Resumen Latinoamericano, 21 de octubre de 2020.
La suba del 28% (en tres cuotas) del Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVyM) convalida una nueva pérdida salarial para los sectores populares y le quita relevancia respecto a las discusiones paritarias. Dispositivo clave durante los años de recuperación posteriores a la crisis de 2001 para lograr aumentos de salarios y un piso mínimo que, sin embargo, hoy se aleja cada vez más de esa función.
Una negociación no sistemática
Un año después de la última reunión, el pasado miércoles 14 de octubre, se reunió el Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo, Vital y Móvil, integrado por representantes del gobierno, grandes cámaras empresarias y centrales sindicales, para establecer el aumento correspondiente del SMVyM. El acuerdo finalmente fue de 28% en tres cuotas hasta marzo de 2021. Las partes iban con diferentes propuestas donde desde sectores empresariales se anunciaban, días anteriores, que un 20% era lo correcto para el contexto; mientras que sindicatos y organizaciones sociales elevaban ese número a un 45% o, incluso, hasta igualar la Canasta Básica Total, que ronda los $45.000, cuando el valor al que ascendería el SMVyM, al final de las actualizaciones, sería de $21.600. Este aumento que, si bien puede parecer superior a las expectativas del último relevamiento del Banco Central (22,4% de octubre 2020 a marzo 2021), sigue sin recuperar lo perdido desde la última actualización del SMVyM y aún quedaría por debajo del valor de la Canasta Básica Alimentaria.
Los encuentros y negociaciones del Consejo hace años que vienen teniendo vaivenes en la frecuencia de sus convocatorias, volviéndose poco sistemáticas, llegando al punto de que la última actualización fue en octubre de 2019, fecha posterior a la disparada del dólar, días después de los resultados de las PASO. Situación esta que responde a la menor incidencia que está teniendo hoy por hoy el SMVyM como herramienta para la recuperación salarial, pero que también impacta directamente en diferentes sectores sociales debido a que se utiliza como valor de referencia en diferentes programas estatales.
De piso salarial a sendero propio de indigencia
El rol del SMVyM, posterior a la crisis de 2001 y en un momento de reactivación sindical, funcionó como instrumento político para fijar un piso de retribución al trabajo.
El SMVyM alcanzó su máximo, en términos reales, en el año 2011 y, a partir de entonces, nunca rompió ese techo. Los avances y retrocesos se limitan al periodo 2011 – 2015, porque, a partir de entonces, todos fueron retrocesos. Entre el periodo 2016 – 2020, el SMVyM perdió 37% de su poder adquisitivo.
Esta caída del SMVyM se dio en un contexto donde el conjunto de las personas asalariadas sufrieron una disminución de sus ingresos. Pero también, esto no se dio de igual manera en los diferentes sectores asalariados. En Córdoba, el salario del sector privado cayó 11,5%, mientras que el sector público perdió el 15,9%, pérdidas importantes, pero lejos del 37% del SMVyM. Por último, si lo comparamos con la evolución de la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que son los alimentos mínimos que necesita una familia tipo para sobrevivir, el resultado es similar. Mientras que, a fines de 2015, un SMVyM alcanzaba para comprar aproximadamente 1,5 CBA, en septiembre de este año, el valor del SMVyM está por debajo del valor de la CBA. Es decir, no alcanza siquiera para comprar una CBA, por lo tanto, es un salario de indigencia.
Estos datos expuestos evidencian por qué ya no es una realidad que el SMVyM funcione como piso salarial y cada vez esté perdiendo más relevancia en las demandas de diversos sectores.
El SMVyM como hilo para tejer demandas sociales
Si bien ya no funciona como referencia para las negociaciones paritarias ni como instrumento sindical real para establecer pisos más elevados para el conjunto de los y las trabajadoras sindicalizadas, la existencia y el gasto en diversos programas están atados a su evolución.
En 2016, sancionada la Ley de Emergencia Social, nace el Salario Social Complementario (SSC). Entre otras cosas, significa un reconocimiento a los y las trabajadoras de la economía popular y un compromiso de apoyo económico en donde el Estado otorga el equivalente a medio SMVyM a cada trabajador/a. Este recurso se sumó a la Garantía Salarial Docente, que establece un mínimo de 1,2 SMVyM para el tramo de ingresos más bajo. El actual gobierno del Frente de Todos además lo usó como variable para la implementación de instrumentos de emergencia por la crisis sanitaria. El programa Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), por ejemplo, fija una remuneración máxima en dos SMVyM. La jubilación mínima, por su parte, no puede ser menos del 82% de un SMVyM. Es decir, el SMVyM tiene influencia en diversos programas de suma importancia en el contexto actual.
Sin embargo, el resultado de la negociación está lejos de revertir esta tendencia. Ni reconvierte al SMVyM como un valor de referencia en el mercado laboral registrado ni recupera el poder de compra perdido (incluso, profundiza la pérdida) del SSC en estos últimos años.
En este marco es que las posiciones de diversos sindicatos, como de organizaciones sociales, exigiendo un SMVyM acorde a una canasta básica total que cubra las necesidades del conjunto de los trabajadores y trabajadoras, cobra relevancia. También permitiría mejorar los programas mencionados anteriormente que tienen una fuerte incidencia en pequeñas y medianas empresas en estos momentos. Por último, también puede ser una referencia para una Renta Básica Universal que, desde una perspectiva feminista, reconozca la gran carga de trabajos de cuidados y no remunerados que hacen las mujeres y disidencias. Quedará pendiente, entonces, la capacidad de articular estos diversos sectores sociales para poder poner en debate público la necesidad del SMVyM como hilo de demandas, así como un valor acorde a las necesidades sociales del momento actual.
Fuente: La Tinta