Resumen Latinoamericano /30 de enero de 2021 – Horacio Machado Aráoz aporta una mirada histórica y social del extractivismo, desde la época de la Conquista hasta la megaminería moderna como falso camino al desarrollo. El rol de los gobiernos, las luchas, la ciencia y las alternativas.
Por Darío Aranda
Horacio Machado Aráoz es autor del libro “Potosí, el origen. Genealogía de la minería contemporánea (editorial Mardulce)”, donde traza el vínculo del extractivismo desde la llamada “Conquista de América” hasta la actualidad, con ejemplos concretos como Minera Alumbrera (en Catamarca). “Ser proveedores de materias primas obedece a un patrón de división internacional del trabajo heredado de la época colonial. El extractivismo es un rasgo estructural del capitalismo como sistema de acumulación mundial. Para que se produzca esa acumulación es necesario que haya zonas de sacrificio, coloniales, que provean los subsidios ecológicos de ese consumo desigual del mundo”, explica. Investigador del Conicet, docente de la Universidad de Catamarca, parte de las asambleas catamarqueñas contra la megaminería y de la organización Sumaj Kawsay (“buen vivir”).
-Partiendo del libro “Potosí, el origen”, ¿qué similitudes hay entre ese modelo iniciado en 1492 y el actual?
-Lo que aparece intacto debajo de la diversidad de formas del extractivismo es la figura del conquistador como prototipo de los humanos y como forma de relacionar y concebir la relación con el mundo. El conquistador, desde los Pizarro, los Cortés, los Pedro de Valdivia, los Diego de Rojas, son varones armados, violentos, en búsqueda de modos de enriquecimientos rápido y generalmente mediados por el ánimo de dominio, lucro, posesión, que miran el mundo como puro objeto de posesión y conquista, concibe la vida como una carrera infinita de riqueza y poder. Lo que tenemos abajo del extractivismo es lo que hace idéntica la situación entre el Siglo XVI y el XXI es un patrón de subjetividad que se ha institucionalizado, un mundo donde el comercio y la guerra agotan el sentido de la existencia. Vivimos para comprar, es un mundo de consumidores, es el ADN de este modelo civilizatorio. En términos subjetivos la mirada de Colón sesgada por el brillo del oro es la mirada del sujeto moderno contemporáneo, de la racionalidad que piensa en la conquista de riquezas y valores abstractos como el sentido último de la existencia, esa es la matriz del extractivismo.
-¿Y las diferencias?
-Hay diferencias, grandes y múltiples, entre el extractivismo primitivo del Siglo XVI y el del Siglo XXI, sobre todo en los modos de producción, el régimen de dominación y destrucción de hoy es infinitamente mayor. El poder también se ha hecho más complejo, tiene una tremenda capacidad libidinal, un poder performativo, enorme capacidad de seducción, persuasión, el modo de vida imperial se impone como matriz evolutiva. La visión del mundo del conquistador penetra en los dominados.
-Los países dependientes quieren ser como las potencias.
-La capacidad de destrucción asociada a la capacidad de seducción es lo que Aníbal Quijano llama “la lógica de la colonialidad”. El modo de vida imperial, del conquistador, aparece también como deseado por los conquistados y colonizados. Este modelo nos llevó a un umbral de deshumanización, a la naturalización de la violencia, vivir relacionándonos con la Madre Tierra desde la lógica del saqueo, con los efectos sanitarios y socioambientales que ya conocemos.
-Pero también hay resistencias.
-Existe claramente otra dimensión, un estado de lucha. Estos cinco siglos de dominación extractivista colonial no han pasado en vano. No ha sido una dominación pasiva. Hay toda una historia de luchas, un aprender de luchas pasadas. Es una acervo. Semillas de humanidad que nos quedan. Si queremos sostener y luchar por la supervivencia de la humanidad tenemos que acudir al banco de semillas de la historia, que son las las resistencias, la lucha de los pueblos originarios, de las mujeres, la lucha de los trabajadores, de todos los oprimidos del mundo. Hay ahí un banco de saberes, de conocimiento, que tenemos hoy disponible. Todas estas luchas, distintas expresiones contra la dominación patriarcal-colonial-capitalista, son todas necesarias pero ninguna es por sí misma. Estamos ante un gran desafío de una sinfonía de luchas populares, es la conciencia que tenemos de la integración de las luchas, del ecologismo popular. Todo esto aparece con una nitidez que no lo podíamos ver en otros momento de la historia.
Capitalismo
-¿Cuál es la relación entre el extractivismo y el capitalismo?
-No hay capitalismo sin extractivismo. Y el capitalismo implica la reafirmación de una estructura colonial de la economía mundial. Por eso es inentendible que en el Siglo XXI gobiernos que dicen que querían un cambio progresista insistieron sobre la base de un modelo ya fallido, muy conocido y muy debatido en América Latina, con consecuencias económicas, políticas, sociales y que consolida la dependencia. Un gran aprendizaje de ese período debiera ser que como países herederos de un régimen colonial, que prolongamos y profundizamos, no podemos aspirar a un modelo de desarrollo igual o equivalente al de los países industrializados. Debiéramos aspirar a otro modelo de desarrollo, basado en otro tipo de matriz de producción y de consumo.
-Una clásica mirada desde sectores progresistas o de izquierda es señalar que el extractivismo es una “contradicción secundaria” o una etapa previa para lograr el posterior “desarrollo”.
-Es la posición de lo que llamamos la izquierda oficialista, los intelectuales y políticos que siguen incondicionalmente a los gobiernos progresistas. Es una posición totalmente equivocada, que reproduce viejos errores de la izquierda ortodoxa del siglo pasado, delata una ceguera epistémica que estos sectores de izquierda tienen respecto a la naturaleza. Siguen sin entender que el capitalismo no es solo la depredación de la fuerza de trabajo, sino que produce la depredación de las fuentes de vida, la naturaleza, de las cuales el trabajo es un aspecto más. La vieja izquierda es una izquierda productivista, piensa en los términos del capitalismo respecto al desarrollo tecnológico, tiene fe ciega en la expansión de las fuerzas productivas, creen en un horizonte de crecimiento infinitivo. Esto, que podría ser perdonable para Marx o Engels, en el Siglo XIX, es incomprensible en los tiempos actuales.
-¿Que planteo alternativo existe?
-La teoría social crítica latinoamericana nació con cuestionamientos por las consecuencias de este modelo primario exportador. Existieron teóricos y gobiernos que propusieron un modelo distinto para la región entre las décadas del 40, 50 y 60 del siglo pasado, muchos de ellos inspirados en la llamada “escuela de la Cepal” (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), donde el economista Raúl Prebisch fue uno de los referentes. Desde hace más de medio siglo se sabe que el extractivismo no es una alternativa válida para el desarrollo. Esa matriz extractiva tiene consecuencias en materia de clase social, genera una distribución del ingreso que tiende a la polarización social, consolida a las élites y conlleva escasa redistribución.
-¿Por qué se insiste en el mismo camino?
-Hay muchas hipótesis pero un elemento fundamental es el imaginario colonial desarrollista. Buena parte de los gobiernos, incluso de izquierda, siguen anhelando en el desarrollo concebido desde un imaginario eurocéntrico, pensando que nosotros solamente debemos desarrollarnos siguiendo los estándares de vida e institucionalidad de los países más poderosos, Europa occidental o Estados Unidos. Y eso es un profundo equívoco político, no tenemos posibilidad de desarrollarnos en esos término, y se hace inviable toda posibilidad de pensar e implementar otros caminos, que sean emancipatorios.
Alternativas al extractivismo
-¿Cómo se sale del extractivismo?
-No hay, creo, salidas capitalistas del extractivismo. Eso nos fuerza a pensar radicalmente las alternativas. Como el extractivismo es una dimensión intrínsica del capitalismo, salirse de él es imaginar otros horizontes civilizatorios. Y esto aunque parezca difícil, utópico, inviable para muchos, hay muchas comunidades que viven en territorios que están fuera de los patrones del capitalismo, viven sobre una base de uso comunal de los conocimientos, saberes, tierras, semillas. En nuestra América tenemos muchas comunidades que viven fuera de ese patrón extractivo. Hay que comenzar a imaginar esas salidas.
-¿Cómo sería?
-Siempre decimos que es necesario pensar en las transiciones. Hay que pensar un proceso gradual. En los primeros años de la Revolución Ciudadana en Ecuador se empezó ese camino, con la Constitución de Monte Cristi, con Alberto Acosta como ministro de Energía, había planteado un plan estatal de salida del extractivismo. Con el horizonte en el buen vivir, con toda una propuesta macroeconómica y política para garantizar esa transición. Finalmente Rafael Correa dejó de lado esa propuesta y se aferró al extractivismo.
–¿Sería otra forma de vida?
-El futuro de la especie humana está en poder reaprender y reeducarnos, volver a sentirnos conectados con el mundo de la vida, el aire, la tierra, el agua. Y desconectarnos del aparataje tecnológico y financiero que nos ha extirpado del mundo, nos ha sumergido en un vida de burbuja, en un mundo de pantallas y de conexiones abstractas. Hay que salir de ahí para tener alternativas, para tener otro futuro.
-¿Los acusan de utópicos?
-Hay numerosas propuestas, tanto de investigadores como de organizaciones sociales, que están proponiendo políticas para modificar la matriz productiva, alternativas construidas desde abajo que construyen otras territorialidades y son fundamentales para salir del extractivismo. Imaginemos sociedades basadas en soberanía alimentaria, soberanía energética e hídrica como pilares fundamentales para pensar la independencia económica, política y culturales. Desde hace años que las organizaciones lo vienen pensando y poniendo en práctica, como la Conaie, la Red de Comunidades Afectadas por la Minería de México, el Movimiento Mundial contra al Represas de Mesoamérica y la misma UAC (Unión de Asambleas Ciudadanas).
Ciencia para qué y para quién
-¿Cuál es el rol de la ciencia hegemónica ante el extractivismo?
-La ciencia tiene un rol protagónico e imprescindible en la dinámica del extractivismo.
-¿Por qué?
-La trayectoria de destructividad que nos muestra esta civilización nace de la articulación entre la ciencia, el capital y el Estado, como un trípode de poder, una gran maquinaria epistémica política que avanzó triturando la tierra como mundo de la vida. Tiene una directa relación con que este mundo moderno nace sobre una falla epistémica, que es el punto del origen de la ciencia moderna: nace matando a la tierra. La ciencia fue el principal aparato epistémico político que consideró a la tierra como pura materia inerte, como puro objeto, como algo desprovisto de vida, puesto al servicio de una animo de dominio y control desde una mirada antropocéntrica. El punto de origen de este sistema mundo es esa desacralización de la tierra. La ciencia se piensa como un objeto de conocimiento para la explotación. El progreso moderno es pensando como una carrera de conquista, de control, de dominación y de explotación sobre el mundo de los vivos. Que va a ser pensado como puro objeto, como materias primas para la valorización en el mercado. Todo eso es obra de la ciencia moderna. La ciencia instituye esta separación entre lo humano y la tierra, produce este proceso de mercantilización.
-¿Ciencia para transgénicos, fracking, litio?
-Un obrar científico que ha concebido la producción de conocimiento como un instrumento de apropiación y de explotación.
-¿Observa que la ciencia se erige como portadora de la verdad?
-Una dimensión muy importante tiene que ver con que esta ciencia, que nace discutiendo y criticando los modelos monoculturales del absolutismo teológico, el dogmatismo religioso que censuraba los modelos de producción de conocimiento, esta ciencia se ha convertido en una nueva religión.
-¿Cómo?
-La ciencia que ha combatido a aquella religión, que exigía libertad de pensamiento, pasó a ser esta ciencia que se ha convertido en una religión. Esta ciencia se impone destruyendo, desconociendo, negando otros modos de producir conocimiento, otros registros cognitivos y otros universos de saberes.
-¿Se puede salir o cambiar ese modelo científico dominante?
-Necesitamos esos otros conocimientos, contrahegemónicos o nacidos fuera del ámbito del imperio de esta ciencia hegemónica. La crisis de la tierra, la crisis política y la crisis antropológica que es el capitaloceno no se puede resolver con los mismos medios que han producido esta catástrofe. No podemos creer que esta ciencia nos proveerá soluciones para los mismos problemas que ella ha creado. Necesitamos pensar radicalmente otros modos de producir y validar el conocimiento.
-¿Pero hay científicos que piensan y actúan dentro del sistema de otra manera, a contracorriente?
-Dentro de la ciencia hay saberes y formas de uso contrahegemónicos que son sumamente útiles. Desde los ‘50 surgió una ciencia del pueblo y para el pueblo, democratizando la ciencia, que piensa la tarea científica como un servicio de la democratización de la sociedad. Pensar a los científicos como servidores públicos cuya tarea es ampliar la calidad de la vida democrática de las sociedades.
-Muchas veces el conocimiento científico parece ubicarse por encima de otros conocimientos.
-La ciencia popular tiene que reconocerse desde el presupuesto de la humildad epistémica. No hay una posición de privilegio ni de verdad. El saber científico no puede imponerse sobre otros modos de saber y conocimiento. Tiene que entrar en diálogo, en una ecología de saberes, con humildad epistémica. Bajo ningún aspecto tiene superioridad o una posibilidad de privilegio. Es la única forma de que haya una ciencia democrática y popular.
Movimientos sociales y gobiernos
-¿Cómo analiza el rol de los movimientos sociales, campesinos o indígenas que asumen funciones de gobierno?
-Hay muchas complejidades, donde también estamos aprendiendo de experiencias históricas, como de los recientes gobiernos progresistas de América Latina. Es muy discutible sino un anacronismo político pensar como se pensaba hace 40 años que el cambio social se hace solo desde el Estado. Es una idea errada por muchos motivos.
-¿Por qué?
-Los cambios sociales que necesitamos no se hacen desde arriba y no se hacen desde el Estado, sino que muchas veces se hacen a pesar del Estado.
-¿Cómo sería?
-El Estado como aparato burocrático político y militar forma parte del problema y no de las soluciones. Hay que transformarlo en algo sustancialmente distinto. Entonces cuando pensamos en el Estado se presenta un dilema, en el sentido que ninguna transformación se hace sin el Estado, pero toda transformación civilizatoria se hace a pesar del Estado.
-¿Y el rol de las organizaciones sociales?
-El hecho de participar en la lógica de un gobierno no debiera hacernos perder de vista sobre el sentido de las transformaciones y me parece que eso es un poco lo difícil de ese desafío. En las décadas pasadas ha habido cambios constitucionales, políticos muy fuertes, donde se ha hablado de pasar a otros estados, no capitalistas, decoloniales, plurinacionales. Esas experiencias han fracasado, han sido gobiernos donde muchas veces el aparato político del Estado ha tenido a líderes de organizaciones de movimientos populares y sociales. Esto plantea la gran complejidad, cómo evitar la lógica de la reproducción del sistema, y una vez que se está dentro del aparato estatal cómo mantener la vocación de transformaciones antisistémicas dentro del mismo Estado.
-¿Cómo se hace?
-Es sumamente complejo. No hay recetas, estamos aprendiendo. Creo que el ciclo progresista nos deja dolorosas enseñanzas. Sería sumamente necesario poder metabolizar aprendizajes sociales.
-¿Pero es positivo que organizaciones sociales se sumen a gobiernos?
-No podemos esperar que un Estado que forma parte del sistema actúe de manera antisistémica. Sí hay una ecuación variable de transformaciones del Estado si existe mucha presión social. Eso nos lleva a situaciones de ecuaciones complejas y no podemos decirlas desde un escritorio ni desde los libros. Forma parte de los aprendizajes y luchas que hay que dar. Cuando referentes de movimientos sociales están en función de gobierno hay que observar a qué intereses se responde. En qué medida esos referentes siguieron respondiendo a sus organizaciones o responden a las lógicas del poder. Allí suele darse una fragilidad y un límite. Y se termina reproduciendo la lógica sistémica del Estado, con un montón de dispositivos psicosociales que tienden a justificar eso: el posibilismo, el pragmatismo, ‘hacemos lo que podemos’, ‘luchamos desde adentro’, ‘más no se puede’, ‘si me voy viene otro que lo hará peor’. Todas esas parafernalias de excusas termina en definitiva siendo funcionales a la defraudación popular. Tenemos que aprender de eso, sigue siendo un proceso desafiante de aprendizaje social.
Fuente: AgenciaTierraViva.com.ar