Por Marcela Isaías, Resumen Latinoamericano, 10 de julio de 2020
Flavia Pascualini es profesora de lengua y literatura en dos escuelas públicas, una orientada de Casilda, otra técnica de Pérez. A diario está disponible para sus 400 estudiantes, todos tienen su número de whatsapp. Florencia Dietrich es vicedirectora de una escuela primaria de Rosario, y también profesora del nivel superior, ambos cargos en la enseñanza privada. En su tarea están presentes 540 alumnas y alumnos. Ni Flavia ni Florencia pueden precisar horas de trabajo, en realidad ninguna saca esa cuenta. Aunque convocadas a pensar cuánto se incrementó la jornada laboral en tiempos de pandemia, saben que se triplicó, también que se esfumaron los fines de semana y feriados. Es que la desigualdad social expresada en el acceso a las herramientas para aprender las compromete más en la tarea educadora. Desde los sindicatos docentes afirman que el tiempo de cuarentena hizo más visible una situación que ya existía en el trabajo docente: la sobrecarga laboral y las desigualdades que atraviesan a la escuela. También advierten que no será nada fácil el regreso a las clases presenciales.
“¡Dale, dale, decile que te explique, que no entendés nada!” Así se escuchaba el grito de una mamá, acompañado del llanto de un pequeño, detrás del audio que le enviaba un alumno a la profesora Flavia Pascualini para preguntarle por una tarea. Todo a las nueve y media de la noche. “Vaya a saber qué había detrás de ese audio, qué había en esa realidad, donde esta criatura tenía que cumplir con la tarea de lengua”, expresa la docente tratando de ponerse en el lugar de su alumno. Dice que atesora ese audio, porque lejos de enojarla le da ánimo para seguir adelante con su oficio.
El distanciamiento físico se vuelve un desafío al que cotidianamente Flavia trata de buscarle la vuelta. “Desde el día uno, todos y cada uno de mis 400 alumnos, de 9 cursos, de 2 escuelas públicas, tienen mi número de whatsapp, con explicaciones, respuestas y sonrisas todas las veces que me lo solicitan. Nadie me lo pidió, ni mi directivos ni mis compañeros; me lo pidió la circunstancia y la necesidad, propia, de estar conectada como fuera”, sintetiza sobre qué la moviliza a sostener lo que todos llaman el vínculo pedagógico.
A los primeros días de trabajo en la pandemia los define como un “lanzarnos en un mar de incertidumbre, pero donde sabía que había algo que no quería perder y defender que es el contacto”. Al poco tiempo de arrancar aparecieron las diferentes realidades, las desigualdades: no todos los chicos tienen su celular, menos una computadora; y con suerte conexión de internet.
La profesora advierte que “esto del teletrabajo” (por el trabajo a la distancia) no es para todos y que pone en valor mayor lo que representa el espacio físico de la escuela pública, abierta todos los días, ofreciendo oportunidades igualitarias. Lo dice con un ejemplo: “Estamos en julio y tengo alumnos que por más que insista, aún no me han dado el presente. Te dicen ‘Sí, profe, sí profe’, pero no aparecen. Es tremendo”.
Flavia elige metáforas para hablar de la enseñanza en cuarentena. Habla así de una escuela sin cuerpos, de una escuela sin tiempos y una escuela que tiende puentes. Dice que si bien ahora sus días de trabajo no la encuentran en la ruta –vive en Pujato- viajando a la Escuela N°209 de Casilda o la Técnica N°459 de Pérez, sigue poniendo el cuerpo docente hasta los fines de semana, a las nueve o diez de la noche, mientras cocina o realiza otras tareas domésticas.
“Como sé que mis alumnos me mandan un mensaje o me responden cuando pueden, cuando tienen un celular a mano, no desaprovecho ese minuto, ni me pongo ese límite de dejar colgado el mensaje y atenderlo el lunes a la mañana que es mi horario de trabajo. Esta es una escuela sin tiempo”.
El acceso desigual a los recursos tecnológicos también afecta a la docencia. “Yo cuento con una Cristinet, que adoro y por eso le puse ese nombre. Fui acreedora en una de las primeras escuelas, la llevo a todo lados y se la he prestado a los chicos”, dice de la netbook que recibió del Plan Conectar Igualdad, un programa “que luego devastaron”. En su casa también tienen una computadora familiar pero es para que la usen sus hijos que están en la secundaria. Flavia dispone de un celular. El mantenimiento de estos aparatos y la conexión a internet corren por cuenta de su bolsillo docente. “Pero no lo pienso mucho porque aquí hay que arremeterle”, confía y deja en claro cómo se sostiene la escuela por estos días.
Todo de corrido
“Lo que sentí cuando comenzó la pandemia es que se me habían triplicado las horas de trabajo. Desde las 8 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche, de corrido, tenía que estar pendiente de la computadora y del celular. Cortando un ratito para el almuerzo. Esto fue más bien al comienzo, cuando tenía muchas puntas abiertas y me llegaba información de todos lados”, dice Florencia Dietrich de los primeros días de enseñanza en cuarentena. Florencia es vicedirectora de la Escuela N°1.182 San Luis Gonzaga del barrio Empalme Graneros. La escuela tiene 510 alumnas y alumnos en la primaria. También es docente en el profesorado del Instituto Verbo Encarnado donde tiene 30 estudiantes del magisterio a su cargo
Estar en cargo directivo representa un doble desgaste: hay que pensar cómo llegar a la distancia a todo el alumnado y cómo lograr una buena articulación con el equipo docente. “Esto requirió –detalla- que con la directora y la otra vice estuviéramos llamándonos a cada rato, tomando nota, cambiando el rumbo o decidiendo sobre la marcha, pensando qué era lo que más convenía. Y al mismo tiempo sostener reuniones con las maestras de los terceros grados, o con las de séptimo o con las y los de especialidades, pensando juntos, buscando la mejor solución”.
También aquí quedaron a la vista las desigualdades sociales. Florencia describe que la escuela está en barrio con dificultades económicas, donde las familias tienen trabajos muy precarios y de hecho muchas lo perdieron en este tiempo: “Al problema de la conectividad o de acceder a lo que nosotras planteábamos como propuesta educativa, se le sumaba la penuria o la angustia por la pérdida de trabajo o no poder salir a hacer changas, y de pronto plantearse que no hay para comer. Había que contemplar toda esa realidad”.
La minoría de sus alumnas y alumnos tiene computadora y a veces celular. “Y cuando lo tienen –dice- es compartido hasta con ocho personas. No siempre hay Wi Fi, a veces se les acaban los datos móviles. O sea no es que están todo el tiempo on line los chicos”. Así y todo en la charla Florencia no pierde oportunidad para contar orgullosa los logros en los aprendizajes a la distancia.
Un detalle clave en este tiempo de excepcionalidad para la educación es el pasaje de la presencialidad a lo virtual. “Para nosotras –señala- fue súper desafiante porque teníamos que aprender a usar las nuevas herramientas al mismo tiempo que la poníamos en uso. Eso fue muy estresante al inicio. Recién empezamos a dominarlas nos empezamos a sentir más aliviados”.
El acceso y manejo de las tecnologías de la información no es parejo tampoco en el magisterio. También quedó expuesto con la pandemia: muchos con computadoras viejitas, sin cámaras o micrófonos, o celulares sin almacenamiento suficiente para mandar y recibir tantos trabajos escolares a la vez. Además de docentes que directamente no tenían estas herramientas o que viven en una zona sin buena conexión a internet o directamente nula.
Los costos de mantenimiento de todos estos recursos y hasta de compras de nuevos aparatos salen del salario docente. “Estaría buenísimo que después de esto el gobierno garantice que los docentes tengan Wi Fi, una notebook o una tablet, como cuando estaba el Conectar Igualdad”, marca como política pública a atender.
La educadora rescata que en este reto sorpresivo que debieron asumir quedó en evidencia la creatividad docente y el valor del trabajo colaborativo, de apoyarse unas a otros para salir adelante. También “quedó en claro que la presencialidad es insuperable”.
Artesana, ingeniera y comunicadora. Así es como se siente el trabajo que hace Florencia cuando describe con increíble paciencia cómo planifican, supervisan, editan para las redes (con textos, imágenes, enlaces) y distribuyen las tareas más de 500 alumnas y alumnos. “Cada vez que termino de subir las tareas al Facebook siento que estoy editando una revista”, le sonríe a la idea.
Todo tiene un claro sentido pedagógico y de inclusión. “Hay que entrar por todas las vías posibles”, dice y repasa la variedad de recursos que aplican por estos días. Cada chica, cada chico tiene el derecho a ser pensado en su singularidad, con esa premisa trabajan. Florencia lo cuenta con la anécdota de una alumna de 7° grado en situación de integración escolar, con problemas de aprendizaje, que no lograban que se conectara con ninguna propuesta. “Termino llamándola y le pauto que cada viernes a las tres de la tarde vamos a hacer video llamadas. Le mando previamente lo que hay que hacer y lo resolvemos juntas. Quedó fija esa reunión de los viernes a las tres de la tarde, que ahora espera con ansias. Gracias a ese tratamiento personalizado trabaja. Y a veces somos tres docentes quienes la atendemos a ella”.
Del vínculo a la sobrecarga
Los testimonios de Flavia y Florencia se replican a lo ancho y lo largo de toda la provincia y de todo el país. Esto lo confirman los sindicatos docentes que vienen trabajando y siguiendo de cerca cómo transforma la pandemia el trabajo docente. Miguel Duhalde es el secretario de Educación de la Ctera y secretario de Cultura de Amsafé provincial. Se apoya en el término de teletrabajo, por responder a una convención utilizada por la Internacional de la Educación (IE) y la propia Organización Internacional de Trabajo (OIT). “Una categoría –sostiene- que refiere por su prefijo griego tele, a la distancia. En ese sentido lo usamos, incluso para hablar en forma crítica de la situación, para oponernos al teletrabajo, porque lo que está pasando es que estamos trabajando desde un lugar que no es el puesto tradicional, que en nuestro caso es la escuela”.
Duhalde repasa que así entendido el teletrabajo docente se da en la Argentina en el contexto de la pandemia: “Lo que primero fue una solución para no cortar el vínculo pedagógico, después se volvió sobrecarga laboral. Hubo que trabajar desde nuestros hogares, con nuestros equipos, pagando tanto las herramientas de uso como el mantenimientos pero también una sobrecarga en lo que hace a lo laboral”.
El referente sindical señala que el trabajo desde los propios hogares produce una especie de confusión o mezcla de los tiempos propios con los que fija el contrato laboral. “Y así las jornadas pasan a ser interminables. Las y los docentes transitan todo el día conectados para responder a las directivas de los gobiernos, de los directivos, de las familias; tampoco se distinguen sábados y domingos. A lo que se agrega la formación permanente mientras damos clases, porque tuvimos que hacer procesos rápidos de formación para poder llegar a las pibas y a los pibes”.
Señala la perspectiva de género que tiene todo este debate, al recordar que se trata de un gremio mayoritariamente de mujeres que se ven afectadas doblemente al hacerse cargo además de las tareas de cuidado, del hogar.
Admite que las situaciones de desigualdad en las que se enseña y aprende vuelven muy difícil la posibilidad de regular la actividad. En particular por el compromiso histórico, la responsabilidad y la ética que la docencia mantiene con la comunidad. “Un compromiso que nunca se valoró y fue atacado durante la restauración conservadora”, dice para referirse al gobierno de Mauricio Macri.
Para hacerle frente a esta realidad, Duhalde apunta a la responsabilidad del Estado, en garantizar los recursos para que esa sobrecarga laboral que recae en el cuerpo del magisterio no suceda: “Por ejemplo, que se entreguen las netbooks, que haya una plataforma estatal”.
Como parte de la paritaria nacional docente, recuerda que este es un punto clave que se le reclama al Ministerio de Educación de la Nación. En especial porque lo que viene va a demandar un trabajo dual, de estar presentes en las escuelas y seguir a la distancia, y eso terminará incrementando la jornada laboral. En una columna editorial reciente (Boletín de Ctera, del 28 de junio pasado) Duhalde manifiesta que el regreso a los espacios físicos de las escuelas expondría al sector de las y los educadores a una situación mayor de riesgo sanitario. También que “se intensificaría la jornada laboral en tanto que a las actividades ‘a distancia’ ahora se le sumaría el trabajo en la presencialidad. A su vez se necesita ampliar la planta docente para atender esta dualidad de un sistema en tanto se produciría por un tiempo importante la coexistencia de la presencialidad y la virtualidad”.
Por otra parte, el secretario de Educación de Ctera sostiene que “lo más preocupante es la escasez de recursos por parte del Estado para garantizar las condiciones mínimas para llevar adelante este trabajo: desde la falta de cargos, de infraestructura, de equipamiento, de un tiempo necesario para la formación. Y fundamentalmente que se aceleren los tiempos de regreso cuando las condiciones no están dadas, hay que asegurar todo para luego pensar cómo regresar”.
Un panorama que en la provincia de Santa Fe analiza como doblemente preocupante. “Cada vez es más difícil. Si no hay paritarias, no vamos a trabajar para el regreso, ganamos el mismo sueldo que el año pasado”, expresaba Miguel Duhalde durante el Apagón Educativo de esta semana y un día antes de que se difundiera el cronograma de pagos de salarios en la provincia, que avasalla derechos conquistados.
Tanto a nivel nacional como provincial, el dirigente afirma que nada de esto se soluciona sin recursos. “Por eso, no pasa por otro lado y es tan importante la discusión sobre el destino de Vicentin, la deuda externa y el impuesto a las grandes fortunas. Todo está relacionado”.
El valor de las paritarias
Marina Jaureguiberry es secretaria Gremial del Sadop Nación, además de presidir el Departamento de Condiciones y Medioambiente Laborales de este sindicato y participar del Consejo Asesor que elaboró el protocolo para el regreso a las clases presenciales (difundido la noche del jueves pasado). “Nosotros no hablamos de teletrabajo, sino de una actividad docente a distancia, realizada desde los propios hogares. Buscamos dejar en claro que es la presencialidad lo que determina este trabajo, que la utilización de los medios tecnológicos es una herramienta puesta al servicio de la centralidad que tiene la tarea del docente”, aclara desde el inicio la referente del magisterio.
Del 2 al 12 de abril pasado, el Sadop encaró una encuesta a nivel nacional que llamó “Contanos para cuidarte”. Respondieron más de ocho mil docentes de todos los niveles del sector privado y de todo el país. “La encuesta fue una herramienta de acción sindical, con la que salimos públicamente a mostrar cómo se había modificado la organización del trabajo de las y los docentes a partir de esta situación de excepcionalidad”, reivindica Jaureguiberry de ese instrumento con el que asegura dieron debate político y lograron plasmar en el acta paritaria nacional docente del 4 de junio pasado, sobre las condiciones de trabajo.
Entre otros datos de ese relevamiento, se conoció que “un 47 % de las y los docentes encuestados manifestó que trabaja más horas de las habituales” y casi el mismo porcentaje “que no logra hacer un corte en su trabajo y desconectarse”. También que “un 74% de las y los docentes encuestados, tiene que combinar las tareas laborales con el cuidado de niños, niñas, adultos mayores y/o enfermo”
Marina Jaureguiberry advierte que “lo que ha venido a poner esta situación de emergencia sobre la mesa son cuestiones preexistentes: docentes sobrecargados, jornadas que van más allá de la cantidad de horas que se trabajan en las escuelas, aulas con 50 alumnos. Es decir, ha venido a desnudar una serie de cuestiones que ya estaban y ahora se han agudizados, por eso la necesidad de regulación”.
Pero también remarca el costado de compromiso con el derecho a la educación y la comunidad asumido por el magisterio, y que ha quedado de manifiesto en “cómo el colectivo de compañeras y compañeros se puso sobre el hombro el mantenimiento y la continuidad pedagógica”. Refresca aquí la sobrecarga laboral que representa trabajar desde la casa, cómo se mezclaron el ámbito público y privado, la doble presencia para el colectivo de mujeres maestras; además de no contar con los recursos tecnológicos propios: más del 70 por ciento refirió esta situación en la encuesta nacional.
La salud docente también forma parte de la agenda. Marina Jaureguiberry menciona los riesgos psicosociales, las situaciones de estrés y las enfermedades propias del sector ahora agravadas por la pandemia. Y considera que el desafío es modificar las condiciones que generan esos padecimientos: “Se trata de aprovechar esta situación porque en la organización del trabajo es donde se pone en juego la salud. También porque no hay salud laboral posible sin la participación de las compañeras y compañeros. La salud es un tema colectivo no es individual”.
La dirigente del Sadop Nacional destaca el papel de las organizaciones sindicales para dar marcos de contención y garantizar la participación de las y los educadores cuando se están cambiando las condiciones de trabajo.
Fuente: El Eslabón