Resumen Latinoamericano, 17 de noviembre de 2020.
La filosofía del Buen Vivir, practicada tanto invidual como colectivamente por los pueblos de Abya Yala (América), ha llegado a Euskal Herria a través de la Economía Feminista como alternativa al neoliberalismo. Sus principios se sustentan en una vida armónica del ser humano consigo mismo, con sus congéneres y con la naturaleza, en el convencimiento de que todo es interdependiente y está conectado.
Lolita Chávez, sanadora y líder maya, procedente de Ixim Ulew (“Mal llamada Guatemala”, puntualiza) encarna naturalmente en su vida esos principios de los pueblos ancestrales. Un modo de vida quizás ahora más necesario que nunca, que podría ayudarnos a atravesar la crisis civilizatoria en la que estamos inmersas. Perseguida en su tierra por las mafias extractivistas ecocidas y etnocidas, reside en Euskal Herria y, aunque aquí le han negado la residencia temporal, agradece estar “viva y libre”.
Cuidado y autocuidado en las luchas
Los principios de cuidado y autocuidado aplicados a las luchas le han ayudado a sobrevivir y ha tenido la oportunidad de transmitir esa experiencia a feministas y organizaciones en general en la campaña #Defensoras #OzenEsan de la organización Lumaltik.
El Buen Vivir, según explica, “trasciende los Estados, las imposiciones legales y todos los pensamientos vinculados sólo a la humanidad para llevar una vida en plenitud vinculada a la red de la vida, a una convivencia micro y macro en armonía con los seres del planeta Tierra y el cosmos”. En este marco, la vida y la muerte coexisten en sintonía, y es posible “la libre determinación de los pueblos y comunidades para vivir vidas dignas y plenas, ajenas a sistemas de opresión”.
“Cuesta que me vean como sujeta política y no como víctima o expresión folclórica”
Esta defensora y lideresa opina que esos planteamientos arraigan más o menos bien en el sustrato del feminismo de Euskal Herria. Aun así, advierte de que al Norte Global le queda mucho camino por recorrer para hacer frente a la presión ideológica del orden neoliberal y los perjuicios que ejerce sobre el bienestar de las personas y de las organizaciones.
En concreto, constata que cuesta “generar territorialidad, comunidad, poder colectivo y procesos asamblearios”. Además, “cuesta que me vean como sujeta política y no como víctima o expresión folclórica”. (Hay que puntualizar que cuando Lolita Chávez habla de sí habla de todas sus hermanas, y que cuando se refiere a todas habla de sí).
Cree que esto es consecuencia de un “enfoque colonial, racista y antidemocrático” que hay que esforzarse por trascender desde el feminismo para que resulte coherente. Y no ve suficiente que la transformación de las mentalidades y actitudes se base en “reflexiones por parte de algunas”. Se necesita “la fuerza de un movimiento”, procesos asamblearios múltiples imbricados entre sí, “grandes espacios para asambleas”, así como “aliadas comprometidas para generar poder popular”, subraya.
Las Jornadas Feministas de Euskal Herria, donde ella misma leyó el discurso de cierre, le parece “un gran paso para ser visibles y una transición desafiante” hacia esa fuerza colectiva que, advierte, habría de ser plural y diversa, y nunca debería “derivar en dogma”.
“No se permite verbalizar la digna rabia de una persona herida históricamente desde la colonización”
Acoger “con amor”
El antídoto a la rigidez consiste, desde su punto de vista, en acoger “con amor las acciones desafiantes y las interpelaciones”, algo que, asume, no es fácil. “No se permite verbalizar con enojo la digna rabia de una persona herida históricamente desde la colonización”. Lo que desde un lado se puede ver como agresión es para ella derecho a la libre expresión y ocasión para practicar la empatía: “Aceptar las distintas formas de ver la vida es expresión de amor”.
Para Lolita Chávez, la rabia es la consecuencia lógica de la opresión y algo necesario en su cultura, donde “hasta romper el silencio cuesta”, ya que tienen “interiorizado al opresor”. No hay que perder de vista que “existe un supremacismo profundo en la gente blanca, que no nos conoce pero nos conceptualiza”.
Y canalizar el enojo sólo es posible, a su entender, en espacios seguros donde se proporcionen cuidados a los cuerpos y también al territorio, donde cuenten los malestares, no sólo de la persona, sino también de la colectividad. Espacios y tiempos de cuidados que “tienen que estar activados siempre”.
Constata que eso no es así y, por ejemplo, manifiesta su “indignación” porque el Movimiento Feminista no haya puesto en marcha protocolos de acciones concretas para el cuidado de las personas mayores en el marco de la pandemia.
“El patriarcado nos ha robado la espiritualidad y la ha metido en el cajón de la religión y los fundamentalismos”
Recuperar a las ancestras
Como antídoto a los desequilibrios de todo tipo que padecemos en el Norte Global, esta líder maya nos propone una vuelta a la tierra en sentido amplio. “Recuperar la memoria ancestral, la medicina natural, a las ‘sorginak’ como ancestras y sanadoras”. Recuperar la espiritualidad como fuente importante de sanación.
Esto último es algo que cuesta asumir aquí. Ella cree que es porque “el patriarcado nos ha robado la espiritualidad y la ha metido en el cajón de la religión y los fundamentalismos”. Pero no se trata de eso, aclara, “sino de generar un vínculo energético-cósmico; se trata de expresiones de sanación. La espiritualidad es sanación, es el vínculo entre el ser y el cosmos y es memoria ancestral”, observa.
La espiritualidad es, en definitiva, el compendio de su filosofía, y su expresión está vinculada también con el arte, la pintura, la danza, la poesía… Lazos cósmicos trazados a través del agua, el aire y el fuego. Por eso, plantea “vincularnos con los fueguitos, con los akelarres”.
En su quehacer de sanadora se vale de esos elementos, así como de las plantas medicinales, los baños y masajes para ayudar a manejar la ira, el enojo y las tristezas; para poder “sostenernos y aceptarnos” y trazar así “agendas y horizontes comunes”, evitando quedarnos “entrampadas en desequilibrios y errores”.
Vivir el ahora
Eso también se hace difícil de entender porque “aquí todo es muy mental”, aunque en sus intervenciones tampoco falta la reflexión, el pensamiento holístico, a través de mapas mentales, por ejemplo.
De todos modos, aconseja no pensar mucho y vivir en el ahora. Tratar de liberarnos de las cargas patriarcales que han resultado en movimientos revolucionarios verticales donde se prioriza el hacer y se olvida la necesidad del descanso, de darse tiempo para comer o de disfrutar de la naturaleza, y se padecen las consecuencias de agendas muy cargadas “innecesariamente”.
Entiende que los cuidados mutuos y el autocuidado son más necesarios ahora que nunca, pues “hay mucho miedo a la soledad”, como consecuencia del aislamiento y el individualismo propios de nuestra sociedad, que se han acrecentado en estos tiempos de pandemia y tienden a ir a más.
Fuente: Andra