Perú. La inmen­sa deu­da con la salud públi­ca nacio­nal, más que vacu­nas y pruebas

Víc­tor Zamo­ra Mesía /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de mar­zo de 2021

Un año des­pués del pri­mer caso de la COVID19, a todos nos que­da cla­ro que las capa­ci­da­des de nues­tro sis­te­ma de salud para aten­der la enor­me deman­da eran insu­fi­cien­tes y, a pesar de los esfuer­zos, con­ti­núan sién­do­lo. Déca­das de aban­dono finan­cie­ro y polí­ti­co nos deja­ron con un sis­te­ma cuyas prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas se resu­men en la pre­ca­rie­dad de recur­sos, la frag­men­ta­ción, la inade­cua­da des­cen­tra­li­za­ción, débil ges­tión y los altos nive­les de corrupción. 

Aun­que todos estos ele­men­tos son igual de impor­tan­tes, es la capa­ci­dad de res­pues­ta efec­ti­va la que se encuen­tra en esta­do crí­ti­co. Fal­tan pro­fe­sio­na­les en todos los cam­pos. Se cal­cu­la que el défi­cit era de casi 70 mil pro­fe­sio­na­les de la salud (20,000 de los cua­les son médi­cos) antes de que nos gol­pea­ra la pan­de­mia. Según un infor­me de la Con­tra­lo­ría Gene­ral de la Repú­bli­ca del 2019, cer­ca del 80% de la infra­es­truc­tu­ra y equi­pa­mien­to era inade­cua­do u obso­le­to; de hecho, el défi­cit de camas es aún del 50% (se requie­ren 40,000 adi­cio­na­les para lle­gar al míni­mo de 80,000); y, sus con­di­cio­nes de ope­ra­ción son inacep­ta­bles (70% sin cone­xión a inter­net y 30% sin ser­vi­cio de agua ni desagüe). 

Tam­bién fue noto­rio el pobre desa­rro­llo de nues­tros labo­ra­to­rios. Se recla­ma­ba con urgen­cia la adqui­si­ción de prue­bas mole­cu­la­res, pero se olvi­da­ba men­cio­nar (por igno­ran­cia o mala fe) que, ade­más de los insu­mos para las prue­bas, se reque­ría de una red nacio­nal de labo­ra­to­rios dedi­ca­dos a la vigi­lan­cia de agen­tes infec­cio­sos cau­san­tes de los prin­ci­pa­les pro­ble­mas de salud públi­ca del país. Esto sig­ni­fi­ca edi­fi­ca­cio­nes ade­cua­das (labo­ra­to­rios de mode­ra­dos nive­les de bio­se­gu­ri­dad y no cual­quier ambien­te), equi­pos y, lo más impor­tan­te, per­so­nal entre­na­do en rea­li­zar pro­ce­di­mien­tos com­ple­jos y miles de pro­fe­sio­na­les o téc­ni­cos sani­ta­rios entre­na­dos en la toma y trans­por­te ade­cua­do de las muestras. 

La pan­de­mia nos encon­tró con solo un labo­ra­to­rio de estas carac­te­rís­ti­cas, el del Minis­te­rio de Salud/​Instituto Nacio­nal de Salud, del res­to de acto­res del sis­te­ma públi­co, nin­guno, ni las regio­nes, ni EsSa­lud, ni la Fuer­zas Arma­das o Poli­cia­les y tam­po­co de las uni­ver­si­da­des. Con la sal­ve­dad de una doce­na de regio­nes, el res­to de los acto­res públi­cos empe­za­ron a ope­rar a fina­les de agos­to del año pasa­do; vale decir, casi al cul­mi­nar la pri­me­ra ola. El sec­tor pri­va­do, por su par­te, ini­ció ope­ra­cio­nes tem­pra­na­men­te, pero gran par­te de su tra­ba­jo está orien­ta­do a rea­li­zar prue­bas para per­mi­sos labo­ra­les, de via­je y com­ple­men­ta­ria­men­te para diagnóstico. 

Des­pués de un año, el Perú cuen­ta hoy con 89 labo­ra­to­rios que rea­li­zan prue­bas mole­cu­la­res para diag­nós­ti­co de COVID 19, 38 del MINSA/​Regiones, 8 de EsSa­lud, 1 de las FFAA, 4 Labo­ra­to­rios uni­ver­si­ta­rios y 38 pri­va­dos. Y se nece­si­tan más, por supuesto. 

La deu­da de infra­es­truc­tu­ra, equi­pa­mien­to y recur­sos huma­nos para la salud públi­ca, sin embar­go, tam­bién es inmen­sa y sal­dar­la es igual de nece­sa­ria y urgente.

Empe­ce­mos por la red nacio­nal de epi­de­mio­lo­gía (RENACE). Al igual que las otras acti­vi­da­des sec­to­ria­les, los pro­ble­mas estruc­tu­ra­les tam­bién la han debi­li­ta­do. Sin embar­go, a los pro­ble­mas seña­la­dos se suma la ausen­cia de incen­ti­vos para que los pro­fe­sio­na­les de la salud quie­ran espe­cia­li­zar­se o desa­rro­llar una carre­ra en este cam­po. Desa­rro­llar una acti­vi­dad clí­ni­ca en cual­quier nivel del sis­te­ma, no solo es mejor remu­ne­ra­da, si no que goza de mejo­res con­di­cio­nes de tra­ba­jo que la de aque­llos res­pon­sa­bles de la acti­vi­dad, área, uni­dad, direc­ción de epi­de­mio­lo­gía de cual­quier esta­ble­ci­mien­to de salud. Resul­ta­do, la acti­vi­dad se des­pro­fe­sio­na­li­za y se con­vier­te en una tarea admi­nis­tra­ti­va adi­cio­nal a otras. 

A la des­ca­pi­ta­li­za­ción pro­fe­sio­nal se suma la tec­no­ló­gi­ca. Los equi­pos e ins­tru­men­tos para la trans­mi­sión de los datos de vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca son, en la mayo­ría de los casos, obso­le­tas, per­dién­do­se así con­fian­za en los repor­tes que emi­te el sis­te­ma. En algu­nas opor­tu­ni­da­des el repor­te prác­ti­ca­men­te es manual; por ejem­plo, el del últi­mo bro­te de Guillain-Barré. 

Al repor­te epi­de­mio­ló­gi­co le debe seguir la con­fir­ma­ción diag­nós­ti­ca. Sin labo­ra­to­rios de salud públi­ca en las regio­nes, las mues­tras deben ser envia­das has­ta Lima. Hoy, gra­cias a la pan­de­mia, tene­mos labo­ra­to­rios de bio­lo­gía mole­cu­lar para diag­nós­ti­co de COVID 19 en la mayo­ría de las regio­nes, el reto está en ampliar esas capa­ci­da­des para otras enfer­me­da­des o con­di­cio­nes y hacer­las sos­te­ni­bles en el tiem­po. Eso sig­ni­fi­ca, por lo menos, un par de líneas en el pre­su­pues­to regio­nal, tan­to para inver­sio­nes como para per­so­nal y gas­tos operativos. 

Final­men­te, la acti­vi­dad epi­de­mio­ló­gi­ca no ter­mi­na con la vigi­lan­cia, el repor­te y la inves­ti­ga­ción, sino que con­ti­núa con el aná­li­sis de la situa­ción de salud y sus ten­den­cias. Con los insu­mos que se tie­ne, los aná­li­sis han deja­do de ser publi­ca­dos con la cali­dad y opor­tu­ni­dad que solían tener. 

Todo esto se suma a una situa­ción irra­cio­nal. Las acti­vi­da­des de la vigi­lan­cia, repor­te y aná­li­sis situa­cio­nal se encon­tra­ban en una ofi­ci­na deno­mi­na­da Cen­tro de Con­trol de Enfer­me­da­des (CDC), mien­tras que los labo­ra­to­rios de salud públi­ca se encuen­tran bajo la égi­da del Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Salud. Una mala copia de ins­ti­tu­cio­nes simi­la­res exis­ten­tes en los Esta­dos Uni­dos, con la gran dife­ren­cia que allá ambas ins­ti­tu­cio­nes tie­nen la infra­es­truc­tu­ra, el equi­pa­mien­to, los pro­fe­sio­na­les sufi­cien­tes como para poder sos­te­ner dos ins­ti­tu­cio­nes cuyos man­da­tos son diferentes. 

El Natio­nal Ins­ti­tu­te of Health de los Esta­dos Uni­dos (el simil del INS peruano) tie­ne por fun­ción la inves­ti­ga­ción y el desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co; mien­tras que el CDC grin­go, tie­ne por fun­ción la vigi­lan­cia, la inves­ti­ga­ción para la pre­ven­ción y el con­trol de las enfer­me­da­des de impor­tan­cia en salud Públi­ca. En el Perú ni el INS ni el CDC tie­nen todos los recur­sos nece­sa­rios para cum­plir fun­cio­nes sepa­ra­das; por tan­to, lo racio­nal, en un país como el nues­tro, era su uni­fi­ca­ción, como un paso nece­sa­rio del pro­ce­so de su recu­pe­ra­ción y fortalecimiento. 

Este plan­tea­mien­to no es nue­vo, pero su uni­fi­ca­ción sig­ni­fi­ca­ba “mover sillas”, per­der espa­cios de poder. El cam­bio se pos­ter­gó ad infi­ni­tum por resis­ten­cias y boicoteos. 

Esta situa­ción de irra­cio­nal y dis­pen­dio­sa divi­sión ter­mi­nó, al menos en el papel, el 11 de mayo del 2010, día en que se publi­có el Decre­to Legis­la­ti­vo 1504, el cual en su dis­po­si­ción ter­ce­ra aprue­ba “… la inte­gra­ción del Cen­tro Nacio­nal de Epi­de­mio­lo­gía, Pre­ven­ción y Con­trol de Enfer­me­da­des (CDC), en el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Salud (INS) para opti­mi­zar la vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca y labo­ra­to­rial e inte­li­gen­cia sani­ta­ria, con el pro­pó­si­to de for­ta­le­cer la pre­ven­ción y el con­trol, ante la ocu­rren­cia y pro­pa­ga­ción de las enfer­me­da­des, bro­tes, ende­mias y pan­de­mias, que repre­sen­tan gra­ve ries­go para la salud públi­ca del país.” 

Ha pasa­do casi un año des­de la publi­ca­ción de este Decre­to Legis­la­ti­vo y lo man­da­ta­do por ley no se ha cum­pli­do. La pan­de­mia pue­de haber dis­traí­do a los que debie­ran haber­lo hecho, pero, jus­ta­men­te, este es el con­tex­to en que este cam­bio debe producirse. 

Las lec­cio­nes de la pan­de­mia son muchas, una de ellas es que debe­mos for­ta­le­cer la salud públi­ca nacio­nal, par­te de esta agen­da es poten­ciar y moder­ni­zar la vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca nacio­nal. Uno de los pasos para ese for­ta­le­ci­mien­to es uni­fi­car el CDC y el INS y crear una nue­va ins­ti­tu­cio­na­li­dad para la salud públi­ca nacional. 

FUENTE: Otra Mirada

Itu­rria /​Fuen­te

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