Argen­ti­na. El sis­te­ma de jus­ti­cia penal argen­tino gene­ra con­di­cio­nes infra­hu­ma­nas para sus reclu­sos (Opi­nión)

Por Fri­da Jaz­mín Vigliec­ca, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 30 de mayo 2020.

Que el encie­rro no nuble tu empatía. 

Cró­ni­ca a par­tir de una expe­rien­cia personal.

En
el 2018 expe­ri­men­té una de las viven­cias más movi­li­zan­te de mi
exis­ten­cia, dar cla­ses de artes en unaPenitenciaría
de jóve­nes adul­tos y menores.

El
tra­ba­jo con­sis­tía en ir duran­te 15 días con­se­cu­ti­vos a la
ins­ti­tu­ción car­ce­la­ria y pasar ocho horas dia­rias allí para dar
cla­ses de tea­tro a los chi­cos, alre­de­dor de 25 en su totalidad.

Me
toma­ba el bon­di a las 6:15hs que tras­la­da­ría mi cuer­po has­ta el
lugar don­de vivi­ría un acto inusual, iné­di­to y has­ta podría
cali­fi­car­se como perturbador. 

Lle­ga­ba
al sitio siem­pre con ner­vio­sis­mo y con una sen­sa­ción de leve
angus­tia aun­que com­pren­die­ra que mi labor allí era nece­sa­ria y
gra­ti­fi­can­te por su valor sim­bó­li­co den­tro de la reso­cia­li­za­ción de
aque­llas personas.

Los
encuen­tros de tea­tro fue­ron devi­nien­do en cla­se de expresión
cor­po­ral, yoga, tai­chí, poe­sía, artes visua­les, cine y manualidades
según la dis­po­si­ción de los asistentes.

Estar
allí, no ver el sol ni saber del paso del tiem­po, des­co­no­cer los
afec­tos, reco­no­cer los efec­tos, extra­ñar el con­tac­to físi­co, una
cari­cia, un mimo, una pala­bra de con­sue­lo o una mira­da cóm­pli­ce, fue
com­pren­der que estar ence­rra­do es el peor castigo.

Uno
de los jóve­nes al que lla­ma­re­mos A, me obse­quió una serie de
poe­mas, uno decía así:

Me aso­mo a una ven­ta­na /​y miran­do la calle /​sola­men­te pue­do pen­sar /​en el calor de esas bal­do­sas /​en esa vere­da des­pro­li­ja /​en ese perri­to muy cul­pa­ble /​de mear en la esqui­na. /​Pero segu­ra­men­te/​con ganas de des­co­no­cer /​al due­ño por poner­le /​la correa

muy
segu­ro de que no

desea
ser para nada como el”

Corría
el mes de Julio y con él todo el frio inver­nal inci­pien­te, los pibes
ese día baja­ron casi todos enfer­mos. Uno de ellos tenía gri­pe y
con­ta­gió al res­to. Ya se deli­nea­ba una jor­na­da fule­ra: mal humor,
tris­te­za y dolen­cias físicas.

Muchos
de ellos no tenían la indu­men­ta­ria de invierno nece­sa­ria para
afron­tar dicho cli­ma y has­ta des­co­no­cían la mane­ra de poder paliar
míni­ma­men­te la afec­ción dán­do­le calor al cuer­po. Ade­más, no
con­ta­ban con la asis­ten­cia médi­ca nece­sa­ria has­ta que la enfermedad
no se vie­ra avan­za­da y real­men­te su esta­do de salud sea crítico.

“Están
revol­to­sos y eno­ja­dos” nos decían los coor­di­na­do­res y los
guar­dia­cár­ce­les, mos­trán­do­se más enco­le­ri­za­dos que los
pro­ta­go­nis­tas. “No los escu­chen por­que empie­zan con sus recla­mos y
no paran”, nos adver­tían, algu­nos entre risas. 

La esce­na era un pén­du­lo que se tras­la­da­ba de lo tene­bro­so a lo gro­tes­co. Nun­ca me sen­tí cómo­da con las auto­ri­da­des de dicho lugar ni le fes­te­jé un chis­te para que­dar bien, ni por mie­do ni por deseo. Pen­sa­ba en la legi­ti­mi­dad de los recla­mos de los reclu­sos y en la posi­bi­li­dad de brin­dar­les un espa­cio para que se comu­ni­quen aun­que no me deja­ran, aun­que me cen­su­ra­ran y aun­que haya una cla­ra regla­men­ta­ción que decía de qué hablar y de qué no. 

Por
lo gene­ral no nos esta­ba per­mi­ti­do acer­car­les infor­ma­ción en
rela­ción a sus dere­chos como ciu­da­da­nos y como niños en este caso,
no podía­mos tener con­tac­to físi­co con ellos, ni brin­dar­les un
abra­zo si es que esta­ban tris­tes o tener una con­ver­sa­ción a solas
con alguno.

Otro
tex­to de A se quie­bra en un sollozo:

Espe­ran­zas
no me fal­tan me sien­to un ilu­so al tra­tar de con­fiar toda­vía en
alguien, acá en el pla­ne­ta de la hipo­cre­sía. A veces pien­so ¿qué
tan pro­fun­da­men­te dor­mi­do estoy? por­que sien­to que estoy en una
pesa­di­lla y me quie­ro des­per­tar o reaccionar 

Espe­ran­zas
no me fal­tan de ganar todas las peleas, de que lle­gue mi liber­tad, de
saber cómo enfren­tar mi situa­ción. De que lle­gue mi visi­ta y me
diga: ¡A todo está bien! Ese es mi letargo.”

Recuer­do
que el día de la gri­pe masi­va tam­bién esta­ban con­trac­tu­ra­dos por
dor­mir mal, por lo tan­to guié una serie de ejer­ci­cios de tai­chí y
des­pués hici­mos otra serie de rela­ja­ción don­de sen­ta­dos en una
silla un com­pa­ñe­ro masa­jea­ba al otro para des­con­trac­tu­rar los
músculos. 

La
pri­me­ra par­te de la acti­vi­dad lla­mó sor­pre­si­va­men­te la aten­ción de
los guar­dia­cár­ce­les, mira­ban ano­na­da­dos dichos movi­mien­tos y entre
risas (de nue­vo) y comen­ta­rios se bur­la­ban de aquel al que no le
salía una pos­tu­ra. Fue muy difí­cil con­ti­nuar con la cla­se por lo
que tuve que pedir­les por favor que res­pe­ta­ran el momen­to y se
man­tu­vie­ran calla­dos para no gene­rar un cli­ma ten­so. Obvia­men­te que
mi deman­da fue­ra aca­ta­da resul­tó ser una com­ple­ta uto­pía, por lo
tan­to tam­bién fui toma­da por bur­la, por ser una exter­na inex­per­ta y
por ser mujer lógi­ca­men­te, por­que demás estar decir que le sistema
penal y car­ce­la­rio es pura­men­te patriarcal. 

Sin
embar­go, eso no fue todo, cuan­do comen­za­mos con los masa­jes y el
con­tac­to cor­po­ral la agu­de­za cómi­ca homo­fó­bi­ca de los
guar­dia­cár­ce­les y de los ope­ra­do­res aumen­tó, tan­to que algu­nos de
los mucha­chos aban­do­na­ron la acti­vi­dad que les esta­ba resultado
placentera. 

De
mane­ra que tuve que ace­le­rar el final del encuen­tro para dar origen
al cie­rre o pues­ta en común del acon­te­ci­mien­to, lo que les
habi­li­ta­ba un espa­cio de diá­lo­go para que digan lo que ten­gan ganas
o lo que refle­xio­na­ron mien­tras tenían esta expe­rien­cia expresiva. 

Fue
enton­ces en ese ins­tan­te don­de una cata­ra­ta secre­tos, ver­da­des y
pedi­dos inun­da­ron la sala: con­ta­ron que en el pabe­llón era simi­lar a
un free­zer y que las fra­za­das no alcan­za­ban, que las saba­nas no
exis­tían y que los cale­fac­to­res esta­ban inha­bi­li­ta­dos por no tener
gas, ade­más de que no sabían cómo dor­mir por­que el cie­lo raso se
les caía enci­ma. Algu­nos no podían res­pi­rar por el pol­vi­llo y el
moho que impreg­na­do en las pare­des se esta­ba con­vir­tien­do en una
con­ti­nua pesa­di­lla. Implo­ra­ban la auto­ri­za­ción de con­sul­tas médicas
y asis­ten­cia psi­co­ló­gi­ca e inclu­so el recla­mo sobre un tra­to más
humano y empá­ti­co de los tra­ba­ja­do­res del penal hacia ellos.

Releo
a A como quien reza una ora­ción de estam­pi­ta, y recuer­do su voz:

Tras­la­do,
ahí es cuan­do que­re­mos que la suer­te esté de nues­tro lado.

Quién
sabe qué nos espe­ra más allá de esa puer­ta. Las horas pasan y
fal­ta poco para irme, y no sé a dón­de. Sien­to en este momen­to sólo
inse­gu­ri­dad y mucho mie­do. Una cosa que pien­so siem­pre des­de hace
unos mese es que “aun­que tra­ten de enca­de­nar­me yo segui­ré libre.
Me pre­gun­tan qué quie­ro y quién soy. Yo me hago la mis­ma pregunta”.

Tener
un paso fugaz por una ins­ti­tu­ción de encie­rro te mar­ca a fue­go, deja
una hue­lla imbo­rra­ble, en mi caso hizo que cono­cie­ra de cer­ca las
pro­ble­má­ti­cas de las per­so­nas que se encuen­tran allí den­tro, me
hizo enfren­tar con mis pre­jui­cios y dar­me cuen­ta de la extrema
vul­ne­ra­bi­li­dad que afec­ta a los suje­tos que están en ese lugar, pero
tam­bién logré com­pren­der la impe­rio­sa nece­si­dad de que el estado
con su inefi­cien­te Poder Judi­cial1
tome medi­das ante los encar­ce­la­mien­tos arbi­tra­rios, el creciente
pedi­do de pri­sio­nes pre­ven­ti­vas y las injus­tas políticas
peni­ten­cia­rias, que sólo pro­du­cen: haci­na­mien­to, fal­ta de
con­di­cio­nes de salu­bri­dad, caren­cia de ali­men­tos y sobre­po­bla­ción en
las cár­ce­les argentinas. 

Los
repen­ti­nos recla­mos y las revuel­tas en las diver­sas instituciones
car­ce­la­rias del país que hemos obser­va­do últi­ma­men­te ori­gi­na­das por
la pan­de­mia, lo úni­co que hace es vol­ver visi­bi­li­zar un con­jun­to de
sen­ti­mien­tos his­tó­ri­cos: la insen­si­bi­li­dad y el des­pre­cio a la
vida, la hipo­cre­sía de una socie­dad que exi­ge segu­ri­dad y caretea
solidaridad. 

Por
eso aho­ra que todos esta­mos en con­fi­na­mien­to y que com­par­ti­mos un
ápi­ce de simi­li­tud con los reos por com­par­tir la fal­ta par­cial de
liber­tad, refle­xio­ne­mos un momen­to, no nos deje­mos cegar por el odio.

Siem­pre
A, un últi­mo poema:

“Un atar­de­cer es un momen­to /​en el que el cie­lo /​cam­bia de color /​y de ambien­te /​de naran­ja a negro. /​Es un momen­to /​en que hue­le /​a dis­tur­bio /​un momen­to /​en que si /​sali­mos a ese /​atar­de­cer /​vamos a encon­trar /​gen­te a la /​que le gus­ta lo mismo./ Un momen­to caluroso/​fres­co que hue­le /​a liber­tad. /​Es el momen­to /​en el que el sol /​te da a la cara /​y que­rés estar /​allá arriba.

NOTA AL PIE

1
Poder Judi­cial

La inde­pen­den­cia del res­to de los pode­res es la con­di­ción rec­to­ra para su correc­to fun­cio­na­mien­to. Lo ejer­cen la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia, y los jue­ces y tri­bu­na­les de las diver­sas ins­tan­cias y juris­dic­cio­nes. Ade­más, el Jura­do de Enjui­cia­mien­to y el Con­se­jo de la Magis­tra­tu­ra son orga­nis­mos per­ma­nen­tes del Poder Judi­cial. Sus prin­ci­pa­les com­po­nen­tes son:

Cor­te
Supre­ma de Jus­ti­cia: está for­ma­da por nue­ve jue­ces. El tribunal
–como cabe­za del Poder Judi­cial de la Nación– es la instancia
jurí­di­ca final tan­to para los asun­tos en los que tie­ne competencia
ori­gi­na­ria como en aque­llos que plan­tean cues­tio­nes de
inconstitucionalidad.

Jura­do
de Enjui­cia­mien­to: es el órgano a car­go del juz­ga­mien­to de los
jue­ces de los tri­bu­na­les infe­rio­res. For­ma­do por nue­ve miembros,
está inte­gra­do por un minis­tro de la Cor­te Supre­ma, dos jue­ces de
cáma­ra, tres legis­la­do­res y tres abo­ga­dos de la matrí­cu­la federal.

Con­se­jo
de la Magis­tra­tu­ra: es el órgano que selec­cio­na las ter­nas de los
can­di­da­tos a magis­tra­dos y que rea­li­za la acu­sa­ción de los mismos
ante el Jura­do de Enjui­cia­mien­to. El Con­se­jo está inte­gra­do por
tre­ce miem­bros (Ley 26.080): tres jue­ces del Poder Judi­cial, seis
legis­la­do­res, dos repre­sen­tan­tes de los abo­ga­dos de la matrícula
fede­ral, un repre­sen­tan­te del Poder Eje­cu­ti­vo y un repre­sen­tan­te del
ámbi­to cien­tí­fi­co y académico.

Tri­bu­na­les
nacio­na­les: son órga­nos encar­ga­dos de admi­nis­trar la justicia
fede­ral. Los tri­bu­na­les con asien­to en la Capi­tal Fede­ral están
orga­ni­za­dos en una cáma­ra y en juz­ga­dos para cada una de las
mate­rias. En las pro­vin­cias, los tri­bu­na­les nacio­na­les intervienen
en todos los asun­tos fede­ra­les. Ade­más, cada una de las provincias
posee una orga­ni­za­ción judi­cial pro­pia para ejer­cer la justicia
ordinaria.

Itu­rria /​Fuen­te

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