Por Marcelo Langieri y David Pike, Resumen Latinoamericano, 21 de diciembre de 2020.
Una de las experiencias más ricas de la lucha por la tierra en nuestra región fue la realizada en el Perú en la segunda mitad del siglo XX. Vamos a recorrer esta experiencia de la mano de uno de los más destacados exponentes de estas luchas, el líder campesino Hugo Blanco.
Pese a nacer en una familia de clase media Hugo Blanco se identificó con la causa indígena. Un hecho marcó su infancia: el hacendado Bartolomé Paz ordenó grabar con un hierro candente sus iniciales en el trasero de un campesino indígena. Ese hecho marcó el sentido de su vida.
Después de estudiar y trabajar como obrero en Argentina volvió a su región natal, el Cusco, para trabajar en una hacienda de La Convención, una de las provincias que conforman el departamento del Cusco en el Sur del Perú. En esos años seguía vigente el gamonalismo, un sistema semifeudal heredado de la colonia en el cual cada hacendado permitía que el campesino cultivara un pedazo de tierra; como pago éste debía trabajar en la hacienda y realizar toda clase de labores para el patrón: sembrar sus tierras, trabajar como sirviente doméstico (pongo) en la casa del señor, vender sus productos al hacendado a los precios que el mismo decidía, entre una extensa lista de abusos.
“Ahí con la cantaleta de proletarizarme busqué fábricas. era la línea dentro del trotskismo. Me fui a la Federación de Trabajadores de Cuzco pero como no había fábricas, era una federación de artesanos. Entonces, vi que la vanguardia era el campesinado de la Convención y me fui de campesino”
Tras largos años de lucha los campesinos de las haciendas de La Convención consiguieron imponer una reforma agraria. Y eso fue posible gracias a muchos años de lucha y específicamente a una huelga de nueve meses. Hay que aclarar que no se trataba de una huelga común como la que realizan los obreros en una fábrica. Cuando un campesino hace una huelga, que consiste en no trabajar para el señor y dedicarse a cuidar su propia tierra, esa huelga es sostenible en el tiempo, además de generar un efecto de contagio a todas las haciendas de la región. Eso fue lo que ocurrió en la provincia de La Convención y en la zona de Lares, en el departamento de Cusco a principios de la década de los 60. Frente a los abusos de los patrones se formaron sindicatos que defendían a los campesinos y exigían que se discutieran los pliegos de reivindicaciones que éstos planteaban.
Como la Policía y el poder judicial estaban en manos de los patrones a los activistas los metían en la cárcel en cada protesta. Cuando Hugo Blanco ingresó en el sindicato de Chaupinayo en el año 1960 tres de sus dirigentes estaban detenidos y el reclamo de su libertad era una de las reivindicaciones principales. Muchos hacendados se negaban a aceptar los reclamos, ni aceptaban siquiera reconocer a los sindicatos. Mucho menos discutir con los campesinos. En función de esta situación algunos sindicatos decidieron ir a la huelga. Y el campesinado estaba feliz porque tenía más tiempo para trabajar su tierra. Era como un inquilino que por la huelga no paga el alquiler. Los reclamos iniciales de los campesinos ‑jornadas de ocho horas, el fin de los maltratos físicos, libertad sindical- fueron sobrepasadas por la huelga que se convirtió en un cuestionamiento directo a la estructura feudal de la tierra. Llegó a haber cien haciendas en huelga, cien haciendas planteando la reforma agraria con el nombre de huelga. Era una reforma agraria de hecho que el campesinado hacía sin saber que estaba haciendo. Con la consigna “tierra o muerte”, los campesinos de las haciendas lograron rebasar a la dirigencia de la Federación de Trabajadores del Cusco.
“La revolución cubana influyó mucho, nosotros copiamos el lema de ‘Patria o Muerte, venceremos’. Nuestro lema era ‘Tierra o muerte, venceremos’, primero en la Convención y después se generalizó con la Confederación Campesina del Perú” .
A raíz de esta situación los hacendados comenzaron a portar armas, a disparar al aire, a amenazar de muerte a los “indios ladrones”, tal como los llamaban. Los campesinos denunciaron los hechos a la Guardia Civil pero encontraban como respuesta una defensa del derecho a la propiedad de los hacendados. Así, ante la complicidad de la Policía, muchos afectados acudieron a la recién creada Federación Provincial de Campesinos en La Convención. Frente a esta situación a los campesinos les quedó claro que lo único que podían hacer era defenderse ellos mismos. A pesar de la resistencia de los burócratas sindicales se organizaron comités de autodefensa.
“Los hacendados comenzaron a andar armados diciendo que iban a meter balas, fuimos a la policía a quejarnos y nos dijeron que ‘estaba bien, indios rateros de mierda, que los maten’; entonces, es que tuvimos que armarnos”.
La tarea que tenían entonces era conseguir armas. En previsión de un estallido, las autoridades prohibieron la venta de armas en el sur del Perú. El dinero para comprar las armas se fue juntando y el ganado de los hacendados hizo su aporte involuntario. De paso se vendía la carne a muy buen precio para los campesinos. Tampoco faltaron quienes proveyeron pólvora y dinamita. Las circunstancias comprobaban que cuando la gente siente que tiene que armarse de donde quiera que sea aparecen las armas.
En un principio los grupos de autodefensa cumplieron con su objetivo: los hacendados rebajaron la violencia de las amenazas. Pero las críticas de la derecha al Gobierno militar por permitir esta “alteración del orden” determinó el inicio de una escalada represiva: primero reprimieron en los sectores donde el movimiento estaba menos organizado. Después se fueron a La Convención y prohibieron que se reúna la Federación Provincial de Campesinos de La Convención y Lares.
Las acciones y reacciones fueron escalando y desembocaron en enfrentamientos y la muerte de campesinos y policías. Los campesinos fueron recuperando armas de la policía. Los tiempos de clandestinidad, entre tiroteos con la policía y noches a la intemperie, contribuyeron a la creación de decenas de sindicatos y la extensión de la huelga campesina. Finalmente Hugo Blanco fue incriminado en la muerte de un policía y detenido.
“En esa lucha por la autodefensa armada es que nos avisaron que en la parte de la Sierra había un hacendado protegido por la policía que estaba desalojando a los indígenas de ahí y entonces fuimos armados. Lo encontré al Comisario y le dije ‘señor, ha ido la policía armada a desalojar a los campesinos’, y me dijo ‘sí, que hay con eso’. Entonces saqué el revólver y lo amenacé, le dije ‘levante las manos o disparo’ y en vez de levantar las manos, las metió en el bolsillo para sacar su revolver y alcanzó a disparar, pero ya cayendo”.
Pese a su detención, la reforma agraria en el sur de Perú ya estaba en marcha. La reflexión de los militares que estaban en el poder fue que los campesinos se habían acostumbrado a vivir sin trabajar para la hacienda y se preguntaban cómo iban a conseguir que volvieran a trabajar para el patrón sin que se conviertiera la situación en un incendio. Decidieron entonces sacar una ley de reforma agraria, pero sólo para esta zona.
Pero, cómo era de esperar, la rebelión se extendió por otras zonas de Perú. Para esos años Fernando Belaúnde Terry (1963−1968) había reemplazado al Gobierno militar. Si a los campesinos de La Convención le habían dado tierras porque agarraron las armas, los campesinos se lanzaban a la toma de tierras en todos los rincones del país. Pero Belaúnde hacía cortar la rebelión a balazos y hubo distintas masacres. En esos años también surgieron las guerrillas de Luis Felipe de la Puente Uceda y del Ejército de Liberación Nacional (ELN), guerrillas clásicas como la cubana, con la idea de crear un foco guerrillero. Los militares, según Blanco, pensaron que Belaúnde iba a incendiar todo el país y concluyeron que era mejor que ellos tomaran el poder y que lo que habían hecho en La Convención lo hicieran en todo el Perú.
“Extendimos la lucha contra el latifundio hacia otros lugares, a todo el Perú, ese es el orgullo que tenemos los de Chaupimayo”.
Y así lo hizo el Ejército, comandado por Juan Velasco Alvarado, que tomó el poder en 1968 con un programa nacionalista y popular. La expropiación de las petroleras, la nacionalización de sectores claves de la economía y una amplia reforma agraria que acabó definitivamente con el gamonalismo fueron algunas de las medidas de este general que gobernó entre 1968 y 1975. La reforma agraria de 1969 repartió millones de hectáreas entre comunidades campesinas e indígenas y creó grandes cooperativas producto de la unión de diversas haciendas con el nombre de Sociedades Agrícolas de Interés Social (SAIS).
“La burguesía industrial limeña preocupada porque la lucha en el campo se extendiera a la ciudad y como le convenía que la tierra estuviera en manos de los campesinos para que estos participaran del mercado interno, impulsó la subida del general Velasco Alvarado”.
El gamonalismo era un anacronismo que de todas formas habría muerto, pero de no ser por la reforma agraria hubiera sido sustituido por el capitalismo agrario. El Perú sigue siendo, a pesar que ha avanzando la agroindrustria, el país de latinoamérica que tiene el mayor porcentaje de la tierra en manos de los campesinos, ya sea individual o colectivamente. Según Hugo Blanco a los campesinos no le gustaban las SAIS. Teóricamente las SAIS eran más revolucionarias que en revolución rusa, toda la tierra estaba colectivizada, pero en la práctica quienes se apropiaban del trabajo colectivo eran algunos burócratas. La lucha de los campesinos contra la SAIS se convertiría en los siguientes años en fuente de conflicto con el Estado.
En 1989, durante la primera presidencia de Alan García, Hugo Blanco era secretario de Organización de la Confederación Campesina del Perú (CCP). Por entonces la lucha era contra el Gobierno de Alan García, la policía y el ejército, y en conflicto con la Confederación Nacional Agraria que era la central campesina que había formado Velasco. Pero a pesar de todo ello se recuperaron más de un millón de hectáreas de las SAIS para las comunidades, reformando la reforma agraria de Velasco.
Cuando el general Juan Velasco Alvarado llegó al poder en 1968 Hugo Blanco llevaba cinco años en la cárcel. En diciembre de 1970 Velasco le mandó un mensaje diciendo que si se comprometía a trabajar para su proyecto de reforma agraria saldría inmediatamente de la prisión. La respuesta, con ironía, fue ya se había acostumbrado a vivir en la cárcel. Como otros dos presos políticos se habían comprometido a trabajar con Velasco y fueron liberados al gobierno no le quedó otra alternativa que dejarlo en libertad. Finalmente lo deportaron.
“Por supuesto que valoro el gobierno de Velasco Alvarado, decretó la reforma agraria en todo el país, fue un golpista, pero fue un golpe progresivo. Me dijeron que trabaje para él, yo no quise eso y me dijeron que no vaya al Cuzco, que no vaya campo, que me quede en Lima y no contento con eso me deportaron a Argentina”
Tras un breve paso por México volvió a Argentina, donde había vivido en los años 50. Antes de viajar visitó el consulado argentino en México donde consiguió una visa por tres meses. Cuando llevaba un mes en Argentina fue encarcelado en la prisión de Villa Devoto, precisamente, por permanencia ilegal. Era el año 1971 y gobernaba el general Lanusse.
En un principio lo destinaron con los presos comunes donde se produjo una situación que él retala con gracia: al entererarse de su nacionalidad fue muy considerado por las reconocidas habilidades de los carteristas peruanos. Rápidamente fue trasladado con los presos políticos donde sufrió las duras condiciones de detención a las que eran sometidos los presos políticos en nuestro país. La denuncia internacional de su encarcelamiento le abrió las puertas del Chile de Salvador Allende. El golpe militar en Chile contra el gobierno de Allende lo encontró militando en el cinturón industrial Vicuña Mackenna, donde era el responsable del boletín informativo.
Muchos años antes, en 1954, antes de convertirse en líder campesino, Blanco había viajado a Argentina para estudiar Agronomía en La Plata, donde vivía su hermano y donde fue descubriendo la militancia política. Había empezado a trabajar de obrero en Berisso, cerca de La Plata, cuando la fuerza aérea bombardeó la Plaza de Mayo dejando cientos de civiles muertos. Era el golpe militar del 16 de junio. Años más tarde vivió el golpe a Salvador Allende en Chile. Desde la clandestinidad empezó a buscar la forma de abandonar el país, pero todas las embajadas estaban custodiadas por la policía. En esta ocasión no fue la suerte ni su pericia lo que le salvó la vida sino la ayuda del embajador sueco. En 1973 Hugo Blanco se instaló en Suecia. Después de recorrer buena parte de los países de Europa Occidental dando charlas sobre el golpe de Chileemprendió una gira por EE UU. Cuando estaba por concluir su recorrido por distintas ciudades hablando sobre la violación de los derechos humanos en América Latina, estalló una huelga general en Perú. Era julio de 1977 y en Perú dejaron entrar a los exiliados y llamaron a una Asamblea Constituyente. Blanco cuenta que regresó con su proyecto de Constitución bajo el brazo. Volvía a pisar suelo peruano como candidato a la Asamblea Constituyente por el Frente Obrero Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP). En el marco de la campaña había espacios de televisión gratuitos para los candidatos y en ese momento se había aplicado un fuerte ajuste con un fuerte alza de precios. Así, aprovechó los espacios de televisión para denunciar las medidas económicas y convocar a una huelga campesina. Como el espacio gratuito era para hacer campaña electoral y no para fomentar la huelga, aunque era candidato, volvía a estar preso. Pero esta vez el Gobierno peruano tenía pensado un destino diferente para el líder campesino, una solución definitiva para su caso: la Argentina del general Videla. En un avión del ejército Hugo Blanco, junto con otros detenidos políticos, fue conducido hasta Jujuy. Ya en territorio argentino se negó a salir en libertad con la certeza que, en pleno operativo Condor, una vez que firmara la libertad sería asesinado, como ocurrió con tantos otros desaparecidos de las dictaduras latinoamericanas. Los militares entonces lo trasladaron en una avioneta a Buenos Aires donde volvió a visitar los calabozos argentinos. Según Hugo Blanco el secuestro era parte de la operación Cóndor. Investigaciones posteriores apuntan a que Francisco Morales Bermúdez, presidente peruano de facto entre 1975 y 1980, permitió el secuestro y deportación de cuatro miembros del Movimiento Peronista Montonero residentes en Perú. Su eliminación sería un favor a cambio de este servicio prestado.
Poco después de ser elegido para la Asamblea Constituyente Hugo Blanco regresó a Perú. En 1980 fue elegido diputado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), sección peruana de la Cuarta Internacional, en una histórica votación. Un viejo conocido, Fernando Belaúnde Terry, volvía a ser presidente e inauguraba la política de violaciones de los derechos humanos en la guerra contra Sendero Luminoso.
Después de terminar su mandato en el Congreso fue elegido secretario de organización de la Confederación Campesina del Perú (CCP). Desde allí conoció de primera mano el carácter represivo del presidente Alan García. Durante su primer Gobierno [1985 – 1990] había ofrecido comprar la cosecha de maíz de los campesinos que vivían en la zona de Pucallpa. La gente en principio estaba contenta, pero el Gobierno llevaba meses sin pagar por el maíz que habían comprado. En febrero de 1989 los campesinos de la región amazónica fueron a la huelga para que el Estado pagara lo que debía, entre otras reivindicaciones.
Como representante de la CCP, Blanco viajó a la selva. Las comunidades nativas y campesinas cortaron carreteras con troncos y bloquearon ríos con sus embarcaciones. Los suministros dejaron de llegar a Pucallpa. Después de tres semanas de huelga y paralizaciones los campesinos consiguieron resolver algunas demandas locales y acordaron terminar con la medida. Cuando los campesinos estaban en la plaza central cantando el himno nacional la policía empezó a disparar a la multitud. Murieron 23 campesinos y otros 28 fueron declarados desaparecidos según un informe de la organización de defensa de los derechos humanos Aprodeh. Allí fue nuevamente detenido y llevado al cuartel de la policía.
Pero tampoco iban a poder acabar con Hugo Blanco en esa ocasión. Un integrante de la Confederación Campesina fue testigo de la detención y telefoneó a la central nacional en Lima. Desde allí llamaron inmediatamente a la secretaría general de Amnistía Internacional en Londres. Cuando llevaba apenas unas horas detenido el presidente Alan García comenzó a recibir cartas pidiendo su liberación.
Hugo Blanco fue elegido senador en 1990 pero perdió su escaño dos años después por el autogolpe de Alberto Fujimori. La escalada represiva del régimen volvió a poner en riesgo su vida. A la sentencia de muerte del Servicio Nacional de Inteligencia encabezado por Vladimiro Montesinos se le sumaba la amenaza de Sendero.
Las consecuencias de 20 años de conflicto armado (1980−2000) contribuyeron a desarmar el poderoso movimiento campesino peruano. En ese proceso hubo más de 70.000 muertos, la mayoría de ellos indígenas. La Comisión de la Verdad habla de la responsabilidad de Sendero, que sirvió también como excusa del Gobierno para asesinar a líderes campesinos, para meterlos presos, para torturarlos. Todo eso llevó a un gran retraso. Antes de la guerra la Confederación Campesina del Perú tenía bases en casi todo el país. Después de la guerra interna permanecía en unos pocos departamentos. Ésa es una de las razones de ese retraso frente a Bolivia y Ecuador, por ejempo, donde el movimiento indígena ha impulsado todo tipo de transformaciones.
Desde Lucha Indígena, el periódico que dirige desde Cusco, Hugo Blanco ha conseguido incluir en su discurso una interpretación de las luchas sociales a medida de los nuevos tiempos. Muchos de los principios del zapatismo, del movimiento indígena y de las luchas por el medioambiente han ido actualizando su visión del mundo. Así señala que la diferencia fundamental es que ahora la agresión del neoliberalismo a la naturaleza es mucho más grave. Y la principal víctima de esa agresión son los pueblos indígenas. Por eso es que se juega la vida en las luchas ambientales, por los avances del movimiento indígena y el fortalecimiento de los principios que no solamente defienden a la madre tierra sino también una forma de organización democrática. Donde hay pueblos indígenas hay comunidades y en ellas se están construyendo también las bases de una nueva sociedad.
Fuentes: Grandes Alamedas