Por: Nelly Luna Amancio /Resumen Latinoamericano, 19 de abr8o de 2020
Dormir bien, o tan solo dormir, en estos días de encierro obligatorio es un lujo de unos cuantos en esta América Latina acechada por el coronavirus y la desigualdad. Mientras a muchos los mortifica la angustia del aislamiento y el freno intempestivo de las actividades sociales, a otros les quita el sueño no tener dinero para comer al día siguiente. En las alturas de los andes peruanos, Madai Rodríguez, madre soltera que antes vendía quinua caliente en las calles de Apurímac, se endeuda para comprar alimentos en una bodega cerca a su casa. Lleva 32 días fiándose comida que no sabe cómo va a pagar luego. Y eso le quita el sueño. Ha dejado de descansar bien en las noches. “Cuando no tienes plata no puedes ni dormir”, dice. Ella como otras seis mil mujeres de esta región habitada en gran parte por comunidades quechua, mantiene y educa sola a sus hijos.
En el Perú, una de las regiones con mayor porcentaje de empleo informal es precisamente Apurímac (90%). La situación es similar en otros países. El trabajo informal afecta más ampliamente a la población indígena. Un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo concluye que los pueblos originarios tienen pocas oportunidades de conseguir un empleo de calidad y tienen un 31,5% más probabilidades de trabajar en la economía informal que los trabajadores no indígenas. El coronavirus nos golpea en la cara con estas brechas.
“ELLAS LUCHAN” EXPONE A TRAVÉS DE LAS HISTORIAS DE UN GRUPO DE MUJERES INDÍGENAS DE CINCO PAÍSES DE AMÉRICA LATINA CÓMO LAS MEDIDAS RESTRICTIVAS AFECTAN SUS ECONOMÍAS Y PROYECTOS.
Achachaw, dice Madai Rodríguez en quechua cuando habla del miedo a la incertidumbre de estos días. Al otro lado, al norte de Colombia, Irene Jayariyu, mujer Wayuu que ha dejado de vender sus hermosas bolsas de colores a los viajeros, baila la danza de la ‘yonna’ y escucha el mensaje de un sueño que las sabias de su comunidad les han contado como el secreto más preciado para la resistencia. En Chile, Ana Llao, la fuerte lideresa mapuche dice: “Nosotros tenemos el newen (la fuerza) en la sangre, pero eso no basta para que permanezcamos sanos”.
DIFERENCIAS. Situación del empleo entre población indígena y no indígena.
Fuente: Organización Internacional del Trabajo
“Ellas luchan” es una serie periodística que busca exponer a través de las historias de un grupo de mujeres indígenas de cinco países de América Latina cómo las medidas restrictivas afectan sus economías, sus proyectos y su cotidianidad, y qué están haciendo para enfrentarla. El especial, coordinado por OjoPúblico, retrata los testimonios y desafíos de mujeres en Perú, Colombia, Chile, Brasil y México, y denuncia cómo los diferentes gobiernos de la región no han diseñado medidas sanitarias y subsidios específicos para los pueblos indígenas.
EL 7% DE LAS MUJERES INDÍGENAS VIVE CON MENOS DE 1,90 DÓLARES AL DÍA.
Los pueblos originarios en la región representan más del 8,5% de la población, el porcentaje más grande en comparación con otras regiones del mundo. Pese a ello, los Estados no han logrado garantizar el acceso a servicios básicos elementales y salud de calidad: el 30%, además, vive en extrema pobreza. En tiempos de pandemia y actividades económicas paralizadas, estas gigantescas inequidades los convierten en uno de los grupos más vulnerables de la región.
BRECHAS. Las mujeres indígenas perciben menos salarios que los hombres.
Fuente: Organización Internacional del Trabajo
El documento de la OIT destaca que el salario de las personas indígenas con empleo remunerado está un 31% por debajo del de otros trabajadores, la mayor brecha salarial de las personas indígenas en todo el mundo. Las cifras del informe nos revelan que entre estas desigualdades hay aún una más aplastante, la de género: el 7% de las mujeres indígenas vive con menos de 1,90 dólares al día.
En México, antes de que la pandemia aterrizara en México, Ofelia vendía muñecas hechas a mano, de cabellos negros y trajes tradicionales, a los visitantes de la zona turística de León, en Guanajuato. Como a las demás, también a ella las medidas restrictivas amenazan su economía familiar.
La historia de Elizângela da Silva, en Brasil, expone cómo el aislamiento es una contradicción a la vida en comunidad a la que están acostumbrados los pueblos amazónicos. «No podemos aislarnos, nuestra casa no tiene cuartos, la hamaca es colectiva. Vivimos para el colectivo. La pandemia es algo que nos tomó por sorpresa», dice la lideresa del Río Negro.
Fuente: Ojo Público