Por Pablo Goodbar*, Resumen Latinoamericano, 17 de junio de 2021.
A la memoria de Armando Jaime, que te hablaba de los infernales, mientras tomábamos un vinito de Cafayate. Y para Coque, Rogelio Sánchez de Bustamante, que me ha contado la historia de la guerra de la independencia en Salta (que es la historia de su familia) y la lucha de los 60 y 70 (que es su propia historia).
Este 17 de junio se cumplen 200 años del fallecimiento de Martín Miguel de Güemes, uno de los hombres más destacados en la guerra por nuestra independencia nacional. Rescatar su historia es rescatar el ejemplo de las mujeres y los hombres de un tiempo donde se atrevieron a luchar y a soñar por una nación para todes, un país donde las mayorías populares pudiéramos realizarnos plenamente.
Los aniversarios sirven para revisar la historia, y muchas veces pensamos la historia para resignificar el pasado y proyectar un futuro. El largo recorrido de los pueblos de Nuestra América está repleto de aciertos y retrocesos, de idas y vueltas. A doscientos años de la muerte de Güemes, pensarlo es imaginar un proyecto distinto de país y de sociedad.
La Argentina que conocemos emergió en la segunda mitad del siglo XIX conducida por la oligarquía vinculada a la renta agraria, estrechamente ligada al imperialismo inglés, que era la potencia dominante en esos tiempos. Mitre y Roca son las figuras centrales de esa construcción nacional, la Organización Nacional, una terminología que no casualmente retomó la dictadura genocida con su Proceso de Reorganización Nacional en 1976. Y por cierto, tampoco es una casualidad que Mitre haya construido el relato oficial de nuestra historia nacional.
La lucha por la independencia nacional es indisociable de la guerra continental por la independencia, del proyecto de independencia de España “y de toda otra potencia extranjera”. No fue el único destino posible para nuestros países ser gobernados por esas oligarquías, socias menores del imperialismo inglés, desplazado por el imperio yanqui a mitad del siglo XX.
En ese sentido, la figura de Güemes sigue siendo parte de ese proyecto inacabado de país y de continente, que queremos pensar brevemente en esta nota.
Un hombre de la revolución
Martín Miguel de Güemes (1785 /1821) fue miembro de una de las familias tradicionales de Salta, de esa oligarquía tradicional salteña que conserva hasta hoy su identidad y su poder económico y político. Pero en tiempos de revolución y de altísimo conflicto social, varios miembros de esa clase tradicional también fueron dirigentes y dirigentas destacades de un proyecto popular, tanto en la guerra contra el imperio español como en sus propuestas sociales y económicas.
Junto a Güemes, hay ejemplos similares en la historia de Salta y en toda Nuestra América de esa ruptura de clase a favor de los intereses populares. En la provincia, podemos mencionar a su propia hermana Macacha, responsable de la logística de los Infernales salteños y dirigenta del pueblo sublevado, o a Luis Burela, responsable de las principales formaciones milicianas en la región de Chicoana y hombre del Ejército del Norte. Burela es quien le dijo a sus hombres antes de lanzarse a un ataque contra un destacamento realista una frase célebre: “¿Con qué armas lucharemos? Con las que le quitaremos”.
La actuación militar y política del caudillo salteño fue breve: comienza con su participación en la guerra popular de las Invasiones Inglesas en 1806, y concluye con su muerte, después de ser herido en combate, en 1821. Son menos de 15 años de participación militar y política activa en tiempos de revolución en el ex territorio del Virreinato del Río de La Plata. El período principal de la trayectoria de Güemes fue entre 1815 y su caída en combate en junio de 1821, al frente del Ejército del Norte y de la conformación de las milicias populares de las provincias del norte.
Queremos remarcar dos cuestiones centrales de los años de la “guerra de republiquetas”, de esa “guerra de guerrillas” adoptada como método de lucha por propuesta de Manuel Dorrego desde 1814.
La primera es que se trata de una guerra entre “realistas” españolistas y “patriotas” partidarios de la independencia, pero especialmente de una guerra civil abierta entre la mayoría de las clases poseedoras (aliadas al poder español y al Virreinato del Perú) y las clases populares de la época, encabezadas muchas veces por miembros de las clases dominantes que eran vistos lógicamente como “traidores”, aliados a la “chusma”(como el propio Güemes, y en otro contexto Artigas en la Banda Oriental y en la Liga de los Pueblos Libres).
La enorme participación de las masas populares sublevadas en esta guerra del Norte, la transformación de esa guerra en una “guerra de todo el pueblo” y por lo tanto en una forma de Gobierno que debía atender las necesidades e intereses de las mayorías, también implicó la alianza entre las clases poseedoras de esas provincias con el Ejército realista. Las tropas populares se financiaban con los recursos que les sacaban a los grandes comerciantes salteños, y Güemes le prohibió el comercio hacia el Perú a la oligarquía dominante, impidiendo el paso por la Quebrada de Humahuaca. Las imposiciones económicas causaron el odio al caudillo popular, que pasó a ser parte de los “bárbaros” para quienes siempre gobernaron esa provincia a favor de sus propios intereses. Es esa alianza la que derrota transitoriamente a Güemes, pero también es la misma que es derrotada por las milicias populares ahora al mando de Vidt pocos meses después.
La segunda cuestión a destacar es el protagonismo destacado de las mujeres, que vemos no sólo en Macacha, sino también en el papel dirigente y combatiente de Juana Azurduy, en María Remedios Del Valle, en Juana Moro de López. En la guerra por la independencia en las tierras del norte de la “Provincias del Río de La Plata”, la participación dirigente de las mujeres en el terreno militar, político y social es insoslayable, y contarla es muy necesario, porque sin las mujeres la historia va por la mitad.
Un dato muy importante a resaltar es que la muerte de Güemes fue festejada por los Ejércitos realistas, por la clase dominante salteña (que se negaba a pagar impuestos para los gastos necesarios de la guerra), y por la facción dominante en Buenos Aires, esa burguesía comercial y ganadera naciente que buscaba construir su país bajo la subordinación al Imperio británico. Sólo muchos años después, el caudillo popular salteño fue “resignificado” como un prócer nacional, y en el símbolo indiscutido de toda Salta, reapropiado por la propia aristocracia provincial que lo había repudiado y combatido.
La nación en conformación: El Congreso de Tucumán y las “Provincias Unidas del Sud”
En los años que van desde la Revolución de Mayo hasta la conformación de la República Oriental del Uruguay (1828), la disputa política y militar no fue solamente entre les españoles defensores del Imperio y los sectores criollos partidaries de la independencia de la América del Sur. Fue también la disputa de proyectos en las propias filas independentistas, de cuál debía ser el carácter de esa independencia, cuáles los contenidos y programas, y cuáles eran las alianzas necesarias.
Como ya dijimos, el resultado es conocido: un conjunto de naciones en todo el antiguo territorio de la “América española”, dirigidas por las oligarquías locales y las nacientes burguesías locales, bajo el dominio del imperio británico. Pero ese resultado no era el único posible de los años de confrontación abierta que concluyeron con la batalla de Ayacucho en 1824. Las propuestas independistas más avanzadas, que buscaban la real independencia de España y de “toda otra potencia extranjera”, que querían unir los reclamos nacionales nacientes con los intereses de las mayorías populares de esos tiempos, fueron derrotadas: los proyectos de Bolívar, San Martín, Artigas, Moreno, Monteagudo, Castelli y tantos otros, no triunfaron.
Para poner en contexto esos proyectos en nuestro territorio, pensemos que en el Congreso de Tucumán, que declara la independencia de las “Provincias Unidas del Río de La Plata” participan representantes de Buenos Aires, Mendoza, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, La Rioja, Córdoba, Jujuy, Catamarca, y de varias provincias que se encuentran hoy en territorio de Bolivia, Charcas, Chichas, Mizque y Cochabamba. Varias regiones del “Alto Perú” no pudieron enviar representantes impedidas por el ejército realista: La Paz, Cochabamba, Potosí, Santa Cruz de la Sierra.
Una parte importante del actual territorio argentino formaba parte de otro proyecto de organización política y social, la Liga de los Pueblos Libres, dirigida por José Gervasio de Artigas, que había declarado la independencia el 29 de junio de 1815. Esta Liga estaba conformada por la Banda Oriental, Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos y las Misiones.
Sintéticamente, queremos señalar que incluso el territorio nacional no era ni siquiera parecido al actual, y que la conformación de los distintos Estados nacionales fue parte de una disputa, donde un rol muy activo y negativo lo tuvieron el imperialismo inglés y sus socios locales, principalmente la naciente burguesía comercial y ganadera dominante en Buenos Aires.
En esos años, la provincia de Buenos Aires era muy pequeña en extensión, y abarcaba la zona norte de la actual provincia, y los territorios más cercanos al puerto. La mayor parte de la provincia actual estaba bajo dominio de los pueblos originarios, que sólo serían derrotadas varias décadas después durante la Organización Nacional iniciada por Mitre. En los años de la guerra independista, Buenos Aires era el extremo sur de las “Provincias Unidas” y Tucumán se encontraba en el centro de ese espacio nacional aún no consolidado.
Aún hoy en Salta y en las provincias del norte argentino, cuando alguien dice “el sur” se refiere a Buenos Aires, ese puerto prepotente que acaparaba (y acapara) tantas riquezas.
El destino de Güemes en Salta y en la Argentina
En nuestro tiempo, el caudillo salteño tiene resonancias muy distintas según donde se lo vea: en Salta, o en el resto de nuestro país.
En la provincia de Salta, es el “prócer indiscutido”, en una operación ideológica tan cara a los sectores dominantes (que, como sabemos, dominan también la ideología). Lo hicieron con los recursos de siempre, buscando eliminar su contenido popular, transformador, y convertirlo en el defensor de una supuesta “frontera norte”, que era inexistente en los primeros años del siglo XIX. Sin embargo, no pudieron hacer olvidar a sectores importantes del pueblo salteño el carácter revolucionario, popular y antioligárquico de Güemes y de las mujeres y los hombres que lucharon en ese tiempo.
En la década del 60, como parte de la evolución política de la resistencia peronista y de la conformación de las organizaciones político-militares en nuestro país y en Nuestra América, existió una organización, el Frente Revolucionario Peronista (FRP), dirigida por Juan Carlos Salomón, Juan Carlos Arroyo, nuestro entrañable Armando Jaime y otras compañeras y compañeros. El FRP tuvo su fuerza principal en las provincias del norte argentino: Salta, Tucumán, Jujuy, y en otras regiones del nordeste, como Chaco. Como reconocimiento de la historia de Martín Miguel de Güemes y de sus milicias que combatieron al enemigo realista, al aparato militar del FRP le pusieron Ejército Libertador del Norte (ELN), aunque después pensando en un proyecto más nacional lo cambiaron por Ejército de Liberación Nacional conservando la sigla.
Medio en serio, medio en joda, Armando me lo contaba así: éramos peronistas porque el pueblo era peronista, pero nosotros ya no confiábamos en Perón, por eso no le quisimos poner “peronista” también al ejército. El viejo pícaro sabía muy bien que nombrar, denominar, es un acto político importante, y que ese nombre remitía a los orígenes populares de nuestra guerra por la independencia.
En la Argentina, la historia “oficial” de Mitre y sus seguidores lo ubica como a un caudillo sólo útil para defender esa teórica “frontera norte” que no existía en la realidad de la época, y sólo como un elemento auxiliar del Ejército dirigido por San Martín. Paradojas de la historia: al describir en detalle la “guerra de republiquetas” y las “guerrillas del norte”, la historia mitrista se transformó en material de lectura para un sector importante de quienes aspiraban a la revolución en los años 60. Bajo el influjo de la Revolución Cubana, quienes formaron el PRT – ERP leyeron a Mitre buscando en los recovecos de esa historia datos útiles para construir otro proyecto regional y nacional.
En síntesis, la figura de Martín Miguel de Güemes, asesinado a los 36 años por la unidad entre oligarquía local y el ejército realista, sigue siendo valiosa y útil para proyectar la historia en un horizonte de futuro, y sobre todo para rescatar el enorme componente campesino y popular de la guerra continental por la independencia.
Esa guerra fue ganada en los campos de batalla por los pueblos de Nuestra América y por los jefes militares que la condujeron (con Bolívar y San Martín a la cabeza), pero sus objetivos de unidad latinoamericana y de autonomía con respecto a las potencias dominantes de su tiempo se perdieron por la falta de proyecto propio de las clases dominantes locales, más interesadas en negociar con el imperialismo que en considerar las necesidades de nuestros pueblos. Cualquier coincidencia con la actualidad no es una simple casualidad.
En ese contexto, seguimos pensando y actuando por un proyecto antiimperialista y popular, clasista y feminista, que haga realidad, en una época histórica muy distinta, la propuesta de la Segunda Independencia.
*Integrante del MULCS Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social