Por Juan Guahán , Resumen Latinoamericano, 20 de noviembre de 2021.
El domingo pasado a la noche, toda la dirigencia política encontró algún motivo de festejo. Es llamativo que eso mismo no ocurra con amplias franjas del pueblo. Los grandes números dicen algo. Elecciones de Chile mientras el sistema cruje.
El clima del domingo 14 por la noche no solo contrastaba con el existente después de las PASO, también era diferente al que se vivía (y vive) en buena parte de los hogares argentinos.
Quienes deciden en la “gran política nacional” podrán tener o invocar sus razones para festejar, el problema es que tales razones muchas veces no forman parte de la vida cotidiana de los millones. Tal vez sea por eso que tales “festejos” no tuvieron la masividad y alegría de otros momentos.
Las explicaciones sobre los generalizados “festejos”, dan una idea de las inconsistentes razones que los animan.
A la cabeza de las frases del día se puede colocar la de la candidata bonaerense Victoria Tolosa Paz, quien, rematando su análisis diciendo: “Ganamos perdiendo y ellos perdieron ganando”, renunció a la verdad de los números y se refugió en un mensaje para dar ánimos y esperanza a pesar de la derrota.
El cristinismo reivindicó para su espacio la recuperación, por el gesto de Cristina al denunciar la situación en la mentada carta después de las PASO. Los intendentes del conurbano bonaerense sintieron como propia la recuperación de votos y la presencia de Martín Insaurralde en la conducción del gobierno de la Provincia. La Cámpora encontró un consuelo en Quilmes, donde su única intendenta bonaerense dio vuelta los números. Tampoco se quedó atrás “Juntos” o “Juntos por el Cambio”, en tanto su dirigencia manifestó haber cumplido con sus 3 objetivos: Ganar a nivel nacional, ganar la Provincia de Buenos Aires, y mejorar en 5 su cosecha de senadores. El porteño Javier Milei estaba feliz con su convocatoria juvenil que llenó el Luna Park y su frase: “La casta tiene miedo”. Tal vez la frase más significativa la pronunció el gobernador chaqueño Jorge Capitanich cuando pidió – en el cierre de campaña – a sus “fieles” seguidores: “Convertir a los pecadores que no lo votaron”. El dios chaqueño le hizo el favor y Capitanich dio vuelta la elección, las “razones” no fueron descifradas.
Lo cierto es que los grandes números no avalan las alegrías del Frente de Todos, pero la recuperación producida les deja un aire de esperanza.
LOS GRANDES NÚMEROS EXHIBEN SU VERDAD
Más allá de estos subjetivismos hay números que “cantan la justa”, al menos en los aspectos cuantitativos. Se apelará a algunas cifras que no han tenido mayor difusión.
Un dato significativo es cómo se distribuyó la totalidad del universo de personas en condiciones de votar (34.332.992) Desde ese punto de vista, el 32,5%, primera minoría del padrón (ausentes, votos en blanco, nulos) no votó por ningún partido; el 28,3% lo hizo por “Juntos” o “Juntos por el Cambio” (JxC); el 23,3% eligió al Frente de Todos (FdT) y el 17,5% lo hizo por otras fuerzas políticas (de izquierda, derecha, partidos provinciales o peronistas fuera del FdT)
Otro número poco difundido exhibe el porcentaje de votos en las elecciones para Senadores, donde las 8 provincias participantes eran del llamado “interior”. Allí JxC reunió el 47,9% y el FdT el 28,1% de los votos emitidos.
Este dato del fracaso electoral en las elecciones para Senador hay que completarlo con otros que dimensionan las tendencias por las que transita el actual peronismo gobernante. La diferencia entre la votación general de las PASO y la reciente elección no tuvo significación, en ambos casos estuvo en el orden de los 9 puntos. En cambio cuando miramos los resultados bonaerenses esa diferencia evolucionó del 4,1% en las PASO al reciente 1,3%. De los votos recuperados el 92,7% corresponden a 28 municipios del Gran Buenos Aires. De ello surge que el esfuerzo por la recuperación de votos, en términos generales se produjo en el ámbito del conurbano bonaerense, allí se puso la “platita”, el transporte, el esfuerzo de la dirigencia, etc. etc. Una conclusión muy importante de este detalle es que este peronismo tiende a ser – cada vez más – una fuerza bonaerense y más particularmente del Gran Buenos Aires. Esa tendencia es acompañada por las políticas centralistas del gobierno nacional.
En este aspecto este peronismo se aleja del federalismo que proclama y se acerca llamativamente a las ideas portuario-rivadavianas, sobre las prioridades territoriales del sistema estatal.
Sobre todo esto habría mucha tela por cortar. Imposible hacerlo en este espacio. De todos modos se puede aventurar que la crisis de este movimiento histórico se profundiza en tres direcciones: Respecto al interior, con la consolidación de un centralismo unitario; respecto a los jóvenes, en el sentido de que quienes se incorporan a la vida política lo están haciendo – tendencialmente hablando – tras las opciones de una derecha extrema (casos Milei y Espert) o un parlamentarismo trotskista y – por último – respecto a los más pobres, favorece la tendencia inmigratoria hacía un Buenos Aires que recepta la mayor parte de las llamadas “políticas sociales”, a las que – más allá de la necesidad – intenta usar para mantener su control político mediante políticas clientelares.
Los discursos presidenciales, el grabado el domingo de las elecciones y el que diera en la Plaza de Mayo “festejando” los resultados electorales y conmemorando el “regreso de Perón” (17 noviembre 1972), dan pautas de los rumbos futuros. El domingo el Primer Mandatario habló del Programa Plurianual para el Desarrollo Sustentable que – según sus palabras – estaría fundado en “los entendimientos con el FMI y que tiene el aval del Frente de Todos, la Vicepresidenta, el Presidente de la Cámara de Diputados y de mi Gabinete de ministros y ministras”. En el acto del miércoles, “festejando” los resultado electorales y la conmemoración política señaló su otro objetivo: “Quiero que en 2023 (a los candidatos), desde el presidente al legislador, lo elijan los compañeros del Frente de Todos”. Aplaudieron ese discurso los convocantes del FdT, la CGT, las dos CTA, Intendentes del Gran Buenos Aires, los movimientos sociales oficialistas, La Cámpora y otros agrupamientos semejantes.
De ese modo quedaron prefigurados para el Presidente los 2 objetivos principales de los finales de este mandato: Arreglar con el FMI y que todo el peronismo y sus aliados participen de la interna para elegir candidatos, impugnando el “dedo decisor” de Cristina.
Es mucho lo que ambos objetivos suponen y sobre ello se reflexionará en otro momento, cuando también se consideren los problemas de JxC.