Un investigador traduce por primera vez los versos populares al italiano que tienen a Muqaddam Al-Qabri «El ciego de Cabra» como uno de sus artífices
Las jarchas mozárabes son un género literario prácticamente desconocido. Descubiertas a mediados del siglo XX por casualidad, su origen e historia son fascinantes y plantean serios interrogantes sobre cómo, cuándo y, sobre todo, dónde comenzó a desarrollarse el castellano. Puede que Castilla o España, según la versión, le dieran el nombre al idioma que hoy hablamos 580 millones de personas en todo el mundo; pero tal vez, y sólo tal vez, Córdoba y los poetas andalusíes hayan tenido mucho que ver.
Las jarchas mozárabes son breves canciones populares escritas desde el siglo X en Al-Andalus por poetas cristianos, musulmanes o hebreos, que se colocaban al final de composiciones más largas árabe culto (conocidas como «moaxajas» o «mujasawa»). Paolo Azzone, estudioso italiano que acaba de traducir las jarchas por primera vez a su idioma natal, las define como «pequeñas joyas que se montan en composiciones literarias y que reflejan el mundo de la Andalucía en tiempos islámicos, cuando las tres lenguas, culturas y religiones se compenetraban».
Azzone ha viajado a Córdoba y a los principales monumentos de la época en Andalucía para documentarse sobre esta primera traducción al italiano de las jarchas. Aquí nacieron, vivieron y crearon algunos de los principales poetas andalusíes que cultivaron el género. Entre ellos Muqaddam ben Muafa ‘Al-Qabri’, conocido como «el ciego de Cabra», que ni era ciego ni fue uno solo ‑como veremos más adelante-.
Fruto de ese estudio, Azzone ha recopilado para su edición italiana, que ha sido posible gracias a la colaboración del Instituto Cervantes de Milán (donde se presentó la obra ayer mismo), casi todas las jarchas que se conservan, que cifra en unas 55. «Es un patrimonio que ha sobrevivido de forma milagrosa», relata Azzone a ABC. Hay que dar un salto de mil años para entender el por qué.
Un descubrimiento asombroso
En 1948, el lingüista húngaro Samuel Miklos Stern publicó la primera recopilación de 24 jarchas mozárabes. Antonio Roldán, cronista oficial de Cabra y gran conocedor de este género literario, detalla que el filólogo había descubierto los manuscritos en una sinagoga perdida en El Cairo, a donde habían llegado probablemente tras la diáspora de los judíos sefardíes. Estaban al final de un magnífico texto en árabe (una «moaxaja»), pero en aquellos breves poemas faltaban vocales y Stern no entendía ni jota.
Fue otro filólogo y arabista español, Emilio García Gómez (traductor entre otras cosas de ‘El collar de la Paloma’, del cordobés Ibn Hazm), quien ayudó a Stern a entender el significado de su descubrimiento; posteriormente elaboró el primer corpus de jarchas con unas 60 composiciones. «Ahora tenemos grandes hispanistas que las han estudiado», indica Roldán, pero por su contenido y el idioma en que están escritas han suscitado arduos debates y polémicas.
En las jarchas el castellano es ya fácilmente reconocible, aunque arcaico. Un ejemplo son estos versos conocidos: «¡Tant’ amare, habib, /tant amare! /Enfermeron olios nidios, /e dolen tan male» («¡Tanto amar, tanto amar, amado, tanto amar! Enfermaron [mis] ojos brillantes y duelen tanto»).
El problema es tales coplas son muy anteriores a lo que la historia oficial considera como el origen del idioma de Cervantes. El cronista de Cabra explica que están escritas «en latín evolucionado, o bien en árabe vulgar mezclado con romance. Si los inventores son del siglo X y recogen canciones populares, significa que ya en nuestra comarca el latín había evolucionado muchísimo» en esa fecha. Se cuestiona, por tanto, «eso de que los orígenes del castellano están allí arriba. El castellano no se puede circunscribir a Castilla», dice Roldán.
Azzone, por su parte, describe cómo la relación entre las jarchas mozárabes y el origen del castellano «es muy polémica», puesto que demuestra que hubo una continuidad cultural desde la época de Al-Ándalus. Más alla de esta diatriba, Azzone cree que las jarchas podrían ser el verdadero origen de la poesía moderna, que tradicionalmente se sitúa en Occitania, al sur de Francia, en la Alta Edad Media. Las composiciones mozárabes son, asegura el estudioso italiano, como poco entre 50 y 70 años más antiguas que los primeros poemas provenzales. «Es la forma más antigua de la poesía romántica que se conoce», afirma contundente, y concluye que «hablan de amor, amor y amor».
Al-Qabri
Entre los poetas andalusíes que cultivaron la «moaxaja» con las jarchas a modo de estrambote está Muqaddam ibn Muafa al-Qabri, quien de hecho está considerado el inventor del género. Ha pasado a la posteridad como «el ciego de Cabra» y sin embargo, según explica el cronista Antonio Roldán, veía perfectamente». Su supuesta ceguera procede, al parecer, de una leyenda amorosa.
Pero además, Al-Qabri no fueron uno sino tres poetas, al menos según la teoría del cronista. Los patronímicos Muqaddam y Muafá son en realidad dos personas diferentes, explica, y «algunos piensan que son padre e hijo»; ambos fueron rapsodas favoritos del emir de Córdoba Abdallah (finales del siglo IX), abuelo de Abderramán III. A ellos se suma más tarde un tercer vate que Roldán considera nacido en Cabra, Ibn Quzman.
Uno o trino, Al-Quabri tiene su monumento en Cabra. En él se le recuerda como el creador de la mujasawa con la jarcha añadida, que derivó en el zéjel y de ahí hasta nuestros días en forma de algo tan arragiado en la cultura popular española como los villancicos.
Fuente: Rafael Verdú
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