Hon­du­ras. Cró­ni­ca de una fami­lia for­za­da a migrar por las tor­men­tas y las pandillas

Por Fran­cis­co Simón, Andrea Her­nán­dez y Cenia Marro­quín, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de diciem­bre de 2021.

Cru­zar el río Bra­vo para alcan­zar el sue­ño ame­ri­cano, el úni­co moti­vo de Kevin y su fami­lia en una tar­de nubla­da en Ciu­dad Acu­ña, Méxi­co. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Fran­cis­co­Tiem­po de lec­tu­ra: 17 minutos

Kevin, un migran­te hon­du­re­ño de 28 años, aban­do­nó su país jun­to a su espo­sa de 20 años y sus 3 hijas de 11 meses, 3 y 5 años a prin­ci­pios de enero de 2021. Él y su fami­lia per­die­ron su casa y cul­ti­vos con el paso de las tor­men­tas Eta y Iota en noviem­bre de 2020. Aho­ra se encuen­tran con esta­tus de resi­den­cia per­ma­nen­te en Ciu­dad Acu­ña, en la fron­te­ra de Méxi­co con Esta­dos Uni­dos. Inten­tó ingre­sar al país esta­dou­ni­den­se con su fami­lia en sep­tiem­bre, sin embar­go, fue­ron expul­sa­dos de inme­dia­to a esa ciu­dad, bajo el Títu­lo 42. Al ama­ne­cer en la ori­lla del río Bra­vo se renue­van sus espe­ran­zas de cru­zar la fron­te­ra, por­que retor­nar a su país no es una opción.

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Sen­ta­do a la ori­lla del río Bra­vo en una tar­de solea­da, del 14 de noviem­bre, Kevin, un joven migran­te, dice “yo salí de Hon­du­ras con mi fami­lia, por­que per­di­mos nues­tra casa por el paso de las tor­men­tas en noviem­bre de 2020, nun­ca reci­bi­mos apo­yo del gobierno y nues­tra espe­ran­za era migrar”, mien­tras tan­to dos agen­tes de la Patru­lla Fron­te­ri­za de Esta­dos Uni­dos lo vigi­lan al otro lado del río.

Kevin tuvo que aban­do­nar su país debi­do a los estra­gos de las tor­men­tas Eta y Iota y al incre­men­to de la pobre­za que estas agu­di­za­ron. Su casa y sus cul­ti­vos que­da­ron sumer­gi­dos bajo el agua estan­ca­da y el lodo. A estas con­di­cio­nes se suma la extor­sión y las ame­na­zas pro­vo­ca­das por las pan­di­llas, con las que tenía que lidiar diariamente.

Antes de la pan­de­mia se emplea­ba de mane­ra infor­mal en el sec­tor de la cons­truc­ción y gana­ba en pro­me­dio diez dóla­res dia­rios cuan­do había opor­tu­ni­da­des de tra­ba­jo, lo cual no era siem­pre. “Noso­tros vivía­mos en la zona del río Cha­me­le­cón y el hura­cán se lle­vó todo, la casa y los cul­ti­vos, lo per­di­mos todo. Lue­go por la vio­len­cia y la fal­ta de tra­ba­jo sali­mos de nues­tro país con la idea de lle­gar a Esta­dos Uni­dos y tener mejo­res opor­tu­ni­da­des”, dice Kevin, mien­tras recuer­da con nos­tal­gia lo vivi­do en Honduras.

Kevin nos indi­ca­ba que regre­sar a su país no es una opción, mien­tras ayu­da­ba a su espo­sa a bañar a su hija de once meses en el río Bra­vo. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

De acuer­do con la Comi­sión Per­ma­nen­te de Con­tin­gen­cias (COPECO) de ese país, el río al que hace refe­ren­cia Kevin, fue unos de los luga­res don­de hubo aler­ta roja duran­te las tor­men­tas Eta y Iota. La ribe­ra del río Cha­me­le­cón, en las zonas bajas de San Pedro Sula, Puer­to Cor­tés, Villa­nue­va y la Lima fue la más afec­ta­da por las inun­da­cio­nes, inclu­so, mayo­res a las que pro­vo­có el hura­cán Mitch en 1998.

Las pan­di­llas y la inse­gu­ri­dad fue­ron otros moti­vos más por los que aban­do­nó el país. Estos fac­to­res de expul­sión de migran­tes en Hon­du­ras, tam­bién los men­cio­na el medio Con­tra­co­rrien­te en una publi­ca­ción en 2020. El medio indi­ca que Cha­me­le­cón es con­si­de­ra­do uno de los focos de vio­len­cia de San Pedro Sula, la segun­da ciu­dad del país con más homi­ci­dios; sólo en 2019 se regis­tra­ron 438 casos en ese muni­ci­pio, de acuer­do a los datos del Sis­te­ma Esta­dís­ti­co Poli­cial en Línea (SEPOL), cita­do por el medio.

Cha­me­le­cón es un barrio situa­do en el muni­ci­pio de San Pedro Sula, en Cor­tés, depar­ta­men­to de Hon­du­ras. Su nom­bre se debe a la cer­ca­nía que tie­ne con el río que lle­va el mis­mo nom­bre. De allí es ori­gi­na­rio Kevin, el migran­te, que aho­ra radi­ca tem­po­ral­men­te en la ciu­dad nor­te­ña de Acu­ña, en el esta­do de Coahui­la, México.

La his­to­ria de Kevin refle­ja la reali­dad que viven los hon­du­re­ños en Cha­me­le­cón, no solo per­die­ron sus hoga­res con la incle­men­cia de las tor­men­tas, sino tam­bién su tran­qui­li­dad, pro­vo­ca­da por las pan­di­llas y el sufri­mien­to por las extorsiones.

Kevin y su fami­lia: los migran­tes climáticos

Para Kevin, una de las prin­ci­pa­les cau­sas de su migra­ción fue la pér­di­da de su hogar por los efec­tos de las tor­men­tas Eta y Iota. Según datos de la Comi­sión Eco­nó­mi­ca para Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be (CEPAL), publi­ca­dos en mayo de 2021, el cos­to total de los efec­tos cau­sa­dos en Hon­du­ras por estos fenó­me­nos meteo­ro­ló­gi­cos ha sido apro­xi­ma­da­men­te de 52 millo­nes de lem­pi­ras, equi­va­len­te a más de 2 millo­nes de dólares.

En Hon­du­ras hay unas 282 mil fami­lias en las que al menos una per­so­na se encuen­tra vivien­do en otro país, lo que equi­va­le a 424 mil migran­tes en el exte­rior, de este núme­ro el 59.4% son hom­bres y el 40.6% muje­res, según cifras publi­ca­das por la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal para las Migra­cio­nes (OIM) en un estu­dio deno­mi­na­do “Per­fil migra­to­rio de Hon­du­ras 2019”.

En Cen­troa­mé­ri­ca, Hon­du­ras se encuen­tra entre los prin­ci­pa­les paí­ses con mayo­res ries­gos cli­má­ti­cos, los cua­les han pro­vo­ca­do en las pobla­cio­nes pér­di­das de cul­ti­vos, hoga­res y fami­lias, según el Índi­ce de Ries­go Cli­má­ti­co Glo­bal (IRC) de Ger­man­watch en un repor­te de este año. En con­se­cuen­cia los pobla­do­res de este país, son acto­res de la migra­ción inter­na­cio­nal, a los que se les deno­mi­na, “migran­tes cli­má­ti­cos o des­pla­za­dos ambientales”.

Es decir, las con­se­cuen­cias de estos fenó­me­nos se tra­du­cen en la migra­ción para sobre­vi­vir, tal fue el caso de Kevin que se encon­tra­ba entre las per­so­nas que per­die­ron su hogar, con­vir­tién­do­se así en un “migran­te climático”.

En el estu­dio de la migra­ción, el tér­mino de migran­te cli­má­ti­co se uti­li­za para refe­rir­se a las per­so­nas que aban­do­nan su lugar de ori­gen de for­ma tem­po­ral o per­ma­nen­te den­tro de un Esta­do o cru­zan­do una fron­te­ra inter­na­cio­nal, bajo con­tex­tos de desas­tres o dete­rio­ro ambien­tal y que afec­tan los entor­nos de vida, deri­va­dos por el cam­bio climático.

No obs­tan­te, estos gru­pos de migran­tes aún no son reco­no­ci­dos legal­men­te en el ámbi­to del Dere­cho Inter­na­cio­nal. El Alto Comi­sio­na­do de las Nacio­nes Uni­das para los Refu­gia­dos (ACNUR), en 2020 expre­só que no se hace uso de este tér­mino, por­que no está reco­no­ci­do por la Orga­ni­za­ción de las Nacio­nes Uni­das ni en la Con­ven­ción de Gine­bra de 1951.

La pan­de­mia y las tor­men­tas refle­jan cada vez más la sali­da de per­so­nas migran­tes del país hon­du­re­ño, en bus­ca de mejo­res opor­tu­ni­da­des. En tér­mi­nos de sacri­fi­cio huma­ni­ta­rio, social y eco­nó­mi­co, las con­se­cuen­cias han sido evi­den­tes. Y pese a los ries­gos que la migra­ción irre­gu­lar con­lle­va, sigue sien­do su opción para sobrevivir.

En Hon­du­ras, 3 millo­nes 907 mil 229 per­so­nas fue­ron afec­ta­das por las tor­men­tas Eta y Iota, de este núme­ro 437 mil fue­ron eva­cua­das. El 88% eran ori­gi­na­rias de Cor­tés, Gra­cias a Dios, Yoro, San­ta Bár­ba­ra y Colón, según datos pre­sen­ta­dos por la COPECO de ese país en noviem­bre de 2020. Así mis­mo, el infor­me des­ta­ca que las con­se­cuen­cias fue­ron trá­gi­cas, pues­to que 95 per­so­nas per­die­ron la vida, 32 en el depar­ta­men­to de Cor­tés, 16 en San­ta Bár­ba­ra y 12 en Lempira.

Salió de Hon­du­ras en bús­que­da de un futu­ro incierto

Kevin aban­do­nó su país en horas de la maña­na, un 6 de enero de 2021. Con 5 mil dóla­res en sus bol­si­llos ‑su úni­co aho­rro- en bús­que­da de un futu­ro incier­to. Él ya había esta­do en Esta­dos Uni­dos cin­co años atrás; en ese tiem­po logró cons­truir su casa y com­pró 10 cuer­das de terreno para cul­ti­var, pero un desas­tre natu­ral y la ola de vio­len­cia que vivió en su barrio de Cha­me­le­cón en San Pedro Sula, lo obli­gó a migrar de nue­vo, pero esta vez acom­pa­ña­do de su familia.

Ingre­só a Gua­te­ma­la con su espo­sa aún emba­ra­za­da y sus 2 hijas, por un paso cie­go cer­cano a la fron­te­ra de El Corin­to ubi­ca­da en el depar­ta­men­to de Iza­bal, fron­te­ra con Hon­du­ras. Eva­die­ron el pri­mer pues­to de con­trol migra­to­rio ins­ta­la­do por el gobierno gua­te­mal­te­co “por­que allá nos pedían la cons­tan­cia de la prue­ba de Covid para ingre­sar, el cos­to era caro, nos cobra­ban 100 dóla­res por per­so­na para sacar­la y el poco dine­ro que car­ga­ba era para el via­je”, comentó.

Las per­so­nas migran­tes que ingre­san por esta fron­te­ra entran en peque­ños gru­pos mix­tos y de varios sec­to­res eta­rios, inclu­yen­do núcleos fami­lia­res. La mayo­ría pre­fie­ren eva­dir los pues­tos de con­trol esta­ble­ci­dos por las auto­ri­da­des de migra­ción gua­te­mal­te­ca, por­que les revi­san la iden­ti­fi­ca­ción per­so­nal y la cons­tan­cia de la prue­ba de COVID-19, este últi­mo se con­vir­tió en un requi­si­to indis­pen­sa­ble en tiem­pos de pan­de­mia, según repor­tó la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal para las Migra­cio­nes (OIM) en julio de este año.

A decir de la OIM, la emi­sión de cer­ti­fi­ca­cio­nes para la COVID-19 se ha esta­ble­ci­do como un nego­cio bajo enga­ño y esta­fas con prue­bas fal­sas en la loca­li­dad fron­te­ri­za de El Corinto.

Kevin no tenía entre sus pla­nes que­dar­se en Gua­te­ma­la, su meta era alcan­zar el sue­ño ame­ri­cano, tuvo que reco­rrer el terri­to­rio gua­te­mal­te­co por cua­tro días des­de que salió de su pue­blo, en buses extra­ur­ba­nos has­ta lle­gar al muni­ci­pio de Tecún Umán, fron­te­ra con Méxi­co. Des­co­no­cer el país fue un desa­fío para él como para cual­quier migran­te, pero la nece­si­dad de via­jar le ani­mó a bus­car apo­yo humanitario.

Los migran­tes antes de cru­zar la fron­te­ra de Esta­dos Uni­dos se des­po­jan de sus docu­men­tos per­so­na­les para no ser iden­ti­fi­ca­dos. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

Recor­dó que pasó por la Casa del Migran­te, ubi­ca­da en la ciu­dad de Gua­te­ma­la, “allí me die­ron ali­men­ta­ción, che­queo médi­co para mis 2 hijas, ‑la ter­ce­ra nació en Méxi­co- y un mapa para ubi­car­me des­de la fron­te­ra de Tecún Umán”, añadió.

Él y su fami­lia pen­sa­ron pasar la noche en la Casa pero les dije­ron que no “por temas de coro­na­vi­rus”. “Fui a que­dar­me en un hotel pobre, no recuer­do su ubi­ca­ción, pero me saca­ron lana, me cobra­ron 300 quetza­les por una noche para toda mi fami­lia, fue un cos­to injus­to”, recordó.

Duran­te su reco­rri­do en el terri­to­rio gua­te­mal­te­co, el migran­te rela­tó que fue “suje­to de extor­sión” por agen­tes de la Poli­cía Nacio­nal Civil (PNC), a quie­nes se les paga­ba entre 100 y 200 quetza­les por per­so­na en cada esta­ción de con­trol. De lo con­tra­rio, ame­na­za­ban con regre­sar­los a su país de ori­gen, pese a que él y su fami­lia lle­va­ban sus docu­men­tos de iden­ti­fi­ca­ción como el pasaporte.

De acuer­do con Kevin, duran­te el tra­yec­to encon­tró alre­de­dor de sie­te pues­tos de con­trol has­ta lle­gar a la fron­te­ra de Tecún Umán, ubi­ca­do en San Mar­cos, uno de los cua­tro depar­ta­men­tos gua­te­mal­te­cos que colin­dan con Méxi­co y que se extien­de por 963 kilómetros.

Él y su fami­lia, final­men­te logra­ron lle­gar a la fron­te­ra el 9 de enero, en una tar­de solea­da entre can­san­cio y ham­bre, es decir 4 días des­pués des­de que salió de su barrio de Chamelecón.

La espo­sa de Kevin, de quien se omi­te el nom­bre, recor­dó que no aguan­ta­ba el can­san­cio, ella venía emba­ra­za­da de su ter­ce­ra hija que aho­ra tie­ne 11 meses. “Le dije a mi espo­so, Kevin, que nos detu­vié­ra­mos, pero no me res­pon­dió”, indicó.

En ese momen­to ella no enten­dió las razo­nes de Kevin para no parar, pero lo expli­có des­pués: “la pla­ta ‑dine­ro- se nos aca­ba­ba, mi espo­sa venía emba­ra­za­da y en cual­quier momen­to podía dar a luz, enton­ces deci­dí seguir de largo”.

Tecún Umán: cru­zar en bal­sa 

Esa mis­ma tar­de entra­ron por el terri­to­rio mexi­cano y para no pasar por el pues­to de con­trol migra­to­rio, ins­ta­la­do por el gobierno de Méxi­co sobre el puen­te “Dr. Rodol­fo Robles”, evi­ta­ron la segu­ri­dad fron­te­ri­za y cru­za­ron en balsa.

Kevin, tími­do pero astu­to, no lo pen­só dos veces. Nos dijo que bus­có el famo­so “Paso del Palen­que”, encon­tró el lugar y con­tra­tó el ser­vi­cio de un bal­se­ro, a quien le pagó 20 quetza­les por per­so­na. Se subió a una bal­sa con la inten­ción de cru­zar el río Suchia­te, que sepa­ra a Gua­te­ma­la del país mexicano.

Las bal­sas son cono­ci­das por los luga­re­ños como “cáma­ras”, están ela­bo­ra­das con tubos y llan­tas de trac­tor sobre las cua­les se colo­can cin­co tablas de made­ra, de for­ma separada.

En Tecún Umán para cru­zar al lado mexi­cano uti­li­zan las bal­sas ela­bo­ra­das con tubos y llan­tas de trac­tor. Foto­gra­fía: Die­go Petzey

Las famo­sas “cáma­ras”, al pare­cer ya for­man par­te de un sis­te­ma de trans­por­te trans­fron­te­ri­zo des­de lo infor­mal. Pri­me­ro, cual­quier migran­te que lle­ga ahí recu­rre a este ser­vi­cio para evi­tar los con­tro­les migra­to­rios del lado mexi­cano. Mien­tras que en Gua­te­ma­la, se uti­li­za por el comer­cio local y regio­nal para esca­par de los con­tro­les aduaneros.

A dia­rio dece­nas de per­so­nas cru­zan esta línea fron­te­ri­za para dife­ren­tes fines. De acuer­do con la OIM, solo en julio de este año, más de 31 mil migran­tes pro­ce­den­tes de dis­tin­tos paí­ses salie­ron de Gua­te­ma­la con des­tino a Méxi­co. De esta cifra, 4 mil 650 pasa­ron por la fron­te­ra de Tecún Umán, es decir, en un día, un pro­me­dio de 155 per­so­nas uti­li­zó el ser­vi­cio de los bal­se­ros, en su mayo­ría eran hai­tia­nos y hondureños.

Kevin vivió en Chia­pas, su hija menor nació en México

La pri­me­ra esta­ción mexi­ca­na a la que la fami­lia lle­gó, fue a Ciu­dad Hidal­go, lue­go se diri­gie­ron a Tapa­chu­la don­de per­ma­ne­cie­ron por seis meses.

“La pla­ta” de pron­to se vol­vió un pro­ble­ma tan­to para él y su fami­lia. Lle­gó a Tapa­chu­la con 4 mil 200 dóla­res. Es decir, en su reco­rri­do por Gua­te­ma­la gas­ta­ron 800 dóla­res en trans­por­te y ali­men­ta­ción. Lle­ga­ron solos sin apo­yo de nin­gún guía de viaje.

Kevin vivió las pri­me­ras sema­nas en la Casa del Migran­te Sca­la­bri­ni, con sede en esa ciu­dad, mien­tras ini­ció el pro­ce­so de soli­ci­tud de asi­lo a la Comi­sión Mexi­ca­na de Ayu­da a Refu­gia­dos (COMAR), pero no tuvo éxito.

Kevin, un joven hon­du­re­ño de 28 años huyó de su país por­que per­dió su casa y cul­ti­vos con el paso de las tor­men­tas de noviem­bre de 2020. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

A su soli­ci­tud se suman más de 22 mil migran­tes pro­ce­den­tes de Gua­te­ma­la, Hon­du­ras, El Sal­va­dor, Cuba, Vene­zue­la y Hai­tí, quie­nes soli­ci­ta­ron asi­lo en Méxi­co des­de enero de 2021, según una nota de pren­sa publi­ca­da en el por­tal de noti­cias de la Orga­ni­za­ción de las Nacio­nes Uni­das (ONU) el 13 de abril de este año.

El 64% de las soli­ci­tu­des fue­ron del nor­te de Cen­troa­mé­ri­ca, de las cua­les, 51% eran de Hon­du­ras; 8% de El Sal­va­dor y 5% de Gua­te­ma­la. Del total de las soli­ci­tu­des regis­tra­das, el 22% eran de meno­res de edad no acom­pa­ña­dos, es decir sin nin­gún familiar.

“Ahí están tra­ba­jan­do por citas y las están dejan­do para dos o tres meses de espe­ra, y aho­ri­ta va para el otro año. Me die­ron cita y como mi espo­sa venía emba­ra­za­da, mi bebé nació en Méxi­co. Por medio de mi hija recién naci­da logré con­se­guir los per­mi­sos. Si fue­ra por la COMAR allá esta­ría en Tapa­chu­la espe­ran­do”, dijo Kevin.

Lue­go que su espo­sa die­ra a luz en el Hos­pi­tal Gene­ral de Tapa­chu­la, aban­do­na­ron la Casa del Migran­te a prin­ci­pios de febre­ro y acu­die­ron al Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Migra­ción (INM) con sede en Tapa­chu­la, para soli­ci­tar su resi­den­cia per­ma­nen­te, debi­do a que su hija recién había naci­do en terri­to­rio mexicano.

Así, reali­zó los trá­mi­tes y tres meses des­pués obtu­vo las cre­den­cia­les por el cos­to de sie­te mil pesos mexi­ca­nos, lue­go reci­bió un apo­yo del Sis­te­ma Nacio­nal para el Desa­rro­llo Inte­gral de las Fami­lias (DIF) en don­de le exo­ne­ra­ron del pago de una credencial.

“Los gas­tos del par­to lo cubrió el DIF”, aña­dió Kevin mien­tras expli­ca cómo logró sobre­vi­vir en Chia­pas. No encon­tró tra­ba­jo for­mal por dos razo­nes: por su apa­rien­cia y su for­ma de ves­tir en su con­di­ción de migran­te hon­du­re­ño y por la fal­ta de su docu­men­to per­so­nal que le acre­di­ta su lega­li­dad en México.

“No hay tra­ba­jo, que­re­mos ver tu docu­men­to”, fue­ron las pala­bras que más escu­chó Kevin duran­te su esta­día en Chiapas.

“Me dedi­qué a bolear, ‑lus­trar- zapa­tos, fue el úni­co tra­ba­jo que encon­tré, dice. Con este ofi­cio él gana­ba al día entre 100 a 140 pesos mexi­ca­nos dia­rios, que equi­va­le a 6.5 dóla­res. Con este dine­ro él com­pra­ba ali­men­ta­ción para su familia.

Mien­tras estu­vo en Tapa­chu­la, encon­tró algu­nos “pai­sa­nos catra­chos”, con quie­nes se pudie­ron ir a vivir sin pagar ren­ta por 3 meses. “La pura soli­da­ri­dad”, dijo la espo­sa de Kevin. Con ese aho­rro logra­ron jun­tar el dine­ro nece­sa­rio para cam­biar de des­tino. 

Via­jar por Méxi­co en auto­bús de “cla­se pobre”

Tras obte­ner la docu­men­ta­ción que le acre­di­ta su resi­den­cia per­ma­nen­te en Méxi­co, en agos­to deci­dió salir jun­to a su fami­lia de Tapa­chu­la a Ciu­dad Acu­ña, lugar fron­te­ri­zo con Texas, Esta­dos Uni­dos; el río Bra­vo sepa­ra a ambos países.

En agos­to salió de Tapa­chu­la con des­tino a Sal­ti­llo, capi­tal del esta­do de Coahui­la. Abor­dó un auto­bús, según él “de cla­se pobre”, por­que el pasa­je es bara­to y poco segu­ro, “pagué 1,500 pesos por los 2, mis hijas no”, indicó.

Lle­ga­ron en 2 días a Sal­ti­llo, en don­de vivió un mes como indi­gen­te, para reu­nir dine­ro y con­ti­nuar su via­je has­ta lle­gar a Acu­ña, lle­gó a esa ciu­dad fron­te­ri­za el 21 de sep­tiem­bre de este año, duran­te la cri­sis de migran­tes hai­tia­nos, que reba­só la capa­ci­dad de aten­ción de las auto­ri­da­des tan­to de Méxi­co como de Esta­dos Unidos.

Lle­gar a Acu­ña, un paso desconocido

Kevin lle­gó a Ciu­dad Acu­ña el 21 de sep­tiem­bre con la inten­ción de cru­zar la fron­te­ra de Esta­dos Uni­dos. Lo inten­tó duran­te sep­tiem­bre, pero fue expul­sa­do el mis­mo día. “Cru­cé el río Bra­vo jun­to a mi fami­lia a las 9 de la maña­na y a las 5 de la tar­de ya está­ba­mos en el puen­te”, indicó.

El río Bra­vo sepa­ra a Ciu­dad Acu­ña, Méxi­co, de la ciu­dad Del Río, un con­da­do del esta­do de Texas. No exis­ten datos ofi­cia­les de cuán­tos migran­tes uti­li­zan este lugar fron­te­ri­zo. Antes de la cri­sis de los migran­tes hai­tia­nos en sep­tiem­bre, el río Bra­vo era un lugar poco uti­li­za­do o des­co­no­ci­do. En esta ciu­dad fue­ron alber­ga­dos 14 mil migran­tes hai­tia­nos bajo el Puen­te Inter­na­cio­nal por orden del gobierno de Joe Biden.

Según cuen­tan habi­tan­tes cer­ca­nos al río, a dia­rio pasan entre 90 y 120 per­so­nas migran­tes. En una maña­na pudi­mos obser­var duran­te un lap­so de 3 horas y 45 minu­tos, el paso de 88 migran­tes, en su mayo­ría pro­ve­nien­tes de Vene­zue­la, Cuba, Nica­ra­gua y otras nacionalidades.

Una fami­lia nica­ra­güen­se con sus hijos y sus pocas per­te­nen­cias logra­ron cru­zar el río Bra­vo en horas de la tar­de. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

Por la tar­de y par­te de la noche dis­mi­nu­ye el núme­ro de per­so­nas por los ries­gos que pre­sen­ta el río ya que aumen­ta su cau­dal, ade­más del incre­men­to de asal­tan­tes en el área.

Una madre migran­te es res­ca­ta­da del río Bra­vo por su hijo, mien­tras avan­zan para cru­zar al lado de Esta­dos Uni­dos. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

Kevin fue dete­ni­do a caba­llo en la ciu­dad Del Río, Texas por dos agen­tes de la Patru­lla Fron­te­ri­za, lue­go fue tras­la­da­do al puen­te y nun­ca ima­gi­nó que su expul­sión sería inme­dia­ta. Le die­ron un núme­ro y pen­só que era su pase de ingre­so, sin embar­go, ocu­rrió lo con­tra­rio. La polí­ti­ca huma­ni­ta­ria ofre­ci­da por el pre­si­den­te Joe Biden fue un enga­ño para él. Fue expul­sa­do bajo el Títu­lo 42.

Corrie­ron con mejor suer­te los migran­tes vene­zo­la­nos, cuba­nos y nica­ra­güen­ses, según él. “A los cen­tro­ame­ri­ca­nos nos regre­san el mis­mo día sin pre­gun­tar­nos nada. A los de Vene­zue­la, Cuba y Nica­ra­gua los dejan pasar, nada más los detie­nen un día y lue­go pue­den entrar a Esta­dos Uni­dos”, recordó.

El sue­ño ame­ri­cano opa­ca­do por el Títu­lo 42

La expul­sión de migran­tes bajo el Títu­lo 42 por Esta­dos Uni­dos, se refie­re a la expul­sión irre­gu­lar e invi­si­ble de migran­tes gua­te­mal­te­cos, cen­tro­ame­ri­ca­nos o de otras nacio­na­li­da­des de una for­ma no habi­tual e inme­dia­ta, por el país don­de ingre­sa­ron, que en este caso sería Méxi­co, o a un ter­cer país, que es Gua­te­ma­la. Y si no es posi­ble, a sus paí­ses de origen.

Para el caso de Méxi­co, el gobierno de Esta­dos Uni­dos expul­só a cien­tos de migran­tes por la fron­te­ra de Ciu­dad de Acu­ña, que tam­bién se ha vuel­to un lugar de paso coti­diano de per­so­nas de diver­sos paí­ses, a par­tir de la cri­sis de migran­tes hai­tia­nos sobre el río Bra­vo. Ade­más, algu­nas de estas per­so­nas expul­sa­das, como Kevin, pre­fie­ren que­dar­se vara­das en esa fron­te­ra, que ser depor­ta­das a su país de origen.

El Puen­te Inter­na­cio­nal conec­ta a ambos paí­ses y per­mi­te su paso solo a quie­nes cuen­tan con docu­men­ta­ción para ingre­sar a Esta­dos Uni­dos. Aba­jo del puen­te fue­ron alber­ga­dos los migran­tes hai­tia­nos en la cri­sis de sep­tiem­bre pasa­do. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

A los migran­tes cen­tro­ame­ri­ca­nos ‑a excep­ción de los nica­ra­güen­ses- que tie­nen la docu­men­ta­ción mexi­ca­na, los regre­san sobre el puen­te Inter­na­cio­nal a Ciu­dad Acu­ña, y a los que no cuen­tan con dicha docu­men­ta­ción, los regre­san a su país de ori­gen o a la fron­te­ra de Tecún Umán en Gua­te­ma­la, bajo el Títu­lo 42.

Kevin cuen­ta que, por el temor a la pan­de­mia, deci­die­ron no sumar­se a los 14 mil hai­tia­nos que arri­ba­ron a la mis­ma ciu­dad el mis­mo mes. “No me qui­se sumar por la pan­de­mia, por­que aho­ra no pue­de andar uno aglo­me­ra­do, por que­rer bus­car algo mejor se pue­de enfer­mar, ese es el pro­ble­ma, que se fue­ron todos jun­tos y uno tie­ne que bus­car apar­tar­se. Cru­cé a mi fami­lia, pero están regre­san­do por el Títu­lo 42”, expli­có Kevin.

Cua­tro migran­tes de ori­gen vene­zo­lano logra­ron cru­zar el río Bra­vo con la soli­da­ri­dad de un mexi­cano que se encon­tra­ba en el lugar. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

Res­pec­to a la situa­ción de la pan­de­mia con­sul­ta­mos a David Fuen­tes, encar­ga­do de un alber­gue ins­ta­la­do por la socie­dad civil quien indi­có que varias per­so­nas han resul­ta­do con­ta­gia­das de COVID-19. Sin embar­go, no se cuen­ta con datos esta­dís­ti­cos de las cifras de migran­tes posi­ti­vos. Según él, “por­que la salud de los migran­tes no es una prio­ri­dad del gobierno mexicano”.

El alber­gue social está situa­do en el cen­tro de Ciu­dad Acu­ña a pocos minu­tos del Puen­te Inter­na­cio­nal, actual­men­te alber­ga a 800 migran­tes. Los cola­bo­ra­do­res del lugar indi­ca­ron que bus­can apo­yar a los migran­tes con tres ser­vi­cios: alo­ja­mien­to, ali­men­ta­ción y aten­ción psi­co­so­cial, par­ti­cu­lar­men­te a las per­so­nas hai­tia­nas y algu­nas de ori­gen hon­du­re­ño que se que­da­ron vara­dos, tras la cri­sis migra­to­ria ocu­rri­da en septiembre.

Ciu­dad Acu­ña: “Cha­ro­lear” para sobrevivir

Des­de el día que lle­gó a Ciu­dad Acu­ña, Kevin debe jun­tar dine­ro para pagar la ren­ta dia­ria de un cuar­to por 300 pesos mexi­ca­nos. Ade­más, de con­se­guir “pla­ta” para los ali­men­tos de su espo­sa y de sus tres hijas.

Él y su fami­lia viven en esa ciu­dad con esta­tus de resi­den­cia per­ma­nen­te, pero con­ti­núan abra­zan­do la idea de lle­gar un día no tan lejano a Esta­dos Uni­dos. Mien­tras ese día lle­ga, com­par­ten una pena en común: reu­nir los 300 pesos del cuar­to antes del mediodía.

La habi­ta­ción que mide 3 metros cua­dra­dos, no cuen­ta con agua, sólo con una ven­ta­na y una puer­ta de made­ra, que está a 25 minu­tos cami­nan­do des­de el río Bra­vo. Para obte­ner esa can­ti­dad de dine­ro, por el día jun­to a su espo­sa se dedi­can a “cha­ro­lear”, a pedir apo­yo eco­nó­mi­co en las calles de la ciu­dad, de lo que obtie­nen entre 300 y 400 pesos diarios.

Por la tar­de, y para no deam­bu­lar en la ciu­dad, se diri­gen a las ori­llas del río Bra­vo. Pri­me­ro, por­que allí se bañan. Segun­do, por­que su espo­sa tam­bién allí lava la ropa, ya que en el cuar­to que alqui­lan no cuen­tan con ser­vi­cio de agua. Y ter­ce­ro, para ellos el río les trae muchos recuer­dos, ya que en Hon­du­ras se iban a bañar al Río Cha­me­le­cón. Ade­más, este río les ayu­da­ba para el rie­go de sus cul­ti­vos de maíz y fri­jol, que con el paso de las tor­men­tas se perdieron.

La espo­sa de Kevin apro­ve­cha la tar­de solea­da para lavar la ropa de sus tres hijas. Foto­gra­fía: Fran­cis­co Simón Francisco

A pesar de las con­di­cio­nes, Kevin encon­tró en esta ciu­dad fron­te­ri­za un espa­cio libre para bañar­se, jugar, bai­lar y lavar la ropa, jun­to a su espo­sa de 20 años y sus 3 hijas, una de ellas mexicana.

Duran­te los meses que lle­va vivien­do en Ciu­dad Acu­ña, se han encon­tra­do con dis­tin­tas situa­cio­nes: “aquí en Acu­ña hay gen­te bue­na y gen­te mala, nos hemos topa­do a las dos, pero gra­cias a Dios han sido en su mayo­ría buenas”.

Al con­sul­tar­le sobre quié­nes son las “malas per­so­nas”, indi­ca que se tra­ta de per­so­nas racis­tas que salen con mache­tes y les gri­tan que no pue­den per­ma­ne­cer en las ori­llas del río Bra­vo, tam­bién per­so­nas que fuman cris­tal “a esos vatos sí hay que tener­les mie­do, por cin­cuen­ta o cien pesos te ven­den, inclu­so a las muje­res se las lle­van, las vio­lan y aquí los veci­nos, aun­que miran nun­ca hacen nada”, indicó.

El retorno a Hon­du­ras no es una opción

“Regre­sar a mi país en don­de mi hogar fue arra­sa­do por las tor­men­tas, no es una opción; mi meta es lle­gar a Esta­dos Uni­dos para tra­ba­jar y aho­rrar lo sufi­cien­te, por si lue­go me retor­nan, ‑depor­tan- a Hon­du­ras, así ya ten­go algu­nos recur­sos para sobre­vi­vir con mi fami­lia. Allá no hay futu­ro, no hay nada, allá quie­nes gobier­nan son las pan­di­llas y en cual­quier rato vuel­ven a dar un gol­pe de Esta­do”, expre­só Kevin.

“Si pones un nego­cio la mara te extor­sio­na y quie­ren más de lo que ganas, si no la pagas te matan. Y lue­go con la pan­de­mia, las tor­men­tas, lo per­dí todo, per­dí mi casa. Mi fami­lia en Hon­du­ras está empe­zan­do de nue­vo”, agregó.

Al con­sul­tar­le a Kevin, cómo las per­so­nas aún sobre­vi­ven en Hon­du­ras, res­pon­dió con melan­co­lía: “arroz y fri­jo­les no fal­tan gra­cias a Dios, ni las tor­ti­llas. Se bus­ca sobre­vi­vir. Allá la gen­te está vol­vien­do a empe­zar por­que per­di­mos todo por la tor­men­ta. El depar­ta­men­to de Lima que­dó borra­do, todo fue devas­ta­do. Mucha gen­te has­ta el sol de hoy toda­vía sigue lim­pian­do sus casas y el gobierno solo lle­gó con unas bol­sas soli­da­rias con arroz y fri­jol duro”.

La pobla­ción hon­du­re­ña, al menos, ten­drá que pasar 20 años para que pue­da recu­pe­rar­se de los daños pro­vo­ca­dos por las tor­men­tas ocu­rri­das en noviem­bre de 2020, según el Foro Social de la Deu­da Exter­na y Desa­rro­llo de Hon­du­ras (FODESH) cita­do por el medio BBC News Mun­do en 2020.

El ciclo migra­to­rio para los hon­du­re­ños se da en un con­tex­to adver­so y anti­mi­gra­to­rio. Las cifras pre­sen­ta­das en un infor­me de la OIM de enero a sep­tiem­bre de 2021, refle­jan un aumen­to en el retorno de carác­ter for­za­do, es decir la depor­ta­ción, pues­to que duran­te estos meses han sido retor­na­dos al menos 39 mil 960 migrantes. 

De este núme­ro, 35 mil 231 des­de Méxi­co y 4 mil 293 pro­ce­den­tes de Esta­dos Uni­dos, que en com­pa­ra­ción con el año ante­rior incre­men­tó la can­ti­dad, dado que para 2020 fue­ron retor­na­dos des­de Méxi­co 18 mil 199 per­so­nas y 12 mil 593 des­de EE. UU, lo que indi­ca que la migra­ción hon­du­re­ña va en aumen­to y cada vez más per­so­nas quie­ren salir de las pre­ca­rias con­di­cio­nes en las que se encuentran.

La his­to­ria de Kevin y su fami­lia retra­ta el éxo­do de la migra­ción cen­tro­ame­ri­ca­na que impli­ca múl­ti­ples ries­gos y vul­ne­ra­cio­nes para quie­nes salen en con­di­ción de irre­gu­la­ri­dad. La situa­ción socio­po­lí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y ambien­tal de Hon­du­ras y de otros paí­ses cen­tro­ame­ri­ca­nos ha pro­vo­ca­do que esto siga con­vir­tién­do­se en la úni­ca sali­da para miles de per­so­nas que ya han per­di­do las espe­ran­zas en su lugar de origen.

Kevin y su fami­lia per­ma­ne­cen en una zona fron­te­ri­za mili­ta­ri­za­da, con cáma­ras y heli­cóp­te­ros de vigi­lan­cia que inten­tan detec­tar a cual­quier migran­te a su paso. A pesar de ello, aún se afe­rran al “sue­ño ame­ri­cano”. En su plan no cabe el retorno a su país, pues ase­gu­ran que su meta sigue sien­do lle­gar a Esta­dos Unidos.

Un heli­cóp­te­ro y cua­tro agen­tes de la Patru­lla Fron­te­ri­za vigi­lan la zona fron­te­ri­za del río Bra­vo. Foto­gra­fías: Fran­cis­co Simón Francisco

Mien­tras Kevin ter­mi­na su rela­to, un heli­cóp­te­ro de la Patru­lla Fron­te­ri­za de Esta­dos Uni­dos sobre­vue­la el río. Del otro lado, una radio­pa­tru­lla con dos agen­tes esta­dou­ni­den­ses obser­va fija­men­te al joven y su fami­lia. “Creen que soy migran­te o coyo­te”, finaliza.

Edi­ta­do por Javier De León

Este tex­to fue pro­du­ci­do con el apo­yo del Cen­tro por la Jus­ti­cia y el Dere­cho Inter­na­cio­nal ‑CEJIL-

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