Nota: texto base para la charla-debate con el colectivo Arboreá Andaluza realizado el pasado domingo día 21 de enero.
«Solo por la resistencia desafiante hemos ganado respeto y nos hemos transformado en una potencia. Solo el poder es respetado, y únicamente mientras seamos un poder seremos respetados por el filisteo. Quien haga concesiones no podrá seguir siendo una potencia y será despreciado por él. La mano de hierro puede hacerse sentir en un guante de terciopelo, pero debe hacerse sentir.»F. Engels: «Carta a Bebel de 18 de noviembre de 1884»,Correspondencia, Edit. Cartago, Argentina, 1973, pp. 345 – 346.
- ¿Por qué volver a Lenin y a la cuestión del poder? ¿Por qué comenzamos esta rápida exposición, citando a Engels en un texto de 1884, hace 140 años, cuando estamos en 2024, un siglo después de la muerte de Ilich Ulianov? Tal y como está el mundo en esta tercera Gran Depresión iniciada en 2007, agudizada desde 2015 y llevada al extremo –por ahora- desde 2020, las clases y pueblos oprimidos somos cada vez más conscientes de que necesitamos poder propio, capacidad de autodefensa frente al avasallador poder injusto del imperialismo sea yanqui o franco-español; más aún, cada vez más Estados débiles se alían entre ellos a diversos niveles –multipolaridad, etc.– para avanzar en otras relaciones mundiales enfrentadas o al menos diferentes a las dictadas por el imperialismo.
- Por tanto, la cuestión del poder está en primer lugar a nivel internacional, pero también, dialécticamente, dentro de cada Estado porque sus burguesías endurecen los ataques a «sus» clases explotadas y a las naciones que oprimen para salir lo menos mal posible de algunos de los efectos más duros de la tercera Gran Depresión. Si superamos nuestra credulidad hacia la propaganda capitalista, veremos que la lucha de clases siquiera en sus formas salariales reformistas, sin contenido político radical, tienden a aumentar en los países imperialistas por efecto mismo de la crisis. Otra cosa es que también crezca la derecha y extrema derecha, pero a esto volveremos más adelante. Lo que nos interesa ahora es retomar la lección histórica de que la mejor forma de ascender del sindicalismo reformista a la conciencia política es plantear directamente la cuestión del poder revolucionario en cualquier lucha reivindicativa, por pequeña que aparente ser.
- Para las naciones trabajadoras oprimidas todo esto es decisivo, lo que nos lleva a bucear en las lecciones históricas basadas en la objetividad de la lucha de clases, al margen de la malinterpretación y tergiversación subjetiva. Y una de las lecciones vitales es la que Engels resume en la cita de arriba, siguiendo el criterio de que la dialéctica de la praxis es la base del marxismo en general y de la aportación que hizo Lenin en concreto. Por dialéctica de la praxis entendemos la interacción permanente entre crítica y autocrítica bajo las presiones objetivas de la unidad y lucha de contrarios que es la base del movimiento de lo real. La cuestión del poder está en el centro de esta dialéctica como veremos.
- Visto esto, debemos contextualizar la cita de Engels: fue la respuesta a una pregunta sobre si la ilegalizada socialdemocracia alemana debía renunciar al derecho a la revolución para ser así de nuevo legalizada a costa de renegar de su identidad, de rechazar el inalienable derecho/necesidad de la violencia revolucionaria, justa, para responder a la violencia injusta, reaccionaria. El Estado veía inquieto que la ilegalización no debilitaba a la socialdemocracia y pensó que dividiéndola podría derrotarla: ofreció cambiar legalidad por arrepentimiento, con lo que esperaba que amplios sectores aceptarían el cambio, rechazando para siempre la «violencia» y asumiendo la «democracia» para siempre. Lo que estaba por tanto en juego era el problema del poder en su contenido crudo y duro: ¿se podía destruir el Estado sin violencia, solo desde el pacifismo parlamentarista?
- La respuesta negativa de Engels sintetizaba toda la teoría marxista sobre el poder elaborada hasta entonces, aplicada a las condiciones de la lucha de clases en Alemania. Lenin la adecuó a la Rusia de entonces pero también a otra fase capitalista mundial, la del imperialismo. Veamos los puntos permanentes en la actualidad de esa cita:
- Hay que imponer respeto, miedo, al opresor, sea el que sea, desde el patrón o marido que abusa de las trabajadoras en todos los sentidos, hasta el imperialismo en su conjunto pasando por el resto de la densa y ágil red de interrelaciones de explotación, opresión y dominación. En estas luchas individuales, cotidianas, sociales, proletarias y nacionales de liberación el objetivo elemental es crear primero un contra-poder en cada una de esas luchas que debiliten al opresor, y, a partir de ahí, impulsar el avance a situaciones de doble-poder como antesala a la destrucción del poder explotador y la instauración del poder liberador. Vemos que esta perspectiva supera en alcance y contenido al pobre tópico de los micropoderes, que teniendo parte de verdad es insuficiente desde la dialéctica del poder.
- Pero desde y para esta concepción del poder liberador, el que sea, es imprescindible organizarse de forma adecuada: el patrón, el marido, por ejemplo, han de saber que sus privilegios desaparecerán porque la explotada se ha organizado de tal modo que puede responderle y vencerle, y que va a hacerlo. De la organización a pequeña escala –asambleas de vecinos, estudiantes, consumidores, enfermos, migrantes…– hasta el partido comunista pasando por el bello arcoíris de la autoorganización del pueblo trabajador en organizaciones deportivas, culturales, informativas, sindicales, socioecológicas, etc., base de lo que debe llegar a ser el poder de los consejos, soviets y asambleas obreras y populares.
- Solo así, demostrando voluntad y decisión organizada para aplicar nuestra fuerza, seremos respetados, como primera conquista para impedir ataques más duros del opresor. Pero el respeto del opresor hacia el oprimido, que es la forma suave de llamar al temor y al miedo al oprimido, es solo el momento defensivo que facilita la autoconfianza, la organización, el aprendizaje para luchas posteriores ofensivas sin las cuales nunca destruiremos el poder dominante y nunca instauraremos el de los y las dominadas.
- Por tanto cualquier cesión, dejadez o claudicación será una muestra de indecisión, desconcierto, división y cobardía nuestra que envalentonará al poder opresor, como ocurre en tantas y tantas huelgas obreras y aún a mayor escala en muchos más intentos previos de movilizaciones populares que son desactivados y derrotados antes de iniciar sus acciones. Aquí es fundamental el desarrollo de la conciencia política revolucionaria en todas y cada una de las resistencias por muy individuales o a muy pequeña escala que puedan ser. Por ejemplo, la lucha ecologista de un barrio popular contra una fábrica, o la liberación personal del opio consumista, etc., tienen contenido revolucionario cuando son guiadas hacia la toma del poder por el pueblo, requisito objetivo e imprescindible para frenar y recuperar el metabolismo socionatural. También es fundamental, por tanto, la conciencia de crear organizaciones para vencer en esas y en todas luchas particulares y singulares contra el poder capitalista, o sea, contra la propiedad burguesa.
- Durante más o menos tiempo, y dependiendo de las circunstancias, la mano de hierro del pueblo trabajador, la violencia justa, puede estar expectante y preventiva o intervenir con suavidad según las necesidades; se trata de una ley social confirmada por siglos de lucha de clases y de pueblos, según la cual hay que medir el momento, sitio y forma de pasar de la espera a la acción, de organizar y hacer la pequeña protesta vecinal o estudiantil, la huelga parcial o general, la guerra de guerrillas y/o la insurrección revolucionaria. Pero hay dos formas de solucionar las dudas que esta ley social plantea: la reformista, según la cual nunca hay que cruzar el umbral de la democracia burguesa, de su paz obediente y sumisa para no asustar el poder dominante y al electorado alienado; la revolucionaria, que como hemos dicho antes insiste en que toda reivindicación debe organizarse y realizarse mirando a la acumulación sinérgica de fuerzas para la destrucción del Estado del capital y la creación simultánea del Estado socialista.
- Pero tarde o temprano siempre llega el momento en el que se hace imprescindible que esa mano de hierro obrera golpee al opresor, pase de la defensiva a la ofensiva, y entonces se impone la línea reformista o la revolucionaria. También estamos ante una ley social, tendencial por la lógica de la lucha de clases, de modo que el resultado de la lucha se decide por la dialéctica entre la preparación, la realización y el azar. La incertidumbre consustancial a toda lucha extrema puede ser reducida en beneficio del proletariado en la medida en que este haya creado antes contrapoderes parciales, islas muy débiles de cierta libertad o de menos opresión en el enfurecido océano capitalista; y en la medida en que se haya podido avanzar de esos contrapoderes a una situación de doble poder que, por su misma naturaleza, dura muy poco tiempo ya que la burguesía lo aplasta cuanto antes siempre que puede, sobre todo busca abortarlo antes de que nazca.
- Como se ve, la cita de Engels de 1884 es totalmente válida en su esencia en 2024. Pero en sus formas externas debe ser enriquecida, tal como hizo Lenin desde sus primeros textos en los que destroza al «marxismo legal», a la sociología burguesa, pero también disecciona lo bueno y lo malo del populismo, haciendo la primera denuncia de la opresión nacional. En 1902 publicó el ¿Qué hacer?, brillante ejemplo de integración en un todo de lo organizativo, propagandístico, político, estratégico, etc., internamente unidos por un hilo rojo que el reformismo odia a muerte: la dialéctica, método insustituible para el desarrollo del comunismo. Aquí solamente vamos a desarrollarla en su interioridad con el poder, ya que no podemos analizar otras expresiones como la inherente a la teoría del derrumbe que se debatió en aquellos años, por no hablar de la crítica del mecanicismo de la sociología burguesa, etc. Entre 1902 y la revolución de 1905, la cuestión del poder en Lenin empieza a mostrar signos de su grandeza posterior, mejorando en cada texto algo decisivo ya apuntado frecuentemente por Engels y por Marx: la inseparabilidad entre forma organizativa y estrategia para la toma del poder en aquellas condiciones.
- Como sucede siempre, la irrupción de las clases y naciones oprimidas en la historia confirma y mejora ciertas teorías a la vez que contradice y hunde otras. Para nuestro tema, 1905 confirmó prácticas decisivas para enriquecer la teoría marxista del poder, prácticas que ya venían desarrollándose desde hacía tiempo pero que dieron un salto en Rusia por las especiales condiciones de este decrépito imperio; de entre ellas destacan la creatividad obrera y campesina mostrada en los soviets, la efectividad de la teoría leninista del partido tal y como estaba elaborada hasta entonces, la interacción de las diversas violencias justas, el debate sobre las etapas de la revolución, la administración popular de los espacios liberados, el papel de las naciones oprimidas, etc.
- Viéndolo en su conjunto, la revolución de 1905 aportó tres grandes lecciones para la mejora realizada hasta ese momento por Lenin de la teoría marxista del poder: una, este ha de ser democrático en un sentido cualitativo totalmente superior al burgués, poder real del pueblo, consejista, soviético, asambleario, pero muy consciente de que esos logros no sirven de nada si no destruyen el Estado burgués y crean el socialista; dos, ello se logró, aún con sus limitaciones, gracias a la flexibilidad, adaptabilidad y preparación de la teoría leninista del partido en aquellos momentos, de modo que a pesar de los retrasos, no se tardó mucho tiempo en conquistar la confianza política de las clases y naciones oprimidas organizadas en soviets que en un principio estaban dominadas por el reformismo.
- Aun así la revolución fue derrotada, lo que propició la tercera lección autocrítica en su sentido más profundo y radical posible: la concepción del materialismo histórico y dialéctico, la formación filosófica del partido para conocer la unidad y lucha de contrarios que determina el antagonismo entre el poder burgués y el poder proletario. Como en cada derrota grave, la moral de la militancia menos formada cayó en picado y por esa brecha entró a raudales la forma más actual entonces del idealismo supuestamente «científico» con un contenido reformista mortal. La minoría más formada del partido, con Lenin a la cabeza, se lanzó a una guerra intelectual de vida o muerte divulgando y debatiendo un librito también odiado por los reformistas: Materialismo y empiriocriticismo, de 1908.
- Nos resulta imposible resumir lo sustancial de esta obrita gigante en contenido, por lo que solo vamos a nombrar una de sus cualidades: es imposible saber qué es la política capitalista y en especial el poder intelectual reaccionario que le vertebra sin la lucha permanente entre materialismo e idealismo. Al ignorar la esencia reaccionaria, idealista, del poder intelectual burgués, tal cual dominaba a principios del siglo XX, ignoramos una de las fuerzas irracionales que sustentan su dominación y, por tanto, que sustenta al Estado como forma político-militar del capital. Un ejemplo: el pragmatismo es una de las grandes subideologías del reformismo desde finales del siglo XIX, pues bien la crítica demoledora del librito al pragmatismo es hoy más necesaria que en 1908 porque ahora, 116 años más tarde y a pesar de las incontrovertibles lecciones históricas, el pragmatismo sigue siendo una de las excusas ideológicas del reformismo, si no léanse las declaraciones al respecto de EH Bildu.
- El desarrollo posterior de la lucha de clases y de la ciencia han dado la razón a esta obrita porque en ella se plantea crudamente el problema ontológico de la realidad, es decir qué es lo que existe, por qué existe y cómo incidir en su desarrollo. La dialéctica marxista es una ontología del capitalismo que razona por qué hay que destruir el Estado burgués creando el poder obrero. El idealismo, sobre todo sus formas más burdas, huye de este problema. Precisamente el debate sobre Materialismo y empiriocriticismo fue uno de los que aceleraron la escisión definitiva entre bolcheviques, mencheviques, centristas, etc., porque habían chocado dos ontologías contrarias sobre el capitalismo: la revolucionaria bolchevique y el reformista menchevique. La teoría leninista sobre la dialéctica del poder había dado así un paso de gigante gracias al estudio crítico de los efectos filosóficos de la derrota de 1905.
- No fue casual que la escisión definitiva se produjera en 1912 cuando despuntaba una nueva oleada de luchas en Europa. La victoria reaccionaria de 1905 había dado por muerto al marxismo, pero la vuelta al escenario público de la lucha de clases, que nunca había desaparecido del todo, activó las alarmas del poder que redobló sus ataques a la teoría revolucionaria. Por esto, en 1913 Lenin publicó Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, en el que constataba que el capital odia al marxismo y en el que insistía de nuevo en la necesidad del estudio de la dialéctica para entender por qué siempre resurge la lucha de clases a pesar de las apabullantes derrotas sufridas.
- Además, en 1912 – 1913 la cuestión de la dialéctica del poder estaba agudizada al rojo vivo en su forma parlamentaria por la fuerza electoral de la socialdemocracia alemana y por la agudización de las reivindicaciones de las naciones oprimidas; como por la reactivación del debate sobre el «derrumbe» del capitalismo que se había iniciado a finales del siglo XIX, debate en el que la dialéctica del «factor subjetivo» es vital. Desde agosto de 1914 la dialéctica del poder en su forma absoluta –guerra imperialista contra guerra revolucionaria – , daría un salto cualitativo solo explicable según la ley de la negación de la negación.
- Por eso, en 1913 Lenin intensificó el estudio de la opresión nacional, cargada de subjetividad/objetividad, al comprender que sería una de las fuerzas decisivas para la revolución mundial, conclusión que se reforzaría con su estudio posterior del imperialismo. Volvemos así al siempre presente problema del poder elevado al máximo de importancia con el desarrollo del capital financiero en su fase imperialista. Las luchas de liberación anticolonial se transformaron en antiimperialistas, lo que unido a la lucha de clases al alza en el interior de Europa llevó a la Primera Guerra Mundial. Otra vez más, la agudización extrema de las contradicciones se expresó en forma de guerra atroz en medio de la sorpresa generalizada de la izquierda que se dividió y del reformismo que apoyó incondicionalmente al capital.
- Con la Primera Guerra Mundial la cuestión del poder dio otro salto en importancia y solamente muy pequeños grupos de izquierda se mantuvieron firmes, destacando los bolcheviques porque su formación teórico-filosófica les llevó a plantear la única solución válida: transformar la guerra imperialista en guerra civil, es decir, aplicar la dialéctica del salto en calidad de una guerra a su antagónica, de la imperialista a la revolucionaria. Para comprender el enorme potencial emancipador de esta consigna había que dominar la filosofía marxista y su dialéctica, que explican por qué existen dos poderes antagónicos unidos por una lucha permanente entre ellos. Los bolcheviques fueron los que mejor lo entendieron y esa fue una de las razones de la victoria de la revolución de Octubre.
- Esta consigna fue expresada en 1915 en el texto El socialismo y la guerra, elaborado en el período de intenso estudio de la realidad nueva puesta al descubierto por la Primera Guerra Mundial. Desde mediados de 1916 la lucha de clases avanza con extremas dificultades en medio de la guerra imperialista. Además de las huelgas obreras y otras formas de protesta popular, las «huelgas militares» aparecieron con quejas, desobediencias y hasta motines, pero sin llegar aún a insurrecciones: eran inexpertos contrapoderes fugaces y débiles a los que les faltaba experiencia para llegar a ser consejos y soviets. La visión mecanicista y lineal del electoralismo socialdemócrata, pragmático, neokantiano y antidialéctico, era una de las principales responsables de este retraso, responsabilidad reforzada por su apoyo total a la guerra imperialista con lo que legitimaba y reforzaba la represión de esas luchas.
- Así, como se vería en pocos meses cuando las clases y pueblos explotados por el zarismo se pongan en pie desde finales de 1916, la dialéctica del desarrollo desigual y combinado inherente al proceso revolucionario estaba menos avanzada en Occidente porque, además, también pesaba mucho la inexistencia de partidos como el bolchevique, con efectos catastróficos por las derrotas sangrientas que ello originó. En este contexto, en 1914 – 1918 Lenin estudió rigurosamente al menos siete grandes temas: El derecho de las naciones a la autodeterminación, El socialismo y la guerra, El imperialismo fase superior del capitalismo, El Estado y la revolución, Cuadernos filosóficos, Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado y La revolución proletaria y el renegado Kautsky, sin citar infinidad de notas, artículos y borradores.
- La dialéctica del poder cimenta la totalidad de esta excelsa obra cuyo punto de bóveda y piedra basal son los decretos dictados en los primeros días de la revolución de Octubre. En ellos se materializan siglos y siglos de aspiraciones de la humanidad explotada desde que se impuso por el terror y la violencia injusta la propiedad privada, por tanto desde que la dialéctica del poder irrumpió en la historia social. El valor de las utopías rojas aparece aquí con su fuerza contradictoria, y a la vez la esencia reaccionaria en última instancia del reformismo que, en los momentos críticos, defiende la propiedad privada activando los mitos idealistas y obedientes de las utopías conservadoras. El reformismo presiona siempre para que las clases explotadas no den el salto del socialismo utópico al comunismo utópico y de aquí al comunismo marxista. La feroz y valiosísima crítica de Lenin a Kautsky en 1918 lo confirma de forma absoluta.
- Precisamente en estos momentos, la praxis bolchevique del poder se enfrentó a una de sus pruebas más difíciles con el surgimiento de la burocracia dentro del partido, del Estado y de restantes sistemas de poder, siendo Lenin uno de los primeros que la criticó abiertamente al afirmar que existía «un Estado obrero burocráticamente degenerado» y al preguntar sobre quienes mandaban realmente, los obreros y campesinos comunistas o los burócratas advenedizos. Debemos partir de las destrucciones causadas por la guerra desde 1914 en un imperio débil, agravada por la salvaje agresión entre 1918 – 1923, por el hundimiento de la industria y la muerte de decenas de miles de comunistas en los campos de batalla, por el empeoramiento dramático de las condiciones de vida especialmente en el invierno de 1920 – 1921, con sublevaciones reaccionarias de campesinos en medio de la invasión imperialista, la aparición del bandolerismo en favor del zar, etc., culminando en la insurrección de Kronstadt de marzo de 1921, magnificada y tergiversada por todas las fuerzas antibolcheviques.
- El bolchevismo sabía que la muy atrasada URSS apenas podría sobrevivir solo por sí misma, sin la ayuda del proletariado internacional. Para evitar ese riesgo casi mortal, brindaron desde el primer día la ayuda internacionalista posible, destacando el año 1919 en el enriquecimiento de la teoría del poder con la creación de la Internacional Comunista y con las relaciones sostenidas con los consejos y soviets que florecieron en muchos Estados europeos corriendo la misma suerte atroz que la sufrida por la Comuna de París de 1871. De entre la impresionante obra teórica sobre la práctica del poder socialista, debemos estudiar con absoluta dedicación el Saludo a la República de los Consejos de Baviera de abril de 1919, obrita que enriquece a El Estado y la revolución de verano de 1917 gracias a lo aprendido en esos casi dos años.
- La URSS sobrevivió en estas condiciones extremas por dos razones fundamentales: por el giro a la Nueva Política Económica en ese 1921 para salir de la pobreza y del hambre, sabiendo los riesgos altos de recuperación de la burguesía que ello conllevaba al readmitir formas económicas capitalistas; y el gran apoyo de masas que el bolchevismo tenía a pesar de la terrible situación, sobre todo en la alianza obrero-campesina que era estratégica para la revolución. Ambas razones tenían mucho que ver con el concepto leninista de hegemonía socialista, muy superior en todo al gramsciano y desde luego al eurocomunista y a otros reformismos en boga. La hegemonía leninista se basaba en la ágil interacción entre la democracia soviética en sus muchas expresiones de base y el actuar del Estado y del Ejército Rojo, de los sindicatos, y en especial el reforzamiento de los soviets campesinos en la dirección del poder soviético. etc., a pesar del cáncer burocrático y del agotamiento que hemos descrito arriba.
- Lenin era muy consciente de los peligros internos que facilitaban la vuelta del capitalismo. Decía que «la revolución enseña» insistiendo en el papel crucial que tenía para el bolchevismo la formación teórico-filosófica marxista, en concreto la esencia materialista y dialéctica del conocimiento porque solo ella más la democracia soviética podían garantizar el avance al socialismo, como lo argumentó en El significado del materialismo militante de 1922. De este modo y en condiciones más extremas actualizaba parte del debate iniciado en 1908 sobre materialismo versus idealismo: si entonces se buscaba formar a la militancia para destruir el poder capitalista, ahora se formaba a la militancia para fortalecer y perfeccionar el poder socialista.
- Esta obra de 1922 se inscribe con mérito propio en la dialéctica del poder en su esencia liberadora, porque muestra la necesidad absoluta en al menos tres cuestiones: una, estudiar la dialéctica, incluida la hegeliana, dentro del sistema educativo soviético; dos, la emancipación total de la mujer trabajadora muy especialmente la campesina, como demuestra Lenin al referirse al cosmos de derecho/necesidad/libertad de la mujer abierto por la revolución, algo nunca logrado ni querido hasta entonces por ninguna burguesía «democrática», y tres, avanzar en la «revolución cultural» inserta como puntal profundo en la revolución socialista. Hay que admitir la actualidad de estas cuestiones para entender la complejidad de las luchas con el poder capitalista en la actualidad.
- Lenin murió el 21 de enero de 1924. A pesar de su primer ataque cerebral en mayo de 1922 solo dos meses después de su conferencia Sobre el significado del materialismo militante, su creatividad intelectual se mantuvo intacta bastante tiempo, como mínimo hasta octubre de 1923, cuando empezó a declinar hasta la rápida decaída en ese diciembre. Fueron estas las condiciones en las que libró lo que se ha denominado el «último combate» de su vida, y lo que añade más grandeza a su vida, dedicada a mejorar la dialéctica del poder liberador que debía integrar la lucha para resolver la totalidad de las necesidades, acabando con las opresiones, explotaciones e injusticias.
- Nos hemos referido arriba a la ontología de Lenin, y ahora vemos las ventajas de esta visión materialista de la realidad con sus contradicciones objetivas: nada quedaba fuera del proyecto socialista. El materialismo dialéctico, la cultura científico-crítica, era asumida como vital para reforzar el resto de medidas destinadas a salvar la revolución, básicamente reforzar la presencia de comunistas en los aparatos de poder, acabar con la burocracia, fortalecer la planificación socioeconómica de la industria pesada y de sus relaciones con el campesinado, reforzar el papel de las cooperativas, asegurar los derechos de las naciones no rusas, desarrollar la pedagogía socialista, acabar con el derecho burgués y crear el derecho socialista…
- Parafraseando a Lenin: el poder lo es todo, el resto es ilusión. Parece una frase dura e inaceptable desde el humanismo burgués y desde sus derechos abstractos, pero es de una crudeza tan objetiva para las clases explotadas que llega a hacerse insoportable: basta ver el retroceso en varios años en la media de vida en Rusia, sobre todo para la mujer trabajadora, tras la implosión de la URSS, la vuelta del capitalismo y la pérdida del poder anterior que lo garantizaba. Es una verdad objetiva, en el sentido materialista del término, que las políticas de «austeridad» dañan la salud obrera en todos los sentidos. Para sostener ese ataque a lo elemental –la salud– la burguesía recurre a los poderes de su Estado y al apoyo reformista que tiene el objetivo central de mantener la ilusión de las y los oprimidos de que podrán resolver sus problemas aun sin poder propio alguno, únicamente por los métodos permitidos por la burguesía.
- Vemos cómo la dialéctica del poder de Lenin integra la totalidad de problemas que conciernen a la lucha de clases. No puede ser de otro modo. El método dialéctico actúa siempre en el interior de la lucha de contrarios de la totalidad concreta de la que se trate, en este caso el antagonismo entre el poder burgués y el poder proletario. La ilusión en la bondad de la dictadura del capital es una parte del todo reaccionario al que combate la dialéctica. Existen dos grandes formas de ilusión: la crédula e idealista que carece de cualquier base de objetividad, de probabilidad y posibilidad, como creer ilusamente en la bondad del capital y en el pacifismo; y la ilusión crítica y materialista basada en el estudio objetivo de la lucha de contrarios, y de las necesidades, posibilidades y probabilidades de victoria que surgen del estudio. Es la ilusión crítica y autocrítica que Lenin expone en el ¿Qué hacer? cuando dice que «¡¡Hay que soñar!!».
- Si Lenin dice en 1902 que hay que soñar, en los Cuadernos filosóficos sostiene que la praxis humana crea la realidad hundiendo así la tramposa crítica a la teoría del conocimiento como supuesto reflejo automático y fiel de lo objetivo, y por último, como hemos dicho, insiste que la revolución enseña. Las primeras acepciones de la palabra dialéctica en lengua griega antigua hacen referencia al proceso de optar por la libertad en un momento crítico, de decidir pasar a la lucha para evitar la esclavización o la muerte, que coincide perfectamente con la idea marxista y de Lenin, en cuya extensa obra abunda el llamado a la coherencia autocrítica e ilusionada entre pensamiento y práctica. La acción, la lucha en el caso de la Grecia Antigua y de toda la historia de la opresión, crea la nueva realidad al conquistar nuevos espacios de libertad.
- Todas las formas de dogmatismo, indiferencia e ilusa credulidad reformista niegan la dialéctica del poder y en especial la necesidad objetiva que de ella se desprende de llegar a su momento decisivo: la violencia justa contra, por ejemplo, los crímenes de la explotación, del militarismo imperialista y del fascismo. La historia muestra que estas formas, y su contenido de pasividad, nunca han detenido el avance del fascismo y nunca lo han derrotado. La dialéctica del poder muestra, además, que hay que preparar con antelación, con victorias parciales previas, el momento crítico del enfrentamiento decisivo: las victorias previas, aun siendo pequeñas, refuerzan la autoconfianza porque aportan lecciones y exigen autocrítica de los errores, lo que incrementa la ilusión esperanzada en la victoria: hablamos de la teoría marxista del conocimiento.
- Llegados a este punto, debemos volver al inicio para actualizar las mejoras en la dialéctica del poder que fueron realizando los bolcheviques al marxismo tal cual existía a finales del siglo XIX, sintetizadas en la cita de Engels de 1884 que hemos ofrecido al inicio, que sigue siendo esencial y permanente porque sigue existiendo explotación social. La dialéctica muestra por qué permanece lo esencial de un problema aunque sus formas externas cambien: porque el aumento cuantitativo de los cambios no ha producido aún un salto en cualidad en el problema, no ha transformado su esencia anterior por una nueva. Hoy las leyes y contradicciones del modo de producción capitalistas son las mismas que en 1884 pero más agravadas e interrelacionadas que entonces porque, dicho básicamente, la víbora capitalista ha mudado al menos cinco veces de piel, lo que ha hecho que su veneno sea más letal y asesino que entonces:
- Una, el paso de la fase colonial a la fase imperialista entre los siglos XIX y XX, con el desarrollo de poderes burgueses nuevos, entre ellos la militarización como se vio desde la Primera Guerra Mundial y la nuclearización desde 1945. Dos, la creciente autonomía de la financierización sobre el proceso de producción de valor, proceso ya anunciado en Engels en 1894 que ha seguido avanzando imparablemente. Tres, las nuevas estrategias anticomunistas y pro-imperialistas desde 1917, estudiadas al detalle por el bolchevismo y por la Internacional Comunista. Cuatro, la hecatombe socioecológica que se avecina, el empeoramiento de la salud y las hambrunas, algo que ya preocupaba al marxismo desde siempre y que se ha confirmado. Y cinco, junto a la militarización, autoritarismo y fascismo al alza, también se han desarrollado otras formas de dominación basadas en el consumismo, la guerra cultural, las falsas libertades, la alienación y el fetichismo, etc. y que hoy son mucho más variadas que entonces.
- Las categorías de contenido y continente, esencia y fenómeno, etc., en lo relacionado con el antagonismo entre el poder burgués y el proletario, nos explican que lo decisivo es acabar con el contenido, con la esencia, con la propiedad privada en cualquiera de sus continentes, de sus formas. Sabemos que hay una interacción permanente entre causa y efecto, de modo que la forma también incide en el contenido, lo que nos obliga a extremar el estudio concreto de cada forma del poder para descubrir su debilidad específica y destruirlo, pero siempre teniendo en cuenta la totalidad capitalista. Las modas reformistas sostienen que no existe una totalidad estructurante –el capital– que une de modo objetivo –el mantenimiento de la propiedad privada– a esas luchas aunque no sean conscientes de ello; también niegan la dialéctica de la concatenación universal, operativa en este caso en el aparente aislamiento absoluto de las luchas y sus objetivos, lo que refuerza al capital; además niegan que pueda haber un salto revolucionario de la opresión a la libertad, en todo caso una mejora cuantitativa que suavice la explotación.
- La antidialéctica del reformismo se plasmó en el auge del neokantismo, en la demagogia postmoderna y en otras divagaciones destrozadas por la objetividad de las contradicciones del capital, inocultables desde al menos la crisis financiera de 2001, anuncio de la de 2007 – 2008 que a su vez generó la brutalidad imperialista desde 2011 hasta ahora. Los micropoderes foucaultianos; la multidiversidad de los movimientos; el «imperio» y la «multitud» negrista; el no posicionarse frente a las atrocidades del capital –ni-nismo– con la excusa del pacifismo absoluto de los derechos humanos burgueses; la «alternativa verde eco-pacifista»; el renunciar al concepto-fuerte de socialismo para difuminarse en el etéreo «post-capitalismo»; el concepto reaccionario de «policrisis» antagónico con la dialéctica marxista basada en la contradicción inconciliable entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de propiedad capitalista; la reactivación del pragmatismo –fijémonos en EH Bildu – , y del posibilismo, etcétera, nos conducen en directo al rechazo frontal y explícito de la ley de la negación de la negación.
- La ofensiva reformista y reaccionaria contra la dialéctica en su conjunto y en especial contra la del poder, nos plantea la vigencia de lo que los bolcheviques llamaron «revolución cultural» que integraba la emancipación sexo-afectiva, familiar, de una política del deseo/necesidad, etc., desarrollando en sus condiciones las ideas al respecto que ya aparecían en el marxismo anterior. Pero los bolcheviques eran conscientes que para ello necesitaban el poder obrero basado en la democracia soviética y protegido por el pueblo en armas, como salto cualitativo sin el cual era imposible desarrollar todo el potencial de pedagogía socialista inserto en el materialismo dialéctico e histórico. Ahora bien, ello no impide sino que exige que la formación teórico-filosófica de la militancia y de cada vez más franjas oprimidas, se inicie cuanto antes, nada más comenzar sus pinitos en la vida sociopolítica.
- Por esto es fundamental que la izquierda también luche por una pedagogía socialista enfrentándose a su sistema alienador llamado «educación». Para vencer a medio plazo el cosmos de irracionalidad religiosa, patriarcal, racista, fascista… la izquierda debe reiniciar la lucha pedagógica en el sentido de los objetivos bolcheviques arriba vistos y de las ricas experiencias anteriores reprimidas, olvidadas o desprestigiadas por el reformismo. Tal lucha global, estructurada alrededor de la conquista de la propiedad socialista de los medios de producción como objetivo universal, debe concretarse en lo particular y singular de cada reivindicación.
- La dialéctica del poder nos lleva así a la necesidad de: uno, aplicar contra el capitalismo actual la estrategia actualizada del contrapoder o de la hegemonía obrera y campesina, que viene a ser lo mismo en este texto, elaborada en fases desde mediados del siglo XIX, sabiendo que siempre será muy limitada e incompleta, débil y cercada, y aniquilable por la represión burguesa; dos: cualquier reivindicación ha de autoorganizarse como contrapoder efectivo para atemorizar y vencer o neutralizar al opresor de turno; tres, esa lucha debe inscribirse en la lucha universal por el socialismo; cuatro, por tanto, ha de prepararse para lo peor y/o para lo mejor: la represión y la revolución; y cinco, educar siempre y en todo momento en que es imprescindible destruir el poder del capital e instaurar el poder del proletariado.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 16 de enero de 2024
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