Por Antonio Crespo Y Carmen Ochoa, Resumen Latinoamericano, 12 de enero de 2021.
Esta pervivencia de lo ya sucedido, el pasado, vive en cada uno de sus instantes, incluso en aquellos no realizados, que fueron sólo posibilidad o esperanza.
Guadalupe Grande murió, repentinamente, el sábado 2 de enero de 2021 en Madrid.
El 5 de enero un grupo de amigos y amigas nos reunimos en el parque situado junto al tanatorio de San Isidro para compartir el dolor que nos ahogaba. Era una mañana gélida, pero soleada, con esa luz todavía velazqueña, a pesar de la contaminación, que deslumbra con su belleza los días de invierno en Madrid. Pequeños círculos, personas de pie, separadas, conversaciones entrecortadas, mascarillas, difícil a veces el reconocimiento, embozados en este duelo de pandemia en el que sólo los ojos, con frecuencia enrojecidos, nos dicen quién está detrás de la máscara, de la distancia. Un lento movimiento, apartarse y acercarse, decir algunas frases o apenas escuchar. Como una extraña coreografía. Y, sin embargo, se tejía una misteriosa red de afectos, un hilo de amistad y terca esperanza, que atravesaba los rostros ocultos, la distancia, el frío y el desaliento. Estábamos con Lupe, con el dolor de su amigo más querido, de sus amigas más cercanas. Y la belleza de la mañana, los árboles recortados en azul, el silencio, eran también no un consuelo- este no existía- pero sí una interrogación; casi como un verso de Lupe: luminoso y extraño, indescifrable, cercano y nuestro. Casi como ella misma; en la luz indecisa de la mañana estaba su belleza, su fragilidad y su determinación, la delicadeza, la soledad y la cercanía, el ensimismamiento y el afecto.
Guadalupe Grande nació en Madrid en 1965. Hija del poeta Félix Grande y de la también poeta Francisca Aguirre. En el modesto piso de la calle de Alenza, en el barrio de Chamberí, donde vivió la familia ya desde antes de la guerra creció entre el aliento de la amistad y la poesía. Fue una casa siempre abierta, por donde pasaron las voces más importantes de la literatura en lengua castellana, española y latinoamericana, de la segunda mitad del siglo XX. Sólo con reconstruir, si esto fuera posible, los encuentros que aquí tuvieron lugar surgiría un retrato, un fresco inmenso, de gran parte de nuestra reciente historia literaria. Y no sólo literaria. Pues la memoria trágica de este país estaba también en esta casa: la infancia de pobreza de los derrotados de la guerra, que fue la de Paca y Félix. Y la herida siempre abierta: don Lorenzo Aguirre, el padre de Paca, ajusticiado con garrote vil en la cárcel de Porlier en el terrible Madrid de 1942. Lupe creció en esta casa entre la pasión por los libros y por la verdad, rodeada de los cuadros de su abuelo, el pintor Lorenzo Aguirre, de su memoria.
Estudió Antropología Social. Fue crítica literaria, gestora cultural, directora de la actividad literaria de la Universidad Popular José Hierro en San Sebastián de los Reyes, encargada de talleres literarios, en la U. P. José Hierro y en el Ateneo 1º de Mayo de CCOO en Madrid: ese Un camaleón en la cocina, donde dejó su lúcida pasión por la poesía y un magisterio hecho de amistad y cariño que sus alumnos y alumnas no olvidan. Traductora, junto a Juan Carlos Mestre, de la poesía de Lêdo Ivo y editora, junto a Félix Grande y Antonio Hernández, de la poesía completa de Luis Rosales.
Guadalupe amaba la fotografía. En 2008 obtuvo la Beca Valle-Inclán para la creación literaria en la Academia de España en Roma. En el proyecto que allí desarrolla comienza a trabajar seriamente con imágenes. Fotos familiares recuperadas en distintos mercadillos romanos suponen la base de creación de este periodo. Trabaja en ellas con color, con acuarelas. Y junto a ellas escribe el poema, la historia, la recuperación y creación de memorias.
Su trabajo visual aumenta en los siguientes años al mismo tiempo que crece su formación autodidacta en la manipulación de imágenes digitales. Paso a paso con esfuerzo y rigor, en soledad, va desarrollando un mundo poético visual propio. A veces las imágenes acompañan a un poema, pero otras son en sí mismas sugerencias, creaciones subyugantes. En su blog Caja de luz: poesía visual, que comienza a hacer público en 2012 (ttp://guadalupegrande.blogspot.com/p/collages.html),va dejando muestras de su investigación.
Allí encontramos fotografías, poesía visual, videopoemas. Diferentes maneras de acercamiento a la imagen. La progresión es clara. Unas fotografías perfectas, sugerentes que se acompañan de un poema que puede ser propio, de amigos o de otros poetas. Posteriormente la fragmentación va avanzando sobre la imagen que primero es levemente tratada hasta descomponerse y surgir como un collage las emociones, la memoria y el tiempo. Poesía visual. A veces acompañada de palabras, de poemas o de breves textos. Otras solas, certeras al corazón. Por último, estos collages tomarán vida y leves movimientos.
Aparecen pocos videopoemas en su blog. Pero solo con visualizar el titulado Jarrón y tempestad https://www.youtube.com/watch?v=BIub_nDheo4 nos damos cuenta de la pasión que desprende en cada una de las imágenes y las palabras. Pasan las imágenes desde la ventanilla de un tren en movimiento y su voz repite: Todo más espeso que la eternidad de las víctimas, que se convierte en una letanía, un kadish repetido a lo largo del poema. En la voz de Guadalupe y la música de John Cage. Hipnótico. Emocionante.
Guadalupe está con nosotros, como también su madre Paca Aguirre, en las páginas de viento sur. Poemas suyos aparecieron en Voces del nº 54, del nº 75 y decidimos que un poema suyo figurara en el especial del 150, donde los poetas seleccionados fueron los que sentíamos más cercanos al espíritu de la revista.
Tienda de los desamparados
Deja una obra poética de una intensidad y calidad admirables. Tres libros, una plaquette vinculada al proyecto visual desarrollado durante su beca en Roma y, al menos, un poemario inédito, pero ya dispuesto para la publicación. Desde el deslumbramiento de su primer poemario, El libro de Lilit, publicado en 1996, la voz de Guadalupe Grande es una de las más necesarias de nuestra poesía. En los márgenes del decir ‑el límite en el que se sitúa siempre su escritura- y del estar: ajena a lo que no sea la dignidad de la propia escritura. Un poemario en el que se da la vuelta al mito original, para recoger lo que estaba oculto y construir una posibilidad de futuro a partir de otra narración; imaginar y decir otra historia posible. Al final de este libro hay una cita de Kafka: “La leyenda intenta explicar lo inexplicable”. Tal vez toda su poesía sea, al menos en este sentido, leyenda. Un espacio único, mágico, que la palabra crea, que nace de la verdad pero que termina en lo inexplicable.
En La llave de niebla, 2003, las imágenes se multiplican para transfigurar la realidad en poemas, como “Centro comercial”, donde está el dolor de la madre, la voz que empujaba a la frontera, las pinturas del abuelo, el barco que nunca llegó…La piedad – el amor, la palabra herida pero contenida y exacta como la luz- rescata el horror de la posguerra
Hotel para erizos aparece en 2010. La casa del poema como espacio de acogida, hotel para perplejos y derrotados. Las gatas, como todas las abandonadas, personas o animales, las olvidadas en un rincón de la historia; las gatas pariendo y su maullido convocando el origen del lenguaje.Escribir como quien “borda con el hilo invisible del naufragio”. Ninguna certeza. Una caligrafía del tiempo exacta, pero siempre fragmentaria.
Y ese hermoso proyecto que nació en Roma: Sucedió mañana donde las viejas fotos rescatadas de los mercadillos romanos son vidas que se alzan, con nombres y apellidos, desde la niebla de lo casi inexistente: una foto, una imagen esperando que alguien la recoja y la salve en la niebla de la palabra. Un ejercicio de memoria donde el pasado se tensa en el presente de la escritura y se proyecta al futuro. Pues esta pervivencia de lo ya sucedido, el pasado, vive en cada uno de sus instantes, incluso en aquellos no realizados, que fueron sólo posibilidad o esperanza. Tal como vislumbró Walter Benjamin: nada de lo acontecido puede darse por perdido para la historia, y por ello es citado en “el orden del día”.
Compromiso con la memoria que es, en su caso, con la palabra poética y también con la realidad de su presente. Compromiso cívico, conciencia clara de una deuda con las generaciones vencidas, con su sueño de libertad, su exigencia de liberación, con las esperanzas no cumplidas. Recordamos su participación en tantos actos donde se rompe el vergonzoso pacto de silencio y olvido sobre el que se ha asentado la democracia en este país. Hace muy poco la vimos y escuchamos, en la fría mañana de febrero de este año, en el homenaje a Miguel Hernández en el cementerio del Este de Madrid o en el teatro del Barrio de Madrid el pasado 7 de diciembre, en un acto de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, en ese inexcusable ejercicio democrático que siempre asumió. Tras reflexionar sobre la importancia de la memoria republicana y cuestionar el uso de la palabra reconciliación en la Transición, dijo: “Creo que es inadmisible que nadie hable en este país de reconciliación. Cualquiera que tenga esa palabra en la boca en este momento debería lavarse la boca con sosa cáustica. Porque la pregunta es: ¿Quién quiere reconciliarse con el fascismo? ¿quién quiere reconciliarse con el racismo? ¿Quién quiere reconciliarse con la homofobia? ¿Quién quiere reconciliarse con el nazismo? Es una pregunta básica, absolutamente básica.”
Así de claro.Como lo fue su constante compromiso con la cultura, por citar algo muy reciente, su ejemplar artículo publicado en la prensa el 23 de abril de este año, en el Día del Libro, o su emocionante lectura en el ciclo “Disidencias”, organizado por el compositor Jorge Fernández Guerra, en el auditorio Centro-Centro, en la plaza de Cibeles de Madrid, el 22 de septiembre, en un momento en que el anuncio de medidas más severas contra la pandemia no animaba a participar en este tipo de actos; no podíamos entonces imaginar que la veríamos por última vez en un escenario recitando sus poemas, en este caso acompañada por la música de María Parra al piano. Necesario recordar también su implicación en la vida cultural del que fue siempre su barrio, Chamberí. En noviembre de 2017, desde la Mesa de Cultura del Foro Local realizamos un homenaje a Francisca Aguirre. En el teatro Galileo, lleno de un público emocionado, se puso en pie el espectáculo Detrás del tiempo. Guadalupe participó con un bellísimo montaje audiovisual y leyendo un poema suyo. También inauguró el ciclo de “Poesía en el Bulevar” en la Casa de Cultura y Participación Ciudadana de Chamberí, participó en otra de sus sesiones y fue una asidua asistente a las mismas. Su compromiso con la cultura del barrio fue constante, apoyando acciones sociales y reivindicativas y participando en cuantas actividades se le solicitaba.
Compromiso cívico y compromiso cultural. Porque nada los separa. La poesía es, en palabras suyas, la actividad “más democrática, más desobediente y más necesaria”. Es “tener un pie en el pasado, otro en el futuro. Intentar otras posibilidades para circular a través de la vida y la historia.” De eso se trata, en ese intento estamos, aunque tú ya no estés.
Hoy, Lupe, todo esto, es decir, tú, la generosa amiga, la independiente, la ajena a cualquier servidumbre o mercadeo, todo esto es memoria. Pero sabemos, tú misma lo has hecho verdad en la verdad más honda, más verdadera, más exigente,la de la poesía, que “nada de lo acontecido ha de darse por perdido para la historia”. Por eso todo lo que viviste sigue viviendo, permanece. Si algo persiste es ‑extraña y misteriosa eternidad de poetas- tu palabra. Y ella nos dice que seguimos a la intemperie, al borde de la herida, ante lo inexplicable. Nos lo recordaste en las palabras de Rainer Maria Rilke: “Y los sagaces animales ya advierten/que no nos sentimos a resguardo/en el hogar del mundo interpretado.”
No es este, el del mundo interpretado, nuestro lugar, no es el de la poesía, tampoco el de la política entendida como espacio de esperanza, de cumplimiento de los sueños que anidan en el pasado.
El tuyo, tu lugar, es ya el de la ausencia y la memoria. Mira, qué lejos de resguardo nos has dejado. Queremos imaginar, como si fuera posible, que eres tú la que hace, en la noche, ese gesto esencial que era para ti, que es para nosotros, la poesía. Dijiste: “Creo que el gesto de que haya alguien de madrugada, en su casa, escribiendo poesía, es tan importante como que siga habiendo un árbol dando aire, aunque tú no lo veas.”
Guadalupe: voz y mirada
Centro comercial
Tienda de los desamparados
quién te ha visto y quién te ve.
Me asomo al escaparate como si me asomara a la infancia de mi madre, y se me quedan los dedos ardidos en la vidriera, cegados frente a esa desolación con que se mueven las saetas cuando no queda otra mercancía que empeñar más que las horas.
Tienda de los desamparados,
vengo a comprar un terraplén.
Abro la puerta despacio. Empujo la puerta con una mano ciega, con una mano que aún no ha aprendido a ver, que no se quiere caer. Pero empujo la puerta y cuando me quito los guantes veo en el mostrador las trenzas de mi madre: ahí están, mutiladas y brillantes como dos leontinas en las que se mecen las estaciones, dos leontinas que entrelazan los sucesivos andenes que me han traído hasta aquí. Dos leontinas de las que cuelga un tiempo de estupor y ceniza.
(Y ahora es cuando debo aclarar que yo he aprendido a deletrear el mundo en las trenzas de mi madre, en este nudo de historia que yace, desde 1942, en el mostrador).
Tienda de los desamparados,
nada se recuerda como fue.
Y yo, que no sé cómo mirar, he aprendido a recordar. Y ahora recuerdo una voz que no he oído, una voz que empujaba a la frontera: Pasen y vean: comerciamos con mercancía de la mejor calidad y guardamos para nuestros más fieles clientes milagros de tiempo y soledad.
Es una verdad tan grande que en ella cabe París. Y mientras saco algunos francos del bolsillo veo las trenzas de mi madre flotando sobre el Sena y corro a lo largo del quai para no perder el barco, para no perder la memoria, para no perder para siempre el barco que ella no pudo tomar.
Las trenzas de mi madre, que nunca vieron París, las trenzas sin lazos de las que ahora cuelgan mis gafas y la Torre Eiffel.
Pongo unos francos sobre el mostrador y compro París en medio de su desolación.
Tienda de los desamparados,
se vive lo que se recuerda y lo que se ve.
He venido a comprar unas trenzas y un balcón. He venido a comprar ceniza para mis ojos. He venido a comprar la maleta en la que mi abuelo guardó sus pinturas para siempre. He venido a comprar el barco en que debieron embarcar para continuar mirando el mundo y que terminó encallado en esta casa. Esta casa en la que mi madre se asomó a esta ciudad con los ojos heridos de estupor, heridos de esa edad más vieja que el tiempo, esa edad que sufren las trenzas cuando las peina la espuma de la muerte. He venido a comprar este balcón y este pasillo y esta habitación: esta casa sin azogue, esta ciudad sin palabras; mi infancia asomada a aquellas trenzas, mi infancia encallada en esta calle sin barcos, en esta pizarra en la que ahora dibujo el quai. He venido a comprar ceniza para mis ojos, ceniza con la que aprender a ver.
Tienda de los desamparados,
para mirar hay que saber arder.
Tienda de los desamparados,
vivir para ver.
Gatas pariendo
Así escuchas las cosas de tu vida como el maullido de un gato al fondo del jardín
Te despiertas de madrugada y oyes al fondo muy al fondo ese remoto maullido de gato recién nacido
Y un verano y otro y luego otro más hasta llegar a esta noche
al fondo del jardín al fondo
Así escuchas las cosas de tu vida así escuchas las cosas del
mundo
a oscuras de noche palpando el susto de no entender o el de no querer hacerlo
y ese gato que no para de maullar y es una pequeña herida no sabes de qué no sabes de quién pero ahí está insistiendo clamando de hambre y noche al borde del peligro al borde del abismo al borde del jardín Un coche un faro luego nada
Y continuarán los maullidos más obcecados que tú y si no al tiempo al próximo verano hasta la próxima canícula sonido desvalido como una onomatopeya tan poco lírica que no la puedes escribir
Qué pensaría nadie y quién es nadie al leer esa onomatopeya tan líricamente escrita tan ridículamente sonora tan de viñeta de posguerra
pero suena suena cada noche
y tú para bordear la herida dices que así empezó todo con una onomatopeya con un sonido tan innombrable como ahora el insistente maullido del gato recién nacido convocándote a dónde pidiéndote qué
O quizá algo peor tal vez nada te convoque y tan solo te despiertas en medio de la noche para ser el precario testigo que no puede traducir una onomatopeya
Eso te dices para bordear la herida
Escuchas el maullido del gato Has visto un hombre sin brazos al borde de la limosna has rozado la pierna perdida del animal en el pantalón doblado sobre el muslo has comprendido que la muerte es un ramo de rosas de plástico atado a un farol
y te has preguntado qué palabra no es una onomatopeya indescifrable, una persecución en la sombra
Un verano y otro al fondo de la vida al fondo del jardinal fondo del sonido
Y las gatas siguen pariendo sin parar y paren onomatopeyas que al fondo del jardín resuenan como las tablas de la ley.
Postal IX
(Estación Norte)
Vienen y van los átomos del duelo.
Se cierra la ventana sobre sus ojos:
hace frío en esta linde
entre el desierto y el glaciar,
en esta frontera en la que florecen los días que fueron,
los años que no son,
el tiempo que no será.
Cruza el tren la maleta de los verbos hasta llegar aquí,
estación del jardín difunto,
mientras en la noche se cierra
la puerta del último bar.
La caja de luz (http://guadalupegrande.blogspot.com/)
1.-Al principio, 2012, las fotografías comienzan acompañando a un poema, formando un todo. Unas veces son los versos de Juan Carlos Mestre, amigo y confidente, los que la inspiran; otras son Pasolini, Gamoneda, René Daumal, Francisca Aguirre… Pero más tarde se entrecruzan con otras fotografías levemente tratadas –color, textura- subrayándose mutuamente con la palabra poética.
Testigo de excepción (2015)
Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
Tampoco quiero flores, manos,
ni un corazón que me consuele.
No quiero un corazón
a cambio de otro corazón.
No quiero que me hablen de amor
a cambio del amor.
Yo sólo quiero un mar:
yo sólo necesito un mar.
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.
Un mar, un mar del que ser cómplice.
Un mar al que contarle todo.
Un mar, creedme, necesito un mar,
un mar donde llorar a mares
y que nadie lo note.
Francisca Aguirre
«… para quien las trabaja»
(…) Lo que el poeta dice,
lo que dice el poeta a la adivina,
al bisabuelo judío que dormía en la comuna
y aún vaga con su barba blanca por ahí
proclamando su consigna a las abejas:
Las estrellas para quien las trabaja.
(Fotografías del espectáculo «Las estrellas para quien las trabaja»: poemas de JC Mestre, música de Cuco Pérez, dirección de Miguel Ángel Varela) 2014
Los pensamientos estelares se deslizan por el río
Hay jardines que no tienen países
Y que están solos con el agua
Los atraviesan palomas azules y sin nido
Pero la luna es un cristal de placer
Y el niño se acuerda de un gran desorden claro
Georges Schehadé
[Trad. Aldo Pellegrini]
2.-Poco a poco los montajes son protagonistas y difumina, etérea, la imagen como en esta maravilla Los tesoros son sombras con paredes ciegas
La poesía
A mí tampoco me gusta.
Pero, al leerla con absoluto desprecio, descubrimos en ella, al fin y al cabo, sitio para lo auténtico.
Marianne Moore
3.-Los collages van surgiendo para crear unas imágenes puramente oníricas, surgidas de la memoria y el dolor, que serán su estilo más característico. Y con el dominio cada vez mayor de las técnicas digitales, esta poesía visual adquiere vida y movimiento.
Puertas de Charleville
Soy el santo, en oración en la terraza, cuando las bestias llegan hasta el mar de Palestina.
Soy el sabio en el sillón sombrío. Las ramas y la lluvia golpean la ventana de la biblioteca.
Soy el caminante de la ancha carretera entre los bosques enanos; el rumor de las esclusas cubre mis pasos. Por largo tiempo veo la melancólica lejía del poniente.
Sería gustoso el niño abandonado en el muelle que partió hacia la alta mar, el pajecillo que sigue la alameda cuya frente toca el cielo.
Los senderos son ásperos. Los montículos se cubren de retamas. El aire está inmóvil. ¡Qué lejos los pájaros y las fuentes! Tiene que ser el fin del mundo, si avanzamos.
Arthur Rimbaud
Activos pasivos
«¡Dios mío, pero entonces ¿qué es
lo que tiene usted en el activo?»
«¿Yo? -[un balbuceo nefando
no he tomado mi optalidón, me tiembla la voz
de muchacho enfermo]-
¿Yo? Una desesperada vitalidad.»
De Poesía en forma de rosa
Pier Paolo Pasolini
Poética 1.0
Construí una casa en un árbol para caracoles, cuando por fin los faisanes encontraron el salón de baile dejé que la maleza siguiera su curso
Mido segundos como quien se sienta a ver el accidente mortal al borde de la bombilla
Plancho las arrugas de los viejos panes, el cero entre el ángulo de la levita, la cuerda del pozo y ese balido sin eco que ya es solo teatro de la piedad
Giro a la sombra de una sombra, una sombra es un vocablo, ese recodo en la carretera, esa tarjeta de visita que dice si uno se inmola, tres piedras una junto a la otra, están prohibidas
Estoy sola, dice el espejo, estoy sola, dice la noche, estoy sola dice la vocal, estoy
Están aquí y allí, y a nadie le importa la soledad de las mandíbulas, ese oscuro designio en mangas de camisa, esa hora de cerro descerrajado en la precariedad
He visto un muro y una puerta y desgraciadamente escucho las chimeneas
Hay magnitudes y etimologías, sobre todo esa lenta memoria, ese tropiezo como un látigo, ese retraso imprescindible en la madriguera del azar
Guadalupe Grande
4.- Aparecen pocos videopoemas en su blog. Pero solo con visualizar el llamado Jarrón y tempestad https://www.youtube.com/watch?v=BIub_nDheo4 nos damos cuenta de la pasión que desprende en cada momento. Pasan las imágenes desde la ventanilla de un tren en movimiento, la lluvia, el blanco y negro, el aire a imagen antigua, pasan los retratos de los ausentes, como descenso por la flor desapacible, todos los equipajes más ligeros que la eternidad de las víctimas. La pasión de volar, la encrucijada sin tiempo, el barco perdido del puerto. Todo más espeso que la eternidad de las víctimas, que se convierte en una letanía, un kadish repetido a lo largo del poema. Con la voz de Guadalupe y la música de John Cage. Hipnótico. Emocionante.
Antonio Crespo y Carmen Ochoa han sido responsables de las secciones Voces y Miradas de viento sur durante cerca de veinte años. Actualmente son miembros del Consejo Asesor de viento sur
Fuente: vientosur.info/guadalupe-grande-la-memoria-herida/, Kaosenlared.