Resumen Latinoamericano, 6 mayo 2020
Varios intentos de invasión,
servir como lugar de entrenamiento de terroristas y magnicidas y
participar en el robo de empresas nacionales han sido solo algunas de
las acciones ejecutadas por Colombia y que podrían ya haber generado una guerra con Venezuela, sostuvo el filósofo y comunicador Miguel Ángel Pérez Pirela en su programa Desde donde sea.
La emisión del día martes 5 de mayo estuvo dedicada exclusivamente a analizar la actuación de la élite dirigente colombiana
en el contexto de los incesantes intentos de Estados Unidos por
derrocar a los gobiernos de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros, a
lo largo de los últimos veinte años.
El anclaje actual de este análisis fue la evidente complicidad del gobierno y de las fuerzas paramilitares colombianas en el más reciente intento de invasión en suelo venezolano,
ocurrido el fin de semana anterior, que fue exitosamente repelido por
las autoridades nacionales y por pobladores de las localidades costeras
de Caracas y Aragua.
“Seguimos bajo el shock de esta
intentona. Esto pica y se extiende y continúan surgiendo elementos
fundamentales para entender la magnitud, la trascendencia, el impacto
que ha de tener este hecho sobre el pueblo venezolano todo. Por eso
planteo una reflexión sobre los actores fundamentales en esta lógica. Lo
podemos resumir en una especie de triángulo. Tiene muchos otros
elementos, muchas causas, muchas concausas que se pueden estudiar, pero arriba de todo lo que está sucediendo en Venezuela está Estados Unidos y, más específicamente, el gobierno de Donald Trump. Después tenemos por aquí a Juan Guaidó (con el resto de la derecha venezolana:
Leopoldo López, Lilian Tintori, Antonio Ledezma, Vecchio, Smolansky,
etcétera), que actúa en representación de los intereses de Trump. Y en
el otro ángulo está Colombia. Estos son los elementos fundamentales que
determinan las causalidades de los hechos que en estos momentos agobian a
Venezuela de diversas maneras”, dijo Pérez Pirela mostrando un dibujo
del triángulo indicado.
Antes de entrar en el punto de Colombia, revisó lo ocurrido con los otros dos lados del triángulo con respecto al fallido plan de incursión naval.
“Trump, en 16 segundos, dijo que él no
tenía absolutamente nada que ver con esta intentona de invasión. Se
escurrió. Escurrió el bulto –enfatizó-.Guaidó, en un primer momento,
trató de hacer lo mismo. Y esto es lo que resulta irónico. Dijo que se
trataba de un show del gobierno, es decir, que esos mercenarios, hoy día
apresados, algunos de ellos muertos, no existían. Ironía del destino,
el grupo cerrado de estos mercenarios coincide con el grupo cerrado de
los que trataron de dar el golpe de Estado en abril de 2019 en Altamira,
junto a Guaidó, el golpe de los plátanos verdes. Pero al otro día, Guaidó
dice que ‘hay que respetar los derechos humanos de estos detenidos’.
Aquí aplica el principio de no contradicción propio de la lógica
aristotélica: no es el caso que A y No‑A sean al mismo tiempo… o es A o
es No‑A. O los mercenarios no existieron y fueron parte de un
show, como dijo el día domingo o hay que respetarles los derechos
humanos, como dijo el lunes. Ya el descaro llega a niveles apoteósicos”.
Entender el factor Colombia
“Si nosotros no asimilamos que Colombia está en uno de los lados de esta especie de triángulo de las Bermudas, no vamos a entender por dónde van los tiros,
y lo digo intencionalmente porque aquí, en las últimas 48 horas ha
habido tiros de verdad, enfrentamientos en los que han estado por un
lado la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, la Policía Nacional
Bolivariana y la Milicia Bolivariana, y por el otro células terroristas,
paramilitares, sicarios a sueldo, mercenarios. En este momento,
mientras nosotros hablamos, algunos de estos grupúsculos siguen
escapando en las montañas caribeñas”, señaló.
Para abordar a fondo el tema de Colombia como factor del ataque imperialista permanente contra Venezuela, utilizó dos libros de su coautoría.
“Normalmente terminamos el programa con
la recomendación de unos libros, pero hoy vamos a comenzar con estos dos
(La invasión paramilitar: Operación Daktari y La cuestión
colombo-venezolana) El primero lo escribí con mi maestro, Luis Britto
García, titulado La invasión paramilitar. Se publicó en 2012, con
documentos desclasificados de los tiempos de Álvaro Uribe Vélez sobre
más de cien paramilitares que Uribe mandó a matar al presidente Hugo
Chávez en 2004. La historia no ha cambiado, ¡mosca! Aquí aparece cada
uno de los nombres, listas completas y documentos de la Fiscalía.
Publicamos las fotos de cada uno de estos paramilitares. Recuerdo
esos días de investigación cuando estuvimos en organismos de seguridad
en medio de cajas y más cajas de documentos. Así nos enteramos de todos
los detalles de lo que pasó allí y hasta reconstruimos las peleas
internas que tuvieron. Supimos que uno trató de escaparse y lo
mataron los otros y lo enteraron allí en la quinta Daktari, luego de
mutilarlo. Ustedes recordarán que cuando eso pasó, la reacción de la
derecha venezolana fue la de negar el caso de estos cien paramilitares
que se encontraron en una finca muy cerca de Caracas. En esos momentos
actuaron igual que ahora. Dijeron que eran unos ‘paracachitos’ porque
les llevaban cachitos de una panadería famosa del Este. En vista de que
fueron descubiertos, procuraron relativizar el asunto, caricaturizarlo,
burlarse. Luego, cuando empezaron a salir las fotos y las pruebas, tal
como está ocurriendo ahora con estos mercenarios, optaron por el
silencio sepulcral”.
Acotó que estas son reacciones típicas
de los adversarios de la Revolución venezolana cada vez que sufren un
descalabro. Tal cuadro se está repitiendo ahora, tras los sucesos de
Macuto y Chuao. “Trump, en 16 segundos, dice que no tuvo nada
que ver con eso. Guaidó tampoco, y Colombia se extraña de lo que
sucedió. Es decir, que esta gente salió de la nada, no salió de tres
campos de entrenamiento que se encontraban por ahí, por Riohacha.
Y cuando digo ‘por ahí’, lo digo irónicamente porque hace unas semanas
el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela dio con coordenadas
precisas, con GPS, de la ubicación de los tres campos. Pero la primera
reacción es la negación de los hechos porque cuando se pierde una
batalla, se esfuman los protagonistas. Cuando se gana, todos están en
primera fila. Cuando se perdió la batalla de las mal llamadas guarimbas,
más de tres meses de actos terroristas, de gente quemada, de escuelas
quemadas, nadie fue el culpable. Todo el mundo se desapareció y se quedó
callado. Hace unos días conmemoramos un año del golpe de Estado de
Guaidó y Leopoldo, y nadie sabe nada. En el caso de la Operación
Daktari, nadie quiso hablar de eso. Hoy está pasando efectivamente lo
mismo”.
Volviendo al esquema triangular que
trazó al principio del programa, el moderador explicó que profundizaría
en el tercer lado, en ese país que se dedicó a ser la cabeza de
playa de la invasión de Venezuela, y de muchas de las vicisitudes que
estamos pasando: Colombia.
“Vamos a plantear algunos elementos. La
empresa petroquímica Monómeros, que fue robada, está en Colombia. Ya
eso es de por sí un casus belli, un caso de guerra. Por solo uno de los
elementos que voy a referir, Venezuela podría declararle la guerra a
Colombia. Estoy diciendo algo muy fuerte y me estoy dando
cuenta de lo que estoy diciendo. Es más, no digamos nombres, sino X, en
vez de Colombia e Y, en lugar de Venezuela; o pensemos en Francia y
Alemania; o China y Japón o México y EEUU. ¿Qué pasaría entre esos
países si un tipo que levanta la mano y se declara gobierno paralelo, se
apodera de una empresa del país vecino, se la roba?”.
“Veamos otro caso: el bendito concierto
de Cúcuta donde participaron todos estos reguetoneros y gente de la
farándula con dos dedos de frente, lloraron, lagrimearon, mientras se
preparaba una invasión con el apoyo del gobierno colombiano, del
paramilitarismo colombiano, de Los Rastrojos, de los terroristas
venezolanos que se fueron para allá, de un puñado de desertores del
Ejército venezolano, con la presencia en el lugar de los presidentes de
Chile, Paraguay y Colombia. Fue un intento de invasión en el que
utilizaron unas gandolas llenas de material bélico. Ya con eso
había un casus belli, una razón para declararle la guerra a Colombia.
Fue demasiado descarado. No hay nada peor en la vida que alguien que
está en la culpa total y lo que hace para defenderse es atacar. La palabra de alguien así no vale nada. Eso fue lo que pasó con Colombia”.
Prosiguió enumerando situaciones que
pudieron considerarse motivo para el conflicto armado. “Analicemos el
caso de Los Rastrojos, grupo paramilitar que no logra controlar el
Estado colombiano, o mejor dicho, para no pasar por ingenuo, que es
protegido por el Estado colombiano, por el gobierno paramilitar de
Álvaro Uribe Vélez, en manos de este monigote Iván Duque. Solo
por lo ocurrido en ese caso, había razones para la guerra, porque se
utilizó un grupo delictivo para sacar del país a alguien que tiene
prohibición de salida. Y fue uno de los grupos terroristas más crueles de la región, gente que tiene casas especializadas en picar personas”.
Una nación, tres Estados
En este punto, citó el otro libro
recomendado, La cuestión colombo-venezolana, del que fue editor y
coautor junto a Eva Gollinger, Iraida Vargas, Mario Sanoja, Luis Britto
García, Sergio Rodríguez y la senadora colombiana Piedad Córdoba como
prologuista. Citó el capítulo de Britto García para hacer ver que el
paramilitarismo ya entró en Venezuela y está sirviendo como instrumento
para intentonas de invasión y desestabilización, golpes de Estado y
magnicidio.
“Tenemos que tomar conciencia de esto o vamos a terminar siendo Colombia. ¿Cómo es eso? Pues Colombia
es una nación, todos allá se sienten colombianos, pero hay tres
Estados: el Estado burgués, en manos de Duque actualmente; un paraestado
controlado por las guerrillas; y un paraestado paramilitar. Todos
dominan territorio y todos tienen armas. ¿Queremos eso para
Venezuela? Porque a eso conducen las intentonas que está vehiculando
Trump a través de Guaidó, López, Smolansky y otros, creando una
presidencia supuestamente paralela, un Tribunal Supremo paralelo, una
fuerza armada supuestamente paralela, formada por los desertores que
ahora intentaron entrar como invasores y han terminado muertos o
presos. No reflexionar sobre esto es propiciar que Venezuela se
convierta en otra Colombia, un país con varios presidentes, con varias
fuerzas armadas, con varios mecanismos de justicia, un país paramilitar,
con zonas controladas por el Estado y otras por la guerrilla o por los
paramilitares. No, eso no puede ser en nuestro caso. Venezuela es única e
indivisible porque la característica fundamental del Estado-nación es
tener una frontera definida, un gobierno y una fuerza armada”, subrayó.
Leyó un fragmento del capítulo de Britto
García en el que explica que el paramilitarismo surgió en Colombia
durante los años 90. “Las Fuerzas Armadas Revolucionarias
Colombianas (Farc) comenzaban a crecer y a ocupar territorios a nivel
nacional. Hubo un aumento en secuestros y asaltos contra bases militares
y policía colombianas como una expresión política contra el creciente
Estado narcoparamilitar y la represión que se estaba intensificando
contra los campesinos y desplazados”.
A su juicio, la causa
fundamental del paramilitarismo que ahora quieren imponer en Venezuela
puede ubicarse en el estudio del origen de ese fenómeno en el país
vecino. Por ello, continuó leyendo el texto de Britto García:
“Los narcotraficantes, los latifundistas y los mafiosos regionales
respondieron con brutalidad. Aunque ya habían comenzado a formar grupos
paramilitares por todo el país durante los 80, en los años 90 estos
esfuerzos se consolidaron y nacieron las Autodefensas Unidas de
Colombia, con el jefe paramilitar Carlos Castaño a la cabeza”.
Reflexionó Pérez Pirela que es a
partir de ese momento cuando comienza a profundizarse la fractura de la
unidad del Estado colombiano, tal como lo explica el autor
mencionado: “Las AUC agruparon a grupos de defensa de terratenientes,
empresarios y ganaderos, así como mercenarios de los carteles de la
droga de los años 80. Su objetivo inicial era la eliminación de las FARC
y del ELN, las dos principales organizaciones de la guerrilla. Sus
acciones llegaron a nivel de más y más violencia, criminalidad y
barbaridad, y a finales de los años 90, los paramilitares eran
responsables de más de 75 por ciento de los muertos y violaciones de
derechos humanos en el país. Habían ejecutado una campaña brutal, llena
de masacres, desplazamientos y abusos contra los derechos humanos de
civiles que vivían en zonas rurales. Estaban implementando un estado de
terror y tenían el apoyo y la complicidad de las Fuerzas Armadas
Colombianas, la Policía Nacional y los políticos de derecha. En
pocos años, las AUC pasaron de ser un grupo paraestatal de lucha contra
la guerrilla a un grupo paramilitar, disponiendo de un verdadero poder
económico, basado en el narcotráfico y la política, con alianza y
financiamiento en los sectores políticos”.
En cuanto a los primeros pasos
en Venezuela de la réplica de este proceso perverso, Pérez Pirela los
ubicó a partir del momento en que Leopoldo López fue alcalde de Chacao
y comenzaron las reuniones, supuestamente para tratar temas de
seguridad ciudadana, con grupos paramilitares colombianos, dirigidos por
Uribe.
“En esos viajes comenzaron a tejer el
fenómeno paramilitar en tierras venezolanas, que es la intención última
que se esconde incluso en el intento de invasión de hace dos días
–insistió-. Venezuela debe mirarse en ese espejo. En Colombia se
organizaron las guerrillas después de la muerte de Gaitán y luego
surgieron los paramilitares para combatir a las guerrillas. Por ahí se
disolvió la patria. Es sobre esto que tenemos que reflexionar.
No se trata solo de decir cuántos mercenarios eran y cuántas armas
tenían. Lo que está en juego va mucho más allá de eso, es el futuro de
la República Bolivariana de Venezuela, con su Fuerza Armada unida”.
Según el filósofo y comunicador, el
camino de la colombianización comporta enormes riesgos. “Ayer
preguntábamos qué hubiera pasado si estos mercenarios hubieran logrado
masacrar gente y, por ejemplo, tomar el aeropuerto de Maiquetía, que es
el más importante del país, el de la ciudad de Caracas, donde pudo haber
aterrizado luego cualquier aeronave en cuestión de minutos, procedente
de cualquiera de las bases militares de EEUU en Colombia. Decíamos que
cuando un mercenario triunfa, tiene el poder militar y el poder político
porque lo tomó por las armas ¿Quién los puede parar: Guaidó, López,
Smolansky, Ledezma? No, nadie los podrá controlar. Por eso es
importante la unidad nacional en materia de armas. Es la esencia
fundamental de la República. El monopolio legítimo de las armas, como
decía el sociólogo Max Weber, porque si hay varias entidades en posesión
de ellas, se desestructura la República”.
Parafraseando a Britto García, advirtió que la
forma que tiene la derecha de desestabilizar a Venezuela es ir
manchando zonas del territorio con presencia paramilitar, es decir,
donde no puedan entrar las policías ni la Fanb. “¿No es eso lo
que está sucediendo en Petare? Algunos dicen que son malandros, pero es
control paramilitar. El paramilitarismo puede disfrazarse de varios
modos: de malandros, de sicarios, de guarimberos… Para que exista Estado
venezolano, el territorio debe poder ser controlado por la policía y la
Fanb en cada centímetro”.
La injerencia militar de EEUU
Pérez Pirela recordó que en el libro La cuestión colombo-venezolana planteó
que Colombia estaba fraccionada en tres estados, pero ahora puede
hablarse de cuatro porque contaminaron al país de bases militares
gringas. Citó un fragmento del libro en el capítulo de su
autoría: “Según el investigador norteamericano Adam Isaacson, desde 1999
Colombia ha sido el tercer beneficiario del mundo en asistencia militar
y policial por parte de EUUU. Desde 2001 es el país que cuenta con la
mayor cantidad de personal militar estadounidense en sus fronteras. A
pesar de ello, desde 1998, abarca la mayor cantidad de producción de
coca de América del Sur y para 2001 había aumentado en 76%”
Respecto a este fragmento, precisó que el
aumento en la asistencia militar y policial de EEUU a Colombia coincide
con el ascenso al poder en Venezuela de Hugo Rafael Chávez Frías.
También observó que las cifras dan cuenta de un crecimiento de la
producción de coca paralelo al mayor flujo de dinero de EEUU a Colombia.
Señaló que la fuente de estos datos es el libro de Coletta Youngers,
Drogas y democracia en América Latina (El impacto de la política de
EEUU).
“Lo que para el Estado venezolano es el
petróleo, para el paraestado colombiano es la droga. Cito a Alfredo
Serrano Zabala, en el libro Paracos: ‘Por parte del paramilitarismo,
cerca de 580 mil millones de pesos ingresaron por concepto de venta de
coca para los narcotraficantes, unos 700 millones de pesos mensuales. Desde
que se instauró el Plan Colombia, las autoridades venezolanas han
incautado 600 toneladas de cocaína. Durante diez años del Plan Colombia
se produjeron en promedio 624,2 toneladas al año de cocaína, superior al
promedio de los cinco años anteriores, que fue de 303 toneladas’”.
Más causas de guerra
Continuó enumerando situaciones y conductas que habrían podido justificar en los últimos tiempos una declaración de guerra contra Colombia.
Por ejemplo, según los testimonios de
los participantes en el fallido intento de invasión, durante sus
entrenamientos recibieron apoyo de narcotraficantes neogranadinos. “Está
claro que Colombia es un narcoestado, que lava cantidades
inconmensurables de millones de dólares y financia movimientos
desestabilizadores en Venezuela. Esa es otra causa de guerra ¿O no?”.
Agregó que desde Colombia se maneja la estrategia manifiesta de crear paraestados en Venezuela.
“Hay una señora que se dice fiscal y está en Colombia; y hay unos
magistrados del supuesto Tribunal Supremo paralelo, que viven allá; y
hay unos militares desertores que dicen ser la fuerza armada venezolana,
que están allá en Colombia”.
Otra situación que bien podría
esgrimirse como un casus belli son las maniobras militares con
participación estadounidense que se han realizado recientemente cerca de
la frontera. “Hace pocas semanas estaban los marines haciendo
ejercicios de amedrentamiento contra la República Bolivariana de
Venezuela. Queda en evidencia que estos mercenarios que llegaron a
Macuto son la avanzada, pero alrededor del país están contaminados de
bases militares gringas”.
En tal sentido, citó el capítulo 2 de La
Cuestión colombo-venezolana, titulado Fortalezas y debilidades
estratégicas de Venezuela: “Ante la negativa de Chávez de
permitir el sobrevuelo de naves militares e instalación de radares, EEUU
monta bases en Curazao y Bonairee instala bases y desembarca armas y
efectivos en la vecina Colombia y amenaza con reubicar los
efectivos y equipos de la base de Manta, en las costas colombiana
cercanas a Venezuela. Adicionalmente, EEUU rehabilita y repotencia la
Cuarta Flota y le encomienda misiones encubiertas de vigilancia en el
Caribe y el Atlántico, de apoyo a las fuerzas desestabilizadoras en el
área”.
Puntualizó que las bases ubicadas en las Antillas Neerlandesas se encuentran apenas a tres minutos de territorio venezolano en vuelo militar.
Hasta lo inimaginable
Pérez Pirela esbozó otros dos temas que revelan, en su opinión, que tanto el gobierno, como el establishment y los medios de comunicación colombianos son enemigos jurados de Venezuela.
“Tenemos el maltrato que han
sufrido los venezolanos que migraron. Se dieron el tupé de incitarlos a
que se fueran del país y ahora, en plena pandemia, los botaron a las
calles, los maltrataron a más no poder. Imagínense lo que pasaría si acá echáramos a 6 millones de colombianos que viven en Venezuela”.
El otro episodio que pudo derivar en un
conflicto militar es el Intento de magnicidio de agosto de 2018, un
atentado con drones explosivos que pudo haber asesinado no solo al
presidente Maduro sino a todas las altas autoridades civiles y militares
del país. Recordó que el Gobierno venezolano, desde un
principio, mostró pruebas contundentes de que los perpetradores habían
sido entrenados en Colombia.“Lo negaron y trataron de desvirtuar la
denuncia, hasta que CNN entrevistó a los protagonistas y
dijeron que sí y mostraron los campos de entrenamiento. Entonces se
quedaron callados. Pero no perdamos de vista la magnitud del daño que se
hubiese hecho al país. Aquí hubiese habido una guerra civil… Por menos
que eso se dieron la Primera y la Segunda Guerra Mundial”.
La guinda de la torta, por ser el hecho más reciente, es el intento de invasión que partió de Colombia, como ya lo han certificado incluso sus autores materiales.
“Colombia ha hecho absolutamente
todo lo imaginable e inimaginable contra Venezuela, contra el gobierno,
contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y contra el pueblo
venezolano. Cuando vamos a buscar algo en los anales de la
historia, no hay explicaciones, son demasiados hechos gravísimos,
ataques, amenazas. No olvidemos que Colombia tiene cien años de guerra.
En medio de la pandemia siguen matando gente. Es el país con más
desplazados internos en todo el planeta Por algo hay seis millones de
colombianos aquí y millones más en muchos otros países”.
Libros
Los dos libros recomendados del día fueron los utilizados a lo largo del programa:
La invasión paramilitar: Operación Daktari, de Luis Britto García y Miguel Ángel Pérez Pirela
La cuestión colombo-venezolana,
de Eva Gollinger, Iraida Vargas, Mario Sanoja, Sergio Rodríguez, Luis
Britto García y Miguel Ángel Pérez Pirela, con prólogo de Piedad
Córdoba.
(LaIguana.TV)