Moira Millán /Resumen Latinoamericano, 8 de agosto de 2021
Durante más de 400 años, mi pueblo, junto con los otros pueblos indígenas de Argentina, han estado involucrados en una poderosa lucha por la autodeterminación. Incluso hoy en día, persiste en la memoria de nuestra ül, canciones y nüxam, historias, del coraje de nuestros antepasados que derrotaron al imperio más grande de la época. Tras su derrota, la corona española firmó un tratado con los mapuche en el primer parlamento de Quillín, reconociendo la soberanía de la nación mapuche.
Nuestra Walljampu, territorio mapuche, comprende desde el océano pacífico al océano atlántico, en lo que hoy es la Republica de Chile, cuyo nombre en mapudugun (idioma mapuche) sería: Ngulumapu (Tierras del Oriente). Mientras que en la actual Argentina, Puelmapu (Tierras del Poniente). Nuestro territorio comprende casi la mitad de lo que hoy es Argentina: desde el sur de la provincia de Mendoza en el oeste, hasta el centro sur de la provincia de Buenos Aires en el este, hasta la provincia de Santa Cruz en el sur. Se estima que tenemos una presencia aquí de aproximadamente 12,000 años, en base a hallazgos arqueológicos y estudios sobre la estructura lingüística.
Mi pueblo se mantuvo independiente en toda la Walljmapu hasta que los Estados chileno y argentino iniciaron las campañas «Pacificación de la Araucanía» (1861−1883) y «Conquista del Desierto» (1878−1885) respectivamente.
Fue el primer gran intento de exterminio; Los mapuche sufrieron una tremenda pérdida de tierra y vidas en ambos frentes; pero la carga de colonización apenas había comenzado.
Tras nuestra derrota, el estado argentino tomó como prisioneros a miles de familias mapuche, y las subastó en la plaza pública, disgregándolas para siempre. En su libro «La Historia de la Crueldad Argentina», el historiador argentino Osvaldo Bayer relata cómo el estado subastó públicamente a miles de familias mapuche que fueron encarceladas durante la ocupación de Puelmapu. Al menos un anuncio oficial fue publicado en el diario El Nacional. Decía: «… Hoy entregan indios a toda familia de bien que lo requiera, se le entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta, y un chinito como mandadero.»
Argentina también administró internados como parte de un plan de asimilación que fue escrito en la Constitución de 1853 de Argentina. Al igual que las escuelas residenciales en Canadá y los Estados Unidos, los internados de Argentina se diseñaron como un arma de eliminación cultural y disgregación familiar. A los niños mapuche se les prohibió hablar su idioma, mapudungun; se vieron obligados a asumir una nueva identidad impuesta, la argentina; y fueron sometidos a numerosos abusos y violaciones. Esto motivó que, durante la década de 1960, las comunidades mapuches reclamaran la instalación de escuelas dentro de sus territorios, a fin de no enviar sus hijos a los internados.
No fue hasta 1994 cuando Argentina reemplazó su directiva de asimilación indígena con una ley que reconocía «la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas», así como la «posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan».
La reforma constitucional fue un paso en la dirección correcta, sin embargo, el estado argentino tiene un largo camino por recorrer para separarse de su cruel legado.
MUJERES MAPUCHE QUE TEJEN REBELDÍA
En un momento en el que se va gestando un gran movimiento de lucha de las mujeres surgiendo con fuerza en Argentina, espero poder acercarlos a esta compleja situación política vista desde la percepción de las mujeres madres, víctimas de múltiples pliegues opresivos.
Millones de compañeras feministas reclaman sus derechos como mujeres en la lucha paralela a la de una nación por su autodeterminación. Pero debo preguntar sobre el papel de las mujeres mapuche en este proceso. ¿Hay sororidad hacia las mujeres mapuches? Nuestro derecho a la maternidad según nuestra propia cosmovisión está siendo aplastado en nuestro propio territorio.
La múltiple opresión a las que estamos sometidas las mujeres Indígenas, empieza a ser vociferada, declamada y escuchada por pequeños reductos contra hegemónicos de la sociedad; sin embargo, el mundo aún sabe poco o nada acerca de nosotros.
Es por ello que, en tiempos de tanta persecución y muerte, es necesario contar, explicar y desasnar. Les invito a entrar a las humildes rukas, casas, de las mujeres que tejen rebeldía en este pedacito geográfico al sur del mundo.
TRES GENERACIONES, UNA MISMA ESPERA
En este contexto , fui a visitar a Segunda Huenchuano, una pillankushe, o autoridad espiritual del Lof Mapuche Vuelta del Río, que linda con la estancia de Benetton, en el departamento de Cushamen, provincia de Chubut. El Lof, o comunidad, está atravesado por el río Chubut, en un paisaje semiárido. La estancia de la Compañía Bennetton se extiende por miles kilómetros, cada día arrinconándolos más, son vecinos del magnate y padecen en la piel y el alma, el despojo no solo de sus tierras sino de todos sus derechos, hasta el de educar a sus hijos en libertad.
Segunda Huenchunao, de unos 70 años, sale a recibirme de la mano de su nieta, con amplia sonrisa me invita a pasar a su casa de barro y piedra, amplia y minimalista, casi sin muebles. Nos prepara unos mates, mientras aviva el fuego de la cocina con leña seca, y extrae del baúl de sus recuerdos lo siguiente.
En la década de 1960, Vuelta del Río y otras comunidades mapuches decidieron que ya no querían enviar a sus hijos a internados financiados por el gobierno.
«Yo me acuerdo que la escuela se está pidiendo desde el año ’62 o ’63, en esos años habían como 30 chicos, agarraron los abuelos de esos chicos, se juntaron, conversaron, ¿cómo iban a hacer una escuela para que aprendan esos chicos?»
Segunda hace una pausa y sorbe con fuerza la bombilla del mate, continua: «- y dijeron: vamos a cortar adobe, hicieron una mezcla de pasto y barro y cortaron más de 3,000 adobes. Con esos adobes levantaron la casa en la costa del río. Como en ese tiempo todos tenían animales, vendieron animales, también trueque, cambiaron por chapas y postes, trajeron la madera para el techo. Una vez hecho el edificio, solicitaron un maestro al gobierno, pero nunca llegó.»
La espera duró hasta ver como el tiempo derruía las paredes hasta su total destrucción. Volvieron entonces a internar a sus hijos.
Las parejas jóvenes que no querían enviar a sus hijos a los internados estaban obligadas a mudarse a las ciudades más cercanas para asegurar la escolarización de sus hijos. Finalmente, las madres decidieron convocar la asamblea del Lof y plantearon la propuesta de intentar una vez más establecer una escuela en el Lof.
La iniciativa fue aprobada, recaudaron el dinero para los materiales y en 2016 construyeron un hermoso edificio escolar, obteniendo el apoyo de profesionales educativos mapuche, que prepararon una propuesta de educación cultural bilingüe.
Presentaron el proyecto al estado provincial. Para ser escuchados, tuvieron que ocupar las instalaciones del ministerio de educación de la provincia. A pesar de toda esa lucha, no hallaron respuesta; por el contrario, el estado argentino financió la construcción y puso en marcha una escuela primaria, dentro de la estancia de Benetton, asumiendo el gobierno todos los gastos, beneficiando al empresario, que ahora ha resuelto sin costo alguno, la asistencia de los hijos de sus peones a la escuela, y utilizando esta situación como herramienta propagandística a favor del empresario.
«Desde niños se pretende adoctrinar a nuestros hijos, cultivando un sentimiento de gratitud y amor hacia el patrón,» dijo Segunda.
Ines Huilinao, la hija menor de Segunda, se suma a la conversación. Ha tenido que pasar por el doloroso desarraigo para ir a la escuela en un internado. Ahora es madre de una niña de cinco años y me cuenta que para enviar a su hijita a la escuela, tuvo que dejar su casa y mudarse hasta la sala de primeros auxilios, que se encuentra ubicada sobre la ruta de ingreso a la comunidad, y es el único lugar al que puede acceder la Trafic, un pequeño autobús escolar que viene a recoger a todos los niños que van a la escuela.
Cuando le pregunté a Inés Huilinao, ¿por qué el gobierno no habilita la escuela construida por la comunidad?, me respondió, «Para mí es que ellos quieren que no existamos más dentro del lugar, del territorio, porque como estamos rodeados de alambre de estos señores Benetton, entonces ellos creen que estamos molestando y nos tienen que sacar de aquí de alguna manera».
Para Inés Huilinao, no solo es una incomodidad mudarse de lunes a viernes a la sala de primeros auxilios a fin de enviar a su niña a la escuela, se suma a ello que durante una hora su hija y otros niños se exponen al peligro, ya que la gendarmería y la policía provincial, han militarizado el lugar, cometiendo abusos y excesos contra los miembros de las comunidad con total impunidad.
El riesgo de que la violencia institucional se despliegue contra los niños está latente. Varios padres han preferido no escolarizar a sus hijos, ya que no están dispuestos a dejar la comunidad, ni a exponerlos a riesgos o trastornos innecesarios.
Inés cuenta lo que sucedió el 17 de septiembre del año 2017, cuando el juez Guido Otranto ordenó el allanamiento de varias casas de la comunidad, un aparente intento por localizar al joven artesano Santiago Maldonado, que se encontraba desaparecido, tras haber sido reprimido por gendarmería en una protesta mapuche, en la ruta a orillas del territorio del Lof Resistencia Cushamen.
«Recuerdo que ese momento era la madrugada, de primavera,» dijo Inés. «Estábamos todos acostados, todavía no aclaraba. Empezábamos a ver que sobrevolaban aviones, helicópteros, luces y ruido más que nada. Nos quedamos las tres en la cama. Yo le dije a mi nena que no se levante, que no pasaba nada, pero ella se daba cuenta de que algo pasaba porque las luces se veían y nos iluminaban».
Los helicópteros aterrizaron y descendieron de él decenas de gendarmes, que, pateando las precarias puertas de las casas, entraban y sacaban a sus ocupantes a rastras, sin permitirles vestirse o abrigarse, teniendo en cuenta que las temperaturas aquí son de bajo cero.
En esos días de violencia desplegada contra la comunidad, una familia vecina de Inés fue víctima de la quema de su vivienda. Hay testigos que aseguran que la incendió gendarmería.
La vecina se llama Verónica Fermin; su marido, Marcelo Callfupan, es el werkén o vocero de la comunidad. Tienen tres niños de 8, 10 y 12 años, los cuales no se hallaban dentro de la vivienda por encontrarse toda la familia retornando de la ciudad de Esquel, de una protesta. Podrían haber muerto incinerados, ya que la vivienda fue incendiada a últimas horas de la tarde. Tras este episodio, la familia se ha mudado al pueblo de El Maitén.
ESTADOS FEUDALES POST MODERNOS
Benetton es el mayor propietario de tierras de Argentina, con casi 900.000 hectáreas, y ha pasado décadas oponiéndose a los derechos de los mapuche a sus tierras ancestrales.
En las últimas décadas, además de la compañía Benetton, la Patagonia también ha sido poblada por otros vecinos multimillonarios, entre ellos Joe Lewis, con más de 11,000 hectáreas; el emir de Qatar, Sheikh Tamim Bin Hamad Al Thani, con 28.000 hectáreas; y Ted Turner con 36,942 hectáreas. Este grupo de élites ricas ha creado aquí una especie de estado feudal posmoderno, donde su poder decide la supervivencia mapuche.
Benetton, sin embargo, está en una clase propia. La compañía no sólo incide sobre la administración de justicia, como dejó en evidencia el caso de Santiago Maldonado. También como nos relata Segunda Huenchunao y su hija Ines Huilinao, impone la política de educación que quiere. Han influenciado para que frente a la estancia se construya una comisaría, con una estructura sofisticada en comunicación y seguridad. El estado argentino pone sus fuerzas al servicio de la vigilancia privada del empresario. También la municipalidad de El Maitén, un pueblo cercado por los alambres de Benetton, resguarda los intereses de la compañía.
El poder de la empresa se hace sentir en todos los estamentos. A pesar de ello el Lof Mapuche Vuelta del Río resiste, sobre todo las mujeres, que no se dejan doblegar. A 35 kms de allí, se encuentra el Lof Mapuche Cañio. Si bien la Comunidad Cañio no es vecina de Benetton, ha sufrido persecución y discriminación por parte de los sectores de poder que apoyan al empresario. Ya que esta comunidad se ha mantenido movilizada y en solidaridad con los miembros de las comunidades afectadas por la política persecutoria del estado argentino, que cuida la «propiedad de Benetton».
A medida que me acerco al Lof Cañio la estepa se difumina, el ocre y amarillo desaparece, encontrándome envuelta de un verde follaje frondoso. Llegué casi en el ocaso, a la casa de la familia Cañio, desde lo alto del cerro veía como las últimas fulguraciones del día pincelaban de naranjas y rojizos el cielo. Allí me recibieron con cariño, y alrededor de la mesa, las mujeres de la familia contaron sus verdades.
Esta familia sufre la persecución del gobierno municipal de El Maitén, que intenta instalar en sus tierras un centro de esquí. Eso significaría afeitar las montañas, dañando el bosque como así también los espacios espirituales sagrados de la comunidad.
Los ecosistemas en la cordillera de los Andes resultan frágiles ante la avanzada voraz del capitalismo. Pero ellos se han mantenido fuertes y firmes en la defensa de la Mapu, Tierra.
Esto por supuesto no es del agrado ni de gobernantes ni empresarios. A raíz de los sucesos acontecidos en las tierras en conflicto con la Compañía Benetton, el intendente como así también los empresarios aprovechan el conflicto para acusar a Javier Cañio, joven miembro de la comunidad, como presunto agresor y secuestrador de un empleado de Benetton. Gladys Millane, su madre, con sus ojos humedecidos y brillosos por las lágrimas que le brotan sin poderlas sujetar, relata lo acontecido el día en que la policía llegó hasta su casa en busca de Javier.
«Estábamos solas Marilyn mi hija y mi nieto. Llegaron diciendo que tenían que llevarse a Javier al hospital para hacerle una muestra de sangre. En esos días el peón de Benetton, que había sufrido secuestro, alcanzó a cortar con su cuchillo a uno de los secuestradores, y querían ver si mi hijo tenía algún corte en el cuerpo para culparlo. Yo tenía miedo que se lo llevaran y lo lastimaran o lo desaparecieran. Siempre estoy angustiada, si alguno de mis hijos se retrasa en volver, ya ando preocupada pensando que algo malo le pasó, ya no tengo paz, tengo miedo por mis hijos.»
Marilyn, su hija menor, interviene en la conversación para agregar: «Yo me pregunto si justo en esos días mi hermano se hubiera lastimado o cortado, trabajando en el campo, ¿lo iban a culpar de un delito que no cometió?! Porque en el campo siempre estás expuesto a lastimarte, por suerte él estaba bien sin cicatrices ni heridas.»
Mónica Cañio, su hermana mayor, denuncia que ha llevado a su hijo de 3 años al médico en el hospital de El Maitén, y al dar su apellido, se han negado a atenderle. Ella está muy preocupada por la crianza de su hijo. Es muy importante para ella que crezca en su territorio fortalecido en su identidad, pero teme por la seguridad y la vida del niño y del resto de la familia, ya que los asesinatos del gobierno contra el pueblo mapuche han quedado impunes.
LA NIÑEZ DEVALUADA
El 23 de noviembre del 2017, frente al Lago Mascardi, el Lof Lafken Winkul Mapu sufrió una cruenta represión por miembros de la policía federal que se llevaron detenidas a varias mujeres mapuches junto a sus hijos.
Esta comunidad mapuche conformada por unas cuatro familias, se asentaron en un predio territorial que se encuentra bajo el dominio del estado argentino, a través de Parques Nacionales. Los funcionarios denuncian a los miembros de la comunidad como usurpadores, iniciando de este modo una causa judicial que aún continúa en proceso, y que ha tenido dos intentos de desalojarlos por la fuerza por orden judicial. Los excesos y abusos asociados al caso han alcanzado un nivel de violencia inusitada, que generó entre varios crímenes el asesinato de Rafael Nahuel, joven mapuche de 22 años.
Mariel Bleger, antropóloga y maestra de nivel primario, quien llegó ese día al lugar a expresar solidaridad, me testimonia, aún con ojos humedecidos por las lágrimas, lo que sucedió. Mariel es madre de un niño de 5 años y estaba embarazada de su segundo hijo. Ella desde hace tiempo acompaña las jóvenes madres mapuche que han sido parte de la decisión de retornar al territorio, recuperando esta parcela de tierra que está bajo el dominio de Parques Nacionales Argentinos.
Mariel se dirigió hacia la zona de la comunidad y allí después de unos cinco kilómetros en la ruta, se encontró con un despliegue policial muy grande. Había por lo menos ocho camionetas y más de seis autos policiales en la entrada del territorio, donde para ese momento vivían unas cinco mujeres y dos hombres con algunos niños y niñas.
«Rápidamente reconocí sobre la ruta juguetes y ropa de los niños y niñas con las que trabajé en la escuela durante varios años,» dijo Mariel. «Había dos cajones de frutas y verduras pisoteados y desparramados a la veda del camino.
«Pregunté inmediatamente por los niños y niñas. Ninguno de los oficiales que allí se encontraban quiso darme información sobre el paradero de los mismos, ni de sus madres. Una de las camionetas que más alejadas se encontraba en la ruta encendió sus sirenas y recorrió la distancia que recorría el cordón policial. Pude divisar que allí adentro había alguno de los niños que estaba buscando.»
Mariel me cuenta que, sin percatarse del peligro, indignada y angustiada por el destino de los niños, subió a su auto y siguió a la camioneta policial, advirtiendo desde su teléfono celular a distintos organismos de derechos humanos y gremiales de la situación. Los niños fueron detenidos y trasladados a la policía federal, ubicada en las calles Tiscornia y Morales de la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Mariel continúa su relato, recordando uno a uno los detalles de aquella dolorosa jornada: «Pedí ingresar para ver el estado de los menores como maestra de los niños y niñas. Me lo permitieron, me encontré con cinco mujeres detenidas y cinco menores. Los pequeños estaban aún en estado de shock por la terrible situación que habían tenido que vivir junto a sus madres. Algunos en edad lactante, otros deambulando por esa sala y varias de las mujeres con laceraciones producidas por los golpes de la policía. Les pregunté si les habían dado agua o alimentos. Nada de esto había ocurrido. Estaban hacía más de seis horas demorados, sin poder comunicarse con ningún abogado, sin dejar que los niños vayan al baño o coman algo.»
Mariel pidió permiso para salir a comprar comida y agua. Tardaron más de dos horas en darles las cosas que se habían conseguido para ellos.
Recién a las 11 de la noche de ese día dejaron salir a los menores y a sus mamás. En ningún momento los niños recibieron atención especial por ser menores, de hecho, permanentemente estuvieron siendo hostigados y limitados en la movilidad dentro del recinto.
Pese a las múltiples denuncias que, desde los organismos de derechos humanos, las escuelas y el gremio docente de la ciudad de San Carlos de Bariloche que se elevaron para pedir explicaciones sobre tremendo acto de ilegalidad y quebramiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes no se ha obtenido respuesta.
A dos días de este suceso las fuerzas de seguridad volvieron a ingresar al territorio recuperado de manera salvaje cometiendo el asesinato del joven Rafael Nahuel, quién durante la jornada del 23 se encontraba como muchos de nosotros esperando la liberación de las mujeres y niños detenidos ilegalmente.
La lista de tragedias y abusos parece continuar sin fin. Poco después de la sangrienta represión desplegada sobre el Lof Mapuche Winkul Lafken Mapu, las autoridades detuvieron y precintaron los niños, Awkan Colhuan de un año de edad, Kalfu Ray Colhwan Rosas de dos años, Calfulikan Colwan Jaramillo, de 3 años, y Daiana Antimilla de 10 años. Todos los niños fueron encerrados en una celda y precintados durante al menos 6 horas.
El jueves 23 de Noviembre del 2017, la Asociación Gremial de Abogados y Abogadas de la República Argentina realizó una presentación ante la procuradora de la provincia de Río Negro en respuesta a este incidente que, como tantos otros, buscó quebrantar la voluntad de un pueblo en busca de su libertad, pero que solo exponía la ferocidad y el racismo desalmado del poder busca quebrantar la voluntad de un pueblo en busca de su libertad, sino instrumentalizar acciones humillantes, que exponen la ferocidad y el racismo desalmado del poder.
Desafortunadamente, las movilizaciones masivas que se desataron para apoyar al joven argentino Santiago Maldonado, no se repitieron para el joven Rafael Nahuel, ni para ninguna de las mujeres y jóvenes mapuche que se han visto obligadas a soportar tantos abusos por parte del gobierno y sus compinches.
Pero no todo está perdido. En el sur del mundo las mujeres mapuche, estamos descubriéndonos como seres enraizadas a nuestra Ñuke Mapu (Madre Tierra), y nutridas por ella de poder. La descolonización nos encuentra desalambrando, no sólo el territorio usurpado, sino también nuestras mentes, nuestras conciencias, en particular la conciencia de maternidad mapuche. Hemos dimensionado la eficacia de la medicina ancestral, prefiguramos una educación identitaria, y una alimentación natural y soberana.
Es solo una cuestión de tiempo antes de que el estado reconozca que amplificando derechos se amplifican mundos.
Hasta que llegue ese día, resistiremos.
FUENTE: El Extremo Sur