Por María Torrellas, Resumen Latinoamericano 31 de julio de 2021
-Conversamos con Pepa Vivanco que es argentina, compositora, cantante, música, toca la flauta y otros instrumentos. Es pedagoga y un ser muy particular, porque ella dice en sus clases, que lo que hace en realidad es sacar lo que tiene cada persona en su interior y que casualmente, al dar su voz, se encuentra con las demás.
–Te digo así, a boca de jarro, ¿vos creés Pepa que la música sana?
-Sí, Sí y sí. Siempre para empezar una entrevista uno quisiera hablar de todo entonces no habla de nada. Entonces la música sana tanto, tanto, que yo te diría: (Pepa canta)
-Me es más fácil empezar una entrevista hablada cantando un texto del Subcomandante Marcos, (EZLN). Es una canción antigua, tiene como mil años. “Para salir de las penas, quien canta su mal espanta”, dice la canción. Hay una cosa muy biológica y acústica. Los que trabajan con el cuerpo, con todas las medicinas, saben que la voz es vibración. Al cantar vibran los huesos y es lo único que relaja la musculatura profunda. Eso ya es un bienestar. Si uno se pone a cantar y se toca, escucha la vibración, si toca al otro es vibración. Y eso, aparte del sentido emocionante que tiene, de que yo vibro y vos percibís mi vibración. O sea, vibramos juntos con el suelo, con la tierra, con el otro y conmigo. Eso tiene un sentido profundo humano y otro muy concreto que produce bienestar. A veces, si estamos hechos bolsa nos cuesta empezar a cantar, pero seguramente si lo hacemos, nos empezamos a sentir mejor. Desde lo más elemental, eso es salud. Luego están todos los sentidos, todo lo que no logro hablar ni pensar, puedo entrar en eso desde el arte y desde la música. Un ejemplo: yo porque tengo 72 años, puedo sentir un sensualismo femenino a mi edad, me pongo a cantar una canción del Caribe y se me va la vergüenza, porque no soy yo, es la canción que me lleva a mover las caderas, y ahí estoy , con todos mis años me olvido de mi vergüenza, o de que soy un negocio televisivo o qué y me conecto. Y ni lo pienso. Entré en una zona para estar bien. Lo mismo un adolescente, que los chicos de estas edades, algunos, no están nada bien. Entonces, el pibe está con su sensación de destrucción, escribe un texto diciendo que está todo mal, agarra la guitarra y con dos acordes, se pone a gritarlo como le salga, un texto mapuche o un blues, o un rock and roll y pone ahí todo su sentimiento de destrucción y después capaz que lo escucha la novia, o la hermana y le dicen: ah! estás cantando lo que yo siento! y lo abraza y el otro dio algo. Entonces ese sentimiento de destrucción al darlo se convierte en una construcción.
-Porque es Comunidad.
-Exacto. Es dar algo. Mirá si no es salud qué es, ¿cómo lo llamo? Sí, es salud.
-Es Salud de lo comunitario, de vivir en común.
-De todo, desde donde lo mires.
-El filósofo boliviano Rafael Bautista, dice que lo más subversivo contra la colonialidad es la comunidad. En el mundo colonial, la modernidad es individualista, es el yo, en cambio, en el mundo no europeo, en nuestros pueblos originarios, es lo comunitario.
-Pero estamos avanzando mucho, porque mi generación hermosa, a la que respeto y amo, teníamos las cosas muy polarizadas. Entonces, si te ponías a mirar en tu interior eras individualista, te ibas a un diván de sicoanálisis, mirabas tu problema y no hacías nada social. El que estaba metido en lo social, no podía conectar lo que sentía, estaba todo muy polarizado. Era mentira, porque hasta dentro del sicoanálisis hubo personas muy revolucionarias. Y ahora es un momento, en ese sentido, dentro del despiole universal. Se han desordenado unas cuantas cosas que había que desordenar para volver a construir.
-Tus clases son animadas, tienen juegos, risas, son creativas, ¿cómo llegaste a este tipo de clases que son tan placenteras, cuando la música en su enseñanza tradicional suele ser tan tediosa y aburrida?
-Hay dos motivos, el primero, que trabajé desde muy chica, no lo elegí, se fue dando, necesitaba trabajar y resulta que encontré algo apasionante. Entonces, cuando tenés que trabajar vas quedando con lo que funciona, es muy sencillo. Si tenés que dar miles de horas de clases en escuelas te vas quedando con lo que va. Eso y con lo que ves a tu alrededor de otros maestros y maestras que hacen cosas que funcionan y las vas buscando. Después, yo siempre fui fanática estudiosa, investigadora, y me apasionaban un montón de cosas. Descubrí fuera del mundo de la música, cuestiones de educación culturales que me movieron mucho el piso. Todo Paulo Freire me cambió mi manera de enseñar la gramática musical, un enfoque que me afectó muchísimo. Luego, obtuve una beca de música antigua europea, que me parecía hermosa: “La música del hogar”, que era opuesto a lo comercial y caigo ahí después de mayo del 68. Era una revolución y ahí aprendí de todo, del anti-autoritarismo. Cuesta relatar, porque parece que es un camino de logro personal y en realidad son los contextos que me atravesaron, que me hicieron modificar y aprender un montón de cosas. Así se va mucho más rápido, entonces armábamos un grupo de estudio, porque en esa época no había especialidades en la Universidad de epistemología. Armábamos estos grupos durante varios años, para estudiar epistemología de Piaget, porque yo dije: acá se construye conocimiento y no es autoritario. Mucho me afectó mi vínculo con la actividad gremial docente, que en los finales de la dictadura era el más sabio y que trabajó sobre lo educativo, no sólo con la reivindicación gremial del rol docente. Ahí aprendí que sabiendo de leyes y asesorada por un montón de gente que no sabía lo que yo sabía, podíamos cambiar cosas, como los programas de estudio, inclusive. Así aprendí justamente a trabajar con otros.
-Recientemente hiciste un trabajo con todas las escuelas: cómo hacer los días festivos nacionales una fiesta para la música y dirigido a las infancias.
-Fue lindísimo, porque las fiestas escolares fueron un pretexto para rever la historia y cómo festejar. Siempre escribía libros, que son caros y que mucha gente no accedía a ellos. Ahora armamos un equipo fantástico y la universidad pública y gratuita de Rosario nos dio el apoyo y estamos sacando un material por internet para todas las escuelas: “Para ver cómo festejar”. Estamos muy contentos. Si alguno quiere acceder, desde cualquier medio, desde un celular, tiene acceso a miles de materiales. Estoy feliz que la pandemia me enseñó a no pelearme con la tecnología, y ver este aspecto fabuloso de la tecnología, aunque nos tenga en dependencia, por ahora, hasta que logremos tener nuestra propia extracción de litio, o de lo que sea, para lograr nuestra difusión.
-Contanos esa experiencia de que ibas a ver a tu hermano Arturo, preso político, en la cárcel de Rawson y que le empezaste a cantar, porque él te lo pedía. Esto viene a cuento con respecto a que la música sana.
-Vos tenés una manera de hacer entrevistas que ya tu voz me lleva a lugares de intimidad, nunca hablé en público de esto. Pero nos estamos atreviendo a hablar de lo personal, que no es lo personal sino es lo más sentido, que cuando lo hablás resulta que es algo que atravesamos todos. Estamos aprendiendo a hablar de lo que no hemos hablado. Me voy a atrever. Este es el otro aprendizaje de por qué aprendí a cantar, yo no era cantante, yo era instrumentista. Cuando me tocó en la cárcel de la dictadura, porque me tocó, como nos tocó a todos y muchos hemos aprendido a callarlo, entonces puedo comprender que haya quienes pueden denunciar el Holocausto, por ejemplo, pero no pueden hablar de lo que vivimos, porque es demasiado cercano. Creo que vos te estás refiriendo a lo que me pasó cuando en Rawson, en una de las cárceles más difíciles, con más torturas a todo tipo de gente, militantes y no militantes, donde había todo tipo de detenidos sicólogos, trabajadores, de todo. Visitaba a mi hermano, que como estaban bajo el régimen de la dictadura, no podían cantar, ni llorar, no podían silbar, no podían leer, cuando hablaban tenían que bajar la cabeza y poner las manos atrás. Estaba muy estudiado desde la doctrina que vino de Estados Unidos, todo el régimen de destrucción de la persona. Entonces, yo iba y tenía un ratito de visita. Para mí, el viaje a Rawson, era despedirme de mi familia, porque quizá no volvía, así que dejaba dicho con quién se iban a quedar mis hijos, si yo no volvía. En ese ratito de visita hablábamos a través de un vidrio, a través de un tubo y el último ratito mi hermano me decía que le cante. Y yo le decía, pero “¿si nos descubren? o capaz que están grabando y vos después vas estar en un calabozo en el sur aislado un mes”. Y él me decía, “sí, vale la pena, porque esos 15 minutos son 15 minutos de libertad”. Entonces, yo me ponía en el tubo y me ponía a cantar. Veía que los compañeros que estaban en tubos cercanos con su familia, se iban callando y suavecito escuchaban. No sé por qué nunca me prohibieron, los guardas que estaban ahí, no vinieron ni se acercaron, capaz que estaban sintiendo algo ellos también. Ahí me di cuenta que eran los mejores conciertos de mi vida. Ahí aprendí a cantar con un sentido, o sea, despreocuparme si yo estaba cantando con una bella voz o qué canción cantaba. Era, lo que tenía y lo daba. Eso tan sencillo lo aprendí ahí. Era una alegría, era mejor que todas las palabras, era increíble. Entonces es muy bueno, todo lo que aprendimos en esas situaciones de extrema vulnerabilidad, de extrema agresión. La vida tiene, no sólo el género humano, seguramente las plantas también lo tienen, una capacidad de reorganizarnos, de sacar la alegría, el cariño. Y de pronto nos reímos cantando cosas. No sé. será eso, que ahí aprendí a reírme en las clases. No lo sé, no lo tengo muy claro.
-Por eso quizá la música sea aquello que está más en el corazón de los pueblos, y por eso desde que recordamos, en todos los pueblos originarios del planeta hay música.
-Es fuerte y controvertido. Justamente estamos escribiendo, (me remito de nuevo) este trabajo de las fiestas, de celebrar, que decíamos: “¿no vamos a poner ninguna marcha?” Primero dijimos: “No, porque las marchas son todas europeas, con un sentido tal que ninguna de las comunidades indígenas puede agarrar ninguna, porque son todas de enarbolar un estandarte, que significó destruirlos ¿Cómo hacemos?” Entonces dijimos: “a ver si nos atrevemos a agarrar una marcha, la más querida que se llama “Febo asoma”. Entonces cuando nos pusimos con el equipo a trabajar con esa marcha de San Martín, ¿sabés qué versión vamos a hacer?
-No, ¿cúal?
-En vez de ser cantada con una bella voz, va a ser cantada como la cantamos en las marchas en la calle, o en la cancha, con voces hasta desprolijas. Vamos a hacer lo que uno canta cuando está junto con otros. Primera cosa. Es muy fuerte grabar esto. Segundo: nada de acompañamiento militar, solo tambores, porque dijimos: los tambores hablan de lo que se calló, lo que está callado. Por ejemplo, esa marcha habla de Cabral que era afrodescendiente, el sargento Cabral tan venerado, está oculto, fue callado. El que compuso esta marcha es un uruguayo afrodescendiente, por lo tanto, no dejaban enterrarlo en el cementerio de Rosario. San Martín era mestizo y fue ocultado. O sea que es un homenaje a la negritud, a los afrodescendientes callados. Esa es nuestra marcha. Cuando nos ponemos a investigar, ¿quién se enamoró de esa marcha? porque es la única que tiene ritmo, alegría, la gente no sabe por qué le gusta tanto, porque las palabras son un disparate: “Febo asoma”, nadie dice febo, todos dicen sol, pero a todo el mundo le gusta porque tiene energía la música y porque la compuso un afrodescendiente. Entonces, tiene una rítmica mixta, que no sabes si es compás de tres o dos, que los europeos no saben hacerlo. Tiene tal energía esa controvertida rítmica, que no sabés en qué compás acompañarla, que le gusta a los europeos y no saben por qué. Entonces el ejército nazi de Hitler entra a París ¿con qué marcha?, con “Febo asoma”. Es espantoso. pero es verdad, y ni ellos mismos, lo europeos, saben que les atrajo la energía africana.
-O lo hacían, tal vez, para destruir su significado.
-No, ellos no lo sabían, porque se ocultó la negritud del compositor de esta música. Bueno, yo soy maestrita, maestrita de alma, entonces, cuando los maestros tomamos y tenemos que trabajar nuestra identidad, está todo eso controvertido, y la mitad de esas cosas ni las sabemos. Por ahí, una energía que va más allá de nosotros, que en ese caso está en la música, que atraviesa todo y esa energía está en estos trabajos que hacemos. Después tratamos de hacer actos decentes, o sea, que la gente los mire y se conmueva. Martín Fumero, que está en este equipo, dice que el verdadero festejo, lo que hemos aprendido y tenemos que recuperar de las comunidades indígenas, y de las comunidades africanas, es que no festejan para el escenario, el verdadero festejo es estar reunidos.
-En la comunidad.
-Sí. En la comunidad. Entonces vamos a proponer, en el festejo por zoom, que los chicos se preparen, o sea, que estudien para sentir lo comunitario, o sea, no para un acto en el escenario, no, para festejar juntos. Entonces festejamos a la valentía de San Martín, a la alegría de estar vivos, festejamos haber superado las muertes, de todas esas comunidades, como sintiéndonos tocar los tambores juntos. No necesariamente en escenario. Y esa es otra revolución.
-Decías que tu hermano Arturo sentía libertad, entonces no sólo la música sana, sino que da libertad.
-Sí, ellos decían que en ese momento estaban fuera de la cárcel, estaban recordando una novia, pensando en el futuro, acordándose de su infancia, de los afectos, de sus luchas, y era fuerza, era alegría, es así.
Primera parte de la entrevista en audio:
-Me importa que nos cuentes tu compromiso con todas las luchas, con todas las músicas, con todas las reivindicaciones de nuestra Pachamama. Eres una viajera incansable, que te llaman de muchos lugares de Nuestramérica, del Abya Yala, para que cuentes tus hallazgos. Hace poco aprendiste un nuevo canto acá en Argentina. Esta lucha por la Pachamama, más en estos momentos, que nos hablan de una catástrofe de este capitalismo depredador que se nos acerca cada vez más ¿Creés que podemos aportar con la música a esta lucha?
-Sí. Lo primero que se me ocurre responderte es que veo todo lo que tenemos que modificar de nuestros pensamientos, de nuestras costumbres, es lo que hace años estoy tratando de practicar. Me cuesta cada vez más la palabra “lucha”. Una cosa increíble que aprendí en estos tiempos es a estar más abierta con mis prejuicios y a avanzar desde la acción positiva. Entonces la palabra lucha se me quedó muy pegada a destruir, y sí, es destruir lo viejo. Pero estamos encontrando maneras más amables, este concepto boliviano, que lo ví en las comunidades, de complementariedad, es decir, basta de festejar la independencia con una bandera que no representa lo Plurinacional. Estados con lenguas distintas, con geografías diferentes, es lo mismo en Bolivia, acá, en Chile, se está dando ahora, distintos pensamientos. Todas las naciones Mapuche distintas entre sí, también tienen que estar presentes, como la península ibérica, (de donde tú vienes), va a haber que hacer estados plurinacionales. Si bien, cuando hablamos aparece que mi acción es desde la política, es así, todas las acciones son políticas. Incluso tomando agua en este jarro, que tiene su historia política, sobre cómo lo tenemos, jarro artesanal, hecho a mano, que nos regalaron a Fadeiros, en un acto de amor. Esto yo lo estoy aprendiendo.
Cuando fui a las comunidades mayas, la mitad de las cosas no las entendía. Me di cuenta que los Zapatistas (adonde también fui a aprender), en México, eran mayas, y que es un conocimiento extraordinario, que es la salvación del planeta.
–El movimiento Zapatista dices.
-Sí. El pensamiento maya con sus diversidades, porque también están los tzotziles, kaqchikeles, y otros. Después estuve con los garífunas, que son directos descendientes africanos. Que no llegaron a estar sometidos como esclavos, pero ahora están sometidos por el capitalismo. O sea, que la lucha de ellos (tomo tu palabra lucha) sigue. Pero yo que estuve tomando clases de canto, de música, la mitad de las cosas todavía me cuesta contarlas porque las palabras que uso no tienen referencia a lo que viví. Entonces hasta tengo que encontrar nuevos lenguajes.
Resulta que eso lo vivo acá, a través de una maestra que trabaja en capital, en Quilmes, en una zona de extrema pobreza, y me termina dando clases de su canto una señora, Silvia González. Ella dice que no sabe dar clases. Ni sus hijos sabían que ella cantaba. Me hizo cantar un canto muy espiritual, ene el que uno empieza a quebrar la voz, y a agudear, o sea, dejarla sostenida en la nota aguda y ahí aparece lo que uno siente, y que esa es la verdad. La información es lo que uno sabe con palabras y lo que uno siente. (Pepa improvisa ese canto)
Esto de hablar con el canto, uno no lo controla con la cabeza, entonces aparece lo que sé, lo que viví, o sea, mi historia, mi realidad y se la cuento al otro. Es un vértigo terrible. No tengo muchas palabras para nombrar esto. Me hablaste de la magia, será esto la magia, la magia de lo que los garífunas me decían lo intangible.
-Los garífunas, son las comunidades negras de Guatemala, Honduras, y Nicaragua. Esos pueblos tienen organizaciones extraordinarias de mujeres sanadoras. En tus clases me sorprende cómo has conseguido que sean amenas, cantar con los cuerpos, cómo conseguís que las clases en pantalla tengan la magia de compartir, de emocionar, de decir algo también que nos sale del alma, incluso personas que nunca hemos compuesto, nos animamos a crear ¿cómo lo hacés?
-Como hacer música pone tan feliz, vos me tenés un poco idealizada, no fue tan mágico, porque soy sabia y así. Cuando apareció la pandemia y había que dar clases por zoom, lo primero que dije fue «no, no voy a dar clases, porque no sé hacerlo» (así le dije a un chico que me pidió clases). Bueno, tuve que aprenderlo. No es que sea una genia, no. Nos reunimos con varios colegas músicos, músicas, con mis hijos que también están en la música a probar a hacer cosas, a darnos clases. Nos enojamos, “¡no te escucho!”, nos moríamos de la risa de los disparates que probamos. A ver: “gritá, cantá, golpeá algo”, entonces fue probar algo que yo no sabía. Y cuando yo no sé algo, me agarra mucha inseguridad, entonces, me deprimo, “ya estoy vieja” pienso, o ¡basta! ¡hasta aquí llegué! o me enojo. Entonces tengo que superar esa tristeza, o ese enojo y mi omnipotencia, y todas esas cosas, hasta que empiezo a lograr algo. Así, te bajo de un hondazo esa felicidad que vos trasmitís, que no es tan así, que tuve que ir probando. Y como siempre, uno se va quedando con lo que va funcionado. Y me ayuda, para variar, la persona que está del otro lado, con su expresión, con su comentario. Es esto que te decía que aprendí con Paulo Freire, que es construir con la otra parte. Que la educación es un vínculo donde me enseña el que está aprendiendo y yo también voy enseñándole. Y eso empezó a pasar por zoom, y vimos qué funcionaba y qué no. Ahí descubrí cosas que no sabía, que es, por ejemplo, que tener la cara del otro tan cerca es impresionante, tenés una percepción a través de lo visual, inclusive del sonido, que da una intimidad tremenda. También apareció lo aislados que estábamos como seres, y cuando aparecía un espacio de intimidad y de cercanía, uno ponía cosas que hasta el momento no había puesto en las clases. Una emoción, una intimidad, descubrirse nuevos aspectos. Todo eso fue apareciendo solo, y ahí en las evaluaciones que surgían de forma espontánea, o planificada; porque para mí es muy importante la evaluación del otro, para qué le está sirviendo lo que hace, qué caminos le están resultando más útiles, bueno ahí aparecieron cosas más certeras, que trato de trasmitir cuando doy capacitaciones docentes y otros me trasmiten otras. Pero fue todo una construcción.
No puedo dejar de sentir que el Covid y antes las otras gripes, la gente muere porque se queda sin aire. Lo que pasa con el Covid es lo mismo que estuvimos haciendo con la tierra, el planeta tierra, dejándola sin oxígeno con nuestras maneras de producción, de producir chatarra y destruir. Estamos todos sintiendo lo mismo, la misma enfermedad, la Pachamama siente lo mismo que sentimos nosotros a través de la enfermedad.
Entonces, este sufrimiento que me llegó muy cerca, que se me murió un amigo joven y cercano, y ¿cómo se murió?: se quedó sin aire, lo mismo que está viviendo la tierra y el planeta. No puedo dejar de pensar que no tengo herramientas políticas ni de economía, pero como maestra, maestrita y como música, que trabajo sobre los sentimientos, estoy a través de las canciones diciendo eso que siento. Entonces me animo a cantar un blues o un canto bagualero, porque es una voz que se quiebra. (Pepa canta : no quiero ser feliz….)
Y ese canto que se quiebra es el canto de la voz que se quiebra del blues, que ¿de dónde nació?, de la esclavitud, de lo que se les prohibió cantar aprendieron a decirlo de otra manera. La baguala es la única canción que canta la voz quebrada. Porque la chacarera, la zamba y todo nuestro folklore ya usa la copla de la península ibérica, que se tuvo que adaptar para seguir vivo el canto de los criollos y del mestizaje. La vidala y la baguala con ese quiebre que canta esa señora Silvia, de Quilmes, tiene ese quiebre que es el canto de los Dakota, en Canadá y en Estados Unidos, y el canto mapuche, es el canto indígena y está vivo todavía.
-Justamente me das el pie para otro acercamiento a tu vida tan profunda y tan amplia en el arte y la cultura, dentro de la sensibilidad, que es tu búsqueda de las canciones. Nos has hablado de esta mujer que te enseñó, no sólo buscas las canciones, sino también el sentimiento y la emoción en los sonidos: en el agua, en la lluvia. Cuando íbamos a tus peñas, nos pedías replicar el sonido de viento, del mar: ¿eso también es música?
-A mí me pasó “que trataba de estudiar bien”, cuando era chica, esto entre comillas. Así conseguí la beca para estudiar bien. Viajé a Alemania, estuve viviendo alli y caí justo después del mayo francés en el 68, llegué en el 69, y entonces, era una revolución. Mientras mantenía mi beca para estudiar la música del siglo XVI y XVII, el mundo de la vieja Europa se daba vuelta. Me puse a hacer cursos de nueva música que era la electroacústica, la composición y en la radio de la ciudad trabajaba Karlheinz Stockhausen, descubriendo el mundo. Esta gente decidía que todo lo que suena es música. Entonces este tipo, Stockhausen, hacía una obra que se llama himnos y mezclaba todos los himnos de todas las nacionalidades. Se agarraba los noticieros en distintos idiomas y los mezclaba y yo escuchaba que eso era la música de ese momento, del siglo XX. Las voces de todo el planeta hablando, en distintos idiomas, los himnos mezclados que él descubrió que todos tenían el tum-tum, estilo “vamos a matar a todos”, los himnos europeos tenían la misma rítmica. Lo descubría con esa música que era atonal, una ruptura. Y yo dije, esto es la libertad, todo lo que suena está vivo, todo lo que escucho tiene algo para decir.
Pasan los años y eso mismo lo escucho en el canto mapuche. Esa misma profundidad está en el canto, ese que le canta al agua, en mapuche la palabra agua (que no sé cómo se dice) y que, según en qué región, se dice diferente y que no tiene traducción a nuestro castellano. Entonces escucho que hay un canto para el agua, cuando está en el lago, otra es el agua de la lluvia, otra es del hielo, no es la misma. Entonces hay una canción que hace la olita cuando pega contra el borde. (Pepa canta los sonidos) y es el «Agüita» eso es la canción.
Descubro que el sonido del secreto, si hablamos en susurro (Pepa y María susurran) eso no es ruido, me dice algo. El lago me está hablando.
Antes los europeos creyeron que los pueblos originarios, cuando decían que la semilla te habla, que la tierra te habla, que el agua te habla, eran unos pobres inútiles, tan infantiles que se llamaba pensamiento animista: “de creer que la tierra hablaba”, si los únicos que hablamos somos los seres humanos. Ahora estamos viendo que si no aprendemos a escuchar lo que te dice el agua, el viento, el volcán, lo que está hablando el planeta, no sé si a través del COVID, no lo sé, pero puedo ser menos necia y pensar que están expresándonos una verdad, que como no soy agua, no la puedo decodificar, pero puedo pensar que tiene una forma de manifestarse. Yo meto eso en mis canciones, porque ese conocimiento me apareció desde la electroacústica y cuando volví, logré una beca de composición electroacústica, gratis para maestros. De las dos que había para maestros de Latinoamérica, por suerte me ligué una y fue buenísima y me abrió el conocimiento y ver que el análisis de la armonía en música no era el que enseñaban en el conservatorio, a la europea. Me enseñó Eliseo Verón, el estructuralismo, ahí empecé a estudiar epistemología, en esa época se estudiaba teoría de la comunicación, la Gestalt, formas de pensar que venían de Europa pero que te demostraban que el pensamiento europeo no iba más, ese pensamiento lineal.
-El pensamiento colonizado que viene de Europa, no nos deja sentir, ni ser como se siente en el Abya Yala.
-En esos cursos, entonces, nosotros empezamos a rever nuestro propio conocimiento. A las charlas empezó a venir Eduardo Galeano, un montón de gente desde el arte, la literatura, terminábamos encontrándonos como Galeano, con los Zapatistas. Ahí están otras verdades.
-Siempre volvemos a las y los Zapatistas, ahora se han ido a Europa a ver si despiertan las rebeldías europeas que están adormecidas. Quería terminar la entrevista, que es un por ahora, con el agua, con esa gran reivindicación en toda Argentina y Nuestramérica para salvar el agua, el movimiento del agua en Andalgalá, de los mapuche, del sur, del este , del norte, para que no nos quiten el agua, porque si ahora nos podemos morir sin aire, también nos podemos morir sin agua. Quiero que terminemos con esa canción tuya sobre el agua. ¿La puedes cantar?
-Sí, con la salvedad de que ese es otro tema, no existe la propiedad privada intelectual, porque el que era mi marido, Hugo Fumero, tocaba una cosa hermosísima en la guitarra, larguísima, haciendo con la guitarra los sonidos del agua y apenitas cantaba esto, a lo que él no le daba ninguna importancia, porque a él le gustaba lo que hacía con la guitarra, y él no sabía si ponerlo en el tema, porque le gustaba la guitarra, que era más importante que yo, que era su compañera de vida (se ríe). Entonces yo me quedé cantando eso que para él no era tan importante. y yo no sé quién inventó esa canción, sí la guitarra, si él o el agua (canta Pepa)
Agua, agua fresca, para vos, para mi, para todos
Gracias Resumen Latinoamericano, porque nos están llevando a todos a nuevos lugares, por despertarme esa ternura en la entrevista, gracias María.
-Gracias Pepa por esta conversación tan sentida, profunda, hermosa, porque necesitamos dar, como la música, dar esto que sentimos, porque, tal vez, hay personas que también sienten esto y lo pueden descubrir y sanar.
Fotos: María Torrellas