Bra­sil. Enter­vis­ta a Guilher­me Bou­los, líder del Movi­mien­to de Tra­ba­ja­do­res Sin Techo (MTST)

Por Lucia­na Arau­jo, Lucas Oli­vei­ra. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de octu­bre de 2020.

En vías de seguir pen­san­do la izquier­da del siglo XXI y de recu­pe­rar las lec­cio­nes his­tó­ri­cas que nos dejan los pro­ce­sos de lucha de cla­ses, des­de Jaco­bin Amé­ri­ca Lati­na con­ver­sa­mos con Guilher­me Bou­los, líder del Movi­mien­to de Tra­ba­ja­do­res Sin Techo (MTST), últi­mo can­di­da­to a la pre­si­den­cia de Bra­sil por el PSOL (Par­ti­do Socia­lis­mo y Liber­tad) y actual can­di­da­to a la Alcal­día de São Paulo.

Can­di­da­to por pri­me­ra vez a los trein­ta y cin­co años, diri­gen­te de lo que hoy es uno de los mayo­res movi­mien­tos socia­les orga­ni­za­dos de Bra­sil –el Movi­mien­to de los Tra­ba­ja­do­res Sin Techo (MTST)– Guilher­me Bou­los fue, tam­bién, esla­bón impor­tan­te en una expe­rien­cia nove­do­sa para la izquier­da bra­si­le­ra: la cons­truc­ción de una rela­ción de nue­vo tipo entre el par­ti­do y el movi­mien­to, una rela­ción no jerar­qui­za­da, libre de uti­li­ta­ris­mos, que bus­ca desa­rro­llar las actua­li­za­cio­nes pro­gra­má­ti­cas nece­sa­rias para la izquier­da socia­lis­ta a par­tir de la expe­rien­cia coti­dia­na, al calor de la lucha de clases.

En 2018, des­pués de casi dos años de deba­te en doce de los vein­ti­séis esta­dos bra­si­le­ros en los que el MTST inter­vie­ne, Bou­los fue can­di­da­to a la pre­si­den­cia de la repú­bli­ca por el Par­ti­do Socia­lis­mo y Liber­tad (PSOL) jun­to a Sonia Gua­ja­ja­ra, líder indí­ge­na de la Arti­cu­la­ción de los Pue­blos Indí­ge­nas de Bra­sil (APIB).

El PSOL –orga­ni­za­ción fun­da­da en 2004 a par­tir del recha­zo de algu­nos sec­to­res de la izquier­da socia­lis­ta bra­si­le­ra del pro­yec­to de con­ci­lia­ción de cla­ses adop­ta­do duran­te el pri­mer gobierno de Lula– lan­zó este año la can­di­da­tu­ra de Bou­los a la alcal­día de la ciu­dad más rica y más des­igual de Bra­sil: São Pau­lo. El joven diri­gen­te «sin techo» dispu­tará las elec­cio­nes acom­pa­ña­do por la nor­des­ti­na de ochen­ta y cin­co años Lui­za Erun­di­na (dipu­tada fede­ral que cum­ple su sex­to man­da­to y que fue alcal­de­sa de la capi­tal pau­lis­ta entre 1989 y 1993) como can­di­da­ta a vicealcalde.

-¿Cómo ana­li­zas la situa­ción actual de Bra­sil y cuá­les con­si­de­ras que son las tareas para enfren­tar el perío­do de retro­ce­sos que vivi­mos y al actual gobierno de extre­ma dere­cha, tenien­do en cuen­ta que no se tra­ta solo de Bra­sil, sino que esta coyun­tu­ra for­ma par­te de una reali­dad internacional?

-Guilher­me Bou­los: Bra­sil, como todo el mun­do, está revuel­to por la pan­de­mia de coro­na­vi­rus y por el impac­to que esto tie­ne en la vida de las per­so­nas y en la socie­dad. Por cier­to, la situa­ción es más urgen­te en Bra­sil que en la mayor par­te del mun­do. Somos un epi­cen­tro de la pan­de­mia, y evi­den­te­men­te esto no se debe a cau­sas natu­ra­les. Se debe a una deci­sión polí­ti­ca, a la indi­fe­ren­cia polí­ti­ca de la que ha dado cuen­ta el gobierno. Aho­ra bien, ade­más del coro­na­vi­rus, Bra­sil enfren­ta a Bol­so­na­ro, quien no solo tie­ne una res­pon­sa­bi­li­dad direc­ta en el agra­va­mien­to y la agu­di­za­ción de la pan­de­mia, sino que está desa­rro­llan­do un pro­yec­to autoritario.

La izquier­da bra­si­le­ra, el cam­po popu­lar de Bra­sil, tie­ne que enfren­tar los efec­tos de la pan­de­mia median­te pro­pues­tas de pro­tec­ción de la vida de las per­so­nas, de redes de soli­da­ri­dad, mien­tras enfren­ta al mis­mo tiem­po la ame­na­za autoritaria.

Bol­so­na­ro, o mejor dicho, el bol­so­na­ris­mo –por­que no se tra­ta solo de una idea en su cabe­za, y la for­mu­la­ción de su estra­te­gia tam­bién se topa con lími­tes obje­ti­vos– rea­li­za una mate­má­ti­ca muy per­ver­sa para lidiar con la pan­de­mia. Podría­mos decir que se tra­ta de una mate­má­ti­ca de la muer­te. Era pre­vi­si­ble, tenien­do en cuen­ta los datos de la reali­dad, que el impac­to de la pan­de­mia sería devas­ta­dor si no se toma­ban las medi­das ade­cua­das. Nadie pue­de decir que nos vimos sor­pren­di­dos por lo que suce­de. Y creo que ellos hicie­ron una apues­ta cons­cien­te –maca­bra, pero cons­cien­te: «seguir la corrien­te», con­cen­trar­se en la «pro­tec­ción» del empleo– al pre­sen­tar­se como los «guar­dia­nes» de la situa­ción eco­nó­mi­ca, del desa­rro­llo, como los que no que­rían que la eco­no­mía se detu­vie­ra, como supues­tos defen­so­res de los intere­ses del pue­blo, que no pue­de hacer cua­ren­te­na ni some­ter­se al aislamiento.

Apo­yán­do­se sobre esta fala­cia, hicie­ron la apues­ta siguien­te: ¿cuán­ta gen­te va a morir? ¿100 mil? ¿200 mil? ¿300 mil? La dife­ren­cia no es tan impor­tan­te para ellos. ¿Cuál es el impac­to de estas muer­tes? ¿Cuán­tos seres que­ri­dos tie­ne cada uno de estos muer­tos? Creo que ellos hicie­ron direc­ta­men­te esta mate­má­ti­ca fría, la mate­má­ti­ca del horror. Supo­nien­do que cada per­so­na ten­ga 10 seres que­ri­dos, si falle­cen 300 mil per­so­nas (lo que no deja de repre­sen­tar la mayor tra­ge­dia huma­na en la his­to­ria de Bra­sil) esta­mos hablan­do de 3 millo­nes de per­so­nas afec­ta­das, poco más del 1% de la pobla­ción. En cam­bio, el des­em­pleo, el empeo­ra­mien­to de las con­di­cio­nes de vida, afec­ta­rá a 30, 40 o 50 millo­nes de per­so­nas. Creo que el cálcu­lo que hicie­ron es jus­ta­men­te ese: «que se mue­ran, total, ¿qué impor­ta?», y al mis­mo tiem­po deci­die­ron pre­sen­tar­se como «los guar­dia­nes» de la economía.

Esto, suma­do a la ayu­da de emer­gen­cia –que no esta­ba en los cálcu­los, que en reali­dad fue fru­to de la pre­sión de la opo­si­ción en el Con­gre­so Nacio­nal – , lle­vó a un cier­to incre­men­to de la popu­la­ri­dad de Bol­so­na­ro jus­to en el momen­to en que la pan­de­mia está fue­ra de con­trol y no hay nin­gu­na estra­te­gia para com­ba­tir­la, en el momen­to en que supe­ra­mos los 100 mil muer­tos. Lo que demues­tra que, a pesar de que des­de el pun­to de vis­ta humano esta estra­te­gia sea desas­tro­sa, des­de el pun­to de vis­ta prag­má­ti­co sur­te efec­to. Este fue el cálcu­lo que hicieron.

Creo que el desa­fío que tene­mos como izquier­da en Bra­sil, nues­tra tarea prin­ci­pal, es derro­tar al bol­so­na­ris­mo, inte­rrum­pir el geno­ci­dio y poner fin al pro­yec­to auto­ri­ta­rio de Bol­so­na­ro. Esas son nues­tras tareas. La pre­gun­ta es: ¿cómo lo hace­mos? Por un lado, cons­tru­yen­do espa­cios de uni­dad e inten­tan­do eri­gir arti­cu­la­cio­nes y fren­tes que aís­len a Bol­so­na­ro, que debi­li­ten al bol­so­na­ris­mo crean­do con­di­cio­nes para inte­rrum­pir el actual pro­ce­so de des­truc­ción. Sea median­te el impeach­ment, la inha­bi­li­ta­ción de la can­di­da­tu­ra o el avan­ce de la movi­li­za­ción popu­lar. Esto es lo esen­cial. Y ade­más, para que la izquier­da pue­da reto­mar su pro­ce­so de inser­ción popu­lar, para que sea vis­ta como una alter­na­ti­va creí­ble por las per­so­nas, es nece­sa­rio que ten­ga la capa­ci­dad de pre­sen­tar un pro­yec­to. Un pro­yec­to que esté vin­cu­la­do a las deman­das popu­la­res, que apun­te a un nue­vo ciclo que tie­ne como supues­to la derro­ta del bol­so­na­ris­mo, pero que debe indi­car tam­bién a dón­de que­re­mos llegar.

Las lec­cio­nes que pue­den sacar­se del com­ba­te con­tra la pan­de­mia ponen este hori­zon­te sobre la mesa. La pan­de­mia demos­tró cla­ra­men­te que la lógi­ca neo­li­be­ral que ha sido hege­mó­ni­ca a nivel mun­dial por más de cua­ren­ta años ha fra­ca­sa­do. ¿Qué hizo el mer­ca­do, pos­tu­la­do como guía de la socie­dad, fren­te a la pan­de­mia? Espe­cu­ló con los res­pi­ra­do­res, aumen­tó los pre­cios de la inter­na­ción hos­pi­ta­la­ria, hizo que un pote de alcohol en gel lle­gue a cos­tar cin­cuen­ta reales. Esa es la lógi­ca del mer­ca­do: las ganan­cias por enci­ma de la vida. Esto nun­ca había sido tan evi­den­te como en la tra­ge­dia que esta­mos vivien­do. Está en jue­go la des­igual­dad social: ¿quién está murien­do a cau­sa de la pan­de­mia? En São Pau­lo la mor­ta­li­dad entre la pobla­ción negra es 63% mayor [que entre la pobla­ción «no negra»], lo mis­mo que en EE. UU. Los vein­te barrios en los que más gen­te murió en São Pau­lo se encuen­tran todos en la peri­fe­ria, y esto se cum­ple como una regla en todo el mundo.

Se han pues­to nue­va­men­te de mani­fies­to la des­igual­dad y la segre­ga­ción como ras­gos carac­te­rís­ti­cos del capi­ta­lis­mo, la des­truc­ción de cual­quier prin­ci­pio soli­da­rio y el aban­dono de las per­so­nas a la lógi­ca del «sál­ve­se quien pue­da». Y esto plan­tea la posi­bi­li­dad, la opor­tu­ni­dad, de dis­cu­tir otro mode­lo de desa­rro­llo. Todas las gran­des tra­ge­dias de la huma­ni­dad deja­ron lec­cio­nes. Una gran gue­rra, un desas­tre natu­ral, una pan­de­mia, plan­tean encru­ci­ja­das; hacen que la socie­dad se vea for­za­da a refle­xio­nar sobre los valo­res que la lle­va­ron has­ta ahí. Esa opor­tu­ni­dad pue­de o no ser apro­ve­cha­da. Pero la tarea de la izquier­da es demos­trar que esta opor­tu­ni­dad exis­te y trans­for­mar­la en un pro­yec­to que dia­lo­gue con las masas.

-Tocas­te el tema de la polí­ti­ca de la muer­te, del pro­yec­to polí­ti­co de esta eta­pa del capi­tal que pare­ce impli­car la nece­si­dad de una polí­ti­ca de ges­tión de la muer­te fren­te a la impo­si­bi­li­dad, por ejem­plo, de una nue­va gue­rra mun­dial en el con­tex­to actual. Esta polí­ti­ca se diri­ge par­ti­cu­lar­men­te con­tra las pobla­cio­nes negras, con­tra las muje­res y los opri­mi­dos en gene­ral, con­tra los pue­blos ori­gi­na­rios, los pue­blos colo­ni­za­dos del mun­do y las pobla­cio­nes «no blan­cas». ¿Debe la izquier­da actua­li­zar tam­bién su enfo­que para la cons­truc­ción de un pro­yec­to polí­ti­co y su inter­pre­ta­ción de las cla­ses sociales?

-Sin dudas. Pero esto esta­ba plan­tea­do mucho antes de lle­gar a la situa­ción actual, ¿no? Si habla­mos de Bra­sil, esta­mos hablan­do de un país que vivió la mayor par­te de su his­to­ria como una colo­nia, de un pue­blo que vivió la mayor par­te de su his­to­ria escla­vi­za­do. Esta­mos hablan­do de un país en el que las mar­cas de la des­igual­dad social no se ago­tan en los ingre­sos ni en el patri­mo­nio. Las mar­cas de la des­igual­dad social se encuen­tran sobre todo en la divi­sión racial, que fue lo que defi­nió y carac­te­ri­zó a la escla­vi­tud como modo de pro­duc­ción del país y que se expre­sa has­ta el día de hoy en la sepa­ra­ción entre quié­nes son con­si­de­ra­dos «ciu­da­da­nos» y quié­nes son con­si­de­ra­dos «peri­fe­ria» en Bra­sil. Se tra­ta tam­bién de las mar­cas que dejó el geno­ci­dio de los pue­blos indí­ge­nas, las del machis­mo estruc­tu­ral y de la vio­len­cia bru­tal con­tra la mujer. Por cier­to, tuvi­mos un epi­so­dio reve­la­dor en este sen­ti­do: el caso de la vio­la­ción de una niña de diez años y la for­ma en la cual una par­te de la socie­dad abor­dó el tema. Esto es la expre­sión de todo un cal­do de cul­ti­vo histórico.

Creo que no hay posi­bi­li­dad de cons­truir un pro­yec­to de izquier­da en Bra­sil que no sea un pro­yec­to de repa­ra­ción. Si se pres­ta aten­ción a las tran­si­cio­nes, ¿cómo se die­ron, his­tó­ri­ca­men­te, en Bra­sil? La abo­li­ción de la escla­vi­tud: una abo­li­ción incom­ple­ta, una tran­si­ción hecha por arri­ba, que man­tu­vo a los negros como suje­tos subal­ter­nos en la socie­dad y que sos­tu­vo el racis­mo estruc­tu­ral. Si se pres­ta aten­ción a otra tran­si­ción más recien­te: el fin de la dic­ta­du­ra mili­tar y la deno­mi­na­da «rede­mo­cra­ti­za­ción». Un pro­ce­so que se reali­zó sin nin­gún tipo de repa­ra­ción his­tó­ri­ca de los crí­me­nes de la dic­ta­du­ra. Otra vez una tran­si­ción que se hizo por arri­ba, con un gran acuer­do de cuya cons­truc­ción y defi­ni­ción el pue­blo fue exclui­do. Es decir, una rede­mo­cra­ti­za­ción tam­bién incom­ple­ta. Todo esto deja mar­cas. Este tipo de supera­ción nun­ca com­ple­ta­da hace que los gran­des pro­ble­mas se per­pe­túen jun­to a las gran­des des­igual­da­des y divi­sio­nes sociales.

Hacien­do una ana­lo­gía con el psi­co­aná­li­sis, es lo que Freud lla­ma «el pasa­do que no pasa». Es algo en nues­tro incons­cien­te que, en vez de ela­bo­rar, repri­mi­mos. Y, al repri­mir­lo, esa repre­sión siem­pre vuel­ve, como sín­to­ma, como sue­ño, retor­na en nues­tra vida a cada hora. Bra­sil tie­ne repre­sio­nes his­tó­ri­cas pro­fun­das. La repre­sión his­tó­ri­ca de la escla­vi­tud: no fue una supera­ción, no hubo repa­ra­ción. La repre­sión his­tó­ri­ca de la dic­ta­du­ra: no fue una supera­ción, no hubo repa­ra­ción. Inclu­so pue­de decir­se que es esto lo que hace que ten­ga­mos incul­ca­do un racis­mo tan bru­tal y lo que per­mi­te que el pre­si­den­te de la Repú­bli­ca sea un tipo que defien­de la tor­tu­ra. Esto sería incon­ce­bi­ble en un país que hubie­se repa­ra­do his­tó­ri­ca­men­te los crí­me­nes de la dic­ta­du­ra. Sería incon­ce­bi­ble en un país que hubie­ra hecho una repa­ra­ción his­tó­ri­ca de la escla­vi­tud. Esto por men­cio­nar solo dos tran­si­cio­nes que deja­ron una hue­lla impor­tan­te en nues­tra historia.

Por eso, cual­quier pro­yec­to de com­ba­te de la des­igual­dad y cual­quier pro­yec­to anti­ca­pi­ta­lis­ta en Bra­sil tie­ne que ser un pro­yec­to des­co­lo­ni­za­dor. Tie­ne que ser, por defi­ni­ción, un pro­yec­to anti­rra­cis­ta. Tie­ne que ser tam­bién, por defi­ni­ción, un pro­yec­to de pro­fun­di­za­ción demo­crá­ti­ca y de par­ti­ci­pa­ción popu­lar, con­se­cuen­te­men­te anti­au­to­ri­ta­rio. Creo que las mar­cas de nues­tra his­to­ria, que toda­vía lle­va­mos, se plan­tean como urgen­cias para un pro­yec­to trans­for­ma­dor de nues­tro país.

-¿Cómo leen los movi­mien­tos que se obser­van entre los sec­to­res de la dere­cha, que inten­tan dis­tan­ciar­se pero al mis­mo tiem­po sus­ten­tan el pro­yec­to de Bolsonaro?

-Nues­tra prin­ci­pal tarea es tra­ba­jar para ais­lar lo más que se pue­da al bol­so­na­ris­mo a nivel social. Esto impli­ca que vea­mos con bue­nos ojos cómo algu­nos sec­to­res de la vie­ja dere­cha bra­si­le­ra le suel­tan la mano al bol­so­na­ris­mo y toman dis­tan­cia. Por supues­to, sin que esto impli­que con­fiar en estos sec­to­res, dado que sabe­mos quié­nes son y qué representan.

Pero es pre­fe­ri­ble que estos sec­to­res se des­vin­cu­len del blo­que bol­so­na­ris­ta y que lo dejen ais­la­do a que se apro­xi­men a él. Bas­ta ver cómo la coa­li­ción de Bol­so­na­ro con el cen­tro ter­mi­nó for­ta­le­cien­do al gobierno, que esta­ba con­tra las cuer­das. Es mucho mejor para noso­tros que el cen­tro esté con­tra Bol­so­na­ro en vez de que esté a favor. Esto inclu­so tenien­do en cuen­ta, des­de un pun­to de vis­ta prác­ti­co, la posi­bi­li­dad de un pro­ce­so de impeach­ment. Esto es impor­tan­te, y debe con­lle­var ini­cia­ti­vas polí­ti­cas de nues­tra par­te. No somos meros obser­va­do­res de la coyuntura.

Debe­mos lan­zar ini­cia­ti­vas polí­ti­cas para con­cre­tar algún tipo de arti­cu­la­ción anti­bol­so­na­ris­ta, en defen­sa de la demo­cra­cia, con­tra el auto­ri­ta­ris­mo, con­tra el fas­cis­mo, en don­de que­pan todos aque­llos que comul­guen con esta ban­de­ra. No lla­ma­ría a esto un fren­te, tér­mino que gene­ró mucha con­fu­sión tác­ti­ca en la izquier­da. «¿Es fren­te amplio? ¿Es fren­te de izquier­da? ¿Es fren­te popu­lar?» Tal vez lla­mar­lo fren­te sea la for­ma más didác­ti­ca de expre­sar­lo. Aun­que da la sen­sa­ción de que se tra­ta de una arti­cu­la­ción per­ma­nen­te y orgá­ni­ca cuan­do éste, cier­ta­men­te, no es el caso. Pero creo que es impor­tan­te con­tar con espa­cios de defen­sa de la demo­cra­cia que sean amplios y plu­ra­les con el obje­ti­vo de ais­lar al bolsonarismo.

Por otro lado, tene­mos que saber cuá­les son los lími­tes de estos sec­to­res. No van a com­ba­tir a Bol­so­na­ro has­ta las últi­mas con­se­cuen­cias. La mejor expre­sión de esto, de la rela­ción que man­tie­nen estos sec­to­res con el bol­so­na­ris­mo, es el hecho de que Rodri­go Maia reci­bió más de trein­ta pedi­dos de impeach­ment. Pero estos sec­to­res no están real­men­te en con­tra del pro­yec­to de Bol­so­na­ro. Creen que el pro­yec­to de Bol­so­na­ro está bien, que el úni­co pro­ble­ma es que Bol­so­na­ro tie­ne sus arran­ques, que es dema­sia­do excén­tri­co, que habla mucho. Ese es el tipo de dife­ren­cia pun­tual que tie­nen con el bol­so­na­ris­mo. Otras veces se tra­ta de dife­ren­cias que tie­nen que ver con pro­yec­tos per­so­na­les, polí­ti­co-per­so­na­les o polí­ti­co-par­ti­da­rios, como en el caso de Doria, que cuan­do le con­vino estar cer­ca de Bol­so­na­ro para tener capi­tal elec­to­ral se con­vir­tió en «Bol­so­do­ria», y comen­zó a ata­car­lo cuan­do vio que nece­si­ta­ba des­vin­cu­lar­se para cons­truir un pro­yec­to pro­pio para 2022. Por lo tan­to, para una par­te de estos sec­to­res se tra­ta de opor­tu­nis­mo polí­ti­co puro y sim­ple, y para otra par­te se tra­ta de dife­ren­cias pun­tua­les con Bol­so­na­ro. Acuer­dan con la agen­da, pero pien­san que esta pue­de imple­men­tar­se con mucha más delicadeza.

Enten­dien­do cuál es la pos­tu­ra de estos sec­to­res, sin olvi­dar que son nues­tros adver­sa­rios, tene­mos que com­pren­der que aun así hay algu­nos que even­tual­men­te pue­den cum­plir un rol para ais­lar al bol­so­na­ris­mo. Repre­sen­tan otro cam­po polí­ti­co, otro pro­yec­to polí­ti­co, un pro­yec­to de retro­ce­so, pro­fun­da­men­te anti­po­pu­lar, y por eso deben ser com­ba­ti­dos. Las elec­cio­nes actua­les sir­ven como ejem­plo. Pue­de ver­se en las muni­ci­pa­les, que ten­drán una rele­van­cia nacio­nal nun­ca antes vis­ta en Bra­sil. Hay que ver quié­nes serán nues­tros opo­si­to­res aquí en São Pau­lo, en la ciu­dad más gran­de del país. Está cla­ro que el bol­so­na­ris­mo será nues­tro opo­nen­te, pero tam­bién lo serán los «tuca­nos» [Par­ti­do de la Social Demo­cra­cia Bra­si­le­ña]. Doria y Bruno Covas serán nues­tros opo­nen­tes. Por lo tan­to, nos enfren­ta­mos a dos ban­dos dis­tin­tos. Tene­mos que tener la madu­rez para enten­der la dife­ren­cia que exis­te entre ellos y afi­nar la tác­ti­ca, sobre todo para lidiar con la dere­cha tra­di­cio­nal bra­si­le­ra, pero sin per­der de vis­ta que esta­mos fren­te a dos ban­dos dis­tin­tos, que tene­mos dos con­trin­can­tes en la lucha política.

-En este pro­ce­so, espe­cial­men­te en las elec­cio­nes, ¿cómo pien­sas que debe actuar el PSOL para dar una dispu­ta a nivel social, tan­to fren­te a las capas socia­les hege­mo­ni­za­das por la izquier­da tra­di­cio­nal como fren­te a las que han sido cap­tu­ra­das por este dis­cur­so sobre las dife­ren­cias de tono en la apli­ca­ción del mis­mo pro­yec­to? ¿Qué debe­ría hacer el PSOL para posi­cio­nar­se como una nove­dad, como pro­ce­so nue­vo en el mar­co de una expe­rien­cia his­tó­ri­ca alternativa?

-Hay que cons­ta­tar que el PSOL ha teni­do un cre­ci­mien­to impor­tan­te en su base social y elec­to­ral, aun­que muy enfo­ca­do en la repre­sen­ta­ción par­la­men­ta­ria. Y si se atien­de al per­fil de ese cre­ci­mien­to, se com­prue­ba que se ha dado sobre todo en la juven­tud, en los movi­mien­tos y en el acti­vis­mo por la diver­si­dad, en el movi­mien­to de muje­res y en el movi­mien­to anti­rra­cis­ta. El PSOL ha gana­do a sec­to­res diná­mi­cos de la socie­dad, que han iden­ti­fi­ca­do real­men­te al par­ti­do como su canal de expre­sión polí­ti­ca y elec­to­ral. Esto es impor­tan­te, pero es insu­fi­cien­te para cons­truir un pro­yec­to capaz de derro­tar al bol­so­na­ris­mo y de abrir un nue­vo ciclo de izquier­da en Bra­sil. Para esto, la gran tarea del PSOL es vol­ver­se popu­lar. El PSOL enfren­ta un desa­fío his­tó­ri­co. Depen­de­rá de su capa­ci­dad para eje­cu­tar la tarea que se le plan­tea en la actua­li­dad, que es la tarea de inser­tar­se en las masas popu­la­res, el que esté o no a la altu­ra de inau­gu­rar un nue­vo ciclo, de impul­sar un nue­vo ciclo de izquier­da en el país y de ser una alter­na­ti­va real de poder. Así lo veo yo. El mayor desa­fío del PSOL es bañar­se de pue­blo, sin per­der su capa­ci­dad diná­mi­ca ni su capa­ci­dad de diá­lo­go con los sec­to­res que son la van­guar­dia de la lucha social bra­si­le­ra. El PSOL debe lograr una mayor inser­ción a nivel popular.

No creo que se tra­te, en gene­ral, de vol­ver a inven­tar la pól­vo­ra. Está cla­ro que el mun­do cam­bió, la for­ma en que se comu­ni­can las per­so­nas cam­bió. Ya no es más el mimeó­gra­fo, aho­ra es el WhatsApp. Las for­mas de comu­ni­ca­ción son dis­tin­tas, y siem­pre la gen­te tie­ne una idea deter­mi­na­da al hablar, por ejem­plo, de tra­ba­jo de base. Pien­sen en las CEBs [Comu­ni­da­des Ecle­sia­les de Base] de los años 1980, que serían como la pól­vo­ra en esta his­to­ria. Pero hay algo de esto que cam­bió y que es nece­sa­rio com­pren­der. ¿Qué sig­ni­fi­ca hoy, por ejem­plo, dispu­tar la con­cien­cia en las redes socia­les? ¿Qué pode­mos apren­der inclu­so de las téc­ni­cas uti­li­za­das por la extre­ma dere­cha para lograr cier­ta capi­la­ri­dad social a tra­vés de WhatsApp? Ellos lo uti­li­zan para hacer cir­cu­lar fake news, pero esto no tie­ne que ser así necesariamente.

Por otro lado, hay cosas que per­ma­ne­cen, y noso­tros fui­mos derro­ta­dos cuan­do nos olvi­da­mos de ellas. Digo «noso­tros» aquí para refe­rir­me al pro­yec­to pro­gre­sis­ta, al pro­yec­to de izquier­da que se des­co­nec­tó del pue­blo de la peri­fe­ria. Dejó de cons­truir redes de con­tac­to, de soli­da­ri­dad, de pre­sen­cia. La pre­gun­ta es: una seño­ra que vive en la fave­la de Para­isó­po­lis, aquí en São Pau­lo, a la que se le aca­bó el gas y cuyo hijo fue ase­si­na­do por la poli­cía. ¿A quién va a recu­rrir? ¿Va a recu­rrir a la izquier­da o al pas­tor? Esa es la cues­tión. Tene­mos que cons­truir una inser­ción que hoy no tene­mos en la peri­fe­ria urba­na, sobre todo en Bra­sil, para con­ver­tir­nos en una refe­ren­cia coti­dia­na para el pue­blo, para recons­truir un víncu­lo de con­fian­za y cre­di­bi­li­dad. Ese espa­cio que las igle­sias neo­pen­te­cos­ta­les ocu­pa­ron pro­gre­si­va­men­te –sien­do una par­te de ellas, no todas, ins­tru­men­tos de un pro­yec­to polí­ti­co atra­sa­do y con­ser­va­dor– es un espa­cio que la izquier­da, los movi­mien­tos socia­les y los par­ti­dos deja­ron vacío.

El PSOL tie­ne la tarea his­tó­ri­ca fun­da­men­tal de vol­ver a ocu­par ese espa­cio. Esto lle­va su tiem­po. No esta­mos hablan­do de un pro­yec­to para las pró­xi­mas elec­cio­nes. Entre­tan­to es posi­ble tener vic­to­rias elec­to­ra­les, por­que la diná­mi­ca elec­to­ral depen­de de otros fac­to­res. Pero debe tener­se en cuen­ta que, si no nos abo­ca­mos a esta tarea, no ten­dre­mos vic­to­rias his­tó­ri­cas. Pode­mos y debe­mos tra­ba­jar asi­dua­men­te para ganar elec­cio­nes. La cosa no es mecá­ni­ca: cons­truir pri­me­ro tra­ba­jo de base en el pue­blo para des­pués dispu­tar las elec­cio­nes. La vida no es así. Ade­más, las elec­cio­nes, si las uti­li­za­mos como un momen­to para dispu­tar prin­ci­pios, tam­bién pue­den ser con­si­de­ra­das como una for­ma de tra­ba­jo de base y de inser­ción popu­lar. Pero esto tie­ne que ir acom­pa­ña­do de un tra­ba­jo con­ti­nuo. No se pue­de alter­nar entre la dispu­ta ideo­ló­gi­ca y el tra­ba­jo de base cada cua­tro años. Por­que esto con­tri­bu­ye a la pér­di­da de cre­di­bi­li­dad fren­te al pue­blo. Y esto es así tam­bién para la izquierda.

Creo fir­me­men­te que la mayor tarea que enfren­ta­mos, para cre­cer y lle­gar a estar en con­di­cio­nes de tener una vic­to­ria his­tó­ri­ca en Bra­sil, para dispu­tar real­men­te el poder, es la de cons­truir un pro­yec­to de mediano y lar­go pla­zo de reco­ne­xión con los sec­to­res popu­la­res de nues­tro país. Si con­se­gui­mos hacer esto, la izquier­da y el PSOL serán alter­na­ti­vas reales en Brasil.

-En este sen­ti­do hay dos pun­tos que son fun­da­men­ta­les para el deba­te: por un lado, está en jue­go una rela­ción de nue­vo tipo con los movi­mien­tos socia­les orga­ni­za­dos y, por otro lado, en un país como Bra­sil –aun­que no exclu­si­va­men­te, pues­to que tal vez sea el caso en toda Amé­ri­ca Lati­na– está en jue­go una rela­ción y una res­pues­ta al espa­cio que están ocu­pan­do las igle­sias (en par­ti­cu­lar las igle­sias más vin­cu­la­das a una pers­pec­ti­va fun­da­men­ta­lis­ta y a la con­ser­va­ción del orden esta­ble­ci­do). ¿Cómo eva­lúas estas pers­pec­ti­vas y los pasos que se die­ron en el últi­mo tiempo?

Guilher­me Bou­los.- Creo que tene­mos que supe­rar el estig­ma que la izquier­da impu­so sobre los evan­gé­li­cos. Una par­te de la izquier­da, que en algu­nos casos lle­ga a ser eli­tis­ta, tie­ne la idea de que el evan­gé­li­co es igno­ran­te y no es más que un obje­to de mani­pu­la­ción de la dere­cha. Obvia­men­te la vida es mucho más com­ple­ja. Par­ti­ci­po de un movi­mien­to social que tie­ne una base mayo­ri­ta­ria­men­te evan­gé­li­ca des­de hace más de vein­te años. Y son evan­gé­li­cos que ocu­pan tie­rras para luchar por la vivien­da, que cor­tan rutas, que ocu­pan las alcal­días, que mar­chan a Brasilia…

-Muchos diri­gen­tes evan­gé­li­cos, en muchos casos muje­res, tie­nen un pro­yec­to que está más vin­cu­la­do con las tra­di­cio­nes de izquierda.

Guilher­me Bou­los.- Inclu­so en el PSOL tene­mos diri­gen­tes evan­gé­li­cos. El pas­tor Hen­ri­que Viei­ra es el más visible.

-Y en el MTST y otros movi­mien­tos popu­la­res hay muchas muje­res evan­gé­li­cas que cum­plen roles de dirección.

-Guilher­me Bou­los: Son líde­res. Muje­res que orga­ni­zan ocu­pa­cio­nes de tie­rras, que orga­ni­zan regio­nes ente­ras, núcleos polí­ti­cos, y que son evan­gé­li­cas. Tene­mos que aban­do­nar ese estig­ma, por­que favo­re­ce un cier­to ale­ja­mien­to. El otro día con­ver­sé con el pas­tor Levi en un live. Es una figu­ra muy intere­san­te. Me dijo «mira, esa pos­tu­ra de la izquier­da de ‘no te acer­ques, es evan­gé­li­co, mira para otro lado’, gene­ra una acti­tud recí­pro­ca, ¿no? For­ta­le­ce una acti­tud recí­pro­ca en la rela­ción que los evan­gé­li­cos man­tie­nen con la izquier­da». Enton­ces se gene­ra un abis­mo que lue­go es muy difí­cil de atravesar.

Es tiem­po de que la izquier­da asu­ma el desa­fío de cons­truir un diá­lo­go con los evan­gé­li­cos. Y esto no sig­ni­fi­ca cons­truir un diá­lo­go reli­gio­so. Sig­ni­fi­ca, antes que nada, cons­truir un diá­lo­go a par­tir del «estar pre­sen­tes» en las bases. Lo que las Igle­sias evan­gé­li­cas hicie­ron, fue lo que hizo la Igle­sia cató­li­ca en los años ochen­ta con las Comu­ni­da­des Ecle­sia­les de Base. Este es el deber prin­ci­pal: estar en el terri­to­rio, con­ver­tir­se en una refe­ren­cia, cons­truir redes de soli­da­ri­dad. Ese es el ele­men­to popu­lar que hoy expre­sa mayo­ri­ta­ria­men­te la Igle­sia evangélica.

La otra cues­tión es un deba­te de prin­ci­pios, pero es un deba­te fre­cuen­te­men­te des­cui­da­do. Lo peor que pue­de hacer la izquier­da es con­fron­tar al pue­blo evan­gé­li­co con sus con­sig­nas. Sobre todo en los temas que sabe­mos que son muy sen­si­bles para la mora­li­dad de ese pue­blo. No estoy hablan­do de bajar las ban­de­ras, de dar mar­cha atrás, sino de saber cómo deba­tir. No deba­tir de mane­ra ofen­si­va, no deba­tir de mane­ra irres­pe­tuo­sa. Saber hablar con la gen­te enten­dien­do cuál es su com­pren­sión, cuá­les son su con­cep­ción y su con­cien­cia acer­ca de esos temas. Fal­ta mucho toda­vía. Sole­mos tener una línea muy auto­pro­cla­ma­to­ria, por más que a veces sea nece­sa­ria dada la impor­tan­cia que tie­nen algu­nos temas. 

El tema LGTB, recor­dan­do que todos los días mue­re una per­so­na LGTB como víc­ti­ma de la vio­len­cia. El tema del abor­to, que aho­ra vuel­ve a estar en cues­tión lue­go del caso de vio­la­ción de la niña de diez años. Nues­tro impul­so es adop­tar un dis­cur­so extre­ma­da­men­te ofen­si­vo. Pero tene­mos que saber con­te­ner este impul­so. Por­que en el caso con­tra­rio, le damos letra a los pas­to­res reac­cio­na­rios. Es fun­da­men­tal poder desa­rro­llar este deba­te. Saber dar el deba­te, por ejem­plo, sobre el «espí­ri­tu empren­de­dor». Esto caló hon­do en el pue­blo evan­gé­li­co. ¿Cuál es nues­tra pro­pues­ta en rela­ción al tema de la ini­cia­ti­va indi­vi­dual, que es un tema que la éti­ca evan­gé­li­ca, la Teo­lo­gía de la pros­pe­ri­dad, pre­sen­ta como solu­ción a las per­so­nas y que hoy es un sen­ti­mien­to hege­mó­ni­co en la peri­fe­ria? ¿Sim­ple­men­te vamos a negarlo?

-Un sen­ti­mien­to hege­mó­ni­co que tie­ne toda una his­to­ria, que se for­ta­le­ció cuan­do la mayo­ría de la pobla­ción se vio obli­ga­da a doble­gar­se fren­te a él: des­de los escla­vos, que com­pra­ban su liber­tad con lo que gana­ban, has­ta la pobla­ción, que hoy es aban­do­na­da a su pro­pia suerte.

Guilher­me Bou­los.- ¡Cla­ro! El «espí­ri­tu empren­de­dor» es un nom­bre «boni­to» que usan para hablar del tra­ba­jo pre­ca­rio, de la ini­cia­ti­va por cuen­ta pro­pia que desa­rro­lla coti­dia­na­men­te el pue­blo bra­si­le­ro. El mer­ca­do de tra­ba­jo for­mal nun­ca fue la for­ma com­ple­ta­men­te domi­nan­te entre el pue­blo bra­si­le­ro. Siem­pre estu­vie­ron los «pre­ca­ri­za­dos» que vemos hoy: el tipo que tra­ba­ja por cuen­ta pro­pia, que se las arre­gla, que hoy está en Uber, que es repar­ti­dor en una moto. Este tipo siem­pre exis­tió –de dis­tin­tas for­mas– en Brasil.

Y nece­si­ta­mos poder dar una res­pues­ta fren­te a esto. Nues­tra res­pues­ta no pue­de ago­tar­se en defen­der las CLT para todo el mun­do. Obvia­men­te, tene­mos que defen­der la for­ma­li­za­ción del tra­ba­jo, la garan­tía de dere­chos, la garan­tía del acce­so a una jubi­la­ción. Esas son ban­de­ras his­tó­ri­cas de com­ba­te con­tra la des­igual­dad y de defen­sa de los tra­ba­ja­do­res. Pero tam­bién tene­mos que saber dia­lo­gar con las ini­cia­ti­vas indi­vi­dua­les, des­de la seño­ra que ven­de pas­te­les en la entra­da del metro de Capão Redon­do a las seis de la maña­na has­ta el joven que tie­ne la idea de fun­dar una star­tup, o cual­quier otro pro­yec­to de este tipo. Tene­mos que cons­truir una pro­pues­ta que inclu­ya a esta gen­te. Esto está muy vin­cu­la­do con nues­tra capa­ci­dad de dia­lo­gar con la base evan­gé­li­ca que hoy está muy pre­sen­te en la periferia.

-Ade­más de lo que ya men­cio­nas­te acer­ca del aban­dono de una base social que se vio obli­ga­da a bus­car otras alter­na­ti­vas, ¿cuá­les crees que fue­ron los prin­ci­pa­les erro­res de la izquier­da en el con­ti­nen­te? ¿Cuá­les fue­ron los prin­ci­pa­les lími­tes que enfren­ta­mos duran­te los últi­mos trein­ta años?

Guilher­me Bou­los.- Hoy por hoy seña­la­ría tres gran­des lími­tes de las expe­rien­cias pro­gre­sis­tas. No digo las expe­rien­cias de Amé­ri­ca Lati­na, por­que fue­ron muy hete­ro­gé­neas entre sí: no es lo mis­mo hablar del cha­vis­mo en Vene­zue­la que del lulis­mo en Bra­sil, de Evo en Boli­via, de Correa en Ecua­dor o del caso de Argen­ti­na. Cada uno tuvo sus pecu­lia­ri­da­des his­tó­ri­cas, a pesar de que, en algún sen­ti­do, pue­dan poner­se en la mis­ma bol­sa del ciclo pro­gre­sis­ta de la pri­me­ra déca­da del siglo XXI en Amé­ri­ca Lati­na. Pero voy a hablar sobre todo de Brasil.

En pri­mer lugar, creo que un lími­te impor­tan­te de los gobier­nos petis­tas fue optar por un pro­gra­ma de mejo­ras socia­les, un pro­gra­ma de reduc­ción de la pobre­za, sin pro­po­ner refor­mas estruc­tu­ra­les. Es lo que lla­ma­mos «estra­te­gia de con­ci­lia­ción», que con­sis­te en decir «vamos a dar la Bol­sa Fami­lia, un pro­gra­ma social, hacer que más per­so­nas entren en las uni­ver­si­da­des, mejo­rar la inver­sión públi­ca, mejo­rar la vida del pue­blo». Pero todo esto fue rea­li­za­do sin com­ba­tir los pri­vi­le­gios his­tó­ri­cos de los sec­to­res domi­nan­tes, sin rea­li­zar una refor­ma tri­bu­ta­ria, ni una refor­ma del sis­te­ma finan­cie­ro; sin com­ba­tir los intere­ses abu­si­vos de los ban­cos, ni reor­ga­ni­zar de algu­na for­ma el Esta­do bra­si­le­ro, que favo­re­ce la con­cen­tra­ción en vez de la redis­tri­bu­ción. En fin, se tra­ta de todo un con­jun­to de refor­mas que serían esen­cia­les para com­ba­tir los pri­vi­le­gios his­tó­ri­cos, para avan­zar en una repa­ra­ción histórica.

Un segun­do lími­te impor­tan­te fue la ausen­cia de una dispu­ta de prin­ci­pios a nivel social. Lo que dice Muji­ca, refi­rién­do­se al ciclo lati­no­ame­ri­cano como un todo: «no for­ma­mos ciu­da­da­nos, for­ma­mos con­su­mi­do­res». O sea, for­ta­le­ci­mos la lógi­ca del con­su­mo, el hecho de poder com­prar un auto, como sinó­ni­mo de vic­to­ria, de pros­pe­ri­dad en la vida, sin dar una dispu­ta por los prin­ci­pios ni por el modelo.

Hoy esta­mos pagan­do el pre­cio de esto con la socie­dad del horror. Una par­te impor­tan­te de las per­so­nas que mejo­ró su vida duran­te los gobier­nos del PT votó a Bol­so­na­ro, y hoy for­ma par­te de la base social del bol­so­na­ris­mo. No se reali­zó una dispu­ta del tipo: «¿Será ‘sál­ve­se quien pue­da’ o será la soli­da­ri­dad? ¿Qué mode­lo de desa­rro­llo que­re­mos?» La idea de mejo­rar los ingre­sos de los más pobres y de garan­ti­zar el cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co como fines últi­mos, sin dar una dispu­ta por el pro­yec­to, por los prin­ci­pios, por el mode­lo de socie­dad, nos lle­vó a don­de estamos.

Y en ter­cer lugar está el pro­ble­ma de no haber avan­za­do en la demo­cra­ti­za­ción de la socie­dad. Los pro­pios gobier­nos petis­tas fue­ron víc­ti­mas de esto. Fue­ron rehe­nes de esta polí­ti­ca cuan­do natu­ra­li­za­ron la idea de que la gober­na­bi­li­dad se ago­ta en tener la mayo­ría par­la­men­ta­ria, uti­li­zan­do los mis­mos méto­dos tra­di­cio­na­les con los que siem­pre se la con­si­guió en Bra­sil. Así sufrie­ron un gol­pe en 2016, en el momen­to en que se encon­tra­ban más frá­gi­les y en el que habían per­di­do esa mayo­ría parlamentaria.

Por lo tan­to, fal­tó la cons­truc­ción de pro­ce­sos de par­ti­ci­pa­ción, fal­tó la demo­cra­ti­za­ción del poder en Bra­sil, fal­tó abrir espa­cio para gober­nar jun­to a los movi­mien­tos socia­les, for­ta­le­cer los pro­ce­sos de movi­li­za­ción de la socie­dad, que en algu­nos casos pue­den lle­gar a ser deci­si­vos. Pue­den ser deci­si­vos, por ejem­plo, a la hora de for­zar al Con­gre­so Nacio­nal a que aban­do­ne sus pri­vi­le­gios. Nadie nie­ga la corre­la­ción de fuer­zas real, nadie nie­ga que la izquier­da nun­ca tuvo la mayo­ría en el Con­gre­so y que nece­si­ta del Con­gre­so para muchas cosas. Pero tener gober­na­bi­li­dad no se ago­ta en el «toma y daca», y esta no es la úni­ca for­ma de gober­nar un país. Esti­mu­lar la movi­li­za­ción popu­lar y la movi­li­za­ción social pue­de lle­gar a cam­biar la rela­ción de fuer­zas. Cada dipu­tado en el Con­gre­so solo está ahí para ser reelec­to cua­tro años des­pués. Si se crean y cons­tru­yen las con­di­cio­nes ade­cua­das en la socie­dad –y tener el Poder Eje­cu­ti­vo es fun­da­men­tal para esto– se abre espa­cio a trans­for­ma­cio­nes más pro­fun­das. Seña­la­ría estos tres pun­tos como los prin­ci­pa­les lími­tes que enfren­ta­ron los gobier­nos petistas.

-¿Cuá­les son los prin­ci­pa­les pará­me­tros para res­pon­der a la situa­ción y avan­zar con la pers­pec­ti­va de un nue­vo ciclo de reor­ga­ni­za­ción y rear­ti­cu­la­ción de la izquier­da, tan­to en Bra­sil como en Amé­ri­ca Latina?

Guilher­me Bou­los.- En cier­to modo, estu­vi­mos hablan­do de esto todo el tiem­po. Uno muy impor­tan­te: poner el eje en com­ba­tir a la extre­ma dere­cha. La extre­ma dere­cha no solo cre­ció en Bra­sil. Se con­vir­tió en un fenó­meno polí­ti­co rele­van­te en toda Amé­ri­ca Lati­na y tam­bién en el mun­do. Uno de nues­tros obje­ti­vos es cons­truir una línea y una tác­ti­ca de uni­dad que for­ta­lez­can el com­ba­te con­tra la extre­ma derecha.

Segun­do pun­to: cla­ri­dad pro­gra­má­ti­ca para no repe­tir los mis­mos erro­res del ciclo ante­rior, lo que impli­ca un pro­gra­ma basa­do en el com­ba­te con­tra el capi­tal finan­cie­ro, com­pren­dien­do la impor­tan­cia de con­ver­tir al Esta­do en un ins­tru­men­to de dis­tri­bu­ción, de com­ba­te de la des­igual­dad. Un pro­gra­ma que entien­da que el com­ba­te con­tra la des­igual­dad no se ago­ta en mejo­rar los ingre­sos. Se tra­ta de com­ba­tir las dis­tin­tas for­mas de des­igual­dad y opre­sión que atra­vie­san la socie­dad, lo que impli­ca tener un pro­gra­ma emi­nen­te­men­te anti­rra­cis­ta, anti­ma­chis­ta, que valo­re la diver­si­dad y que le dé espa­cio a los pue­blos originarios.

Tener la capa­ci­dad de tra­zar un nue­vo mode­lo de desa­rro­llo: Bra­sil hoy se con­so­li­dó en la esce­na mun­dial como «la gran­ja de Chi­na». Y fue toda Amé­ri­ca Lati­na la que se con­so­li­dó en esta posi­ción, debi­do al pro­ce­so de repri­ma­ri­za­ción que se imple­men­tó en fun­ción de un mode­lo extrac­ti­vis­ta, domi­na­do por un agro­ne­go­cio rapaz que enve­ne­na la comi­da, que des­tru­ye los ríos, los mon­tes y los pue­blos que habi­tan en ellos. Por lo tan­to, ade­más de com­ba­tir la des­igual­dad social de for­ma inte­gral, es fun­da­men­tal poner sobre la mesa otro mode­lo de desa­rro­llo que pre­sen­te alter­na­ti­vas a la des­truc­ción ambiental.

Tam­bién es impor­tan­te la des­co­lo­ni­za­ción de los bie­nes comu­nes. Creo que este tema ganó mucha fuer­za con la pan­de­mia, y tene­mos que encon­trar la for­ma de trans­for­mar­lo en un pro­gra­ma, en una pro­pues­ta polí­ti­ca. Por ejem­plo, la salud: cuan­do defen­día­mos en Bra­sil el SUS [Sis­te­ma Úni­co de Salud] nos tra­ta­ban de dino­sau­rios. De repen­te, el SUS se con­vir­tió en un con­sen­so nacio­nal, el pro­fe­sio­nal de la salud que era til­da­do de «vaga­bun­do, pri­vi­le­gia­do, pará­si­to», se con­vir­tió en un héroe de la nación. Esto abre un espa­cio que nos per­mi­te deba­tir que la salud no es una mer­can­cía (y que tam­po­co lo son la edu­ca­ción, el agua, ni la tie­rra). Son bie­nes comu­nes esen­cia­les para la vida. Esa recu­pe­ra­ción de lo públi­co, esa recu­pe­ra­ción de lo común, tie­ne que ser un eje impor­tan­te en un pro­gra­ma de izquier­da que apun­te hacia el futuro.

Y por últi­mo, la cone­xión con el pue­blo. Es un tema del que ya habla­mos. La izquier­da solo va a ser capaz de impul­sar real­men­te un nue­vo ciclo si se apo­ya en las masas, en el pue­blo, si tie­ne la capa­ci­dad de hablar con el pue­blo, de dia­lo­gar con el pue­blo y de estar jun­to al pue­blo. Creo que estos son los desa­fíos prin­ci­pa­les que veo en la tarea de reno­var y de rein­ven­tar la izquier­da que nece­si­ta­mos en Bra­sil y en Amé­ri­ca Latina.

-En este esce­na­rio mar­ca­do por la mayor pan­de­mia del siglo, ¿qué lugar tie­nen las elec­cio­nes muni­ci­pa­les? ¿Y qué lugar tie­ne tu can­di­da­tu­ra, que es el resul­ta­do de un movi­mien­to social que ganó mucho peso duran­te el últi­mo perío­do y que ha rea­li­za­do gran­des expe­rien­cias de cons­truc­ción coti­dia­na con esta pers­pec­ti­va pro­gra­má­ti­ca a la que apuntas?

Guilher­me Bou­los.- El desa­fío que enfren­ta­mos en las elec­cio­nes de São Pau­lo, ade­más de lo obvio –derro­tar al bol­so­na­ris­mo, derro­tar a los «tuca­nos» y al pro­yec­to que solo ve a la ciu­dad como un nego­cio– es mos­trar que hay una alter­na­ti­va. Que esta alter­na­ti­va es real, inclu­so, en un esce­na­rio devas­ta­dor como el que vivi­mos, con más de 100 mil muer­tos, con Bol­so­na­ro en el gobierno, con una cri­sis eco­nó­mi­ca que se ave­ci­na y que pon­drá a nues­tro pue­blo en una situa­ción muy difí­cil. Aun en este esce­na­rio, es posi­ble cons­truir un pro­yec­to nue­vo de socie­dad. São Pau­lo es la ciu­dad más gran­de de Bra­sil, y lo que suce­de allí resue­na en todo el país. Y si derro­ta­mos al bol­so­na­ris­mo en São Pau­lo y, ade­más de eso, cons­trui­mos un pro­yec­to que lle­ve espe­ran­za, que colo­que a la peri­fe­ria en el cen­tro, que haga del com­ba­te con­tra la des­igual­dad el eje cen­tral de un gobierno popu­lar, que mues­tre que esto es posi­ble –aun­que sea a esca­la muni­ci­pal, con todos los lími­tes que esto impli­ca – , enton­ces será posi­ble dar comien­zo aquí a la derro­ta del bol­so­na­ris­mo y al impul­so de un nue­vo ciclo de izquierda.

Por eso no creo que estas elec­cio­nes sean sim­ple­men­te muni­ci­pa­les. Está cla­ro que tene­mos por delan­te el desa­fío de pen­sar un pro­yec­to de ciu­dad. São Pau­lo es una de las ciu­da­des más des­igua­les del pla­ne­ta. En los 25 kiló­me­tros que sepa­ran a los Jar­di­nes de Cida­de Tira­den­tes, la expec­ta­ti­va de vida de las per­so­nas pasa de ser de 80 a 56 años. En los 25 kiló­me­tros que sepa­ran Moe­ma o Higie­nó­po­lis de Jar­dim Ânge­la, el IDH pasa de ser equi­va­len­te al de Sue­cia a ser equi­va­len­te al de los paí­ses más pobres del mun­do. Son dos mun­dos que exis­ten en una mis­ma ciudad.

Por eso un pro­yec­to que com­ba­ta la des­igual­dad en São Pau­lo, que ten­ga una fuer­te par­ti­ci­pa­ción popu­lar, que invier­ta las prio­ri­da­des, que colo­que a esa peri­fe­ria en el cen­tro, pue­de lle­gar a ser un ejem­plo de lo que que­re­mos para Bra­sil. Y ade­más de esto, pue­de ser un ejem­plo de lo que es posi­ble alcan­zar en Bra­sil. Esa uto­pía con­cre­ta es lo que pode­mos cons­truir y mos­trar en un gobierno popu­lar de São Pau­lo. Creo que este será nues­tro desa­fío en la cam­pa­ña y en un even­tual gobierno.

Tra­duc­ción: Valen­tín Huarte

Fuen­tes: Jaco­bin /​/​Rebe­lión

Itu­rria /​Fuen­te

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