Por Soledad Sgarella, Resumen Latinoamericano, 4 de diciembre de 2020.
Con naranja, con limón, con juguito de sobre, con menta. La ronda de tereré es herencia mesopotámica, es invitación a la charla. En esta nota, un acercamiento a un hábito guaraní del buen vivir.
“¿Dónde se puede encontrar un pueblo tan afanosamente
enamorado de la palabra que todo el tiempo la utiliza en
el tereré, motivo para suspender sus actividades e iniciar
la conversación?”.
Bartomeu Melià – Dominique Temple
“El don, la venganza y otras formas de economía guaraní”
Podría empezar esta nota contando que conocí el tereré de la mano de una compañera de primer año de la facu, mucho más grande que yo, que lo preparó en una cajita de jugo Baggio mientras esperábamos rendir Historia del Arte I, allá por el difícil diciembre de 2001. Pero iré por otros caminos: recordar el diciembre de 2001 en Argentina amerita otro espacio.
Hay miles de versiones de esta infusión tan popularizada en meses de calor. Dependen ‑como siempre con las cuestiones gastronómicas- del lugar de origen, de las costumbres, del acceso a algunas cosas, el clima, les amigues y vecines, la familia. En fin, la vida misma. Eloí, que nació en Dos Arroyos, al sur de Misiones, dice que el tereré verdadero se hace con yerba, unas hojas y unos frutos de un árbol mesopotámico que se llama cacú (en mi vida lo había sentido nombrar), y agua de pozo, nada de hielo: tiene que ser fresquita de verdad, de la tierra, imaginate que eso lo preparaba mi papá y ¿dónde iba a hacer hielo mi papá? Si no había nada de nada allá.
El tereré es una bebida tradicional a base de Ilex paraguariensis (yerba mate), agua y hielo, y es muy popular en el Noreste argentino, Paraguay y el Sur de Brasil. A partir de eso, todas las versiones: con yuyitos curativos, con juguito de sobre, con rodajas de naranja, con limonada de verdad. Con mucho hielo. Hasta con gaseosa diluida, aunque a esa opción gourmet no me le animé. El tereré arrasa los fines de año al costado de piletas, ríos, patiecitos, balcones y demás lugares donde buscamos aliviarnos de las altas temperaturas.
En Paraguay, el tereré fue declarado la bebida oficial y ancestral del país, y el último sábado de febrero se celebra el Día Nacional del Tereré, desde el año 2011. La etimología, parece, viene de una frecuente interpretación: tereré es una onomatopeya vinculada a los sorbos que uno realiza al tomarse la bebida. Nada comprobable.
El tereré jere
“El tereré jere, la ronda de tereré con las amigas/os, vecinas/os, familiares, colegas, compañeras/os, camaradas y/o compueblanos, es un espacio/tiempo ideal para esa tarea, para esa construcción, en los barrios, los asentamientos, las plazas, las canchas, los mercados, las calles y tantos otros lugares que nos permiten encontrarnos, compartir el frescor del agua, ka’a ha pohã ro’ysã (yerba y remedios refrescantes), las palabras, las miradas, los silencios. El tereré jere es una expresión esencial de la cultura paraguaya, de la solidaridad, del compartir, del reconocernos como comunidad, como pueblo, con un lenguaje, una historia, raíces e identidad comunes. Es la reciprocidad indígena, campesina, paraguaya, contraria a la cultura individual y competitiva del capitalismo, del colonialismo”, dice Rojas Villagra en Alternativas a la sociedad paraguaya actual, una publicación de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Bartomeu Melià, un jesuita, lingüista y antropólogo español nacionalizado paraguayo, habla del teko porã, el llamado buen vivir guaraní. Teko es el modo de ser y de estar en un lugar determinado, y porã es el bien, lo bueno; y esto integra la cultura, las costumbres y los hábitos vividos cotidianamente por las comunidades.
“El tereré era un vicio horrendo, según lo dicho alguna vez por un jesuita. Pero a la hora de utilizar a los indios para las tareas de recolección de la hoja de yerba mate, no había ni escrúpulos ni prejuicios. Anota Helio Vera al respecto que ‘el padre Montenegro condena el [mate] caliente, pero exalta el [tereré] frío’, refiriéndose al mate y al tereré. En 1596, incluso el Procurador provincial Alfonso de Madrid pide al gobernador Hernandarias su total extirpación”, escribe Gustavo Ibarra Díaz para la Universidad Nacional De Asunción.
¿Y por qué siempre tanto odio por estas costumbres? Y bueno, porque el mate y el tereré se consumen en rondas, se comparten con otres, abren las conversaciones y, con eso, las libertades y los entramados de organización. Ese odio viene contra el “ser pueblo”.
Que la pandemia no nos quite eso, será cada une con su tereré individual, pero las rondas no se acabarán.
Fuente: La Tinta