Por Juan Guahán, Resumen Latinoamericano, 28 de noviembre de 2021.
Se votó en Chile y Venezuela, con escasa participación, veamos algunas de las razones. El FMI, un protagonista de la política argentina. ¡Cuidado! El racismo viene marchando.
El pasado fin de semana hubo elecciones en Chile y Venezuela. En este último país fueron elecciones regionales (de gobernadores) y en Chile fue la primera vuelta de las presidenciales. El tema puede ser considerado desde distintos puntos de vista. Aquí se reflexionará acerca de algunas de las razones del reiterado fenómeno de la baja participación, el significado político de los resultados y los interrogantes que quedan planteados.
En las elecciones venezolanas hay 3 tipos de cifras a considerar: Los resultados en el reparto de gobernadores; los resultados globales entre el oficialismo unido y la oposición dispersa y la cantidad de personas que fueron a votar.
Mirando el reparto de gobernaciones fue ampliamente ganador el oficialismo. De las 23 gobernaciones en disputa, el oficialismo se impuso en 20 y Caracas, la Capital: las 3 restantes fueron a manos de la oposición.
Los resultados globales, considerando por un lado al oficialismo unido y por el otro integrando los votos de la diáspora opositora, indican que ‑en conjunto- la oposición obtuvo 4.430.000 votos (54,3%) y el oficialismo tuvo 3.723.000 (45,7%), es decir 700 mil votos menos. Esto es claramente indicativo de cómo el oficialismo de Nicolás Maduro logró, instrumentando la fragmentación de la oposición, mantener un claro liderazgo interno. Es destacable que ésta ha sido la primera oportunidad ‑luego de varios años de abstenciones parciales- que el conjunto de la oposición participa, bajo distintas denominaciones, en una convocatoria electoral hecha por el oficialismo.
La participación electoral fue del 42,26%. Ese número es superior al alcanzado en el 2020 pero muy inferior al 61% de participación del 2017, cuando varios partidos se abstuvieron.
Las cifras de participación de Venezuela ‑globalmente en línea con el resto de la región- también están influenciadas por su crisis económica, con una pérdida del 75% de su PBI en los últimos 7 años y la incidencia del bloqueo estadounidense.
Con estos resultados el gobierno de Maduro ‑dentro de su crítica situación- salió fortalecido para los próximos pasos que pueden incluir un referéndum revocatorio y elecciones generales para el 2022. Ahora, además de controlar al Poder Legislativo, tiene en desarrollo un acuerdo con la oposición sobre la hoja de ruta a seguir, en el marco del cual consiguió ganar la mayoría de las gobernaciones.
En Chile se realizaron las elecciones previstas. Esta vez el resultado se correspondió a lo vaticinado y los 2 candidatos que pasan a segunda vuelta son el ultraderechista José Antonio Kast (28%) y el dirigente de la izquierda Gabriel Boric (26%). Con estos resultados la segunda vuelta (19 diciembre) resulta difícil de predecir. De todos modos quedan algunas certezas. Una es que ‑en cualquier caso- el triunfador deberá gobernar con un parlamento muy fragmentado con muchas dificultades para reunir las mayorías necesarias y en segundo lugar, en caso de triunfar Kast, es obvio un conflicto entre la progresista Constituyente y lo reaccionario de tal eventual gobierno.
Pero, a los fines que se están considerando hay que tener presente el índice de participación electoral. En Chile también fue bajo: Alcanzó el 47,2%.
ALGUNAS RAZONES DE LA CAÍDA DE LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL
En Chile y Venezuela, con gobiernos que están muy alejados en lo ideológico, se dieron resultados muy parecidos en tres aspectos relevantes. En esos países no existe la obligación del voto; en ambos –respecto al conjunto de la oposición- el oficialismo no quedó bien parado y también se repitió el fenómeno de la baja participación electoral.
Da la impresión que esa baja participación no es patrimonio de estos países, ni tampoco de la región. Así, por ejemplo, en las últimas elecciones de Francia la participación fue del 34%. Todo ello teniendo en cuenta que se da en Estados que tienen gobiernos claramente diferentes.
Para la actual democracia la legalidad se alcanza con las mayorías que otorga el voto. Tomando ese dato nos encontramos con que en Venezuela las fuerzas oficialistas fueron avaladas o legitimadas por el 18% de las personas en condiciones de votar, menos de 1 por cada 5 personas.
La situación en Chile es más compleja aún, allí solo un poco más del 13% del total del padrón votaron por Kast.
Esto es lo que se conoce como “democracia”
Esta “democracia”, donde muchos no participan y unos pocos deciden, es la que sostiene la vigencia de todas las instituciones. Al frente se encuentran personajes o dirigentes que una parte creciente de la sociedad va ignorando. Ante esta lejanía entre las personas y las instituciones se desarrollan tres tendencias.
Una es la de aquellos que son parte protagónica del sistema de esta democracia de partidos, que se apropian de la soberanía popular. Éstos son quienes asumen la representación del conjunto del pueblo y manejan las instituciones, sin mayor participación popular, sistema de controles, ni rendición de cuentas. Aquí tenemos el problema que buena parte de los mismos sí reciben el aval o apoyo del poder económico y luego lo devuelven repartiendo “ventajitas” a quienes los “ayudaron”
Otra perspectiva es la de quienes lo aceptan, sin chistar, ni reclamar. Pero luego viene el efecto: cada uno hace la suya, lo que puede, lo que lo dejan, pero sin una ambición colectiva y dentro de los márgenes que los que mandan se lo permiten.
La tercera opción es la de quienes, bajo diferentes formas, se van rebelando. La abstención, las diferentes manifestaciones de la nulidad o voto en blanco, son las expresiones más duras de esta modalidad. Aquí se evidencia esta creciente tendencia a una menor participación electoral. Los números lo avalan pero todavía no se han creado las condiciones para comprender sus raíces. Es posible que allí encontremos las bases de un sistema con menos mediaciones, con formas de participación más directas. Seguramente nada de esto será inmediato, pero los datos son recurrentes, parecen firmes y habrá que atenderlos.
En el caso argentino, donde el voto es obligatorio, el fenómeno también va alcanzando proporciones importantes. En las recientes elecciones de medio término se dio la menor participación histórica para este tipo de elecciones y el gobierno solo logró la adhesión del 23,3% de las personas en condiciones de votar.