Por Ayelén Branca, Resumen Latinoamericano, 5 de enero de 2021.
Entrevistamos a Francisca Fernández integrante del Movimiento por el agua y los territorios y la Coordinadora 8M. «Nos preguntamos para qué aspirar a ese proceso si sabemos que el Estado sigue siendo una estructura, un ente, un aparato que va mucho más allá de una presidencia y que perpetúa la colonialidad y las represiones de manera permanente. Entonces, ¿cómo pensamos más allá del Estado, más allá del capitalismo? ¿Cómo construir la plurinacionalidad más allá del estado? ¿Cómo construir una plurinacionalidad que no sea exclusivamente tener más escaños para los pueblos originarios? ¿Cómo construimos comunidad política articulada y no solo de los pueblos originarios, también lo mestizo, lo afro, lo migrante, sectores rurales, desocupados? Llamo a pensar en esos desafíos, sobre todo con estos procesos de aprendizajes de errores».
El año va finalizando, nos encontramos con la necesidad de pensarnos y analizar los procesos que atravesaron a nuestros pueblos junto a los escenarios que quedan abiertos. Fue un año convulsionado para todo el mundo y más aún en nuestra región, donde los efectos del neoliberalismo y la dependencia son críticos. Esto nos demostraban los movimientos que ocuparon las calles y los territorios desde finales del año pasado: Ecuador, Honduras, Haití, Puerto Rico, Colombia y Chile.
Particularmente en Chile la resistencia permanece con fuerza en las calles, con una orientación política difusa, pero con el poder de abrir procesos constituyentes, institucionales y sociales.
El apruebo de la Convención Constituyente, el 25 de octubre, en manifestación contra treinta años de gobiernos abiertamente neoliberales sostenidos sobre impunidad y represión, abre múltiples preguntas de un escenario por demás dinámico. Innegable es que fue un logro de la lucha popular que tomaron las calles y rincones de todo el país; una primera línea que se fue consolidando con el tiempo de lucha y la consciencia de un pueblo que se levanta. Pero el llamado al plebiscito también tiene la forma de un “tratado de paz” de un parlamento que lejos está de defender los intereses del pueblo. El juego se abre en los marcos de una institucionalidad que delinea los marcos de lo posible, el movimiento popular lo desborda, pero los desafíos son cada vez más. Los eventos y manifestaciones que se levantaron este 10 de diciembre en exigencia de la renuncia de Piñera y las renovadas y brutales respuestas represivas, continuaron hasta el 27 de diciembre, a un año de la muerte de Mauricio Fredes, pintan parte del panorama.
¿Cómo continúa el proceso de lucha luego de la aprobación del plebiscito y la Constitución mixta? ¿Qué posibilidades tienen los movimientos sociales y sectores que están dando la batalla de construir esta nueva constitución? ¿Qué procesos de transformación están sobre la mesa? ¿Será esta una Constitución del “gobierno de Piñera”? ¿Se dará un proceso de descentralización del Estado unitario de Chile? ¿Desde qué perspectiva? ¿Qué panorama electoral se abre de cara a las elecciones presidenciales del 2022? Las preguntas son muchas y aún abiertas. Semanas anteriores a la elección dialogamos con Francisca Fernandez, “La Pancha”, referenta del Movimiento por el Agua y el Territorio (MAT) y de la Coordinadora Feminista 8M de Chile. Buscábamos encontrar algunas respuestas sobre los efectos de la crisis ecológica y sanitaria actual sobre nuestros territorios, particularmente sobre mujeres y disidencias sexuales. Diálogo que consideramos que arroja claridades para comprender el escenario abierto actualmente.
La Pancha, como le dicen, es parte de la lucha que encontró su punto de escape en octubre del año pasado, cuando “se acabó Chile”. Aquel Chile “modelo a seguir”, ejemplo capitalista de la derecha continental, que se dejó ver mundialmente en las brutales represiones, mutilaciones y torturas que llevó adelante la coalición de gobierno que lleva adelante Sebastián Piñera. Pero también el Chile subterráneo, plurinacional y combativo que empapeló las calles, resistió con una primera línea de combate, con barricadas y hasta le cambió el nombre, por “Dignidad”, a la plaza principal de la Capital de Santiago.
Compartimos hoy esta entrevista que realizamos a través de una videollamada, convencidas de que configura un aporte interesante para seguir acercándonos a la significancia del #Apruebo, pero principalmente del proceso constituyente de otras formas de construcción y de organización social que se viene cimentando.
AB. ¿Qué efectos tuvo esta crisis actual en el territorio chileno? ¿Qué problemáticas atraviesa hoy Chile, ese Chile neoliberal al que los movimientos hacen resistencia?
La Pancha. Lo que vivimos hoy es tanto una visibilización como intensificación de la crisis. El capitalismo históricamente se ha sostenido de crisis sobre crisis. Esta es una más donde, además, se visibiliza el carácter estructural de la violencia y la precarización.
En un país como Chile tan neoliberalizado, las medidas sanitarias básicas como tener salud o acceso al agua están privatizadas. En 1981 se crea un código de agua que genera la privatización, la creación de un mercado de agua donde se puede comprar, vender, arrendar y hasta hipotecar derechos de agua. Entonces, imaginate lo contradictorio, ¿cuál es la principal campaña? “Lávate las manos”. 137 comunas en Chile no tienen agua. Por otra parte, medidas sanitarias en un espacio donde la salud pública está fuertemente precarizada y donde se privilegia la salud privada. Además, la crisis que se generó por las hospitalizaciones reflejaron la condición de precariedad y privatización de los hospitales en Chile.
Nosotras decimos que si bien por una parte se intensifica, al mismo tiempo se visibiliza. Un país tan neoliberal como Chile obviamente que va a tener menos condiciones para enfrentar una pandemia, porque todo está al orden del mercado. Lo que hicimos las feministas es visibilizar que están acuñando sus ganancias sobre nuestras vidas. Sacamos un lema “Nuestras vidas, sobre sus ganancias”. Justamente para visibilizar esta dualidad capital-existencia/vida.
Otra gran dimensión que me parece muy importante señalar es que se intensificó el extractivismo. Nosotras sacamos una consigna “El extractivismo no está de cuarentena”. De hecho, la gran minería siguió operando full. Uno de los focos más importantes de expansión del virus fue en el norte, en Calama, donde está justamente la gran minería funcionando. Se triplicó el ingreso del proyecto extractivo para evaluación ambiental. Mientras estábamos en cuarentena se destruyó un glaciar. No paro la industria agrícola, el agronegocio, donde podemos ver más expuestas y expuestos a las hermanas y hermanos migrantes.
Se presenta un plan de reactivación económica que viene de una agenda por la inversión del Gobierno de Bachelet que Piñera sigue profundizando. Le llaman “Plan económico COVID”, donde el primer eje es la gran minería. Es no entender que hoy la crisis sanitaria, ecológica y social está parada en un modelo de producción, de matriz energética y de consumo. Por ejemplo, el agronegocio deforesta, destruye ecosistemas, hace que migren patógeno.
Por otra parte, las medidas. “Quédate en casa”. De ahí otra dimensión que es la violencia patriarcal. Como la cantidad de mujeres, y no solo mujeres, también es importante visibilizar otras violencias que son patriarcales, hacia la disidencia sexo-genérica, hacia la niñez, hacia la gente adulta mayor. El hogar se convirtió en el espacio de la peligrosidad y justamente por estas condiciones, una violencia arraigada tanto en la cotidianidad, pero también a nivel institucional. Otro tema. En Chile apenas tenemos tres causales para el reconocimiento del aborto y no se está aplicando ninguna. El confinamiento ha sido sinónimo de supresión de los derechos humanos.
Hay que ser enfática. Si bien hay una intensificación, lo que más hay es una visibilización de esta precariedad estructural que hemos habitado siempre en nuestro territorio y que con mayor crudeza se ve en la crisis.
AB. En relación con los procesos de resistencia que se venían desarrollando en Chile y por otra parte la intensificación de la crisis con el COVID y sus efectos ¿Qué procesos de resistencia continuaron en este contexto de “aislamiento”? ¿Cuáles fueron las respuestas desde los movimientos sociales, particularmente desde los feminismos, que consideras importante rescatar en este contexto?
La Pancha. Si bien históricamente se ha visto el espacio privado como el espacio de cuidado, las feministas, hemos construido el espacio público como el espacio de contención y cuidado. Al inicio de la pandemia generamos una campaña con otras organizaciones, que se llamó “En Red nos cuidamos”. Justamente para visibilizar distintas herramientas, organizaciones y temas judiciales, sobre cómo protegernos contra esta violencia. Es súper complejo, porque la política pública es absolutamente deficiente, ni siquiera reconoce la categoría de violencia patriarcal o la violencia hacia la mujer, no está tipificado. Igual tiene que cumplir la misión de dar cuenta al número telefónico, deficiente, que existe para hacer denuncias. Pero lo realmente importante es dar cuenta de las organizaciones territoriales de las mujeres. Cuando nos organizamos en los barrios, entre las vecinas. Por ejemplo, en Lo Hermida, las mujeres se organizaron con un silbato, en una cuadra, para alertar situaciones de violencia para que las otras mujeres la fueran a sostener.
Por una parte tenemos que seguir viviendo y cuidándonos entre nosotras, porque los gobiernos y el Estado no nos cuidan; y por otra parte, tenemos que seguir generando redes de abastecimiento, redes solidarias, ollas comunes, como formas de resistencia. Y además, debemos seguir sosteniendo la revuelta. Por mucho que estemos confinadas, no estamos calladas.
Además, puede sonar contradictorio pero para bien, antes tuvimos una revuelta. Hemos enfrentado mucho mejor desde los territorios y los pueblos la pandemia, porque ya estábamos organizándonos de múltiples maneras. Sin la revuelta habría sido aún más difícil seguir sosteniendo los territorios. Por ejemplo, en la revuelta uno de los elementos muy importante de sostén fueron las brigadas de salud. Tenemos centenares de casos de mutilaciones, torturas, heridas, hasta violencia político sexual, violaciones. Las brigadas de salud, que estaban en distintos puntos de la ciudad, pero fundamentalmente en la Plaza de la Dignidad, fueron el lugar que atendían y hacían las primeras atenciones de urgencia. Esta misma brigada fue la primera que empezó a sanitizar los barrios, porque claro, el gobierno no hacía nada. Nosotras tenemos un lema “Solo el pueblo ayuda al pueblo”.
Nosotras como feministas veníamos de un 8 de marzo muy emblemático y piensa tú, en una semana pasamos al confinamiento, pero ya estábamos organizadas en las redes de información, de trabajo. Entonces pudimos profundizar esas redes en este período. Lo primero que hicimos, fuimos a la Plaza de la Dignidad, habremos sido unas 40, tomando la medida de distanciamiento, porque se había generado una situación racista horrorosa en el territorio mapuche. Hermanas y hermanos mapuches habían tomado municipios para exigir condiciones dignas carcelarias y la aplicación del Convenio 169 y en algunos casos la libertad de presos políticos mapuches. Porque, además tenemos hermanos y hermanas que llevan ya casi tres meses de huelga de hambre y en ese período estaba un machi machi, Celestino Córdova. Y, gente vinculada justamente a las forestales, a la ultraderecha fueron a uno de los municipios, Cura Cautiva, y sacaron a golpes a los hermanos y hermanas que estaban ahí en el espacio. Entonces, hicimos distintas acciones y ese día inmediatamente fuimos en contra de toda la violencia, visibilizando el aumento de los feminicidios, visibilizando la situación de racismo estructural en WallMapu. Y ahí estuvimos las feministas y fuimos las primeras en hacer una acción en la Plaza de la Dignidad.
Todo este tiempo hemos seguido intensificando nuestras organizaciones. Fueron aumentando las ollas comunes. Podríamos decir que siempre han sido un símbolo de resistencia en la dictadura y antes, y que en la revuelta vuelve a ser un punto de encuentro. Pero a su vez, en la pandemia no solo se convirtió en una situación de resistencia, sino para enfrentar el hambre. En Chile hoy hay hambre. No tuvimos una ley de protección laboral. La única ley fue permitir que las empresas pudieran despedir momentáneamente a sus trabajadores hasta salir de la cuarentena y volver a trabajar. Y durante todo ese período no hay sueldo. Esa fue la ley laboral de protección, de proteger a los empresarios. Tenemos un nivel de desempleo y subempleo horroroso, el desempleo alcanzó al 12,9% en agosto.
AB. ¿Qué aportes crees que se hacen desde las luchas feministas en AL sobre las luchas ambientales?
La Pancha. Nuestro continente de Abya Yala compartimos, que además de tener esta precarización que ya lo hemos hablado, está el extractivismo. Entonces tenemos que constantemente estar en distintas esferas de lucha. En América Latina estamos en el profundo Macondo en pleno siglo XXI. Creo que a nuestro realismo mágico y la literatura, la realidad la supera mil veces. Entonces, claro, tenemos la complejidad de seguir sosteniendo la vida en marco de una violencia que siempre ha estado ahí y que se manejó de distintas formas. Por eso hay que insistir y nunca olvidar que el capitalismo se ha sostenido con una crisis tras otra crisis. Y así como se ha pensado y obviamente arrasando y despojando a nuestros cuerpos, nuestros territorios.
El primer aporte, creo que tiene que ver con lo estructural. Es muy importante visibilizar: no es solo un momento, es una trayectoria, es una historia. Muchas veces, en el marco de la pandemia, se dice que la humanidad es la culpable de la destrucción de la naturaleza. Es un error decir eso: no es la humanidad, es el capitalismo. Son los agentes extractivos y las transnacionales con su tipo de humanidad, amparada en la lógica de privilegio y la ganancia. Es un modelo que ha arrasado con la naturaleza, producto de un modelo económico, político y social que se ha instalado.
El principal aporte del feminismo es poder pensar ir más allá del capitalismo. Una de las cosas más graves de esto que ha hecho el capitalismo neoliberal es pensar que es lo único que es y que no hay otra cosa. Y no es así.
Es cierto que hay un sistema mundial, pero hay pueblos, territorios a colectividades que han logrado no estar dentro de esa dinámica. Así, por ejemplo, hemos debatido mucho las feministas y quienes estamos en luchas socioambientales, migrantes, el tema de las economías territoriales. Obviamente, desde una mirada feminista. La principal lucha contra el capitalismo es dar cuenta de que podemos generar nuestro propio proceso de economía territorial, a través de la agroecología, la semilla, red de abastecimiento, realizar la ciudad. La Asociación Nacional de Mujeres Rural Indígena está regalando semillas a huertas urbanas. Tenemos que luchar contra esta brecha extensiva de cadenas capitalistas de producción, distribución y consumo. Tenemos que comprar o intercambiar directamente a proveedor y proveedoras. Y esa economía feminista también, porque es pensarnos desde la despatriarcalización, desde una lógica distinta a la economía solidaria.
Hay una ruta ya construida hace tiempo desde los feminismos, pero no cualquier feminismo. Un feminismo territorial de los pueblos, nuestro propio feminismo, desde nuestras experiencias vitales. Creo que el feminismo nos posibilita pensarnos más allá del capitalismo.
AB. Hablamos de los procesos de resistencia, de transformaciones de la conciencia, de organización social y configuración de poder popular. Ahora bien los efectos de las luchas también se hicieron notar en la estructura institucional, que llevó a la firma del acuerdo por la apertura de una posible transformación de la Constitución chilena, que como sabemos es una de las tantas herencias de la dictadura de Pinochet, y uno de los sostenes del sistema neoliberal y represivo ¿Qué perspectiva hay sobre la transformación de la nueva Constitución chilena?
La Pancha. La cosa fundamental que hay es poder hablar de una nueva Constitución y la posibilidad de salir de la Constitución del 80 la generamos desde la movilización. El poder votar para aprobar una nueva Constitución es una ganancia de los movimientos sociales. La revuelta fue un agente fundamental para poder pensar ahí como distintos pueblos que habitamos esta posibilidad. Sin embargo, como siempre, la estrategia múltiple de cooptación también existe e inmediatamente nos cortaron la posibilidad real de ese cambio estructural. Fue un acuerdo de paz lo que se hizo en noviembre, donde se creó la Ley 21200 que establece las condiciones del proceso plebiscitario para una nueva Asamblea. Es un momento histórico que nos posibilita pensar el proceso constituyente, pero desde mi percepción personal no me interesa pensarlo desde la institucionalidad o en los tiempos del capital. Es interesante pensarlo en los tiempos de los pueblos y pensar que ya será la Convención Constitucional y seguiremos presionando para que más adelante sea una Asamblea Constituyente.
Desde la Coordinadora 8M decidimos crear escuelas populares, constituyentes, feministas. Para pensar la construcción de otro horizonte político del debate, la formación, la autoformación es fundamental. Ante las diferentes perspectivas del movimiento popular, quienes votan con convicción, quienes solo por verlo como un acto simbólico, o quienes eligen no disputar ese espacio, es importante la preponderancia de la posibilidad de la unidad por sobre el disenso, entender que la lucha continúa en conjunto, continúa en las calles y que hay un enemigo que es más grande y se enfrenta más allá de las tácticas vinculadas a la institucionalidad.
Nos pasan muchas cosas a los movimientos sociales, porque para variar desde la institución se nos está generando un conflicto interno. ¿Cómo aprender a vivir la política de la disidencia? Cuando hablo de habitar la política, el disenso es para ambos lados. Siempre los procesos de institucionalización están vinculados a quiebres en los movimientos sociales entre sí y es un momento que más que nunca necesitamos no quebrarlo ni nada de eso ¿cómo poder articular, encontrar puntos de apoyo que siguen articulando? Hicimos toda la puesta para el fin de la dictadura y lo único que hicimos fue perpetuar y consolidar el neoliberalismo. Debemos hacernos cargo de los errores que tuvimos los sectores movilizados durante todos estos años.
Otro de los grandes desafíos es pensar la plurinacionalidad más allá del Estado. Nos preguntamos para qué aspirar a ese proceso si sabemos que el Estado sigue siendo una estructura, un ente, un aparato que va mucho más allá de una presidencia y que perpetúa la colonialidad y las represiones de manera permanente. Entonces, ¿cómo pensamos más allá del Estado, más allá del capitalismo? ¿Cómo construir la plurinacionalidad más allá del estado? ¿Cómo construir una plurinacionalidad que no sea exclusivamente tener más escaños para los pueblos originarios? ¿Cómo construimos comunidad política articulada y no solo de los pueblos originarios, también lo mestizo, lo afro, lo migrante, sectores rurales, desocupados? Llamo a pensar en esos desafíos, sobre todo con estos procesos de aprendizajes de errores.
Fuente: AnRed