Perú. Sobre dis­to­pías y mitos heroi­cos: cuan­do un lápiz le gano a las pan­ta­llas led

por Gon­za­lo Armúa,Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 20 de junio de 2021.

Lima es una ciu­dad dis­tó­pi­ca, per­di­da entre el pasa­do y un hipo­té­ti­co futu­ro lejano. Sus edi­fi­cios colo­nia­les del cen­tro con­tras­tan con las vivien­das popu­la­res de la peri­fe­ria. Sus cerros rese­cos de pol­vo se mues­tran abi­ga­rra­dos, son cien­tos de miles de casi­llas sos­te­ni­das con­tra la gra­ve­dad, casi col­gan­do de la super­fi­cie yer­ma. Un cua­dro saca­do de una pelí­cu­la de cien­cia fic­ción ciber­punk. Es esa bru­ma que cubre todo, es esa peri­fe­ria inabor­da­ble, son los edi­fi­cios del­ga­dos sin colum­nas, de tres o cua­tro pisos y calles angos­tas, de bal­díos pedro­sos y basu­ra; es la Lima del pollo fri­to y el trán­si­to insu­fri­ble. En ese lugar don­de la moder­ni­dad lle­go como basu­ra y publi­ci­dad, en ese lugar lo “deja­do atrás” tam­bién pue­de ser el futuro.

Pero no es solo Lima, Perú es un país de ten­sio­nes irre­suel­tas, de con­tra­dic­cio­nes pro­fun­das que con­ver­gen y se coa­gu­lan con dis­tin­tos teno­res: cla­ses socia­les, etnias, región del puer­to vs región de sie­rra y sel­va; la repú­bli­ca con la colo­nia; y estas dos que se super­po­nen con los caba­llos, el ayllu y el buen vivir.

Dic­ta­du­ra neoliberal

Los años ‘90 fue­ron años de una dic­ta­du­ra atí­pi­ca: un japo­nés que se apli­có un gol­pe de Esta­do y apli­có el neo­li­be­ra­lis­mo en un mun­do andino y mile­na­rio con mano de hie­rro. Una fami­lia no tra­di­cio­nal que se ganó su lugar en la éli­te perua­na a pun­ta de pis­to­las y dine­ro fácil. Pero que a pesar de su arri­bis­mo de cla­se y étni­co no dejo de cum­plir con todas las pau­tas colo­nia­les y neo­co­lo­nia­les, muchas de ellas mix­tu­ra­das con apo­ro­fo­bia. Un ejem­plo de esto fue­ron las este­ri­li­za­cio­nes masi­vas de muje­res pobres, acho­ra­das y pro­ve­nien­tes del cam­po. Así los seño­res “moder­nos” qui­ta­ban has­ta la liber­tad de deci­dir sobre los cuer­pos de millo­nes de muje­res que car­ga­ban el deli­to de “ser pobres e indias”.

Si esto suce­día en las peri­fe­rias de las ciu­da­des, en las zonas rura­les el esce­na­rio se com­ple­ta­ba con masa­cres y vio­la­cio­nes en masa. La mis­ma pelí­cu­la ya vis­ta cien­tos de veces: “la lucha con­tra las dro­gas y con­tra la gue­rri­lla”, que en ver­dad es una lucha del poder con­tra los pobres e inde­sea­dos en la socie­dad de con­su­mo. La fami­lia Fuji­mo­ri dejó una hue­lla imbo­rra­ble en esta cul­tu­ra, la hue­lla de la muer­te, del des­pre­cio y de la des­me­mo­ria neo­li­be­ral. Así Perú “entra­ba en la moder­ni­dad” una pirá­mi­de de pobres y cadá­ve­res para ele­var unos pocos a los cie­los del con­su­mis­mo y los telé­fo­nos inalám­bri­cos. Los res­tos ‑des­per­di­cios- se derra­ma­rían hacia las mayo­rías para rego­ci­jo y progreso.

El Perú del siglo XXI sería una lar­ga tran­si­ción hacia el vacío, don­de las trai­cio­nes y la podre­dum­bre serian un con­ti­nuo en el des­cen­so espi­ra­la­do de la cla­se polí­ti­ca en este país. Mien­tras el res­to del con­ti­nen­te se abría a pro­ce­sos popu­la­res y eman­ci­pa­do­res, el país andino se con­ver­tía en sede de todos los lina­jes de la dere­cha, lus­tra­bo­tis­tas y neo­li­be­ra­les de diver­sa alcur­nia. Perú se con­gra­cia­ba con ser una segun­da mar­ca de Colom­bia. Lo que esta últi­ma sería en tér­mi­nos mili­ta­res, el pri­me­ro lo sería en tér­mi­nos infor­má­ti­cos – diplo­má­ti­cos. El sumum de esta subor­di­na­ción geo­po­lí­ti­ca se vería años más tar­de con el tris­te­men­te cele­bre “gru­po de Lima” , lide­ra­do por PPK, un pre­si­den­te que no duro ni un año en el gobierno.

La cri­sis del sal­va­vi­das de la crisis

Con la ali­nea­ción de todo el sis­te­ma polí­ti­co tra­di­cio­nal detrás de Kei­ko Fuji­mo­ri lo que se puso en evi­den­cia en este 2021 es que los recur­sos demo­crá­ti­cos y los valo­res mora­li­zan­tes de la dere­cha neo­li­be­ral ya no le alcan­za­ban y debían reple­gar­se hacia sus núcleos duros. Su más­ca­ra pseu­do-libe­ral deja­ba lugar al des­po­tis­mo, a su lógi­ca mafio­sa y cleptocrática.

En su evi­den­te deses­pe­ra­ción fren­te al mode­lo que se cae a peda­zos, han recu­rri­do al fuji­mo­ris­mo como últi­mo sal­va­vi­das para con­te­ner esta cri­sis que es sis­té­mi­ca, pero que en Perú es la sín­te­sis de varios pro­ble­mas irre­suel­tos que aca­rrea a lo lar­go de su historia.

La cri­sis mas recien­te es la polí­ti­ca: con 5 pre­si­den­tes en solo cua­tro años, se evi­den­cia un pro­ble­ma en el sis­te­ma polí­ti­co neo­co­lo­nial, mane­ja­do des­de la tec­no­cra­cia lime­ña. Esto tam­bién expre­sa la subor­di­na­ción for­zo­sa de la región andi­na y ama­zó­ni­ca, el otro­ra motor civi­li­za­to­rio, aho­ra sobre­vi­ve bajo el peso deca­den­te de la cos­ta en su for­ma­to expor­ta­dor de rique­zas e impor­ta­dor de con­su­mis­mo. La región serra­na ha sido mar­gi­na­da eco­nó­mi­ca y polí­ti­ca­men­te de las deci­sio­nes his­tó­ri­cas y has­ta iden­ti­ta­rias del últi­mo siglo, al menos.

Tam­bién exis­te una cri­sis del ima­gi­na­rio de Nación en el Perú. Un ima­gi­na­rio cons­trui­do sobre la idea del mes­ti­za­je que hace aguas por todos lados, en una cul­tu­ra cla­ra­men­te plu­ri­na­cio­nal. Este deba­te ‑que cada varios años se reabre- pare­ce estar explo­sio­nan­do nue­va­men­te, enho­ra­bue­na. De esta ten­sión se deri­va otro tema irre­suel­to, que no es menos pro­fun­do y tie­ne que ver con el racis­mo que impreg­na todo el sis­te­ma. Se evi­den­cia en los medios masi­vos de comu­ni­ca­ción, en los dis­cur­sos polí­ti­cos y has­ta en char­las de mer­ca­do. Todos estos temas abier­tos arras­tran déca­das y has­ta siglos de fermentación.

El mie­do

Frank Hebert incor­po­ro una famo­sa fra­se en sus sagas de Dune: “El mie­do en el ase­sino de mentes”.

La dere­cha perua­na pare­ce haber gober­na­do a tra­vés del mie­do: El mie­do a no ser, el mie­do a no pare­cer , el mie­do al terro­ris­mo, al comu­nis­mo, a las dro­gas; el mie­do a no entrar a Lima. Es ese mie­do el que aún per­sis­te en los sec­to­res medios- altos de Lima pero que ha ido per­dien­do efec­to en el res­to del país fue la base del fuji­mo­ris­mo en los años ‘90 y en la cam­pa­ña reciente.

Solo ese mie­do intro­yec­ta­do podía ocul­tar la obvie­dad de esta deca­den­cia del régi­men neo­li­be­ral colo­nial. Ese zom­bi polí­ti­co que­ría sal­var­se pro­fun­di­zan­do su depen­den­cia y has­ta uti­li­zar la frac­ción mas retro­gra­da de todas. Todos menos, los cui­cos y demás expre­sio­nes zoo­ló­gi­cas tan carac­te­rís­ti­cas de la depen­den­cia cul­tu­ral y eco­nó­mi­ca de este rin­cón del mun­do podían dar­se cuen­ta de la juga­da. Ese sec­tor que se odia a si mis­mo por no ser lo que le han meti­do en su cabe­za que debe­ría ser y que bus­ca cul­pa­bles en los des­po­seí­dos, en los mar­gi­na­dos para no acep­tar su pro­pio pate­tis­mo. Esos sec­to­res creen que Var­gas Llo­sa es una per­so­na ilus­tre. Un escri­tor que no escri­be una nove­la , o un cuen­to, hace déca­das y se la pasa hacien­do stand ups sobre libe­ra­lis­mo berre­ta. Una figu­ra así solo es creí­ble para sec­to­res que solo actúan “como si”, pero que nun­ca usa­ron su tiem­po pri­vi­le­gia­do de ocio para leer dema­sia­do. Esos mis­mos sec­to­res mas asus­ta­dos por el “comu­nis­mo dia­bó­li­co” que por el Covid que mató ya a mas de 180 mil com­pa­trio­tas, esos sec­to­res son los que bus­can la sal­va­ción en el voto a la seño­ra K. Tam­bién hay gen­te bue­na con un hones­to temor a per­der lo poco cons­trui­do con mucho esfuer­zo, eso tam­bién es cierto.

La vic­to­ria del pro­fe­sor Cas­ti­llo es una vic­to­ria con­tra ese fan­tas­ma que han resu­ci­ta­do con fer­vor des­de la dere­cha y des­de su bra­zo comu­ni­ca­cio­nal. Por eso esta vic­to­ria del 6 de junio – con su retra­so en la ofi­ci­li­za­ción– no debe ser leí­da sólo como una vic­to­ria elec­to­ral, sino como una vito­ria his­tó­ri­ca, con gran­des reper­cu­sio­nes en la vida polí­ti­ca, social y cul­tu­ral de Perú.

Un lápiz pue­de ven­cer a cien­tos de pantallas.

Pero en la bru­ma de Lima un día empe­za­ron a divi­sar­se som­bre­ros cho­ta­nos, al ini­cio unos pocos, lue­go cien­tos y lue­go miles. Era el fes­te­jo popu­lar, en aler­ta, siem­pre en espe­ra de un posi­ble últi­mo zar­pa­zo de la bes­tia. Pedro Cas­ti­llo había gana­do con el voto popu­lar pero las fuer­zas de la moder­ni­dad mafio­sa inten­ta­ban impe­dir con uñas y dien­tes que lle­gue ese nue­vo momen­to his­tó­ri­co. En esos días de junio, Lima fue la con­den­sa­ción de con­tra­dic­cio­nes exis­ten­tes, pero aho­ra con un deta­lle no menor, la espe­ran­za del pue­blo en uno de los suyos. La dis­to­pía se con­vir­tió en esa uto­pía tan nece­sa­ria para los pro­ce­sos popu­la­res y tan olvi­da­da por muchos pro­gre­sis­tas, que sigue inter­pre­tan­do a los mitos como si fue­sen una rémo­ra del pasa­do y no un ger­men del futu­ro con sello propio.

La vic­to­ria de Perú Libre y la lle­ga­da a la pre­si­den­cia de Pedro Cas­ti­llo es un ver­da­de­ro hito del rea­lis­mo mági­co nues­tro­ame­ri­cano. Si José Car­los Mariá­te­gui no fue el crea­dor de esta cam­pa­ña, al menos es su jefe teó­ri­co, con un lápiz de made­ra que con­den­sa los idea­les de hones­ti­dad, de estu­dio, de edu­ca­ción y pro­gre­so en un mun­do de note­books, celu­la­res y edu­ca­ción vir­tual pare­ce un libre­to saca­do de la maqui­na del tiem­po. Pero no. Por­que la ver­dad del pasa­do , del pre­sen­te y del futu­ro no está en los gran­des eru­di­tos sino en las mayo­rías popu­la­res y son esas mayo­rías las que que­da­ron afue­ra del tren del pro­gre­so. Si el tiem­po es rela­ti­vo , este no es igual para quie­nes van en el tren que para quie­nes miran des­de fue­ra. Esos que mira­ron des­de afue­ra todo el siglo XX y par­te del XXI quie­ren tener edu­ca­ción, salud, y dig­ni­dad. Todas estas tareas que la “moder­ni­dad” pro­me­tió pero que nun­ca cum­plió. Y tuvo que venir un docen­te rural, un ron­de­ro, a devol­ver esta espe­ran­za y reto­mar esa promesa.

Por­que las éli­tes lati­no­ame­ri­ca­nas nun­ca qui­sie­ron ser diri­gen­tes, siem­pre se con­ten­ta­ron con obte­ner ganan­cias astro­nó­mi­cas para su sec­tor y nada mas. Por eso son los sec­to­res popu­la­res , los exclui­dos quie­nes están lla­ma­dos a con­cre­tar las tareas demo­crá­ti­co- popu­la­res que hace déca­das y déca­das anhe­lan nues­tros pue­blos. Esto no es el pasa­do, es el futuro.

El lápiz expre­sa esas tareas incon­clu­sas de la moder­ni­dad y sub­vier­te el orden. El Perú del bicen­te­na­rio ten­drá millo­nes de lápi­ces dibu­ján­do­lo y miles de som­bre­ros cho­ta­nos lucién­do­se en las gran­des ave­ni­das de Lima. Esto no es el pasa­do, es el futuro.

La vuel­ta del incarri

No está muy cla­ro en qué momen­to de la bru­ma de la his­to­ria entre la con­quis­ta y los siglos XVI Y XVII sur­gió el mito del rena­cer del Inka y del Tawan­tin­su­yo, pero esa idea poten­te ser­vi­ría de base ideo­ló­gi­ca para las suble­va­cio­nes e insu­rrec­cio­nes con­tra la colo­nia que se darían una y otra vez en las déca­das pos­te­rio­res. La más famo­sa y trans­cen­den­tal seria la revo­lu­ción de Tupak Ama­ru, que pon­dría en serios peli­gros al virrei­na­to y moti­va­ría a los revo­lu­cio­na­rios de años pró­xi­mos. Entre la pobla­da se corría el rumor de que había lle­ga­do el nue­vo inka, el inka­rri para devol­ver jus­ti­cia y buen vivir a los indios explo­ta­dos y vili­pen­dia­dos duran­te más de tres siglos. Final­men­te la derro­ta de José Gabriel Con­don­car­qui y Micae­la Bas­ti­das cerró nue­va­men­te esa ven­ta­na his­tó­ri­ca, aun­que el mito que­da­ría mar­ca­do a fue­go en la memo­ria colec­ti­va, vol­vien­do a la vida cada medio siglo.

Por eso cuan­do Mariá­te­gui habla del mito como nece­si­dad en la cons­truc­ción del socia­lis­mo, lo hace en la mis­ma cul­tu­ra que dio ini­cio al inka­rri y las cien­tos de insu­rrec­cio­nes popu­la­res duran­te y lue­go de la colo­nia. Esa den­si­dad tan her­mo­sa­men­te con­tra­dic­to­ria que tuvo a un mili­tar revo­lu­cio­na­rio como Velas­co que hizo un gol­pe de Esta­do con un pro­gra­ma de gobierno cuyo nom­bre era Plan Inka y que al apli­car­lo se ganó el odio de la éli­te de dere­cha y pro­gre­sis­ta por décadas.

Ese Perú don­de los des­cen­dien­tes de japo­ne­ses lle­ga­ron a poner a un pre­si­den­te /​dictador pero los hijos de indios y mula­tos tuvie­ron que seguir espe­ran­do su turno por déca­das, ese Perú se está cayen­do a peda­zos. Un día, de for­ma ines­pe­ra­da, todas esas déca­das de lucha, todos esos siglos de espe­ra, se con­cre­ti­za­ron con un lápiz y un som­bre­ro. Y la dis­to­pía de Lima se con­vir­tió en la uto­pía de un mun­do mejor. Los mar­gi­na­dos y vili­pen­dia­dos han deci­di­do mon­tar­se en el caba­llo de la his­to­ria y echar a andar.

Itu­rria /​Fuen­te

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