- Por Juan Villoro, Resumen Latinoamericano, 31 de julio de 2021.
La consulta del próximo domingo equivale a construir un puente sabiendo que quedará incompleto. ¿Vale la pena el esfuerzo? México es tan raro que la respuesta amerita un artículo.
Empecemos por la extensa pregunta que debe responderse. Se pretende averiguar si la ley debe sancionar a actores políticos que hayan cometido delitos en el pasado, resarciendo así los derechos de las víctimas. ¿Hay alguien que pueda estar en desacuerdo con esto? Quienes acudan a las urnas contribuirán a un “Sí” abrumador. Punto a favor de la consulta.
El asunto se complica al analizar el ejercicio. La consulta tendría consecuencias legales si fuera respaldada por 37 millones de votos, lo cual superaría la votación récord recibida por López Obrador. Para lograr ese propósito, el INE debería instalar 104 mil casillas y pidió un presupuesto de mil 499 millones de pesos que le fue negado. De sus propios fondos, aportó 528 millones que alcanzarán para instalar unas 50 mil casillas. Esto hace que sea técnicamente imposible recabar 37 millones de votos. Punto en contra de la consulta.
¿Por qué se lleva a cabo? ¿Estamos ante una versión política de los fuegos artificiales que usan el dinero de la alcaldía para producir destellos que acaban en un incendio?
Una engañosa publicidad presenta la consulta como una oportunidad de juzgar a expresidentes; sin embargo, la pregunta que debe responderse no los menciona y se refiere exclusivamente a resolver rezagos de la justicia. La propaganda que cubre los muros de nuestras ciudades con los rostros de “presuntos culpables” no tiene sentido porque no se alcanzarán los votos para que eso tenga consecuencias legales. Los “sospechosos” pueden saberse exonerados.
En un giro que sorprendió a muchos, el 16 de julio los zapatistas apoyaron la consulta y llamaron a votar por el “Sí”. Su argumentación es más sólida que la del gobierno. No proponen ejercitar venganza hacia personas definidas, sino abrir un proceso para “cumplir con el derecho a la verdad y la justicia de quienes han sido víctimas por acciones y omisiones del Estado Mexicano […] Hay que entrarle, no viendo hacia arriba, sino mirando a las víctimas”. Esta reflexión trasciende la iniciativa oficial y exige que las cuentas pendientes de la ley pasen al tribunal de la memoria. Desde hace décadas, las víctimas esperan que dos categorías entren en vigor: “verdad” y “memoria”.
Aunque la consulta no tendrá efectos vinculantes, puede ser utilizada para activar un debate que lleve a la demorada reparación que aguardan quienes han sido ignorados por los tribunales.
En México aprendemos geografía por los oprobios: Acteal, Aguas Blancas, Tetelcingo, San Fernando, Ayotzinapa. El 27 de julio, Luis Hernández Navarro publicó en La Jornada un artículo cuyo título condensa el tema: “Consulta, el pasado que es presente”. Con su habitual precisión, describió numerosos agravios que no han sido resueltos. Destaco tan solo uno de ellos: “Entre 1995 y 2000 [el grupo paramilitar] Paz y Justicia asesinó en la zona norte de Chiapas a más de 100 indígenas choles, expulsó de sus comunidades a 2 mil campesinos y sus familias, cerró 45 templos católicos, atentó contra los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera, hurtó más de 3 mil cabezas de ganado y violó a 30 mujeres”. En ese mismo lapso (1997), 45 personas fueron asesinadas en Acteal mientras oraban en una ermita. ¿Es posible relegar eso al olvido?
En Ética del recuerdo, el filósofo israelí Avishai Margalit distingue el recuerdo “en común” del recuerdo “compartido”. Al respecto, escribe: “El recuerdo en común es un concepto que expresa una suma. Abarca a personas que recuerdan un episodio determinado vivido por cada una de ellas […] En cambio, un recuerdo ‘compartido’ es más que un mero acumulador de recuerdos individuales: necesita un entendimiento”. Disponemos de suficientes testimonios para saber lo que ha pasado, pero eso sólo tendrá significado social cuando podamos construir un consenso para impedir que el espanto se repita.
Tal como está planteada, la consulta es un ejercicio simbólico: un puente a la mitad. Pero ese puente es necesario. Una ribera está en el presente, otra en el pasado; entre ellas corre el turbulento río de la Historia.
“Lo que pasó, está pasando todavía”, escribe Octavio Paz.
El dolor de las víctimas exige una respuesta ‑un puente entero- para llegar a la otra orilla.
fuente: Reforma