Por René Castro Salazar, Brian Harris, Resumen Latinoamericano, 4 de julio de 2020.
Olas y marejadas se comen las playas del Parque Nacional Cahuita, en Costa Rica, donde la vegetación pierde raíces y termina en el mar, uno de los impactos de la crisis climática que el país centroamericano busca mitigar con políticas como la de la neutralidad del carbono. Foto: Diego Arguedas/IPS
ROMA/SANTIAGO, 26 jun 2020 (IPS) – La humanidad enfrenta dos emergencias indiscriminadas en este momento, un virus y un cambio en sus condiciones ambientales. Ambas emergencias han sido enfrentadas por los países con políticas dispares alcanzando resultados desiguales.
Para hacer un análisis comparativo útil y rápido se escogieron dos países pequeños uno de Europa y otro de América, uno desarrollado y otro aún no. Ambos países han sido gobernados por gobiernos de centroizquierda la mayor parte del tiempo, después de la segunda guerra mundial. Ambos usualmente defienden posiciones similares en los foros ambientales, de derechos humanos y de promoción de la democracia en el mundo.
Estos dos países no solo comparten posiciones, sino que aparecen en los primeros lugares del desarrollo humano de sus respectivas regiones. Por ejemplo, Suecia con 82 años de promedio de expectativa de vida al nacer, supera el promedio europeo que es de 81. Costa Rica con 79 años de promedio supera lo alcanzado por América Latina y el Caribe de 75.
Costa Rica es un país de casi 5,1 millones de habitantes y 51 100 kilómetros cuadrados en el centro de América, y Suecia es un país de casi 10,2 millones de habitantes, con de territorio de 450 295 Km2 y ubicado en el norte de Europa.
La crisis de covid-19
Frente a la covid-19, los dos países adoptaron políticas diferentes.
En Costa Rica se introdujo gradualmente un sistema de distanciamiento físico, aislamiento de los enfermos, la cuarentena de toda población, con restricciones al tránsito de personas y vehículos y finalmente el cierre de fronteras.
Mientras, en Suecia, el gobierno no impuso normas de cuarentena generalizada, ni cierre de comercios o de interrupción del libre tránsito, simplemente aconsejó al ciudadano cómo proceder. El impacto económico y social no se ha hecho esperar.
A nivel mundial se ha proyectado que la economía decrecerá entre 5% y 6% del producto interno bruto (PIB) global durante el 2020.
Para Suecia se han pronosticado una caída del PIB de entre 7% y 9% mientras que en Costa Rica su Banco Central pronosticó una caída de 3,5% del PIB, pero con un déficit fiscal –el del gobierno- que se proyecta que llega a 8,1 % para el 2020 y con una deuda pública que se disparará a 66% del PIB (Avendaño, 2020).
Gran parte del impacto social se va a sufrir en la educación. A nivel global Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) ha estimado que unos 1600 millones de niños están fuera de la escuela, muchos con limitaciones para continuar su educación a distancia y más aún para acceder a sistemas digitales (McIlwaine, 2020).
En Suecia no se han suspendido las clases formalmente y en general los niños continúan su curso escolar normal. En Costa Rica las clases se suspendieron desde el mes de marzo y aproximadamente 1,2 millones de niños y jóvenes ya no reciben clases y de ellos 800 000 reciben ayuda alimentaria (Arce, 2020). Muchos centros educativos pudieron trasladarse y ofrecen clases virtuales, pero no constituyen la mayoría.
Ambos países poseen un sistema de salud de buena calidad y promueven el bienestar de su población incluyendo nacionales y residentes.
A los foráneos en el caso de Suecia se les brinda atención, pero ellos deben cubrir su costo que puede ser muy oneroso para el individuo.
En el caso de Costa Rica, a los foráneos se les brinda atención y también se les cobra al individuo, sin embargo, en caso de no poder pagar los servicios del sistema sanitario, la ley obliga al estado asumir el costo. En la práctica, esto agrega una pesada carga a las frágiles finanzas públicas, las cuales al sumarse los costos de combatir la pandemia elevarán el déficit fiscal del 2020 a 8,1 % del PIB, un nivel difícil de manejar.
Fuente: cálculos propios con datos obtenidos del Worldordometer.Info actualizado al 18 junio 2020
Analizando únicamente los datos disponibles al 18 de junio, es posible señalar que las políticas públicas adoptadas por Costa Rica y Suecia para enfrentar la pandemia de covid han tenido resultados en el ámbito de la salud bastante diferentes:
-Mortalidad: mientras en Costa Rica se habían registrado 1871 personas infectadas y 12 muertes (0,64 % de los infectados), en Suecia habían 50 043 infectados y 5053 fallecimientos (10% de los infectados).
-Economía: en ambos países la economía decrecerá. En Costa Rica el Banco Central ha estimado que su economía decrecerá 3,6% y para Suecia los pronósticos oscilan entre 7% y 9% .
Algunos sugieren que las cifras actuales subvaloran el verdadero costo de una crisis de salud que parece encaminarse hacia una recesión global, y según nos alerta la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) podría también convertirse en una crisis de seguridad alimentaria global.
El otro shock: Cambio climático
El cambio climático global es el otro shock que afecta (aunque a fuego lento) tanto a Suecia como Costa Rica. Para mitigarlo, ambos han anunciado su intención de convertirse en países con emisiones de dióxido de carbono (CO2) neutrales antes de 2050.
El promedio global es de seis toneladas de CO2 emitidas por persona cada año. Costa Rica y Suecia son parte del grupo de 121 países que se han comprometido a una estrategia de desarrollo sostenible y coherente para convertirse en CO2 neutrales para el 2050. Actualmente avanzan en ese proceso y sus emisiones actuales son 1,61 toneladas por habitante anuales para Costa Rica y de 4,03 toneladas para Suecia (Proyecto Global de Carbono, Banco Mundial, 2019).
Como es típico en los países desarrollados, Suecia apuesta en sus planes por opciones intensas en capital: transformar sus sectores energéticos y de transportes en unos con menores emisiones de CO2. No obstante, en Suecia las opciones forestales también son promisorias y competitivas y removerían al menos 18% del total de sus emisiones para el año 2050.
En los países en vías de desarrollo, como Costa Rica, las opciones menos onerosas para mitigar el cambio climático provienen del sector forestal y de uso del suelo. En 25 años, Costa Rica pasó de ser un deforestador a un reforestador mundialmente reconocido, y en sus planes el sector forestal representaría cerca de 37% de las emisiones removidas para el 2050.
En el campo de la producción de energía, tanto Suecia como Costa Rica avanzan en utilizar sus fuentes de generación de electricidad con recursos renovables. Suecia prevé una mejora de 44% en el uso de sus fuentes de energía para el 2030. En Costa Rica la electricidad generada por combustibles fósiles bajaría a un mero 3%, y seria usada principalmente como respaldo.
En Suecia, el sector transporte espera mejorar su eficiencia y emitir 30% menos de CO2 en 2030 que emitió en 1990. En Costa Rica el sector transporte es el talón de Aquiles, pues representa cerca del 38% de las emisiones del país y requiere una transformación que sustituya los combustibles fósiles por electricidad que, como se apuntó antes, en el caso de Costa Rica proviene de fuentes renovables.
Para ello, el gobierno del presidente Carlos Alvarado ha propuesto una inversión de 1600 millones de dólares en un tren eléctrico para el área metropolitano y sumas adicionales para la conversión del resto de la flota vehicular. Muchos le aplauden y otros son escépticos por el alto déficit fiscal y el deterioro de la economía local y global.
Todo indica que Suecia y Costa Rica tienen una oportunidad de alcanzar la meta de neutralidad de carbono para el 2050 si el consenso político local y global se mantiene y se les apoya en la implementación de sus planes ya elaborados. En ambos casos, el sector forestal será fundamental para compensar emisiones y alcanzar la meta.
Finalmente, el caso de Suecia y Costa Rica ilustra que, para bienes públicos globales como la salud y el ambiente, el estado y las políticas públicas juegan un rol relevante.
*René Castro es subdirector general de la FAO para Clima, Biodiversidad, Tierras y Aguas. Antes se desempeñó en Costa Rica como ministro de Asuntos Exteriores (2010−2011) y ministro de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (1994−1998 y 2011 – 2014). Se graduó en la Universidad de Harvard.
*Brian Harris es un consultor chilenoestadounidense con amplia experiencia como corresponsal extranjero y en la industria cafetalera mundial como el expresidente de la Asociación de Profesionales y Amantes del Café de Chile (Anapac).
RV: EG
Rebelión.