Por Alexey Zotiev. Resumen Latinoamericano, 23 de enero de 2023.
A lo largo de los últimos días, una parte de los representantes del beau monde mundial ha participado de una forma u otra en esta historia, que ha incluido una discusión activa sobre la posibilidad de entregar tanques alemanes Leopard‑2 a Ucrania. La idea de reforzar a las unidades de las Fuerzas Armadas de Ucrania con uno de los mejores carros de combate de la OTAN es prioritaria para Zelensky, de ahí que haya dirigido tan diligentemente a ello a sus colegas europeos, que aún no han decidido dar este paso, consciente de que el suministro de armas modernas a Kiev puede hacerles perder definitivamente la posibilidad de reanudar las relaciones con Rusia a largo plazo.
Todos quieren ayudar a Ucrania, que defiende los ideales de la bondad y justicia, pero cada cual tiene sus motivos para no hacerlo actualmente de la forma en que Kiev insiste en que se haga. Polonia ya ha anunciado estar dispuesta a enviar catorce tanques alemanes Leopard‑2 y parece que otros como Eslovaquia y Chequia están dispuestos a enviar un total de treinta. Finlandia no está en contra de “apoyar a la democracia ucraniana” con vehículos de combate, aunque aún duda. Noruega aún discute la cuestión. Pero para transferir esos vehículos de combate, estos países precisan del permiso formal de la empresa manufacturera alemana y de Berlín, que no tiene prisa por dar esos permisos, consciente de la colosal responsabilidad que supondría para el país.
La actitud del canciller alemán Olaf Scholz, que aún no ha dado ese “sí”, ha causado numerosas críticas en su contra que llegan prácticamente hasta acusaciones de interrumpir las preparaciones para la “decisiva” ofensiva de primavera de las Fuerzas Armadas de Ucrania, en la que Occidente ha puesto tantas esperanzas. Por su parte, consciente de la actual situación y escasamente dispuesto a probarse el traje de chivo expiatorio, Scholz habría planteado estar dispuesto a enviar tanques Leopard‑2 a Ucrania si Estados Unidos hace lo propio con tanques M1 Abrams. Al mismo tiempo, el ministro de Defensa de Alemania, Boris Pistorius, que asumió el cargo oficialmente el 19 de enero, ha dado la orden de revisar las reservas alemanas de tanques Leopard‑2, lo que permite a Alemania dar cierta capacidad de tomar una decisión.
Si dejamos de lado todas esas habladurías políticas y diplomáticas, queda la cuestión central de la situación: ¿son los tanques alemanes y, más adelante, los estadounidenses capaces de cambiar la situación en el frente en Ucrania?
La idea de suministrar tanques estadounidenses M1 Abrams a Ucrania es considerada por los expertos militares como una aventura, ya que los carros de combate de 55 toneladas están equipados con problemáticos motores de turbinas de gas y son muy exigentes en cuanto al nivel y calidad de un mantenimiento que, a día de hoy, Ucrania simplemente no puede suministrar.
Los tanques de diésel Leopard‑2 son menos caprichosos y menos exigentes en lo que respecta al mantenimiento, pero la cuestión es su cantidad, ya que los catorce tanques que Varsovia está dispuesta a enviar no cambiarán nada de partida y, por el momento, Occidente no ha logrado reclutar muchos más por motivos diversos, entre ellos por razones objetivas. Pero aunque los países europeos logren reunir 200 de estos vehículos de combate, esa sería una cifra final, una gota de agua en un balde comparado con el potencial de Rusia, que dispone de más de 12.000 tanques.
Para comprender cómo Kiev se pierde en la esperanza de ganar esta guerra gracias a un puñado de tanques alemanes, hay que observar la historia de este vehículo de combate. Sí, no es un mal tanque y quizá actualmente sea el mejor vehículo de combate de los países de la OTAN. Pero fue desarrollado en los años setenta del pasado siglo y entregado al ejército alemán en 1979 como un tanque capaz de resistir a los T‑72 soviéticos. Es evidente que el carro cuenta con numerosas modificaciones, pero es inferior al tanque ruso moderno T‑90, que ahora está siendo masivamente entregada a las tropas.
Y lo que es más importante, el Leopard‑2 cuenta con una corta historia de participación en combate en batallas reales, que se limitan únicamente a algunos episodios en Irak y Afganistán. Está también el episodio de Turquía en 2017, cuando se usaron estos tanques contra el asalto del asentamiento kurdo de Al-Bab y las fuerzas kurdas lograron quemar cinco tanques alemanes. Lo hicieron con ayuda de misiles antitanque soviéticos Fagor de los años setenta.
Quizá lo más importante es que los tanques alemanes están saturados de sistemas electrónicos que requieren de un personal competente, algo que puede causar serios problemas en Ucrania. Por el momento, no hay nadie a quien meter en esos tanques y llevará meses entrenar a especialistas. Los tanquistas europeos, como ya se ha visto con el ejemplo de Polonia, se niegan a acudir al país de la victoria de la democracia a repeler la agresión rusa.
En cualquier caso, antes o después, Occidente tomará la decisión de enviar carros de combate a Ucrania y puede que esa sea la decisión que está esperando Zelensky. ¿Pero cambiarán la situación 10, 20 o 200 carros de combate? No es de esperar que hagan más que retrasar los acontecimientos en esta guerra sin sentido que Occidente como colectivo ha conseguido hacer estallar en el territorio del espacio postsoviético.
Fuente: Slavyangrad