Por Ma. Daniela Yaccar, Resumen Latinoamericano, 16 de agosto de 2021.
Nicole Becker, Bruno Rodríguez y Federico Pellegrino se sienten parte de una generación que puede heredar un futuro catastrófico. Repasan los hitos de una lucha que, tras las huellas de Greta Thunberg, crece hace dos años a un ritmo vertiginoso. Reflexiones en torno a la crisis ambiental, relación con los partidos políticos, aspiraciones.
Foto portada: Nicole Becker, de Jóvenes por el Clima.. Imagen: Guido Piotrkowski
Existe un sentimiento llamado “ansiedad climática”. Es, según la primera definición que aparece en Google, un “miedo crónico al destino trágico del ambiente”. Y es lo que experimentó Nicole Becker, tildada a menudo como la Greta Thunberg argentina, después de leer el reciente informe de expertos de la ONU sobre las consecuencias irreversibles del calentamiento global. “Miedo y angustia al imaginar tu vida y el futuro de tu generación”, define ella. Pero inmediatamente la cofundadora de Jóvenes por el Clima sentencia: “No quiero ponerme a llorar. Todavía hay una ventana para cambiar las cosas y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para arreglarlas”. Así resume el espíritu de una lucha que hace dos años viene creciendo a un ritmo muy vertiginoso.
“Las transformaciones sociales siempre fueron lideradas por la juventud y esta no es la excepción”, dice Nicole, de veinte años, estudiante de Derecho y columnista en el programa FuriaBebe, de Futurock. “Es un tema que nos toca. Las consecuencias de la crisis climática ya se están viendo en todos lados en la actualidad. No es una cuestión del futuro, pero a medida que pasen los años van a ser aún peores, como dice el reporte de la ONU. Básicamente por ser las personas que vamos a heredar ese futuro tenemos un rol muy importante”, argumenta. Federico Pellegrino, de la misma edad de Nicole, estudia Ciencias Políticas y es parte de la asociación civil Eco House, nacida hace cinco años. Suma: “Por ahí no estamos tan inmersos en este modelo de mal desarrollo. Tenemos mayor capacidad de imaginar mundos posibles”.
Tras las huellas de Greta Thunberg
En febrero de 2019 Nicole recién había terminado el secundario y, como muchas pibas y pibes de su generación, descubrió a Greta Thunberg en un video de Instagram. La activista sueca de tan sólo 16 años llamaba a la primera movilización internacional para detener la crisis climática. Nicole recuerda que se indignó: en el video había muchos jóvenes y en la Argentina “ni siquiera se hablaba del tema”. Se metió a fondo a investigar en la computadora. Ese mismo día entendió que la crisis climática está «vinculada a los derechos humanos» y no pudo creer que «no hubiera una expresión local» del movimiento encabezado por Greta.
Bruno Rodríguez, otro de los referentes de Jóvenes por el Clima, también venía de terminar el secundario, en la misma escuela que Nicole, ORT (de la calle Yatay). Tenía un pasado militante desde los 13 años en distintos espacios, como el Partido Obrero, dentro del movimiento estudiantil, y Amnistía Internacional, donde había trabajado temas relacionados a los derechos sexuales y reproductivos. “Me uní a un grupo de WhatsApp que había creado Bruno para planificar esa movilización del 15 de marzo que se iba a hacer en todo el mundo”, cuenta Nicole. “No había ninguna mujer liderando. Me metí pensando que le iba a dedicar muy poco tiempo y se volvió mi vida. No me quedó otra. Tenía que convertir el miedo al futuro en acción colectiva«, agrega quien dice haber sido educada políticamente en Habonim Dror, «movimiento juvenil judío de izquierda».
«Ya existían organizaciones que trabajaban el tema, pero lo de Greta dio fuerza y masividad. Aparecieron nuevas y muchos jóvenes empezamos a militar cuando surge ella«, comenta, por su parte, Federico, y menciona entre las pioneras a las fundaciones Ambiente y Recursos Naturales (FARN) y Vida Silvestre. En tres semanas y con poca o nula experiencia en la organización de manifestaciones masivas, integrantes de Eco House, Aclimatando, Planeta Sustentable y la futura Jóvenes por el Clima, entre otras, planificaron una marcha a la que asistieron 5 mil personas. Tras este hecho quedó conformada la Alianza por el Clima, una federación que nuclea a un grupo importante de las organizaciones protagonistas de varios hitos ocurridos en 2019.
“La movilización fue un indicio de que no es que a nadie le importaba el tema, sino que no había un movimiento consolidado que centralizara ese interés”, analiza Nicole. Bruno, todavía incrédulo por cómo se dieron las cosas, repasa: “A fines de febrero de 2019 estábamos construyendo Jóvenes por el Clima a partir de reuniones en casas particulares, en grupos de no más de 15 personas. En cuestión de meses ya estábamos logrando que se aprobara la primera Declaración de Emergencia Climática y Ecológica, lo que nos convirtió en el primer país de América latina y cuarto del mundo en avanzar en esa dirección”. El fue uno de los organizadores de los encuentros con legisladores para convencerlos de que aprobaran la declaración. Fue un «lobby emocional», en palabras de Nicole.
Continúa Bruno: “En agosto y septiembre estábamos participando de una cumbre internacional, al lado de Greta Thunberg y jefes de Estado de distintos países”. El joven de La Paternal fue el embajador argentino en aquella oportunidad, la Cumbre Mundial de Jóvenes por la Acción Climática. El 27 de septiembre, “después de una serie de marchas con mucha convocatoria”, ocurrió la “instancia de mayor participación”: alrededor de 15 mil personas marcharon desde Plaza de Mayo al Congreso en la tercera movilización internacional contra la crisis climática y ecológica. “En noviembre logramos que se aprobara la primera ley nacional de Presupuestos Mínimos de la Adaptación y Mitigación del Cambio Climático. Todo en el mismo año”, completa Bruno, que estudia Ciencias Políticas y conduce con Nicole y Enrique Viale el programa radial Prohibido pisar el pasto (Futurock).
«Empezamos hace dos años y parece una eternidad. Queda muchísimo por hacer y estamos en una situación crítica. El mayor logro fue cómo se instaló el tema en la agenda.Parecía imposible», evalúa Nicole. «Hay un conocimiento básico, más interés en los medios, en las escuelas. Se sancionó la Ley de Educación Ambiental. Políticos que no nombraban el tema ahora lo nombran, aunque quizás no ofrezcan acciones reales. A nivel nacional no pareciera haber un proyecto de país que incluya la pata ambiental. A nivel internacional, en el segundo país más contaminante (Estados Unidos) pasamos de un negacionista a alguien que toma el cambio climático como bandera primordial», analiza. El balance de Federico tiene una cuota de ironía: «La sociedad empieza a ver que el ambientalismo no es sólo salvar a los pandas».
Cómo entienden los jóvenes argentinos la crisis climática
«La preocupación por la crisis climática y ecológica llegó de la mano de la oleada internacional de jóvenes que empezaron a manifestarse masivamente frente a esta temática, pero no con un discurso centrado en las acciones individuales que podemos llevar adelante en la esfera de nuestros hogares (como separar los residuos o cambiar nuestros hábitos alimenticios), sino incorporando una matriz mucho más social«, contrasta Bruno. En este sentido, el «ambientalismo popular» –también feminista— que defienden Jóvenes por el Clima y otras organizaciones se opone a la «ecología liberal», paradigma que según él venía reinando en la Argentina. Este discurso centraba la responsabilidad de las transformaciones en los individuos oscureciendo la de actores económicos «muy específicos» causantes del daño y también el rol del Estado en el problema.
Entonces, de golpe, «hubo un entrelazamiento fuerte entre la promoción de los derechos humanos y el cambio climático. A partir de ahí me vi interpelado», se define Bruno. Lo grafica con una anécdota personal. Luego de su militancia en Amnistía Internacional tuvo un «breve paso» por La Poderosa: «Iba al barrio de Fátima, en Villa Soldati. Las problemáticas socioambientales afectan con mucha mayor virulencia a los sectores populares«.
A pesar de que las osadas intervenciones de Greta y el Fridays for future encendieron la mecha, los jóvenes argentinos saben bien que no se trata de copiar y pegar una fórmula foránea. «Por los que fueron somos. No somos los primeros. Sería muy desmotivante. Hay una larga lucha», aclara Federico, quien reconoce entre sus referentes a Maristella Svampa, Viale, Pino Solanas y Alcira Argumedo, y entre sus inspiraciones a las asambleas locales como No a la Mina, de Esquel, organizaciones como la de las Madres de Ituzaingó y la lucha de los pueblos originarios, «primeros ambientalistas que vieron perjudicada su vida por el avance del extractivismo».
«No podés copiar y pegar la misma estrategia», advierte Nicole, y explica: «La Argentina no tiene la misma responsabilidad en el cambio climático que Estados Unidos. Estados Unidos emite el 13 por ciento de los gases contaminantes de efecto invernadero que causan la crisis; Argentina el 0,7 ó 0,8 por ciento. Pero vemos consecuencias como la bajante del río Paraná o los incendios del año pasado. Tenemos que adaptarnos y nos falta infraestructura. Tenemos más de un 40 por ciento de pobres… ¿cómo les damos herramientas para protegerse frente a los impactos? No es que tenemos más consecuencias. Hay incendios en Grecia, en Turquía… pero tenemos menos recursos para afrontarlas«.
Otra anécdota de Bruno ilustra esta cuestión: en un encuentro a solas con Greta, en septiembre de 2019, él le planteó: «Sos una de las figuras que hace que el movimiento exista. Estás dando un ejemplo de lucha, pero al ser latinoamericanos, reivindicamos nuestras raíces de los pueblos originarios, que son atacados y desplazados, aunque eso no lo ve el ambientalismo oenegeísta». Greta lo frenó, lo tomó del brazo y respondió: «Yo tengo que estar en un tercer plano, porque los movimientos del sur global tienen que estar al frente de la lucha». «Para que la transición sea justa, sí o sí deben tener protagonismo las agendas reivindicativas de los movimientos del sur global. Si no, siempre vamos a seguir escuchando las voces de quienes mayor repercusión tienen en el daño del ambiente y el fenómeno del calentamiento global y no a quienes peor la pasan», sintetiza el militante.
¿Quiénes son los jóvenes que militan para detener el cambio climático?
El movimiento de jóvenes que luchan para detener la crisis climática en la Argentina lo protagonizan los centennials de clase media, a partir de los 18 años. Según los entrevistados para esta nota, hay militantes en todo el país. Muchos estudian ciencias sociales o ambientales y hacen su primera experiencia política en este marco. Otros tienen un pasado de militancia estudiantil. Hacen uso de las redes para concientizar: Instagram y Twitter, sobre todo. Pretenden que la masividad que allí se consigue se vuelque a las calles.
«El ambientalismo se tiene que embarrar«, insta Bruno. «Al ser un movimiento de justicia social tiene que insertarse en la realidad que atraviesan los sectores populares. Por ejemplo: la provisión de servicios públicos en barrios populares es una problemática socioambiental, vinculada al derecho de tener agua, luz, electricidad. El ambientalismo tiene que estar levantando las voces de los barrios populares para que guíen la batuta del movimiento. Vamos a ser un movimiento de masas cuando logremos embarrarnos, incorporando esas agendas en discurso y praxis«, plantea.
Federico está de acuerdo: «El trabajo territorial con las asambleas es indispensable y ya se está dando». Hay un acercamiento a la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), graficado en un fuerte apoyo a la Ley de Acceso a la Tierra. También al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Cartoneros y cartoneras estuvieron al frente en la movilización de septiembre de 2019 y con ellos trabajaron en conjunto para la presentación de la Ley de Envases con Inclusión Social.
Otra característica muy marcada de la militancia juvenil en torno al cambio climático es que transita por fuera de los partidos políticos. «Me parece extraño el fenómeno de la inserción de los jóvenes a la militancia a través de preocupaciones sectoriales y no de una convicción generalizada en una serie de ideales que forman parte de una vertiente ideológica específica», dice Bruno. Considera que durante el macrismo se produjo una «degradación muy importante en el sentimiento de participación política y de representación de las dirigencias», lo que derivó en una «fragmentación de las militancias»: están las feministas, las orgánicas, las ambientales. «Me parece negativo porque, de alguna manera, en su causa, hay un fenómeno de descreimiento de la política que hay que erradicar. Estamos todo el tiempo en la cuerda floja de caer en narrativas que desvinculan a nuestra causa de la política y terminan promoviendo la antipolítica por el contrario. Son aristas que congelan nuestra potencialidad de intervención en la discusión pública», concluye el joven.
«Hay algunos partidos más propensos a escuchar e intervenir, pero están estructurados bajo un paradigma de desarrollo que es incompatible con el del ambientalismo«, opina Federico, quien resalta que sí hay «receptividad» en los jóvenes militantes de distintos sectores. Con ellos hay diálogo y una coincidencia en que «hay que dar una disputa» dentro de los partidos para «transformarlos». Una coincidencia de que, quizás, a pesar de las últimas noticias –que no sorprenden, pero sí preocupan– mañana puede ser mejor.
¿Qué debate debería darse en la Argentina en torno al calentamiento global?
El reciente informe de los expertos del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) advierte que el planeta alcanzará un aumento de 1,5º C en su temperatura –con respecto a la era preindustrial– una década antes de lo estimado, lo que podría generar riesgos de desastres “sin precedentes”. Algunas consecuencias ya son irreversibles. El deshielo de los polos hará que el nivel de los océanos siga aumentando durante «siglos o milenios». El mar, que ya creció 20 centímetros desde 1900, podría avanzar medio metro más para 2100. Olas de calor, inundaciones y otros eventos extremos aumentarán en magnitud y frecuencia.
Tras la aparición de este documento, surgió una carta que solicita la incorporación del debate socioambiental a la campaña electoral. La firmaron intelectuales, actores, colectivos, militantes, defensores de derechos humanos, docentes, escritores, investigadores, universitarios, periodistas, activistas. Jóvenes por el Clima fue una de las organizaciones que la impulsó.
«Estamos en plena campaña y básicamente no se habló de casi nada«, se queja Nicole. «Un 76 por ciento de las emisiones de gases contaminantes en el mundo vienen del sector energético, por lo cual a nivel climático lo primero que se tiene que hacer es transicionar hacia otro tipo de energía. Dejar atrás los combustibles fósiles; pasar a diversificar la matriz energética. La Argentina claramente tiene una crisis económica muy fuerte, entonces sigue apostando por Vaca Muerta como si fuera la solución a toda la problemática que tenemos. Nadie dice que mañana se tienen que dejar los combustibles fósiles, tiene que ser una transición justa, incluyendo a los trabajadores, pero tiene que empezar», profundiza. Otra discusión prioritaria a nivel nacional es, para ella, la que debe darse en torno a la deforestación. El país está entre los diez que más deforesta en el mundo.
Federico aporta: «La Argentina sola no va a solucionar la crisis climática. Hay que pensar en una lógica regional. Presionar para que se bajen las emisiones. Si no, priman las lógicas de colonización del imperialismo. El 50 por ciento de las emisiones históricas están entre Estados Unidos, la Unión Europea y China. El 1 por ciento más rico emite más del doble que el 50 por ciento más pobre; el 10 por ciento más rico emite más del 50 por ciento de los gases de efecto invernadero. No todos somos responsables en la misma medida. Los países del norte global dependen de los recursos de los del sur. Tenemos capacidad de presión«.