Argen­ti­na. Tra­ba­jo docen­te sin tiem­pos ni espacios

Por Mar­ce­la Isaías, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de julio de 2020

Fla­via Pas­cua­li­ni es pro­fe­so­ra de len­gua y lite­ra­tu­ra en dos escue­las públi­cas, una orien­ta­da de Casil­da, otra téc­ni­ca de Pérez. A dia­rio está dis­po­ni­ble para sus 400 estu­dian­tes, todos tie­nen su núme­ro de whatsapp. Flo­ren­cia Die­trich es vice­di­rec­to­ra de una escue­la pri­ma­ria de Rosa­rio, y tam­bién pro­fe­so­ra del nivel supe­rior, ambos car­gos en la ense­ñan­za pri­va­da. En su tarea están pre­sen­tes 540 alum­nas y alum­nos. Ni Fla­via ni Flo­ren­cia pue­den pre­ci­sar horas de tra­ba­jo, en reali­dad nin­gu­na saca esa cuen­ta. Aun­que con­vo­ca­das a pen­sar cuán­to se incre­men­tó la jor­na­da labo­ral en tiem­pos de pan­de­mia, saben que se tri­pli­có, tam­bién que se esfu­ma­ron los fines de sema­na y feria­dos. Es que la des­igual­dad social expre­sa­da en el acce­so a las herra­mien­tas para apren­der las com­pro­me­te más en la tarea edu­ca­do­ra. Des­de los sin­di­ca­tos docen­tes afir­man que el tiem­po de cua­ren­te­na hizo más visi­ble una situa­ción que ya exis­tía en el tra­ba­jo docen­te: la sobre­car­ga labo­ral y las des­igual­da­des que atra­vie­san a la escue­la. Tam­bién advier­ten que no será nada fácil el regre­so a las cla­ses presenciales.

“¡Dale, dale, deci­le que te expli­que, que no enten­dés nada!” Así se escu­cha­ba el gri­to de una mamá, acom­pa­ña­do del llan­to de un peque­ño, detrás del audio que le envia­ba un alumno a la pro­fe­so­ra Fla­via Pas­cua­li­ni para pre­gun­tar­le por una tarea. Todo a las nue­ve y media de la noche. “Vaya a saber qué había detrás de ese audio, qué había en esa reali­dad, don­de esta cria­tu­ra tenía que cum­plir con la tarea de len­gua”, expre­sa la docen­te tra­tan­do de poner­se en el lugar de su alumno. Dice que ate­so­ra ese audio, por­que lejos de eno­jar­la le da áni­mo para seguir ade­lan­te con su oficio.

El dis­tan­cia­mien­to físi­co se vuel­ve un desa­fío al que coti­dia­na­men­te Fla­via tra­ta de bus­car­le la vuel­ta. “Des­de el día uno, todos y cada uno de mis 400 alum­nos, de 9 cur­sos, de 2 escue­las públi­cas, tie­nen mi núme­ro de whatsapp, con expli­ca­cio­nes, res­pues­tas y son­ri­sas todas las veces que me lo soli­ci­tan. Nadie me lo pidió, ni mi direc­ti­vos ni mis com­pa­ñe­ros; me lo pidió la cir­cuns­tan­cia y la nece­si­dad, pro­pia, de estar conec­ta­da como fue­ra”, sin­te­ti­za sobre qué la movi­li­za a sos­te­ner lo que todos lla­man el víncu­lo pedagógico.

A los pri­me­ros días de tra­ba­jo en la pan­de­mia los defi­ne como un “lan­zar­nos en un mar de incer­ti­dum­bre, pero don­de sabía que había algo que no que­ría per­der y defen­der que es el con­tac­to”. Al poco tiem­po de arran­car apa­re­cie­ron las dife­ren­tes reali­da­des, las des­igual­da­des: no todos los chi­cos tie­nen su celu­lar, menos una compu­tado­ra; y con suer­te cone­xión de internet.

La pro­fe­so­ra advier­te que “esto del tele­tra­ba­jo” (por el tra­ba­jo a la dis­tan­cia) no es para todos y que pone en valor mayor lo que repre­sen­ta el espa­cio físi­co de la escue­la públi­ca, abier­ta todos los días, ofre­cien­do opor­tu­ni­da­des igua­li­ta­rias. Lo dice con un ejem­plo: “Esta­mos en julio y ten­go alum­nos que por más que insis­ta, aún no me han dado el pre­sen­te. Te dicen ‘Sí, pro­fe, sí pro­fe’, pero no apa­re­cen. Es tremendo”.

Fla­via eli­ge metá­fo­ras para hablar de la ense­ñan­za en cua­ren­te­na. Habla así de una escue­la sin cuer­pos, de una escue­la sin tiem­pos y una escue­la que tien­de puen­tes. Dice que si bien aho­ra sus días de tra­ba­jo no la encuen­tran en la ruta –vive en Puja­to- via­jan­do a la Escue­la N°209 de Casil­da o la Téc­ni­ca N°459 de Pérez, sigue ponien­do el cuer­po docen­te has­ta los fines de sema­na, a las nue­ve o diez de la noche, mien­tras coci­na o rea­li­za otras tareas domésticas.

“Como sé que mis alum­nos me man­dan un men­sa­je o me res­pon­den cuan­do pue­den, cuan­do tie­nen un celu­lar a mano, no des­apro­ve­cho ese minu­to, ni me pon­go ese lími­te de dejar col­ga­do el men­sa­je y aten­der­lo el lunes a la maña­na que es mi hora­rio de tra­ba­jo. Esta es una escue­la sin tiempo”.

El acce­so des­igual a los recur­sos tec­no­ló­gi­cos tam­bién afec­ta a la docen­cia. “Yo cuen­to con una Cris­ti­net, que ado­ro y por eso le puse ese nom­bre. Fui acree­do­ra en una de las pri­me­ras escue­las, la lle­vo a todo lados y se la he pres­ta­do a los chi­cos”, dice de la net­book que reci­bió del Plan Conec­tar Igual­dad, un pro­gra­ma “que lue­go devas­ta­ron”. En su casa tam­bién tie­nen una compu­tado­ra fami­liar pero es para que la usen sus hijos que están en la secun­da­ria. Fla­via dis­po­ne de un celu­lar. El man­te­ni­mien­to de estos apa­ra­tos y la cone­xión a inter­net corren por cuen­ta de su bol­si­llo docen­te. “Pero no lo pien­so mucho por­que aquí hay que arre­me­ter­le”, con­fía y deja en cla­ro cómo se sos­tie­ne la escue­la por estos días.

Todo de corrido

“Lo que sen­tí cuan­do comen­zó la pan­de­mia es que se me habían tri­pli­ca­do las horas de tra­ba­jo. Des­de las 8 de la maña­na has­ta las 9 o 10 de la noche, de corri­do, tenía que estar pen­dien­te de la compu­tado­ra y del celu­lar. Cor­tan­do un rati­to para el almuer­zo. Esto fue más bien al comien­zo, cuan­do tenía muchas pun­tas abier­tas y me lle­ga­ba infor­ma­ción de todos lados”, dice Flo­ren­cia Die­trich de los pri­me­ros días de ense­ñan­za en cua­ren­te­na. Flo­ren­cia es vice­di­rec­to­ra de la Escue­la N°1.182 San Luis Gon­za­ga del barrio Empal­me Gra­ne­ros. La escue­la tie­ne 510 alum­nas y alum­nos en la pri­ma­ria. Tam­bién es docen­te en el pro­fe­so­ra­do del Ins­ti­tu­to Ver­bo Encar­na­do don­de tie­ne 30 estu­dian­tes del magis­te­rio a su cargo

Estar en car­go direc­ti­vo repre­sen­ta un doble des­gas­te: hay que pen­sar cómo lle­gar a la dis­tan­cia a todo el alum­na­do y cómo lograr una bue­na arti­cu­la­ción con el equi­po docen­te. “Esto requi­rió –deta­lla- que con la direc­to­ra y la otra vice estu­vié­ra­mos lla­mán­do­nos a cada rato, toman­do nota, cam­bian­do el rum­bo o deci­dien­do sobre la mar­cha, pen­san­do qué era lo que más con­ve­nía. Y al mis­mo tiem­po sos­te­ner reunio­nes con las maes­tras de los ter­ce­ros gra­dos, o con las de sép­ti­mo o con las y los de espe­cia­li­da­des, pen­san­do jun­tos, bus­can­do la mejor solución”.

Tam­bién aquí que­da­ron a la vis­ta las des­igual­da­des socia­les. Flo­ren­cia des­cri­be que la escue­la está en barrio con difi­cul­ta­des eco­nó­mi­cas, don­de las fami­lias tie­nen tra­ba­jos muy pre­ca­rios y de hecho muchas lo per­die­ron en este tiem­po: “Al pro­ble­ma de la conec­ti­vi­dad o de acce­der a lo que noso­tras plan­teá­ba­mos como pro­pues­ta edu­ca­ti­va, se le suma­ba la penu­ria o la angus­tia por la pér­di­da de tra­ba­jo o no poder salir a hacer chan­gas, y de pron­to plan­tear­se que no hay para comer. Había que con­tem­plar toda esa realidad”.

La mino­ría de sus alum­nas y alum­nos tie­ne compu­tado­ra y a veces celu­lar. “Y cuan­do lo tie­nen –dice- es com­par­ti­do has­ta con ocho per­so­nas. No siem­pre hay Wi Fi, a veces se les aca­ban los datos móvi­les. O sea no es que están todo el tiem­po on line los chi­cos”. Así y todo en la char­la Flo­ren­cia no pier­de opor­tu­ni­dad para con­tar orgu­llo­sa los logros en los apren­di­za­jes a la distancia.

Un deta­lle cla­ve en este tiem­po de excep­cio­na­li­dad para la edu­ca­ción es el pasa­je de la pre­sen­cia­li­dad a lo vir­tual. “Para noso­tras –seña­la- fue súper desa­fian­te por­que tenía­mos que apren­der a usar las nue­vas herra­mien­tas al mis­mo tiem­po que la ponía­mos en uso. Eso fue muy estre­san­te al ini­cio. Recién empe­za­mos a domi­nar­las nos empe­za­mos a sen­tir más aliviados”.

El acce­so y mane­jo de las tec­no­lo­gías de la infor­ma­ción no es pare­jo tam­po­co en el magis­te­rio. Tam­bién que­dó expues­to con la pan­de­mia: muchos con compu­tado­ras vie­ji­tas, sin cáma­ras o micró­fo­nos, o celu­la­res sin alma­ce­na­mien­to sufi­cien­te para man­dar y reci­bir tan­tos tra­ba­jos esco­la­res a la vez. Ade­más de docen­tes que direc­ta­men­te no tenían estas herra­mien­tas o que viven en una zona sin bue­na cone­xión a inter­net o direc­ta­men­te nula.

Los cos­tos de man­te­ni­mien­to de todos estos recur­sos y has­ta de com­pras de nue­vos apa­ra­tos salen del sala­rio docen­te. “Esta­ría bue­ní­si­mo que des­pués de esto el gobierno garan­ti­ce que los docen­tes ten­gan Wi Fi, una note­book o una tablet, como cuan­do esta­ba el Conec­tar Igual­dad”, mar­ca como polí­ti­ca públi­ca a atender.

La edu­ca­do­ra res­ca­ta que en este reto sor­pre­si­vo que debie­ron asu­mir que­dó en evi­den­cia la crea­ti­vi­dad docen­te y el valor del tra­ba­jo cola­bo­ra­ti­vo, de apo­yar­se unas a otros para salir ade­lan­te. Tam­bién “que­dó en cla­ro que la pre­sen­cia­li­dad es insuperable”.

Arte­sa­na, inge­nie­ra y comu­ni­ca­do­ra. Así es como se sien­te el tra­ba­jo que hace Flo­ren­cia cuan­do des­cri­be con increí­ble pacien­cia cómo pla­ni­fi­can, super­vi­san, edi­tan para las redes (con tex­tos, imá­ge­nes, enla­ces) y dis­tri­bu­yen las tareas más de 500 alum­nas y alum­nos. “Cada vez que ter­mino de subir las tareas al Face­book sien­to que estoy edi­tan­do una revis­ta”, le son­ríe a la idea.

Todo tie­ne un cla­ro sen­ti­do peda­gó­gi­co y de inclu­sión. “Hay que entrar por todas las vías posi­bles”, dice y repa­sa la varie­dad de recur­sos que apli­can por estos días. Cada chi­ca, cada chi­co tie­ne el dere­cho a ser pen­sa­do en su sin­gu­la­ri­dad, con esa pre­mi­sa tra­ba­jan. Flo­ren­cia lo cuen­ta con la anéc­do­ta de una alum­na de 7° gra­do en situa­ción de inte­gra­ción esco­lar, con pro­ble­mas de apren­di­za­je, que no logra­ban que se conec­ta­ra con nin­gu­na pro­pues­ta. “Ter­mino lla­mán­do­la y le pau­to que cada vier­nes a las tres de la tar­de vamos a hacer video lla­ma­das. Le man­do pre­via­men­te lo que hay que hacer y lo resol­ve­mos jun­tas. Que­dó fija esa reu­nión de los vier­nes a las tres de la tar­de, que aho­ra espe­ra con ansias. Gra­cias a ese tra­ta­mien­to per­so­na­li­za­do tra­ba­ja. Y a veces somos tres docen­tes quie­nes la aten­de­mos a ella”.

Del víncu­lo a la sobrecarga

Los tes­ti­mo­nios de Fla­via y Flo­ren­cia se repli­can a lo ancho y lo lar­go de toda la pro­vin­cia y de todo el país. Esto lo con­fir­man los sin­di­ca­tos docen­tes que vie­nen tra­ba­jan­do y siguien­do de cer­ca cómo trans­for­ma la pan­de­mia el tra­ba­jo docen­te. Miguel Duhal­de es el secre­ta­rio de Edu­ca­ción de la Cte­ra y secre­ta­rio de Cul­tu­ra de Amsa­fé pro­vin­cial. Se apo­ya en el tér­mino de tele­tra­ba­jo, por res­pon­der a una con­ven­ción uti­li­za­da por la Inter­na­cio­nal de la Edu­ca­ción (IE) y la pro­pia Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal de Tra­ba­jo (OIT). “Una cate­go­ría –sos­tie­ne- que refie­re por su pre­fi­jo grie­go tele, a la dis­tan­cia. En ese sen­ti­do lo usa­mos, inclu­so para hablar en for­ma crí­ti­ca de la situa­ción, para opo­ner­nos al tele­tra­ba­jo, por­que lo que está pasan­do es que esta­mos tra­ba­jan­do des­de un lugar que no es el pues­to tra­di­cio­nal, que en nues­tro caso es la escuela”.

Duhal­de repa­sa que así enten­di­do el tele­tra­ba­jo docen­te se da en la Argen­ti­na en el con­tex­to de la pan­de­mia: “Lo que pri­me­ro fue una solu­ción para no cor­tar el víncu­lo peda­gó­gi­co, des­pués se vol­vió sobre­car­ga labo­ral. Hubo que tra­ba­jar des­de nues­tros hoga­res, con nues­tros equi­pos, pagan­do tan­to las herra­mien­tas de uso como el man­te­ni­mien­tos pero tam­bién una sobre­car­ga en lo que hace a lo laboral”.

El refe­ren­te sin­di­cal seña­la que el tra­ba­jo des­de los pro­pios hoga­res pro­du­ce una espe­cie de con­fu­sión o mez­cla de los tiem­pos pro­pios con los que fija el con­tra­to labo­ral. “Y así las jor­na­das pasan a ser inter­mi­na­bles. Las y los docen­tes tran­si­tan todo el día conec­ta­dos para res­pon­der a las direc­ti­vas de los gobier­nos, de los direc­ti­vos, de las fami­lias; tam­po­co se dis­tin­guen sába­dos y domin­gos. A lo que se agre­ga la for­ma­ción per­ma­nen­te mien­tras damos cla­ses, por­que tuvi­mos que hacer pro­ce­sos rápi­dos de for­ma­ción para poder lle­gar a las pibas y a los pibes”.

Seña­la la pers­pec­ti­va de géne­ro que tie­ne todo este deba­te, al recor­dar que se tra­ta de un gre­mio mayo­ri­ta­ria­men­te de muje­res que se ven afec­ta­das doble­men­te al hacer­se car­go ade­más de las tareas de cui­da­do, del hogar.

Admi­te que las situa­cio­nes de des­igual­dad en las que se ense­ña y apren­de vuel­ven muy difí­cil la posi­bi­li­dad de regu­lar la acti­vi­dad. En par­ti­cu­lar por el com­pro­mi­so his­tó­ri­co, la res­pon­sa­bi­li­dad y la éti­ca que la docen­cia man­tie­ne con la comu­ni­dad. “Un com­pro­mi­so que nun­ca se valo­ró y fue ata­ca­do duran­te la res­tau­ra­ción con­ser­va­do­ra”, dice para refe­rir­se al gobierno de Mau­ri­cio Macri.

Para hacer­le fren­te a esta reali­dad, Duhal­de apun­ta a la res­pon­sa­bi­li­dad del Esta­do, en garan­ti­zar los recur­sos para que esa sobre­car­ga labo­ral que recae en el cuer­po del magis­te­rio no suce­da: “Por ejem­plo, que se entre­guen las net­books, que haya una pla­ta­for­ma estatal”.

Como par­te de la pari­ta­ria nacio­nal docen­te, recuer­da que este es un pun­to cla­ve que se le recla­ma al Minis­te­rio de Edu­ca­ción de la Nación. En espe­cial por­que lo que vie­ne va a deman­dar un tra­ba­jo dual, de estar pre­sen­tes en las escue­las y seguir a la dis­tan­cia, y eso ter­mi­na­rá incre­men­tan­do la jor­na­da labo­ral. En una colum­na edi­to­rial recien­te (Bole­tín de Cte­ra, del 28 de junio pasa­do) Duhal­de mani­fies­ta que el regre­so a los espa­cios físi­cos de las escue­las expon­dría al sec­tor de las y los edu­ca­do­res a una situa­ción mayor de ries­go sani­ta­rio. Tam­bién que “se inten­si­fi­ca­ría la jor­na­da labo­ral en tan­to que a las acti­vi­da­des ‘a dis­tan­cia’ aho­ra se le suma­ría el tra­ba­jo en la pre­sen­cia­li­dad. A su vez se nece­si­ta ampliar la plan­ta docen­te para aten­der esta dua­li­dad de un sis­te­ma en tan­to se pro­du­ci­ría por un tiem­po impor­tan­te la coexis­ten­cia de la pre­sen­cia­li­dad y la virtualidad”.

Por otra par­te, el secre­ta­rio de Edu­ca­ción de Cte­ra sos­tie­ne que “lo más preo­cu­pan­te es la esca­sez de recur­sos por par­te del Esta­do para garan­ti­zar las con­di­cio­nes míni­mas para lle­var ade­lan­te este tra­ba­jo: des­de la fal­ta de car­gos, de infra­es­truc­tu­ra, de equi­pa­mien­to, de un tiem­po nece­sa­rio para la for­ma­ción. Y fun­da­men­tal­men­te que se ace­le­ren los tiem­pos de regre­so cuan­do las con­di­cio­nes no están dadas, hay que ase­gu­rar todo para lue­go pen­sar cómo regresar”.

Un pano­ra­ma que en la pro­vin­cia de San­ta Fe ana­li­za como doble­men­te preo­cu­pan­te. “Cada vez es más difí­cil. Si no hay pari­ta­rias, no vamos a tra­ba­jar para el regre­so, gana­mos el mis­mo suel­do que el año pasa­do”, expre­sa­ba Miguel Duhal­de duran­te el Apa­gón Edu­ca­ti­vo de esta sema­na y un día antes de que se difun­die­ra el cro­no­gra­ma de pagos de sala­rios en la pro­vin­cia, que ava­sa­lla dere­chos conquistados.

Tan­to a nivel nacio­nal como pro­vin­cial, el diri­gen­te afir­ma que nada de esto se solu­cio­na sin recur­sos. “Por eso, no pasa por otro lado y es tan impor­tan­te la dis­cu­sión sobre el des­tino de Vicen­tin, la deu­da exter­na y el impues­to a las gran­des for­tu­nas. Todo está relacionado”.

El valor de las paritarias

Mari­na Jau­re­gui­berry es secre­ta­ria Gre­mial del Sadop Nación, ade­más de pre­si­dir el Depar­ta­men­to de Con­di­cio­nes y Medioam­bien­te Labo­ra­les de este sin­di­ca­to y par­ti­ci­par del Con­se­jo Ase­sor que ela­bo­ró el pro­to­co­lo para el regre­so a las cla­ses pre­sen­cia­les (difun­di­do la noche del jue­ves pasa­do). “Noso­tros no habla­mos de tele­tra­ba­jo, sino de una acti­vi­dad docen­te a dis­tan­cia, rea­li­za­da des­de los pro­pios hoga­res. Bus­ca­mos dejar en cla­ro que es la pre­sen­cia­li­dad lo que deter­mi­na este tra­ba­jo, que la uti­li­za­ción de los medios tec­no­ló­gi­cos es una herra­mien­ta pues­ta al ser­vi­cio de la cen­tra­li­dad que tie­ne la tarea del docen­te”, acla­ra des­de el ini­cio la refe­ren­te del magisterio.

Del 2 al 12 de abril pasa­do, el Sadop enca­ró una encues­ta a nivel nacio­nal que lla­mó “Con­ta­nos para cui­dar­te”. Res­pon­die­ron más de ocho mil docen­tes de todos los nive­les del sec­tor pri­va­do y de todo el país. “La encues­ta fue una herra­mien­ta de acción sin­di­cal, con la que sali­mos públi­ca­men­te a mos­trar cómo se había modi­fi­ca­do la orga­ni­za­ción del tra­ba­jo de las y los docen­tes a par­tir de esta situa­ción de excep­cio­na­li­dad”, rei­vin­di­ca Jau­re­gui­berry de ese ins­tru­men­to con el que ase­gu­ra die­ron deba­te polí­ti­co y logra­ron plas­mar en el acta pari­ta­ria nacio­nal docen­te del 4 de junio pasa­do, sobre las con­di­cio­nes de trabajo.

Entre otros datos de ese rele­va­mien­to, se cono­ció que “un 47 % de las y los docen­tes encues­ta­dos mani­fes­tó que tra­ba­ja más horas de las habi­tua­les” y casi el mis­mo por­cen­ta­je “que no logra hacer un cor­te en su tra­ba­jo y des­co­nec­tar­se”. Tam­bién que “un 74% de las y los docen­tes encues­ta­dos, tie­ne que com­bi­nar las tareas labo­ra­les con el cui­da­do de niños, niñas, adul­tos mayo­res y/​o enfermo”

Mari­na Jau­re­gui­berry advier­te que “lo que ha veni­do a poner esta situa­ción de emer­gen­cia sobre la mesa son cues­tio­nes pre­exis­ten­tes: docen­tes sobre­car­ga­dos, jor­na­das que van más allá de la can­ti­dad de horas que se tra­ba­jan en las escue­las, aulas con 50 alum­nos. Es decir, ha veni­do a des­nu­dar una serie de cues­tio­nes que ya esta­ban y aho­ra se han agu­di­za­dos, por eso la nece­si­dad de regulación”.

Pero tam­bién remar­ca el cos­ta­do de com­pro­mi­so con el dere­cho a la edu­ca­ción y la comu­ni­dad asu­mi­do por el magis­te­rio, y que ha que­da­do de mani­fies­to en “cómo el colec­ti­vo de com­pa­ñe­ras y com­pa­ñe­ros se puso sobre el hom­bro el man­te­ni­mien­to y la con­ti­nui­dad peda­gó­gi­ca”. Refres­ca aquí la sobre­car­ga labo­ral que repre­sen­ta tra­ba­jar des­de la casa, cómo se mez­cla­ron el ámbi­to públi­co y pri­va­do, la doble pre­sen­cia para el colec­ti­vo de muje­res maes­tras; ade­más de no con­tar con los recur­sos tec­no­ló­gi­cos pro­pios: más del 70 por cien­to refi­rió esta situa­ción en la encues­ta nacional.

La salud docen­te tam­bién for­ma par­te de la agen­da. Mari­na Jau­re­gui­berry men­cio­na los ries­gos psi­co­so­cia­les, las situa­cio­nes de estrés y las enfer­me­da­des pro­pias del sec­tor aho­ra agra­va­das por la pan­de­mia. Y con­si­de­ra que el desa­fío es modi­fi­car las con­di­cio­nes que gene­ran esos pade­ci­mien­tos: “Se tra­ta de apro­ve­char esta situa­ción por­que en la orga­ni­za­ción del tra­ba­jo es don­de se pone en jue­go la salud. Tam­bién por­que no hay salud labo­ral posi­ble sin la par­ti­ci­pa­ción de las com­pa­ñe­ras y com­pa­ñe­ros. La salud es un tema colec­ti­vo no es individual”.

La diri­gen­te del Sadop Nacio­nal des­ta­ca el papel de las orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les para dar mar­cos de con­ten­ción y garan­ti­zar la par­ti­ci­pa­ción de las y los edu­ca­do­res cuan­do se están cam­bian­do las con­di­cio­nes de trabajo.

Fuen­te: El Esla­bón

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