice en Almirante Brown, en la localidad de Glew. De ahí nos fuimos conociendo con el resto de las compañeras del Gran Buenos Aires y La Plata en los 26 de Junio, cuando salíamos a pedir justicia por Darío y Maxi, todos los meses. En ese primer encuentro sucedió que nos encontrámos todas las mujeres del conurbano y nos reconocimos como sujetas políticas, y que teníamos que volver a nuestras bases y hacer un cambio. Por ahí no lo teníamos tan definido de esa forma, pero el espíritu fue ese. Volvemos, nos organizamos, convocamos y empezamos a tener el espacio de mujeres. La estrategia que utilizamos fue el volanteo en el propio piquete. Creo que lo hicimos uno o dos meses. La primera Asamblea fue en octubre y en noviembre ya estábamos teniendo nuestro primer plenario.
Fue muy interesante vernos a las compañeras como fuimos tomando tareas que antes parecían negadas. Tareas políticas dentro de la organización. Porque uno de los cuestionamientos que hacíamos era este: salimos de nuestras casas, pero dentro el movimiento reproducíamos exactamente lo que se hacía dentro de nuestro hogares. Nuestro rol seguía siendo doméstico dentro de la organización. El movimiento de mujeres dentro de la organización vino a dar ese salto donde las compañeras empezamos a exigir el lugar que nos corresponde.
El movimiento de mujeres vino a dar el debate, faltaban nuestras voces, nuestra presencia, nuestra figura e imagen. Sobre todo la imagen, esto de las mujeres piqueteras. Que al principio era ese sujeto social tan ponderado, porque éramos las que sosteníamos las ollas, las que salvábamos, las cuidabamos la vida. Pero despues se empezó a desvalorizar la figura de las piqueteras y creo que nosotras lo comenzamos resignificar. Teniendo el rol protagónico dentro de nuestras organizaciones, debatiendo política con nuestros propios compañeros. Y en ese debate se empiezan a profundizar las discusiones. Porque el cambio social que levantábamos en nuestras banderas, ¿qué significaba? ¿Era solo un consigna en una bandera? O había que seguir desmenuzando qué significaba eso. Para nosotras el cambio social tiene que poner en práctica lo que queremos cambiar: ¿queremos cambiar las desigualdades? Bueno, cambiémosla dentro de nuestra organización.
Creo que la Asamblea de Mujeres le dio un aporte importante al movimiento feminista, porque a través nuestra también estabamos sacando a esa mujer campesina, la villera, la indígena, la desocupada, no solamente la piquetera. Empiezan a emerger otras sujetas sociales y políticas que estaban invisibilizadas. Ir viendo que en ese conjunto de mujeres postergadas había un montón de otras mujeres que tenían su identidad”.
Adriana “La Tana” Pascielli: “las asambleas fueron muy importantes porque fue la primera vez que los trabajadores y trabajadoras cuestionaban el patriarcado”
Soy La Tana, militante del Colectivo Tatagua del conurbano sur. La primer asamblea en el Puente Pueyrredón no fue feminista y piquetera sino que fue una asamblea de mujeres piqueteras. Eso ya da cuenta del contexto diferente. Fue un encuentro cual fogón. En una de las fotos se la ve allí a Zulema, formándonos, socializando su participación, la primera vez que fue al Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, que ese año se hizo en agosto del año 2003.
Ese año fue muy particular. Hubo dos temas que atravesaron mucho todo el encuentro, que fue el derecho al aborto y la cuestión de las diversidades, sobre todo por la presencia de las compañeras travestis, que eran expulsadas sistemáticamente de los talleres porque su genitalidad no era femenina. Entonces atravesó mucho todo el encuentro y después siguió al año siguiente en Mendoza, con las lesbianas, que también invisibilizaron todo ese ocultamiento de los cuerpos.
Volviendo a esa primer asamblea del año 2003, ese fue un primer encuentro donde nos socializó, y dijimos, tenemos que hacer una asamblea. Hicimos varios encuentros y finalmente salió un volante. Cuando estábamos subiendo al puente volanteamos a todas las compañeras para que participen de la asamblea. Me acuerdo que a “La Negrita” es a quien le pedí en ese momento el volante.
Quizás sin darnos cuenta (o sí), la hicimos delante del piquete y visibilizamos algo que estaba invisibilizado, a pesar de que los movimientos de trabajadoras desocupadas eran mayoritariamente compuestos por mujeres. Casi el 70% eran mujeres. Y si a eso sumamos jóvenes varones y mujeres, éramos un componente muy importante. Pero aparte era frente al piquete porque las compañeras integraban el cordón de seguridad donde estaba la cana. O sea, también tenía que ver con eso, con que pudieran participar las compañeras que estaban en seguridad.
Fue una asamblea de mujeres piqueteras. No muchas éramos feministas por entonces. Te diría que casi ninguna. Feministas nos fuimos reconociendo después. Pero esa asambleas fueron muy importantes porque fue la primera vez que los trabajadores y trabajadoras cuestionaban el patriarcado. Sin ponerle todavía ese nombre, pero cuestionaba la doble y triple opresión que teníamos las mujeres, y tocaba varios de los ejes fundamentales de los feminismos: la maternidad, el derecho a elegir, el derecho a decidir, el derecho a la participación política. Una opresión que también se reproducía, obviamente, dentro de los movimientos de trabajadores desocupados. A pesar de tener una constitución mayoritariamente de mujeres, los que hablaban eran siempre los varones. Los jetones eran los varones.
Esa asamblea fue un quiebre para los movimientos sociales, me atrevo a decir, porque a partir de allí, paulatinamente, fuimos haciendo como una suerte de pedagogía, con una definición de necesariamente declararse como antipatriarcales para poder, también, ser anticapitalistas y antiimperialistas.
Nosotras nos dimos toda una estrategia de introducir la temática dentro de la organización. No fue fácil. Hubo mucha resistencia y menosprecio en la organización a lo que estábamos diciendo. Y hubo cosas que hoy parecen difíciles que sucedan, pero sucedían, que era esta cosa de que esto divide la lucha de la clase. Nos dimos cuenta que nos faltaba formación política a las mujeres. Y participaron también de esa asamblea mujeres lesbianas y travestis. Pero todavía no eran la fuerza que hoy puede llegar a tener en los movimientos.
Fue un quiebre para los movimientos de desocupados y me atrevería a decir para la clase trabajadora, porque se visibilizó muy fuertemente. Y a partir de allí comenzó a ser un terreno más en donde ganar conquistas. Desde allí fuimos planificando distintas instancias de formación. La primera se hizo en noviembre del año 2003, en Roca Negra, con la resistencia de muchos varones de muchos movimientos, porque justo ese mismo día se realizaba una movilización por alimentos. Sin embargo, las mujeres nos juntamos igual e hicimos ese taller de formación.
Y luego vino el continuar con las asambleas todos los 26, y planificar estas instancias de formación, que fueron desarrollándose a lo largo del tiempo, hasta llegar al año 2007, con toda una estrategia que nos dimos de hacer que ya el FPDS se reconociera como antipatriarcal.
Son cosas que hoy resultan insólitas, pero fue un recorrido muy importante para los feminismos. Significaron un quiebre. Para mi, en lo personal, fue una transformación en mi vida. Desde ese momento, nada fue igual, así como los Encuentros Nacionales de Mujeres nos cambian a cada una de nosotras, la participación y formación en el debate feminista fue todo un proceso que, si bien personalmente me di, no puedo concebir individualmente. Fue un proceso colectivo, donde cerca de no más de 20 compañeras nos propusimos esto y avanzamos con la necesidad de que esto se expandiera por todo el continente, por nuestras organizaciones y por tejer redes para que se transformara definitivamente el campo popular y las luchas.
Esta asamblea significó lo que significó porque éramos una colectiva que firmemente nos habíamos propuesto avanzar en que las mujeres tuviéramos la misma representatividad o más que los varones, porque habíamos puesto el cuerpo en la resistencia al menemismo primero y a De La Rúa después, entonces nuestras voces tenían que tener tanto o más representatividad que la de los varones. Muchas cosas estamos todavía en proceso de conseguirlas, pero ya no es igual nada”.
Mariana “La Negra” Gerardi Davico: “el feminismo son unos anteojos violetas que el día que te los ponés, no podés ver la realidad desde el mismo lugar”
“Nosotras en ese momento, por el 2003, éramos parte de la Coordinadora de Trabajadores y Trabajadoras Desocupades Aníbal Verón. En el marco de uno de esos 26, yo era integrante del MTD Aníbal Verón de Florencio Varela. En ese momento era parte de la dirección del MTD y no sabía absolutamente nada del feminismo y era algo que sentía lejano a mi. En uno de esos cortes, las compañeras que habían organizado la asamblea, que si mal no recuerdo eran de Brown y Glew, repartieron unos volantes pequeños en medio de la actividad en el puente, invitándonos a participar de la asamblea. Ese volante tenía tres preguntas que focalizaban en qué lugares ocupábamos en el movimiento, si había elegido o no tener hijos, y no recuerdo la tercera. Pero sí recuerdo que te llamaba la atención y te convocaba a querer participar. En ese momento estaba en pareja con quien es el papá de mi hijo, que era dirigiente de la Verón de Varela y me acuerdo que les hacía tanto ruido a los compañeros varones que fuésemos a la asamblea, y me preguntó si iba a participar y yo respondí que sí.
Podría decir que esa asamblea fue fundante, y tenía que ver cómo aportaban las personas que no eran de los territorios donde vivíamos y venían a militar a las organizaciones. Yo tenía una concepción bastante cerrada en ese sentido, y para mi las cuestiones que venían ligadas al feminismo iban de la mano de este análisis. Entonces era bastante reacia. Lo que el feminismo vino a hacer fue empezar a animarme a pensar algunas cosas, que hasta ese momento no me las problematizaba. Viéndolo a la distancia, nosotras cubríamos muchas tareas organizativas. Ocurre también hoy: las mujeres y las disidencias estamos poniéndonos al hombro las tareas mas grises y que son fundamentales para la estructura organizativa de un movimiento de masas.
Esa primera asamblea feminista y las siguientes, me permitieron empezar a pensar desde otro lugar cuáles eran mis roles y mis tareas. Pero no fue algo lineal y automático, sino parte de un proceso. Despúes de que me separé del papá de mi hijo y me fui de la dirección del MTD, empecé a distinguir cual era mi lugar, porque durante mucho tiempo era la mujer de Lucas. Comencé a reflexionar sobre mi propia vida y mis prácticas, de la mano de muchas compañeras. El feminismo me salvó. Salir de vínculos no saludables y pensar cuáles podían seguir siendo mis prácticas políticas, con responsabilidad y desde un lugar de más seguridad. El feminismo son unos anteojos violetas que el día que te los pones, no podés ver la realidad desde el mismo lugar. Hubo que ganarse el lugar, salir de lo cotidiano, lo doméstico, para entender que además de organizativo, nuestro rol era político, y que además nuestra palabra tenía un sentido político.
Al de cumplirse 18 años de aquella masacre, hoy reflexiono que ese día fue histórico, porque hubo un proceso previo. Ese día fue para mi un momento de quiebre, de pulseada con el gobierno en ese momento de Duhalde y que toda esa juventud y nosotres teníamos veintipico de años. Darí también, Maxi era muy jovencito, toda esa camada de compañeros y compañeras militantes, veníamos de diferentes experiencias. La disputa con el gobierno se jugó en las calles, de una manera como la conocemos, pero con mucha organización previa. No llegamos al puente improvisadamente. La juventud no era la primera línea de casualidad. Veníamos de varios cortes de ruta, del asesinato de Javier Barrionuevo el 5 de febrero del 2002. Habíamos estado haciendo cortes durante diez días. El 26 fue el resultado de esa acumulación y la juventud no fue el primer sujeto organizado. El primer sujeto organizado fueron las mujeres y los varones mayores, que venían desocupados desde el menemismo.
Las doñas porque no tenían para comer y cuando empezó a pensarse cómo mantener la olla, nadie les creía en sus casa que eso era posible. La pasaban mal, muchas sufrían violencia en sus hogares y cuando empezamos a ganar los planes, que eran subsidios para poder sobrevivir, hubo un cambio en las familias, un repensar que estar en la ruta luchando te permitía comer en el comedor, tener un ingreso de 150 pesos, y todo el piberío que estaba cagado de hambre la vió. Y ahí comenzaban a darse las disputas ideológicas en las asambleas.
El 26 sabíamos que ibamos a una confrontación con el gobierno, nunca pensamos que nos iban a matar. Para mi es importante decirlo, porque sino se idealiza un momento que en realidad fue muy pensado, organizado y era parte de los objetivos políticos: poder resistir y el autocuidado. Había una conciencia colectiva del cuidado. Teníamos claro que debíamos retirarnos de una manera ordenada, para que lleguemos a la estación Avellaneda.
‘Darío, Maxi y los pibes’, la canción de Fandermole, lo sintentiza bien cuando dice “quedan dos en un montón que resistían”. Éramos un montón que veníamos de las barriadas mas pobres, y estábamos ahí porque había una necesidad concreta, de hambre en nuestros hogares y nuestros barrios. ¡Y la dignidad! La consigna está tan vigente como hoy: la dignidad, el trabajo para el cambio social como objetivo político. La humanidad en la acción que tuvo Darío es gigante, pero también pienso en todos los que estuvimos ahí juntos. Darío y Maxi eran militantes que estaban decididos a poner el cuerpo cotidianamente en las diferentes trincheras de lucha que nos da el campo popular”.
Fuente: Diario Femenino