Adrián Moyano /Resumen Latinoamericano, 13 de agosto de 2021
Los «ojos blancos» ‑una suerte de sinónimo de wingka en apache- consideraban a Nochedelklinne un mero hechicero. Desde junio de 1881, aquel peñi comenzó a compartir una visión: los ojos blancos desaparecerían y los grandes jefes (Cochise, Mangas Coloradas y Victorio), retornarían a la vida. «Objetivamente», lo que sucedía era que las y los apaches se reunían a danzar: se disponían en columnas a partir de un centro común, con la forma de una rueda de carreta.
Las concentraciones fueron in crescendo y los oficiales estadounidenses comenzaron a temer una insurrección, a tal punto que dispusieron la detención de Nochedelklinne, a quien llamaban despectivamente El Soñador. La captura se produjo a fines de agosto e inicialmente, Nochedelklinne no opuso su resistencia. Los soldados quisieron conducirlo hacia Fuerte Apache y su gente se inquietó. Dos hileras de apaches acompañaron la columna, en forma paralela, en silencio y a cierta distancia.
Los «ojos blancos» quisieron espantar a sus acompañantes y sobrevino un primer disparo. Ante el tiroteo, el oficial a cargo ordenó matar al «hechicero», quien recibió una muerte horrible. Se desencadenó un combate del que tomaron parte Juh, la célebre Lozen (escribí sobre ella no hace mucho) y el gran Jerónimo. Inclusive los exploradores apaches que trabajaban para el Ejército se sublevaron. Los hechos tuvieron lugar en Cibecue Creek. Un mes después, el 30 de septiembre, Juh y Jerónimo más 72 hombres, mujeres y niños, se fugaron de la reserva donde habían probado vivir bajo las leyes wingka. Los cinco años siguientes serían los últimos de resistencia chiricahua, la última de las Guerras Indias en Estados Unidos.
No deja de erizarme la piel la sincronía de los procesos. A comienzos de ese año, tropas del Ejército argentino habían atacado por primera vez las tolderías de Rewkekura, Ñankucheo y Sayweke. Después de arribar al Nahuel Huapi ‑también por primera vez- se retiraron a sus posiciones sobre los ríos Negro y Neuquén. Para el momento en que los chiricahuas se largaban en dirección a Sierra Madre (México), Sayweke, Keupü, Inakayal, Foyel y otros, junto con sus «capitanes» ‑los longko de guerra- articulaban acciones de la resistencia que se prolongarían hasta fines de 1884. Cuando Goyathlay finalmente capituló, Inakayal ya languidecía en el Museo de La Plata y tanto Estados Unidos como la Argentina, proclamaban la solución del «problema indio».
140 años atrás, Nochedelklinne anunciaba el retorno de los grandes jefes a través de lo que, por aquí, llamamos perimontun. Volvamos a hablar de aquellos que tanto quisieron silenciar para, al menos en parte, darle la razón.
PD: La obra que reproduce a Goyathlay – Jerónimo es de Bob Boze Bell.
FUENTE: El Extremo Sur