espartakus-antiparlamentarismo-750x520-pagespeed-ic-a5uufmyman.jpg

EL PROBLEMA DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS INTELECTUALES | SOBRE LA CUESTIÓN DEL PARLAMENTARISMO por György Lukács

EL PROBLEMA DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS INTELECTUALES

*

Zur Orga­ni­sa­tions­fra­ge der Inte­llek­tue­llen,“Kom­mu­nis­mus”, n.° 3, pp. 14 – 18. 1920. “Revo­lu­ción Socia­lis­ta y Anti­par­la­men­ta­rismo”, [Cua­der­nos de Pasa­do y Pre­sen­te, n.° 41, pp. 9 – 12. Siglo XXI, Bue­nos Aires. 1973.]

*

Como ya tuvie­ron opor­tu­ni­dad de demos­trar­lo Marx y Engels en el Manifies­to Comu­nis­ta, uno de los sig­nos más impor­tan­tes de la inmi­nen­te fase deci­si­va en la lucha de cla­ses está repre­sen­ta­da por el hecho de que “el pro­ce­so de escla­re­ci­mien­to den­tro de la cla­se domi­nan­te, den­tro de toda la vie­ja socie­dad, asu­me un carác­ter tan vio­len­to y agu­do que una peque­ña par­te de la cla­se domi­nan­te se separa de ella y se une a la cla­se revo­lu­cio­na­ria, a esa cla­se que tie­ne en sus manos el futu­ro”. Esta fase, para el capi­ta­lis­mo, se ini­ció ya antes de la gue­rra, y las con­se­cuen­cias de la gue­rra no han hecho sino más agu­da la cri­sis laten­te del capi­ta­lis­mo. A esta cri­sis corres­pon­de el rápi­do desarrollo de las orga­ni­za­cio­nes inte­lec­tua­les, en las cua­les muchos han vis­to, en la pri­me­ra ebrie­dad revo­lu­cio­naria, no sólo un signo de la lucha deci­si­va (cosa que en par­te era ver­dad), sino has­ta un refuer­zo interno de las masas del pro­le­ta­ria­do que debe­rán librar esta bata­lla decisi­va. Todos los movi­mien­tos revo­luciona­rios que se han crea­do ilu­sio­nes a pro­pó­si­to, sufrie­ron inten­sas des­ilu­sio­nes. Las orga­ni­za­cio­nes de inte­lec­tua­les, sal­vo algu­nas espo­rá­di­cas excep­cio­nes, se pasa­ron todas al cam­po de la con­tra­rre­vo­lu­ción. Sus diri­gen­tes, a menu­do genui­namente revo­lu­cio­na­rios, han ido que­dan­do pau­la­ti­na­men­te, y de mane­ra total, ais­la­dos, o bien, cuan­do no tuvie­ron el cora­je de ale­jar­se de sus com­pa­ñe­ros de cla­se, han sido recha­za­dos de algún modo de las filas de la burguesía.

Este fenó­meno es tan gene­ral que pare­ce mere­cer un bre­ve aná­li­sis en cuan­to a sus moti­vos. Las orga­ni­za­cio­nes de los obre­ros de la industria (y tam­bién las de los tra­ba­ja­do­res agrí­co­las) son, por un lado, efi­ca­ces orga­ni­za­cio­nes de lucha del pro­le­ta­ria­do, que hacen posi­ble la lucha de cla­ses tan­to en el plano mate­rial como en el ideo­ló­gi­co; por otro lado, cons­ti­tu­yen for­mas pre­pa­ra­to­rias, repre­sen­tan los gérmenes de la futu­ra orga­ni­za­ción comu­nis­ta de la vida eco­nó­mi­ca. Y, en efec­to, en la vida eco­nó­mi­ca se veri­fi­ca un pro­ce­so direc­ta­men­te dia­léc­ti­co: el capi­ta­lis­mo crea por sí mis­mo las con­di­cio­nes de su pro­pio oca­so, y has­ta da vida a las fuer­zas y a las poten­cias des­ti­na­das a sus­ti­tuir­lo. En cam­bio, en todos aque­llos cam­pos a los que, en con­tra­po­si­ción con la eco­no­mía, esta­mos habi­tua­dos a lla­mar en con­jun­to como “ideo­lo­gía, la rela­ción dia­léc­ti­ca entre la diso­lu­ción del capi­ta­lis­mo y el naci­mien­to de las for­mas des­ti­na­das a sus­ti­tuir­lo, es una rela­ción indi­rec­ta, y por ello, extre­ma­da­men­te complica­da. Ante todo, la trans­for­ma­ción ope­ra­da en todos estos cam­pos de par­te del pro­le­ta­ria­do que va orga­ni­zán­do­se en cla­se domi­nan­te es más pode­ro­sa que la orga­ni­za­ción indus­trial de la socia­li­za­ción. A ello agrégue­se el hecho de que la nue­va estra­ti­fi­ca­ción social, que se vuel­ve nece­sa­ria en tal caso, no res­pon­de a los intere­ses de los inte­lec­tua­les con­si­de­ra­dos como cla­se, y no pue­de res­pon­der. Alu­do sólo al hecho de que la admi­nis­tra­ción uni­ta­ria de las empre­sas eco­nó­mi­ca­men­te inter­de­pen­dien­tes, que es indis­pen­sa­ble para una orga­ni­za­ción racio­nal de la pro­duc­ción, debe obli­gar a masas ente­ras de emplea­dos pri­va­dos a cam­biar su tenor de vida, des­de que su posi­ción en el pro­ce­so pro­duc­ti­vo no esta­ba basa­da, como en el caso de los obre­ros, sobre las nece­si­da­des obje­ti­vas de la pro­duc­ción, sino más bien en el carác­ter capi­talista-con­currencial de las nume­ro­sas empre­sas pri­va­das

Simi­lar es la posi­ción de cla­se de los emplea­dos esta­ta­les, de los ofi­cia­les, y esta con­tra­dic­ción es toda­vía más agu­da para los abo­ga­dos, los jue­ces, o has­ta para los perio­dis­tas. Esta posi­ción de cla­se expli­ca de mane­ra más ade­cua­da por qué dichos estra­tos socia­les empie­zan a orga­ni­zar­se sólo en la épo­ca de una cri­sis pro­fun­da, o por lo menos sólo enton­ces empie­zan a con­si­de­rar­se seria­men­te como orga­ni­za­ción. Su orga­ni­za­ción, en los hechos, tie­ne un carác­ter pura­mente defen­si­vo. Des­de que ellos son “pará­si­tos del capi­ta­lis­mo, el derrum­be del capi­ta­lis­mo se mani­fies­ta al comien­zo del derrum­be de su posi­ción de cla­se. Aun­que es cier­to que la situa­ción eco­nó­mi­ca­men­te pre­ca­ria ha impues­to la lucha de cla­ses al mis­mo pro­le­ta­ria­do, ello no qui­ta nada al hecho de que las orga­ni­za­cio­nes de los obre­ros de la indus­tria han sido des­de el comien­zo de su lucha, y según su con­cep­ción, orga­ni­za­cio­nes ofen­si­vas, es decir orga­ni­za­cio­nes de una ofen­si­va dirigida con­tra la exis­ten­cia del capi­ta­lis­mo. Por lo tan­to, toda orga­ni­za­ción obre­ra de la indus­tria, es, según su esen­cia, una orga­ni­za­ción revo­lu­cio­na­ria, y sólo espo­rá­di­camente (lue­go de la buro­cra­ti­za­ción de los sin­di­ca­tos) pue­de actuar de mane­ra reac­cio­na­ria. Mien­tras tan­to, las orga­ni­za­cio­nes de los inte­lec­tua­les, por su natu­ra­le­za, son reac­cio­na­rias, y sólo casual­men­te lle­gan a accio­nes revolucionarias.

Este carác­ter con­tra­dic­to­rio de las dos for­mas orga­ni­za­ti­vas no se fun­da sólo en un con­tras­te de intere­ses acer­ca de la estruc­tu­ra exter­na de la socie­dad en el perío­do de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, sino también en radi­ca­les con­tras­tes ideo­ló­gi­cos. La nue­va socie­dad que está lla­ma­da a ins­tau­rar la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do debe sur­gir del espíri­tu del pro­le­ta­ria­do. Si la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do es desig­na­da tam­bién como demo­cra­cia pro­le­ta­ria, con ello se quie­re alu­dir al hecho de que los intere­ses vita­les del pro­le­ta­ria­do deben deve­nir las líneas direc­ti­vas para la cons­truc­ción de la nue­va socie­dad. Pero la voca­ción his­tó­ri­ca del pro­le­ta­ria­do por esta revo­lu­ción con­sis­te esen­cial­men­te en el hecho de que sus intere­ses de cla­se coin­ci­den con los intere­ses de la huma­ni­dad, que no pue­de libe­rar­se de la con­di­ción de cla­se opri­mi­da sin eli­mi­nar al mis­mo tiem­po todo dife­ren­cia de cla­ses. La dic­ta­du­ra del proleta­ria­do debe enton­ces sig­ni­fi­car dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción del pro­le­ta­ria­do. Pero ¿pue­de este dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción ser apli­ca­do en rela­ción a los inte­lectuales, eventualmente orga­ni­za­dos” tam­bién ellos bajo la ban­de­ra del socia­lis­mo? Por cier­to que no; y abso­lu­ta­men­te no allí don­de estas orga­ni­za­cio­nes insis­ten, en apa­rien­cia con el más gran­de de los dere­chos, por su pro­pia auto­no­mía de deci­sio­nes: en cuan­to a los pro­ble­mas de la cons­truc­ción de la nue­va socie­dad. ¿Es ver­dad que en la edi­ficación de la socie­dad comu­nis­ta la orga­ni­za­ción de los maes­tros ten­dría la capa­ci­dad de lle­var a buen fin la pla­ni­fi­ca­ción de la obra de edu­ca­ción, o que una aso­cia­ción de los artis­tas y de los cien­tí­fi­cos podría pre­pa­rar la orga­ni­za­ción del arte y de la cien­cia? Por cier­to que no. Ellos se remi­ti­rían inú­til­men­te a sus “cono­ci­mien­tos espe­cia­li­za­dos”, al hecho de que en estos pro­ble­mas son “exper­tos”. Pero no son com­pe­ten­tes, pues en su gran mayo­ría –y ello es una con­se­cuen­cia de la esen­cia mis­ma del capi­ta­lis­mo– no son en nada exper­tos, sino sim­ple­men­te vacíos, routiniers ope­ra­do­res y arte­sa­nos sin alma; en segun­do lugar, por­que son exper­tos en la edu­ca­ción de tipo capi­ta­lis­ta, y, por eso, como tales no pue­den tener un poder de direc­ción en el ámbi­to de la nue­va cultura. Apli­car el con­cep­to de demo­cra­cia pro­le­ta­ria a los “sin­di­ca­tos” de inte­lec­tua­les sería lo mis­mo que aho­gar en ger­men la nue­va socie­dad que está sur­gien­do, dar­la como pre­sa a la ini­cia­ti­va peque­ño bur­gue­sa y a la prác­ti­ca de ruti­na del capitalismo.

El evi­den­te sabo­ta­je de la “inte­lli­gen­tsia” en Rusia, su cre­cien­te acti­tud con­tra­rre­vo­lu­cio­na­ria en Hun­gría (los perio­dis­tas han dado el pri­mer indi­cio para la con­tra­rre­vo­lu­ción y el sin­di­ca­to de los emplea­dos pri­va­dos ha obs­trui­do al máxi­mo la recons­truc­ción eco­nó­mi­ca), no cons­ti­tu­yen hechos casua­les. No se han veri­fi­ca­do por cul­pa de una tác­ti­ca “equi­vo­ca­da”, y no pue­den ser evi­ta­dos con una tác­ti­ca “jus­ta”; deri­van inevi­ta­ble­men­te de la posi­ción de cla­se de los inte­lectuales y del modo de ser pro­pio de sus orga­ni­za­cio­nes: estas orga­ni­za­cio­nes son defen­si­vas, mien­tras que tas de los tra­ba­jadores, por el con­tra­rio, son ofen­si­vas. Estas toman por asal­to la socie­dad bur­gue­sa, aqué­llas defien­den sus pro­pios pri­vi­le­gios ame­na­za­dos, pri­vi­le­gios que son inter­nos a la socie­dad burguesa. Si ellas se defi­nen como socia­lis­tas, es por­que les fal­ta con­cien­cia si los par­ti­dos socia­lis­tas las reco­no­cen como tales, enton­ces se tra­ta de inca­pa­ci­dad estra­té­gi­ca. ¿Cómo jamás un estu­dian­te podría ser socia­lis­ta, per­ma­ne­cien­do como estu­dian­te, si la caracte­rís­tica de la cla­se estu­dian­til (de la que él defien­de el dere­cho de auto­de­ter­mi­na­ción” se asien­ta sobre la con­tra­dic­ción entre quien ha estu­dia­do y quien no ha estu­dia­do, sobre el pri­vi­le­gio de la for­ma­ción cul­tu­ral, sobre aquella reali­dad, enton­ces, cuya eli­mi­na­ción repre­sen­ta el sen­ti­do del socia­lis­mo? El equí­vo­co del pri­mer entu­sias­mo se acla­ra bien pron­to; cuan­do la nece­sa­ria con­tra­dic­ción cla­sis­ta a resol­ver es acla­ra­da rápi­da y abier­ta­men­te La cla­se de los inte­lec­tua­les, hoy, no es revo­lu­cio­na­ria como cla­se, y no pue­de ser revo­lu­cio­na­ria, mien­tras que el pro­letaria­do, jus­ta­men­te como cla­se es revo­lu­cio­na­rio. (Es un error remi­tir­se a la Revo­lu­ción Fran­ce­sa y en gene­ral a las revo­lu­cio­nes bur­gue­sas. En rela­ción al feu­da­lis­mo o al abso­lu­tis­mo que debían ser aba­ti­dos, los “inte­lec­tua­les”, en muchos casos, aun como cla­se, pue­den haber sido revo­lu­cio­na­rios; pero de este hecho no se deben extraer con­clu­sio­nes acer­ca de su acti­tud ante el capi­ta­lis­mo.) Este es un dato de hecho obje­ti­vo, cuyo des­co­no­cimiento ha lle­va­do a gra­ves erro­res, y lle­va­rá a otros errores.

¿Aca­so con ello quie­re negarse la impor­tan­cia revo­lu­cio­na­ria de los inte­lec­tua­les? En lo más míni­mo. Aún muchos inte­lec­tua­les son bue­nos revo­lu­cio­na­rios, y a veces son los mejo­res van­guar­dis­tas de la revo­lu­ción. Si los con­tem­po­rá­neos de Lenin y Trotsky, de Béla Kun y de Rosa Luxemburgo lo nega­ran, serían cie­gos. Pero los inte­lec­tua­les pue­den con­ver­tir­se en revo­lu­cio­na­rios sólo como indi­vi­duos; pue­den abandonar su cla­se para poder par­ti­ci­par en la lucha de cla­se del pro­le­tariado. En ese caso, ellos pue­den con­ver­tir­se en ver­da­de­ros com­ba­tien­tes de pri­me­ra línea; des­de el momen­to en que hacen con abso­lu­ta con­cien­cia lo que la gran masa del pro­le­ta­ria­do hace sólo ins­tin­ti­va­men­te, pue­den vol­ver­se los mejo­res diri­gen­tes, los más dis­pues­tos al sacri­fi­cio. En los hechos, ellos, como dice el Manifies­to Comu­nis­ta en el pasa­je cita­do, “han alcan­za­do el pun­to de la inte­li­gen­cia teó­ri­ca de todo el movi­mien­to histórico”.

* * *

SOBRE LA CUESTIÓN DEL PARLAMENTARISMO

*

Zur Fra­ge des Par­la­men­ta­ris­mus, “Kom­mu­nis­mus”, n.° 6, pp. 161 – 172. 1920. [Cua­der­nos de Pasa­do y Pre­sen­te, n.° 41, pp. 15 – 23. Siglo XXI, Bue­nos Aires. 1973.]

*

1. Con fre­cuen­cia se obser­va que el pro­ble­ma del par­la­men­ta­ris­mo no se refiere a una cues­tión de fon­do sino sólo a una cues­tión táctica.

A pesar de ser cier­ta esta afir­ma­ción no deja de estar resen­ti­da de cier­tas oscu­ri­da­des. Pres­cin­dien­do del hecho de que ella casi siem­pre es pro­nun­cia­da por quie­nes –prác­ti­ca­men­te– reve­lan con su acti­tud una toma de posi­ción en favor del par­la­men­ta­ris­mo, la afir­ma­ción en sí dice toda­vía dema­sia­do poco. Y esto suce­de jus­ta­men­te por­que –al fal­tar una efec­ti­va teo­ría del cono­ci­miento del socia­lis­mo– la rela­ción entre cues­tión tác­ti­ca y prin­ci­pios se hace abso­lu­ta­men­te oscura.

Aun no pudien­do pro­fun­di­zar en este lugar tal pro­ble­ma, debe­mos comen­zar sub­ra­yan­do lo que sigue: tác­ti­ca sig­ni­fi­ca apli­ca­ción prác­ti­ca de prin­ci­pios plan­tea­dos teó­ri­ca­mente; vale decir que tác­ti­ca es el tér­mino de con­jun­ción entre un pro­gra­ma y la reali­dad efec­ti­va inme­dia­ta­men­te dada. Ella enton­ces está deter­mi­na­da, por una par­te, por los prin­ci­pios plan­tea­dos inmu­ta­ble­men­te y por los obje­ti­vos fina­les del comu­nis­mo; por otra, por la efec­ti­va reali­dad histórica en con­ti­nua trans­for­ma­ción. Cuan­do se habla repe­ti­da­men­te de la dis­po­ni­bi­li­dad de la tác­ti­ca comu­nis­ta (por lo menos res­pec­to de lo que ésta debe­ría ser), para la exac­ta com­pren­sión de esta afir­ma­ción es nece­sa­rio no olvi­dar que la fle­xi­bi­li­dad de la tác­ti­ca comu­nis­ta es la direc­ta con­se­cuen­cia de la soli­dez de los prin­ci­pios del comu­nis­mo. Los inmu­ta­bles prin­ci­pios del comu­nis­mo pue­den tener esta fle­xi­bi­li­dad sólo por el hecho de que son lla­ma­dos a repre­sen­tar en su aspec­to vivo y fecun­do la reali­dad efec­ti­va que perpe­tua­men­te se ha ido modi­fi­can­do. En cam­bio, toda Real­po­litik, toda acción sin prin­ci­pios, se vuel­ve rígi­da y esque­má­ti­ca cuan­to más carac­te­ri­za­da esté unilateralmente por prin­ci­pios arbi­tra­rios (así, por ejem­plo, la polí­ti­ca impe­ria­lis­ta ale­ma­na). En los hechos, lo que per­ma­ne­ce en el cam­bio, el ele­men­to estratégico, no pue­de ser sus­ti­tui­do por nin­gu­na Real­po­li­tik. Si esta fun­ción no fue­ra ago­ta­da por una teo­ría capaz en todo momen­to de influir fecun­da­men­te sobre los hechos y de volverse fecun­da en los hechos, en su lugar apa­re­ce­rían el acostumbramiento, el facilone­ría, la ruti­na, con la con­se­cuen­cia de que no nos podría­mos adap­tar a las exi­gen­cias del momen­to. Jus­ta­men­te por este su sólido ancla­je en la teo­ría, la tác­ti­ca comu­nis­ta se dis­tin­gue en los prin­ci­pios de toda tác­ti­ca de “rea­lis­mo polí­ti­co” bur­gués o peque­ño­bur­guéssocial­de­mo­crá­ti­co. Cuan­do, enton­ces, para el par­ti­do comu­nis­ta se plantea un pro­ble­ma como pro­ble­ma tác­ti­co, es nece­sa­rio pre­gun­tarse 1) ¿De qué prin­ci­pios depen­de el pro­ble­ma tác­ti­co con­si­de­ra­do? 2) ¿A qué situa­ción his­tó­ri­ca con­cre­ta se apli­ca esta tác­ti­ca, que­dan­do en fir­me que ella depen­de de la teo­ría? 3) ¿De qué natu­ra­le­za será la tác­ti­ca, aun en esta depen­den­cia de la teoría? 4) ¿Cómo hace fal­ta con­ce­bir la cone­xión de una par­ti­cu­lar cues­tión tác­ti­ca con otros pro­ble­mas tác­ti­cos, enten­di­dos una vez más en su cone­xión con las cues­tio­nes de principio?

2. Para una más ade­cua­da com­pren­sión del par­la­men­ta­ris­mo como pro­ble­ma tác­ti­co del comu­nis­mo, es nece­sa­rio par­tir del prin­ci­pio de la lucha de cla­ses y del aná­li­sis con­cre­to de la actual situa­ción obje­ti­va de las rela­cio­nes de fuer­za, mate­ria­les e ideo­ló­gi­cas, entre las cla­ses en lucha. Des­de aq se sepa­ran los dos modos deci­si­vos de plan­tear el pro­ble­ma: 1) ¿Cuándo el par­la­men­ta­ris­mo debe ser usa­do como arma, como ins­tru­men­to tác­ti­co del pro­le­ta­ria­do? 2) ¿Cómo es nece­sa­rio ser­vir­se de esta arma en el inte­rés de la lucha de cla­se del proletariado?

La lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do nie­ga por su esen­cia a la socie­dad bur­gue­sa. Pero esto no impli­ca de mane­ra algu­na aque­lla indi­fe­ren­cia polí­ti­ca en rela­ción al esta­do ya cri­ti­ca­da con razón por Marx. Por el con­tra­rio, impli­ca un tipo de lucha en que el pro­le­ta­ria­do no se deje sub­yu­gar en lo más míni­mo por las for­mas y los medios que la socie­dad burgue­sa ha cons­trui­do para los pro­pios fines; un tipo de lucha don­de la ini­cia­ti­va en todo caso está en manos del pro­le­ta­ria­do. Pero es nece­sa­rio no olvi­dar que este tipo abso­lutamen­te puro de lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do pue­de des­ple­gar­se sólo raramente en su pure­za. Ante todo por­que el pro­le­ta­ria­do –aun­que en base a su misión histórico‑filosó­fi­ca esté en con­ti­nua lucha con­tra la exis­ten­cia de la socie­dad bur­gue­sa– en situa­cio­nes his­tó­ri­cas objeti­vas se encuen­tra a menu­do en posi­ción de defen­sa res­pec­to de la burgue­sía. La idea de la lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do es una gran ofen­siva con­tra el capi­ta­lismo; la his­to­ria hace apa­re­cer esta ofen­si­va como impues­ta al pro­le­ta­ria­do. La posi­ción tác­ti­ca en que el pro­le­ta­ria­do vie­ne a hallar­se de vez en vez se pue­de ana­li­zar de mane­ra sen­ci­llí­si­ma en base a su carác­ter ofen­si­vo o defen­si­vo. De todo lo dicho has­ta aho­ra se deri­va que en las situa­cio­nes defen­si­vas esta­mos obli­ga­dos a recu­rrir a medios tác­ti­cos que por su esen­cia más ínti­ma con­tras­tan con la idea de la lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do. La uti­li­za­ción nece­sa­ria de estos medios, por otro lado, siem­pre pue­de poner en peligro el fin para el cual han sido dis­pues­tos; la lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do. El par­la­men­to, el ins­tru­men­to pecu­liar de la bur­gue­sía, pue­de enton­ces repre­sen­tar sola­men­te un arma defen­si­va del pro­le­ta­ria­do. El pro­ble­ma de “cuán­do” debe usárselo, se acla­ra aho­ra por sí solo: se tra­ta de una fase de la lucha de clase en que el pro­le­ta­ria­do, ya como con­se­cuen­cia de las rela­cio­nes de fuer­za exter­nas, ya por su pro­pia inma­du­rez ideo­ló­gi­ca, no pue­de com­ba­tir a la bur­gue­sía con sus pro­pios medios de ata­que. El empe­ño de la acti­vi­dad par­la­men­ta­ria com­por­ta enton­ces para todo par­ti­do comu­nis­ta la con­cien­cia y la admi­sión de que la revo­lu­ción es impen­sa­ble en un tiem­po cer­cano. El pro­le­ta­ria­do, obli­ga­do a la defen­si­va, pue­de enton­ces ser­vir­se de la tri­bu­na del par­la­men­to para la agi­ta­ción y la pro­pa­gan­da polí­ti­ca; pue­de uti­li­zar las posibilida­des que la “liber­tad” de la bur­gue­sía ase­gu­ra a los miem­bros del par­la­men­to en sus­ti­tu­ción de aque­llas for­mas de mani­fes­ta­ción ya prohi­bi­das; pue­de ser­vir­se de las luchas par­la­men­ta­rias con­tra la bur­gue­sía para reco­ger sus pro­pias fuer­zas, como pre­pa­ra­ción para la efec­ti­va, la autén­ti­ca lucha con­tra la bur­gue­sía. Que una fase tal pue­da durar un lap­so con­si­de­ra­ble­men­te lar­go, es cosa que se com­prende de por sí, pero ello no modi­fi­ca nada el hecho de que para un par­ti­do comu­nis­ta la acti­vi­dad par­la­men­ta­ria no pue­de ser nada más que una pre­pa­ra­ción para la lucha ver­da­de­ra y pro­pia, y nun­ca la autén­ti­ca lucha del pro­le­ta­riado.

3. Más difí­cil que ele­gir el momen­to en que pue­de ser aplicada la tác­ti­ca par­la­men­ta­ria es esta­ble­cer cómo debe com­por­tar­se una frac­ción comu­nis­ta en el par­la­men­to (los dos pro­ble­mas se conec­tan estre­chamente). Casi siem­pre nos remi­timos al ejem­plo de Karl Liebknecht y al de la frac­ción bol­che­vi­que de la Duma. Pero jus­ta­men­te con estos dos ejem­plos mues­tran qué difí­cil es para los comu­nis­tas res­pe­tar las reglas del jue­go par­la­men­ta­rio. Ello pre­su­po­ne una capa­ci­dad extra­or­di­na­ria de par­te de los par­la­men­ta­rios comu­nis­tas. En pocas pala­bras, la dificultad es esta: el dipu­tado comu­nis­ta debe com­ba­tir al par­la­men­to en el par­la­men­to –y esto deber ser hecho con una tác­ti­ca que ni siquie­ra por un momen­to se plan­tea en el terreno de la bur­gue­sía, del par­la­men­ta­ris­mo. No que­re­mos refe­rir­nos a la “pro­testa” con­tra el par­la­men­ta­ris­mo, ni a su “lucha” duran­te los “deba­tes” (todo esto sigue sien­do parlamentarista, legal, no va más allá de las meras fra­ses revo­lu­cio­na­rias), sino a la lucha con­tra el par­la­men­ta­ris­mo y el poder de la bur­gue­sía lle­va­da con la acción en el par­la­men­to mismo.

Esta acción revo­lu­cio­na­ria no pue­de diri­gir­se sino a pre­pa­rar el pasa­je del pro­le­ta­ria­do de la cla­se defen­si­va a la ofen­si­va; vale decir, que median­te esta acción, la bur­gue­sía –y con ella sus cóm­pli­ces social­demócra­tas se verán obli­ga­dos a mos­trar al des­nu­do su dic­ta­du­ra de cla­se de mane­ra tal que pue­da que­dar com­pro­me­ti­da su dura­ción pos­te­rior. En el caso de la tác­ti­ca comu­nis­ta diri­gi­da a des­en­mas­ca­rar a la bur­gue­sía, no se tra­ta por lo tan­to de una crí­ti­ca ver­bal (esta en muchos casos no es más que una mera fra­seo­lo­gía revo­lu­cio­na­ria tole­ra­da por la bur­gue­sía), sino de una pro­vo­ca­ción hacia la burgue­sía para indu­cir­la a deve­lar más abier­ta­men­te su con­duc­ta, a mani­fes­tar­se median­te accio­nes que, en cier­to momen­to, pue­dan resul­tar­le des­fa­vo­ra­bles. Des­de que el par­la­men­ta­ris­mo no repre­sen­ta sino una tác­ti­ca defen­si­va, hace fal­ta pre­pa­rar tal defen­si­va de mane­ra tal que la ini­cia­ti­va tác­ti­ca que­de siem­pre en manos del pro­le­ta­ria­do, y que los ata­ques de la bur­gue­sía resul­ten des­ven­ta­jo­sos para ella misma.

Esta bre­ve y apre­su­ra­da dis­cu­sión mues­tra con suficien­te cla­ri­dad las gran­des difi­cul­ta­des de esta tác­ti­ca. La pri­me­ra difi­cul­tad a que todos los gru­pos par­la­men­ta­rios –casi sin excep­ción– sucum­ben, es la siguien­te: lle­gar den­tro del mis­mo par­la­men­ta­ris­mo a una afec­ti­va supera­ción del par­la­men­ta­ris­mo. En los hechos, aun la más agu­da crí­ti­ca a la acción de las cla­ses domi­nan­tes, sigue sien­do ver­ba­lis­ta, puro eslo­gan revo­lu­cio­na­rio, si no lle­ga a inci­dir de algu­na mane­ra más allá del mero ámbi­to parlamentarista, si no pone al des­nu­do los con­tras­tes de cla­se, de la mane­ra más explícita, para la rápi­da reto­ma de la ideo­lo­gía del pro­le­ta­ria­do: si no tie­ne como efec­to la explo­sión de la lucha de cla­ses. El opor­tu­nis­mo, el mayor peli­gro de la tác­ti­ca par­la­men­ta­ria, tie­ne su razón pri­me­ra en esto; toda acti­vi­dad par­la­men­ta­ria que por su natu­ra­le­za y por sus efec­tos no vaya más allá del mis­mo par­la­men­to, que no ten­ga por lo menos la ten­den­cia a la des­truc­ción de la estruc­tu­ra par­la­men­ta­ria, es opor­tu­nis­ta. En todo caso, la más cerra­da crí­ti­ca ejer­ci­da en el inte­rior de este ámbi­to no pue­de cam­biar muchas cosas. Por el con­tra­rio. Jus­ta­men­te este hecho –de que una seve­ra crí­ti­ca de la socie­dad bur­gue­sa apa­rez­ca como posi­ble en el par­la­men­to contribui­rá a la des­orien­ta­ción aus­pi­cia­da por la bur­gue­sía en la con­cien­cia de cla­se del pro­le­ta­ria­do. La fic­ción de la demo­cra­cia par­la­men­ta­ria bur­gue­sa se basa sobre el hecho de que el par­la­men­to apa­re­ce como órgano de “todo el pue­blo”. Todo radi­ca­lis­mo ver­bal –con el hecho mis­mo de su posi­bi­li­dad de des­ple­gar­se en el par­la­men­to–, refor­zan­do la ilu­sión de los estra­tos menos cons­cien­tes del pro­le­ta­ria­do en rela­ción a tal fic­ción, resul­ta opor­tu­nis­ta y repro­ba­ble.

Hace fal­ta enton­ces sabo­tear al par­la­men­to en cuan­to par­la­mento, y la acti­vi­dad par­la­men­ta­ria deber ser lle­va­da más allá del par­la­men­ta­ris­mo. Pero con tal acti­tud, la repre­sen­ta­ción par­la­men­ta­ria comu­nis­ta se dirige hacia una ulte­rior difi­cul­tad tác­ti­ca que, justamen­te en el momen­to en que el peli­gro del opor­tu­nis­mo pare­ce supe­ra­do, se aven­tu­ra a poner en serio peli­gro a este tra­ba­jo. El peli­gro consiste en el hecho de que la ini­cia­ti­va y la supe­rio­ri­dad tác­ti­ca que­dan en manos de la bur­gue­sía, a pesar de todos los serios esfuer­zos que la frac­ción par­la­men­ta­ria comunista pue­da cum­plir. La supe­rio­ri­dad tác­ti­ca se veri­fi­ca cuan­do una de las dos par­tes logra impo­ner al adver­sa­rio con­di­cio­nes de lucha favo­ra­bles para sí. Aho­ra bien, se ha nota­do ya que toda deten­ción par­la­men­ta­ria de la lucha es una vic­to­ria de la bur­gue­sía; el pro­le­ta­ria­do, por ello, en nume­ro­sos casos, está delan­te de esta opción: o evi­tar la lucha deci­si­va (deten­ción par­la­men­ta­ria, peli­gro de opor­tu­nis­mo), o mover­se más allá del par­la­men­ta­ris­mo, recu­rrir al lla­ma­do a las masas en un momen­to que sin embar­go es más bien favo­ra­ble a la bur­gue­sía. El ejem­plo más cla­ro de la inso­lu­bi­li­dad de este pro­ble­ma nos lo ofre­ce la actual situa­ción del pro­le­ta­ria­do ita­liano. Las elec­cio­nes –que se han desa­rro­lla­do bajo la ban­de­ra comu­nis­ta de la gran “agi­ta­ción”– han hecho ganar al par­ti­do un con­si­de­ra­ble núme­ro de ban­cas. ¿Y con esto? O se toma par­te en el “posi­ti­vo traba­jo par­la­men­ta­rio como Tura­ti y sus secua­ces lo aus­pi­cian, con esta con­se­cuen­cia: vic­to­ria del opor­tu­nis­mo, debi­li­ta­mien­to del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio; o bien se realiza un abier­to sabo­ta­je del par­la­men­to, con esta con­se­cuen­cia: antes o des­pués acae­ce­rá el cho­que direc­to con la bur­gue­sía, jus­ta­men­te cuan­do el pro­le­ta­ria­do no esté en con­di­cio­nes de ele­gir el momen­to del cho­que. No debe enten­der­se mal: noso­tros no par­timos del ridícu­lo pre­su­pues­to de que se pue­de “ele­gir el momen­to” para la revo­lu­ción; por el con­tra­rio, con­si­de­ra­mos que las explo­sio­nes revo­lu­cio­narias son accio­nes de masa espon­tá­neas duran­te las cua­les al par­ti­do le espe­ra la tarea de vol­ver cons­cien­te el fin, de indi­car la direc­ción. Pero, por el hecho mis­mo de que el pun­to de par­ti­da de este cho­que está en el par­la­men­to, jus­ta­men­te la espon­ta­nei­dad de las masas corre un serio peli­gro. La acción par­la­men­ta­ria se trans­for­ma en vacías demos­tra­cio­nes (cuyo efec­to con el andar del tiem­po con­sis­te en des­guar­ne­cer y ador­me­cer a las masas), o bien aca­rrea el éxi­to de las pro­vo­ca­cio­nes de la bur­gue­sía. La frac­ción ita­lia­na, temien­do esta últi­ma even­tua­li­dad, osci­la sin cesar entre las vacías demos­tra­cio­nes y el cau­to opor­tu­nis­mo de una retó­ri­ca revo­lu­cio­na­ria. (Jun­to a estos erro­res tác­ti­cos de método , por cier­to se han veri­fi­ca­do otros erro­res tác­ti­cos de con­te­nido, como por ejem­plo las mani­fes­ta­cio­nes peque­ño burgue­sas en favor de la república.)

4. De este ejem­plo sur­ge refor­za­da la ense­ñan­za que mues­tra cómo una “vic­toria elec­to­ral” pue­de con­ver­tir­se en algo ries­go­so para el proletariado. Para el par­ti­do ita­liano, el mayor peli­gro con­sis­te en el hecho de que su acti­vi­dad anti­par­la­men­ta­ria, libra­da den­tro del par­la­men­to, pue­de lle­var muy fácil­men­te a la des­truc­ción del par­la­men­to mis­mo, aun­que el prole­ta­ria­do no posea todavía la madu­rez ideo­ló­gi­ca y orga­ni­za­ti­va nece­sa­ria para la bata­lla deci­si­va. El con­tras­te entre vic­toria elec­to­ral y fal­ta de pre­pa­ra­ción escla­re­ce de mane­ra drás­ti­ca la incon­sis­ten­cia de la argu­men­ta­ción favo­ra­ble al par­la­men­ta­ris­mo, que ve en él una espe­cie de “para­da mili­tar” del pro­le­ta­ria­do. Si cada voto” obtenido sig­nificara real­men­te un ver­da­de­ro comu­nis­ta, estas obje­cio­nes no se plan­tea­rían: habría des­de aho­ra una nota­ble madu­rez ideológica.

Pero esto mues­tra tam­bién que la mis­ma agi­ta­ción elec­to­ral como mero ins­tru­men­to de pro­pa­gan­da no es enton­ces tan irre­pren­si­ble La pro­pa­gan­da del par­ti­do comu­nis­ta debe ser­vir al escla­re­ci­mien­to de la con­cien­cia de cla­se de las masas pro­le­tarias, a su des­per­tar a la lucha. Por con­se­cuen­cia, debe ser dirigida al fin de ace­le­rar, de la mane­ra más vas­ta posi­ble, el pro­ce­so de dife­ren­cia­ción den­tro del pro­le­ta­ria­do. Sólo así pue­de con­se­guir­se que, por una par­te, el núcleo sóli­do y cons­cien­te del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­na­rio (el par­ti­do comu­nis­ta) se desa­rro­lle en el sen­ti­do de la can­ti­dad y de la cali­dad; y que, por la otra, el par­ti­do, median­te la lec­ción de la prác­ti­ca, se atrai­ga a los estra­tos menos cons­cien­tes y los lle­ve a la con­cien­cia revo­lu­cio­na­ria de su con­di­ción La agi­ta­ción elec­to­ral se reve­la a tal fin como un ins­tru­men­to exte­rior muy peli­gro­so. El voto, en los hechos, no es un acto real, sino mucho peor: es un hecho apa­ren­te, la apa­rien­cia de un hecho. No actúa pro­mo­vien­do la con­cien­cia de cla­se sino por el con­tra­rio enga­ñán­do­la. Se crea así un gran ejér­ci­to ilu­so­rio, que des­apa­re­ce del todo en cuan­to se hace nece­sa­ria una fir­me opo­si­ción (ver la social­democra­cia ale­ma­na en agos­to de 1914).

Esta situa­ción deri­va por nece­si­dad del carác­ter típi­ca­men­te burgués de los par­ti­dos par­la­men­ta­rios. Como para la orga­ni­za­ción de con­jun­to de la socie­dad bur­gue­sa, así tam­bién para los par­ti­dos bur­gue­ses el obje­ti­vo final, aun­que rara­men­te cons­cien­te, es el oscu­re­ci­mien­to de la con­cien­cia de cla­se. En cuan­to páli­da mino­ría de la pobla­ción la bur­gue­sía pue­de man­te­ner su poder sola­men­te por­que aco­mo­da a sus espal­das a todos los estra­tos socia­les, mate­rial e ideo­ló­gi­ca­men­te inde­fi­ni­dos. En con­se­cuen­cia, el par­ti­do bur­gués en el par­la­men­to es una resul­tan­te de los más varia­dos intere­ses de cla­se (resul­tan­te en la cual, obvia­men­te, des­de el pun­to de vis­ta capi­ta­lis­ta, el com­pro­mi­so apa­ren­te es siem­pre más impor­tan­te que el real) Pero esta estruc­tu­ra par­ti­da­ria casi siem­pre le es impues­ta al pro­le­ta­ria­do desde arri­ba en cuan­to él par­ti­ci­pa, como fuer­za polí­ti­ca, de la lucha elec­to­ral. La vida abso­lu­ta­men­te par­ti­cu­lar de un meca­nis­mo elec­to­ral que nece­sa­ria­men­te tra­ba­ja para la más gran­de “victo­ria” posi­ble, influ­ye casi siem­pre sobre los slo­gans diri­gi­dos a ganar “secua­ces”. Y aun cuan­do esto no suce­de, o suce­de incons­cien­te­men­te, en la téc­ni­ca de con­jun­to de las elec­cio­nes siem­pre está implí­ci­to un méto­do de seduc­ción de los “secua­ces” que escon­de den­tro suyo un peli­gro funes­to: sepa­rar entre sí prin­ci­pios polí­ti­cos y hechos, des­per­tan­do así la inclinación al abur­gue­sa­mien­to y al opor­tu­nis­mo. La obra de edu­ca­ción de los par­ti­dos comu­nis­tas, su influen­cia sobre los estra­tos más incier­tos e inde­fi­ni­dos del pro­le­ta­ria­do, pue­de ser real­men­te efi­caz sólo a con­di­ción de que refuer­ce en ellos la con­vic­ción revo­lu­cio­na­ria median­te la lec­ción direc­ta de la acción revo­lu­cio­na­ria. En cam­bio, toda cam­pa­ña elec­to­ral –según su pro­pia esen­cia bur­gue­sa– pue­de tomar una direc­ción com­ple­ta­men­te opues­ta, que sólo en rarí­si­mos casos se logra aban­do­nar des­pués. Tam­bién el par­ti­do ita­liano corre este peli­gro. El ala dere­cha ha con­si­de­ra­do la adhe­sión a la III Inter­na­cio­nal y el obje­ti­vo de la repú­bli­ca de con­se­jos como meras pala­bras de orden elec­to­ra­les. El pro­ce­so de dife­ren­cia­ción, la efec­ti­va con­quis­ta de las masas por la acción comu­nis­ta, pue­de comen­zar, en tales con­di­cio­nes, sola­men­te más tar­de (y evi­den­te­men­te en con­di­cio­nes más des­fa­vo­ra­bles). En gene­ral, los eslo­gan elec­to­ra­les, jus­ta­men­te por­que no guar­dan rela­ción algu­na con la acción, reve­lan una sor­pren­den­te ten­den­cia a la eli­mi­na­ción de las con­tra­dic­cio­nes, a la uni­fi­ca­ción de las corrien­tes disi­den­tes; carac­te­rís­ti­cas que obvia­men­te son más que sos­pe­cho­sas en este par­ti­cu­lar momen­to de la lucha de cla­ses, cuan­do está en jue­go la real y acti­va uni­dad del pro­le­ta­ria­do, y no la apa­ren­te uni­dad de los vie­jos partidos.

5. Entre las casi insu­pe­ra­bles difi­cul­ta­des de una acción comu­nis­ta en el par­la­men­to, es nece­sa­rio ano­tar la exce­si­va inde­pen­den­cia y el exce­si­vo poder de deci­sión que habitual­men­te se atri­bu­yen al gru­po par­la­men­ta­rio en la vida polí­ti­ca del par­ti­do. Que esto repre­sen­te una ven­ta­ja para los par­ti­dos bur­gue­ses, es indu­da­ble; pero aquí no pode­mos ana­li­zar la cues­tión des­de más cer­ca. Pero aque­llo que es útil para la bur­gue­sía, casi sin excep­ción es sos­pe­cho­so para el pro­le­ta­ria­do. Así suce­de tam­bién en este caso; dados los supues­tos peli­gro­sos que deri­van de las tác­ti­cas par­la­men­ta­rias, se pue­de ali­men­tar cier­ta espe­ran­za de evi­tar­los sólo si la acti­vi­dad par­la­men­ta­ria en cada uno de sus aspec­tos que­da incondi­cio­nalmente expues­ta a la direc­ción cen­tral extra­par­la­men­taria. Teó­ri­ca­men­te, la cosa pare­ce obvia; pero la expe­rien­cia nos ense­ña que la rela­ción entre par­ti­do y frac­ción se invierte casi cons­tan­te­men­te, y es enton­ces el par­ti­do el que va a remol­que de la frac­ción par­la­men­ta­ria. Así, por ejem­plo, en el caso Liebk­necht duran­te la gue­rra, cuan­do, en rela­ción a la frac­ción del Reichs­tag, él se remi­tió sin uti­li­dad algu­na, como es obvio, al carác­ter obliga­to­rio del con­te­ni­do del pro­gra­ma del par­ti­do.

Toda­vía más difí­cil que la rela­ción entre frac­ción y par­ti­do es la rela­ción entre la frac­ción y el con­se­jo obre­ro. La difi­cul­tad de un plan­teo teó­ri­ca­men­te rigu­ro­so del pro­ble­ma echa toda­vía una luz estri­den­te sobre el carác­ter pro­ble­má­ti­co del par­la­men­ta­ris­mo en la lucha de cla­se del pro­le­ta­ria­do. Los con­se­jos obre­ros, como orga­ni­za­ción del pro­le­tariado en su conjunto (de aquel cons­cien­te y de aquel toda­vía no cons­cien­te), por el solo hecho de su exis­ten­cia se pro­yec­tan más allá de la socie­dad bur­gue­sa. Ellos son, por su esen­cia, organi­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias de difu­sión, de capa­ci­dad ope­ra­ti­va y de poder del pro­le­ta­ria­do y, como tales, ver­da­de­ros y pro­pios índi­ces del desa­rro­llo de la revo­lu­ción. Todo lo que es rea­li­za­do y con­se­gui­do en los con­se­jos obre­ros es sus­traí­do por la fuer­za a la resis­ten­cia de la bur­gue­sía, y es enton­ces váli­do no sólo como resul­ta­do, sino como ins­tru­men­to edu­ca­ti­vo de la acción cons­cien­te de cla­se. El col­mo delcre­ti­nis­mo par­la­men­ta­rio” se mues­tra, enton­ces, cuan­do uno se esfuer­za (como en el caso de la USPD) por “anclar en la Cons­ti­tu­ción” a los con­se­jos obre­ros, por garan­ti­zar­les un deter­mi­na­do cam­po de acción legal­men­te reco­no­ci­do. La lega­li­dad mata a los con­se­jos obre­ros. Como orga­ni­za­ción ofen­si­va del pro­le­ta­ria­do revo­lu­cio­nario, el con­se­jo obre­ro exis­te sólo en cuan­to lucha por su des­truc­ción y pre­pa­ra así la edi­fi­ca­ción de la socie­dad pro­le­ta­ria. Toda forma de lega­li­dad, vale decir su inser­ción en la socie­dad bur­gue­sa con deter­mi­na­dos nive­les de com­pe­ten­cia, trans­for­ma su exis­ten­cia en una apariencia de vida: él se con­vier­te en una mez­cla de círcu­lo para con­fe­ren­cias, comi­té, etc., en suma, una cari­ca­tu­ra del parlamento.

¿Es enton­ces posi­ble, en gene­ral, que el con­se­jo obre­ro y la frac­ción par­la­men­ta­ria coexis­tan uno jun­to a la otra como ins­tru­men­tos tác­ti­cos del pro­le­ta­ria­do? Por el carác­ter ofen­si­vo del pri­me­ro y el defen­si­vo de la otra pare­ce­rá fácil poner­los en una rela­ción de recí­pro­ca inte­gra­ción. Pero tales inten­tos de acuer­do olvi­dan el hecho de que ofen­si­va y defen­si­va en la lucha de cla­ses son con­cep­tos dia­léc­ti­cos, cada uno de los cua­les com­pren­de todo un mun­do de acción (y enton­ces, en ambos casos, deter­mi­na­das accio­nes ofen­si­vas y deter­mi­na­das accio­nes defen­si­vas), que pue­de ser apli­ca­do a una deter­mi­na­da fase del cho­que de cla­ses, con exclu­sión del otro. En refe­ren­cia a nues­tro pro­ble­ma, la dife­ren­cia entre las dos fases se pue­de defi­nir así de la mane­ra más bre­ve y cla­ra: el pro­le­ta­ria­do se encon­tra­rá a la defen­si­va has­ta que no se ini­cie el proce­so de diso­lu­ción del capi­ta­lis­mo. Cuan­do se ini­cie esta fase del desa­rro­llo eco­nó­mi­co, enton­ces –no impor­ta si este cam­bio se ha vuel­to un hecho cons­cien­te o no, y si se pre­sen­ta como “cien­tí­fi­ca­men­te” identifica­ble y verifica­ble el pro­le­ta­ria­do esta­rá obli­ga­do a la ofen­si­va. Pero como la evo­lu­ción de la ideo­lo­gía no se com­bi­na directamente con la de la eco­no­mía, y nun­ca los dos pro­ce­sos van para­le­los, rara­men­te suce­de que la posibilidad y la nece­si­dad obje­ti­vas de pasar a la fase de ata­que en la lucha de cla­ses encuen­tren al pro­le­ta­ria­do sufi­cien­te­men­te pre­pa­ra­do en el plano ideo­ló­gi­co. A con­se­cuen­cia de la situa­ción eco­nó­mi­ca, la acción espon­tá­nea de las masas asu­me una direc­ción revo­lu­cio­na­ria; pero ella siem­pre es des­via­da a fal­sos rie­les por los diri­gen­tes opor­tu­nis­tas, que no quie­ren o no pue­den libe­rar­se de las cos­tum­bres pro­pias de la fase defen­si­va; o bien aque­lla direc­ción es com­ple­ta­men­te sabo­tea­da. Por lo tan­to, en la fase ofen­si­va de la lucha de cla­ses no son sólo la bur­gue­sía y los estra­tos socia­les por ella guia­dos los que se encuen­tran agru­pa­dos con­tra el pro­le­ta­ria­do, sino tam­bién sus viejos gru­pos diri­gen­tes. La crí­ti­ca, por eso, no debe ser diri­gi­da ya, en pri­me­ra línea, con­tra la bur­gue­sía (ésta ya ha sido juz­ga­da por la his­to­ria), sino con­tra el ala dere­cha y el cen­tro del movi­mien­to obre­ro, la social­democracia, sin cuya ayu­da el capi­ta­lis­mo no ten­dría hoy en país alguno la míni­ma posi­bi­li­dad de supe­rar, aun tem­po­ra­ria­men­te, su pro­pia crisis.

La crí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do, por lo tan­to, es tam­bién una ctica de la acción revo­lu­cio­na­ría, una obra de edu­ca­ción en la acción revo­lu­cio­na­ria, una ense­ñan­za prác­ti­ca. Con este fin, los con­se­jos obre­ros son el ins­tru­men­to más idó­neo que poda­mos pen­sar. En los hechos, su fun­ción edu­ca­ti­va es más impor­tan­te que todas las con­quis­tas par­ti­cu­la­res que ellos están en con­di­cio­nes de obte­ner en favor del proletariado. El con­se­jo obre­ro es la muer­te de la social­de­mo­cra­cia. Mien­tras en el par­la­men­to se hace posi­ble ocul­tar el real opor­tu­nis­mo con la retó­ri­ca revo­lu­cio­na­ria, el con­se­jo obre­ro está obli­ga­do a hacer, pues de otro modo deja­ría de exis­tir. Esta acción, cuya guía cons­cien­te debe ser el par­ti­do comu­nis­ta, lle­va a la eli­mi­na­ción del opor­tu­nis­mo y per­mi­te el ejer­cido de la crí­ti­ca, hoy nece­sa­ria. No asom­bra que la social­de­mo­cra­cia ten­ga terror a la auto­crí­ti­ca que es impues­ta en este aspec­to. La evo­lu­ción de los con­se­jos obre­ros en Rusia, des­de la pri­me­ra has­ta la segun­da revo­lu­ción, demues­tra cla­ra­men­te adon­de con­du­ce este proceso.

Des­de el pun­to de vis­ta teórico y tác­ti­co, enton­ces, la posi­ción del con­se­jo obre­ro y la del par­la­men­to resul­ta­rían así defi­ni­das: don­de es posi­ble cons­ti­tuir un con­se­jo obre­ro (aun en el ámbi­to más modes­to) el par­la­men­ta­ris­mo es super­fluo. Has­ta es peli­gro­so por que, por su natu­ra­le­za, hace posi­ble en su inte­rior sólo la crí­ti­ca de la bur­gue­sía y no la auto­crí­ti­ca del pro­le­ta­ria­do. Y el pro­le­ta­ria­do, antes de entrar en la tie­rra ben­di­ta de la libe­ra­ción, debe atra­ve­sar el pur­ga­to­rio de la auto­crí­ti­ca, en la cual resuel­ve, repu­dia y lle­va al fin a com­ple­ta puri­fi­ca­ción, la for­ma que ha veni­do asu­mien­do en la épo­ca capi­ta­lis­ta, y que en su aspec­to más com­ple­to se mani­fies­ta en la socialdemocracia.

* * *

NOTAS:

Sour­ce link 

Artikulua gustoko al duzu? / ¿Te ha gustado este artículo?

Twitter
Facebook
Telegram

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *