Por Lucía Sabini Fraga
Esta entrevista data de febrero de este año y aborda temas que mantienen total vigencia. Sobre la misma, el propio «Tambero» nos aclara: «Para no consentir con errores de percepción muy extendidos: ingresé al MLN (T) en setiembre de 1968, luego no soy miebro fundacional. No es nada sustancial, pero hace a la verdadera historia».
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Jorge Zabalza aparece a lo lejos
caminando con su ovejero alemán. Camina lento, tiene un
balanceo característico que no apura aunque vea gente en la
puerta de su casa. Lleva puesto ojotas, short y una remera roja.
Su pelo largo y blanco la cae por los hombros, y está flaco, muy.
Vive en una casita frente al mar, en el barrio Santa Catalina
desde hace más de 30 años, una especie de tercer cordón del
conurbano montevideano. En la escala de esta ciudad eso
significa menos de 45 minutos un domingo; hora y pico un día
hábil. Pocas frecuencias de colectivos, calles de tierra,
basura acumulada, jóvenes consumiendo sustancias y
laburantes de todo tipo que vienen y van para la ciudad.
Tiene 77 años y está jubilado, aunque participa de la vida
social y política de su barrio y los barrios linderos: hay una
reciente toma de 500 familias a la que estuvo asistiendo de
cerca en su proceso. Enojado, entre otras cosas, con el Frente
Amplio porque sacó una ley en el año 2006 que tipifica a las
ocupaciones de terreno como “usurpación”, un delito castigado
penalmente. Su historia es bastante interesante: fue miembro
fundacional del Movimiento de Liberación Nacional –
Tupamaros (MLN‑T), y con el tiempo uno de los principales
dirigentes de esa guerrilla surgida con fuerza en la década
del 60.
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Al hablar de la asunción del nuevo gobierno
de centro-derecha, no se muestra tan preocupado. Su
enfrentamiento abierto con el Frente Amplio y sus ex
compañeros de guerrilla, lo han vuelto escéptico de cuánto
realmente puede llegar a cambiar la cosa. “Yo no sé qué
grandes cambios va a haber. Se van a agudizar algunas cosas y va
a haber una sensibilidad muy distinta frente a las
necesidades de los trabajadores y de los sectores más
desprotegidos. Pero el modelo es el mismo”, asegura.
Cuando se refiere al modelo, especifica: inversiones
extranjeras, deuda externa, subordinación al capital
financiero.
Considera que la estrategia del Partido Nacional y su
futuro presidente fue inteligente: poner a todos los
espacios a discutir matices del enorme paquete de medidas (la
Ley de Urgente Consideración, LUC) que se tratará los
primeros días de marzo en el Parlamento uruguayo; entre las que
se encuentra la posible privatización de empresas
nacionales del Estado. “Esto trae división adentro del
Frente, porque las reacciones no son las mismas. Dentro del FA hay
gente que también entiende que puede ser viable la
desmonopolización de ANCAP”. Con el tema de DDHH, reconoce que el panorama puede cambiar: “Ahí
sí va a haber diferencias: mas allá de que realmente los
gobiernos de Mujica y de Tabaré poco hicieron en materia de
Derechos Humanos, algo hicieron. Y había una sensibilidad,
escuchaban a los familiares, había un lugar donde ir a
quejarse. Bueno, con este hombre yo creo que eso está todo perdido”.
Para Zabalza, el problema sigue ahí: el laburante “no
entiende cuáles son las causas de que él tenga que vivir acá y de
que tenga la obligación de levantarse todas las mañanas para ir
a trabajar, no sabe por qué es. No sabe porque lo que produce no
va a parar a su bolsillo”. Hay una exclusión de la vida
política de las grandes masas, según explica, se convirtieron
en “analfabetos políticos”.
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Se lo nota algo nervioso. El día después de
esta nota recibirá en su casa al hijo de Carlos Burgueño, un
civil que resultó muerto por las fuerzas guerrilleras el 8 de
octubre de 1969, en la malograda “Toma de Pando” que consistió
en un asalto armado y sorpresivo a la comisaría, el cuartel de
bomberos, la central telefónica y varios bancos de esa ciudad
uruguaya. En esa toma también murió el hermano de Zabalza, un
joven de apenas 21 años; y cargar con las culpas no
parece tarea fácil.
Además de ser miembro fundacional de Tupamaros, formó parte
del grupo de los 9 rehenes que los militares tuvieron presos
más de 11 años, como el ex presidente uruguayo Pepe Mujica, en
condiciones de aislamiento. Sin embargo, la historia retaceó
algunas figuras y enarboló otras: la famosa película de
coproducción hispano-argentino-uruguaya “La noche de 12 años”
relata solo las peripecias de tres de ellos, incluyendo al ex
presidente, pero nada dice de los otros 6.
“La experiencia nuestra fue muy distinta, nosotros no vivimos en martirologio”,
afirma desencontrado con la versión oficial. Mientras que el
grupo de la película está integrado por “Pepe” Mujica,
Eleuterio Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof; a él le tocó
compartir el edificio (aunque no las celdas por supuesto) con
Julio Marenales y Raúl Sendic, éste último fundador del MLN y
referente histórico de la izquierda uruguaya.
“Para lo primero que nos organizamos fue para una fuga,
tuvimos un año y medio con esa fuga. Que fracasó por supuesto,
pero durante ese año y medio nosotros clandestinamente en las
narices de los milicos, logramos serruchar los clavos que unían
las chapas del techo, de manera que la chapa podía levantarse,
y aflojar todos los bulones de las rejas ‑que no eran de hierro,
sino de durmientes de ferrocarril abulonados‑, de forma tal que
podíamos abrir y salir de la celda”. Recuerda cada detalle
de ese intento de fuga que fracasó porque arriba no sólo había
chapa sino también paneles de un puente militar de estilo
Bayley: “Para eso hubo que hacer una política de contacto con
los soldados, que ganaran en confianza… porque había que
meterse allí en el subterráneo, los milicos le disparaban a
estar allí abajo. Nosotros aprovechábamos cuando había
momentos de descuido y hicimos el trabajo ése. Fijáte que para
aflojar los bulones teníamos que usar las cucharas que nos
daban durante 25, 30 minutos para comer. Tenías que comer –dice mientras hace un gesto con la mano desnuda sin cubiertos– y estar trabajando con eso”.
Si Zabalza tuviera que resumir esa estadía en prisión,
diría que fue una lucha. Después del intento fallido, los tres
sabían que les esperaban muchos años allí dentro. “Fue un
esfuerzo que nos mantuvo vivos. Y a partir de ahí dijimos,
durante diez años vamos a sobrevivir como sea, y a los diez años
vamos a largar la lucha. Y así lo hicimos. Pero durante esos diez
años sobrevivir, implicaba sobrevivir con dignidad”.
Como contrapartida, carga las tintas sobre el otro grupo, el de los famosos. “A
nosotros nos interrogaron también. Raúl estuvo cuatro horas,
yo estuve cuatro horas, y Marenales estuvo cinco. Y después
nos trajeron y nos dieron un papel para que describiéramos a los
compañeros. Nos negamos y nos mantuvimos porque además hacía
cinco años que estábamos de rehenes y eso era un tanteo para
saber en que posición estabas vos. Y lo tomamos como eso: si nos
manteníamos firmes, o si después de cinco años de aislamiento
ya estábamos entregados. El hecho es que hay una descripción de
perfiles de compañeros, escrita por Fernández Huidobro, que
es de la mano de él, indudablemente”.
Sospecha y se encoge de hombros para que los demás saquen sus propias conclusiones: “Algo hubo, evidentemente… y bueno, algún día se sabrá cuando se desarchiven los documentos y aparezcan”.
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Posterior a la cárcel eterna, el MLN se
debatió entre qué tipo de democracia construir. A diferencia
de Argentina, la dictadura en Uruguay no cayó por peso propio,
ni por una guerra: en 1980 el gobierno militar –convencido de su
buena imagen– llamó a una consulta popular donde proponía
modificar la Constitución de 1967, creando un régimen
constitucional pero con los militares al mando. Para su
sorpresa, la propuesta fue rechazada por la población en casi
un 57% (que igualmente demuestra la gran cantidad de gente que
voto por el SÍ) y el gobierno de facto debió iniciar el proceso de
apertura democrática y llamar a elecciones. Allí sobrevino
otro triste capítulo de esta historia: en 1984 tras años de
frustradas negociaciones, se firma el famoso “Pacto del Club
Naval”, que consistió en un acuerdo entre la cúpula militar por
un lado, y el Partido Colorado, el Frente Amplio y otros
espacios hoy inexistentes, por el otro. Significativamente,
el Partido Nacional (el partido del actual presidente) se negó
a participar en ese momento de los acuerdos con la dictadura
saliente.
Como resultado de las negociaciones, el gobierno convocó a
elecciones el 25 de noviembre de ese mismo año, en las cuales fue
elegido presidente Julio María Sanguinetti, del Partido
Colorado, que asumió en marzo de 1985. Del otro lado, las
concesiones exigidas fueron la garantía de impunidad que
necesitaban los militares para retirarse en paz: la
aprobación de la ley de “convalidación de los actos del gobierno
de facto” en marzo de 1985, o la famosa ley 15.848 de
“Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado” impulsada
el siguiente año (y popularmente conocida como “Ley de
Caducidad” o “Ley de Impunidad”) que como su nombre indica,
implicaba no dar lugar a procesos penales o punitivos para
funcionarios militares y policiales respecto a delitos
cometidos durante toda la dictadura. Esta ley sigue vigente,
aunque tuvo recortes y modificaciones durante
los gobiernos frenteamplistas.
Zabalza estuvo preso 15 años, de los cuales 11 fueron en
estado de aislamiento: desde el 7 de setiembre del 73 –una para
nada increíble coincidencia con la previa del golpe en Chile–
hasta septiembre del 84, cuando lo reúnen con otros presos, de a
dos por celda rompiendo el aislamiento. Pero recién en 1985
saldrán definitivamente en libertad. “Tengo dos fugas arriba del hombro y tres veces caí preso. Gran vocación de preso no?”, dice mientras se ríe de su propia historia.
El carácter de esos nueve presos no fue aleatorio: eran los
máximos dirigentes de la guerrilla más importante del
Uruguay. Fueron apresados uno por uno a medida que cayeron, y
puestos en condición de rehenes: los militares aseguraron que
ante cualquier ataque de Tupamaros, ellos matarían a uno de los
dirigentes. La guerrilla queda completamente
desarticulada, al tiempo que muchos de sus integrantes fueron
siendo identificados y apresados por la dictadura. “Fue
simbólico: tanto ellos creyeron que se había terminado la
revolución en el Uruguay; como nosotros creíamos que estábamos
haciendo la revolución”.
Su mirada actual respecto a ese momento ha sido de una constante revisión: “Teníamos
las intenciones de hacer la revolución. Pero estaba muy
lejos; en primer lugar porque teníamos una concepción –que se
fue desarrollando de una forma muy equivocada– hacia el
militarismo, hacia la predominancia de un aparato político
por sobre el movimiento de masas. Entendíamos que la
insurrección la íbamos a hacer con un aparato militar, y no que
la insurrección iba a ser un fenómeno popular”. Tiene en
claro que la inspiración venía del modelo cubano y la
Revolución del 59, pensando siempre a la guerrilla como un
futuro ejército: “Con esa perspectiva yo creo que lo que
hacíamos era enterrar la revolución en lugar de hacerla. No
sólo porque nos llevaba a una derrota al quedar enfrentados
mano a mano con otro ejército mucho más poderoso, sino porque
plantearse convertir un movimiento político en ejército, es
suicida. Desde el punto de vista revolucionario, es suicida.
Y nosotros estábamos en eso”.
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Zabalza llegó a incorporarse a la vida
institucional del país: asumió como edil (lo que diríamos
concejal) en el departamento de Montevideo en 1994, y aunque
al poco tiempo se distanció de su espacio original (el MLN)
continuó manteniendo la banca del Frente Amplio por algunos
años más. Las cosas ya venían desencontradas hace rato: en la
dirección de Tupamaros había dos miradas muy distintas: una,
la de Mujica y Fernández Huidobro; otra la de Zabalza y Sendic
(hasta su temprana muerte en el 89).
En agosto de 1994 sucedió el último acontecimiento
violento al que se expuso el MLN: manifestantes rodearon el
Hospital Filtro en el barrio de Jacinto Vera en la capital
uruguaya, donde estaban internados en huelga de hambre 3
miembros de la ETA, del país Vasco, para evitar la extradición a
España donde serían juzgados duramente. La policía reprimió
ferozmente la manifestación y mató a dos personas, dejando
además cientos de heridos. La llamada “Masacre del Filtro”
originó también debates internos en torno al tipo de
democracia deseada: lo que él mismo denomina “democracia
tutelada o plena”.
Mientras que proponía radicalizar la lucha
incorporándose con más fuerza en la base social de los sectores
trabajadores y populares, la otra línea proponía
integrarse orgánicamente al Frente Amplio y sumarse a la
lucha electoral de lleno. “Ahí nos sacamos todos la ropa, unos
queríamos seguir adelante con la movilización y con la lucha
para enfrentar al aparato del Estado; y otras aparecieron
convertidos en Mahatma Gandhi moderno, planteando la lucha sin
violencia; electoral.” Para Zabalza, ése fue el punto de no retorno: “A
partir de entonces, Mujica y Fernández Huidobro se hicieron
dueños del MLN, del MPP. Y Mujica empezó su ascenso a rock star”,
dice mientras pronuncia el inglés con cierta ironía.
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“Yo realmente creo que el Pepe es una persona austera y que es honesto, que no es corrupto”,
contesta ante la pregunta sobre la imagen internacional que
ha cosechado el Pepe tras su austeridad todo terreno. Pero
prefiere no decir con sus palabras lo que piensa y se lo deja al
propio Pepe: “Yo recomendaría ver el documental que le hizo
Kusturica. Porque él ahí dice dos o tres cosas que son
fundamentales: “éramos muy revolucionarios y algunos se
pasaron al capitalismo, y otros entre los que me encuentro, nos
convertimos en administradores; queremos administrar el
capitalismo” dice. Entonces bueno, ése es un cambio ¿no?”, pregunta mientras cruza las manos y me mira.
“Yo
a Pepe lo conozco como la palmita de mi mano. Por algo,
después de todos los disparates que he dicho, él no me dice nada.
No me ha dicho una sola palabra, no tiene nada para decir de mi”.
Hace algunos años le diagnosticaron cáncer de esófago. Pepe
Mujica era presidente y se enteró. Mandó a ofrecerle lo que
necesitara, en términos de atención hospitalaria u otras
necesidades, por medio de terceros, sin ir a
visitarlo ni nada.
–
¿Qué le dijiste?, pregunté.
– “Que se lo metiera en el…” dice mientras sonríe de costado, orgulloso.
fuente: Puenteaéreo