Por Andres Ferrari, Resumen Latinoamericano, 3 de mayo de 2021.
En septiembre del año pasado, Andrew Bacevich escribiendo en Foreign Affairs se preguntó por qué Joe Biden cerró su discurso, en que aceptaba ser el candidato demócrata en las elecciones presidenciales, solicitando que «Dios proteja nuestras tropas». En su exposición de 24 minutos, observa Bacevich, en ningún momento Biden dio una explicación ni aclaró la causa por la que las tropas estadounidenses «necesitaban la protección de Dios. Tampoco ofreció ninguna idea sobre cómo una administración de Biden podría hacer las cosas de manera diferente». En su discurso de 100 días de gobierno, Biden cerró nuevamente deseando que «Dios proteja nuestras tropas»…
Biden no deja de aclarar que busca ‘hacer las cosas de manera diferente’ en relación «al otro tipo’, la manera despectiva que se refiere a su antecesor Donald Trump. Tampoco deja de resaltar que está efectuando un cambio radical. En ese aspecto apuesta a diferenciarse de Trump por su trillonario plan económico que busca recomponer el tejido social que viene siendo destruido por el neoliberalismo iniciado por Ronald Reagan en los 80 y agravado fuertemente por la pandemia.
La identificación de Trump con ese modelo y su renuencia a efectuar los gastos sociales que Biden está implementado se presentan como la principal carta de esa diferencia-adicionado por la decisión de recomponer la tributación a millonarios y grandes corporaciones que Trump había recortado. De hecho, en su discurso de 100 días, Biden afirmó que deseaba «que el mundo viera que existe un consenso de que estamos en un punto de inflexión en la historia».
Un elemento clave con el cual Biden sustenta ese punto de inflexión fue precisamente su decisión de retirar hasta el 11 de septiembre de este año las tropas estadounidenses de Afganistán y terminar las ‘guerras interminables’, a pesar que el propio Trump ya había iniciado ese proceso. Pero, los argumentos en contra esas guerras interminables critican el rol global general de Estados Unidos, con sus gigantescos gastos miliares y su centenas de bases militares esparcidas por el mundo. Nada en ese sentido ha dicho Biden.
Aunque en su discurso de 100 días Biden fue muy detallista de una serie de medidas para mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas, al explicar la necesidad de éstas fue explícito en la razón: «Estamos en una competencia con China y otros países para ganar el siglo XXI».
Cuando explicó su decisión de retirarse de Afganistán, Biden fue claro en señalar que 2021 no era como 2001. En ese sentido, su decisión está alineada con la visión estratégica actual de que Medio Oriente ya no es una zona de amenaza para Estados Unidos. Ahora lo importante importancia es China.
La evaluación anual de amenazas de la Comunidad de Inteligencia de estadounidense en su documento del 9 de abril pasado coloca a China como principal peligro para el país, destacando que «es cada vez más un competidor cercano, desafiando a Estados Unidos en múltiples ámbitos, especialmente económica, militar y tecnológicamente, y está presionando para cambiar las normas globales». En cambio, salvo Irán, los países y las cuestiones relacionadas a Medio Oriente, que con la Guerra al terror habían adquirido destaque prioritario, aparecen relegadas a las últimas secciones del documento.
La importancia de China tiene una dimensión militar muy superior que la Guerra contra el terror para el analista Peter Bienart. Por eso afirma que cree que en los próximos años «muchos enmarcarán toda la ‘guerra contra el terror’ como un paréntesis entre las épocas de competencia entre las grandes potencias, algo que Estados Unidos debe hacer mientras espera la próxima guerra fría». En ese sentido no considera que el retiro de tropas de de Afganistán «traerá consigo una caída en los presupuestos de defensa. En China, el Pentágono tiene una razón aún mejor para mantener altos los gastos militares».
Al examinar el discurso de los 100 días, el analista de Foreign Policy Colm Quinn concluye que Biden apeló al nacionalismo para obtener el apoyo republicano para su agenda de reformas económicas internas que considera soporte para confrontar a China. Aclarando que «no busca escalar» las relaciones con Rusia, Biden dejó claro que el problema era China «que se acerca rápidamente». Biden concluyó aseverando que «somos los Estados Unidos de América. No hay nada, nada, más allá de nuestra capacidad, nada que no podamos hacer, si lo hacemos juntos».
No sorprende que, más que durante el periodo presidencial de Trump, surgen análisis postulando si a partir de Biden está surgiendo una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China, como fue la que disputó contra la Unión Soviética. Cuando al hablar de China, Biden declara que «los autócratas no ganarán el futuro. América lo hará» y que le expresó al líder chino Xi Jinping que «Estados Unidos no retrocederá en el compromiso con los derechos humanos y las libertades fundamentales», surgen las comparaciones con el famoso discurso del entonces presidente de EE.UU. Harry Truman en 1947 que se considera que inició la guerra fría.
En ese momento Truman había declarado que «creo que debemos ayudar a los pueblos libres a elaborar sus propios destinos a su manera», asumiendo el liderazgo global de la lucha del ‘mundo libre’ contra el ‘autoritario soviético’. Similarmente, Biden en su discurso de 100 días afirmó «nos posicionaremos, diplomática y militarmente, para defender a nuestros aliados. Apoyaremos a los vecinos y socios comerciales de China en la defensa de sus derechos de tomar decisiones políticas independientes, libres de coerción o influencia extranjera indebida». Para eso, sostuvo que irá a «mantener una fuerte presencia militar en el Indo-Pacífico tal como lo hacemos con la OTAN en Europa».
Si bien Biden en este discurso pareció relegar la cuestión externa a un segundo plano en relación a la interna, en marzo al presentar el documento que guiará su estrategia de seguridad nacional, sostuvo que el mismo «fortalecerá nuestras ventajas perdurables y nos permitirá prevalecer en la competencia estratégica con China», porque «en muchas áreas, los líderes de China buscan ventajas injustas, se comportan de manera agresiva y coercitiva y socavan las reglas y valores en el corazón de un sistema internacional abierto y estable. Cuando el comportamiento del gobierno chino amenace directamente nuestros intereses y valores, responderemos al desafío de Beijing».
A pesar de que Biden apuntó que en diversas áreas buscará que Estados Unidos y China cooperen en encontrar soluciones globales ‑fundamentalmente, la cuestión climática‑, la postura fundamental de sus 100 días en relación a China es de confrontación, como concluye David Dollar en su análisis para Brookings. Dollar señala que si bien el secretario de Estado Antony Blinken ha declarado que EE.UU. distinguiría áreas de confrontación, competencia y cooperación con China, hasta ahora, «hay poca evidencia de cooperación, la única excepción es la participación de Xi Jinping en la cumbre climática», cierta competencia y se ha hecho «hincapié en la confrontación».
Así, Dollar concluye que «cuando se trata de China, el presidente Biden continúa en gran medida el enfoque de Donald Trump».