La crisis estructural del capitalismo iniciada en el 2007, condujo a una fase de agudización de las contradicciones antagónicas entre capital y trabajo a escala mundial. El neoliberalismo, modelo de acumulación y reproducción ampliada del capital, gestado como solución sistémica al colapso del modelo keynesiano/fordista de los años 70, agotó sus posibilidades y alcanzó sus límites de desarrollo, reencontrándose con la misma contradicción a la que se enfrentó desde sus inicios, entre producción y consumo, concretadas en las dos caras de una misma moneda, tendencia a la sobreacumulación y tendencia al subconsumo de las masas.
El neoliberalismo, se edificó desde la perspectiva de superar la sobreacumulación y el subconsumo, desarrollando una esfera hipertrofiada de capital ficticio, con el objetivo de dotar al capital de nuevos mecanismos de valorización, expandiendo sectores financieros de expansión ficticia, así como una economía de crédito, mediante la cual se trató de compensar la tendencia al subconsumo, producto de los ajustes salariales y laborales en los estados capitalistas centrales.
En los años 80 y 90, la lucha de clases se desarrolla en los estados capitales centrales bajo el signo de la derrota estratégica de la clase trabajadora y los sectores populares y las correlaciones de fuerzas se alteran de manera sustancial a favor de las fuerzas del capital. La derrota de la clase trabajadora, causa y consecuencia de la derrota de la izquierda revolucionaria, se consolidó con el colapso de la URSS y los estados socialistas.
El neoliberalismo, además de modelo de acumulación de capital, ligado a la fase de globalización del imperialismo, implicó un nuevo modelo político e ideológico de reproducción social, que articuló sólidos bloques de poder, basados en un creciente consenso legitimador del modelo, ante la destrucción política e ideológica de cualquier alternativa socialista.
El marxismo-leninismo, como teoría, praxis y forma organizacional de vanguardia para la construcción del socialismo y la dictadura del proletariado, sufrió un grave retroceso histórico. El dogmatismo y el reformismo, condujo a la liquidación del movimiento revolucionario socialista europeo, salvo en contados lugares como Euskal Herria, donde se preservaron sus bases fundamentales.
El neoliberalismo condujo a la derrota del movimiento obrero europeo y a su desarme político e ideológico, lo que explica la correlación de fuerzas favorable al capital que le ha posibilitado desarrollar una brutal ofensiva contra la clase trabajadora y los sectores populares, sin una resistencia significativa.
El programa neoliberal para salir de la crisis, no es nuevo, es demasiado conocido: incrementar la explotación para producir más plusvalor, utilizar el creciente número de desempleados, para hacer caer los salarios, en definitiva, un programa de pobreza programada de las masas. Esa es su receta y, de hecho, las clases capitalistas a lo lo largo de la historia del capitalismo y sus crisis cíclicas, las han utilizado con éxito. No consideramos que nos encontremos ante LA crisis de la que no pueda recuperarse el modo de producción capitalista, no esperemos un derrumbe del capitalismo, a modo de colapso estructural del que no pueda recuperarse.
De hecho, la ausencia de organizaciones revolucionarias socialistas y comunistas de entidad, ha hecho posible que la agudización de la lucha de clases, la deslegitimación del sistema y el malestar social existente, puedan ser canalizados a través de movimientos reformistas intra-sistémicos, sin un planteamiento de superar el capitalismo y que, paradógicamente, sus programas económicos pueden suponer incluso una agudización de la crisis capitalista de la que pretenden salir.
Las diferentes variantes del reformismo, desde las ligadas a la socialdemocracia más tradicional, hasta sus variantes izquierdosas postmodernas y del “socialismo del Siglo XXI”, comparten el profundo desconocimiento del funcionamiento del capitalismo, cuando consideran:
- que es posible salir de la crisis en términos progresistas. Dependiendo de si se trata de reformismo de derechas o de izquierdas, la conciliación entre el capital y el trabajo, ‑objetivo común- será presentado con fraseología más o menos radical, pero la crisis es analizada como “producto de los excesos”, de la avaricia de especuladores, de no haber apostado por los sectores productivos, frente a los financieros… por lo que se trata de reconstruir un capitalismo progresista, de rostro humano.
- Que la salida de la crisis, sólo puede ser factible desde recetas que apuesten por la reactivación de la demanda, retomando planteamientos keynesianos. El esquema que tratan de aplicar, parte de que si se incrementa la demanda interna, mediante el efecto multiplicador de las inversiones en el sector público, unido a incrementos salariales, incluso introduciendo “rentas universales” y reforzando los salarios indirectos mediante el mantenimiento e incluso la expansión del Estado de Bienestar.
La conclusión de estos movimientos reformistas, es que la crisis que estamos viviendo, puede dar lugar a una situación en la que los “ciudadanos”, “los de abajo” puedan mejorar sus condiciones de vida, ya que la clase dominante, por propia necesidad de reconstruir las bases de la acumulación capitalista, se verán forzados a aplicar las únicas recetas válidas para salir de la crisis, y así emular el exitoso keynesianismo/fordismo post-crack del 29.
Sin embargo, este reformismo keynesiano, no es hoy viable. La apuesta por políticas de reforzamiento de la demanda interna, implica un razonamiento mediante el cual la inversión y la producción, responde a la existencia de una demanda, y no al criterio de la valorización del capital. El modo de producción capitalista, responde al criterio unívoco de la valorización del capital, no al de la existencia de una demanda. La demanda, sostenida artificialmente, mediante inyecciones de liquidez, podría alentar en un corto plazo, la oferta, pero a medio plazo, este tipo de políticas, que implican ajustes en la política fiscal progresivos, endeudamiento de las administraciones, una valorización de la mercancía fuerza de trabajo en definitiva, impedirían reconstruir un espacio de valorización del capital, lo que en una situación de capitalismo global, generaría graves problemas de financiación, deslocalizaciones de capital hacia destinos más favorables a su valorización, y agudizaría aún más la crisis económica.
Sumemos este panorama, al de la ausencia de control sobre la política monetaria, en los estados europeos sometidos al euro, y tenemos las condiciones para que el júbilo reformista, retorne a una relegitimación de los programas de ajuste neoliberal por parte de la clase trabajadora y los sectores populares.
El programa neoliberal, aplica las únicas recetas válidas para una salida de la crisis en parámetros capitalistas, que son los que la clase trabajadora ha conocido desde los albores del capitalismo.
1- Desvalorización de la mercancía fuerza de trabajo al ser aumentado el ejército de reserva de desempleados, que presionan a la baja los salarios y, por tanto, los precios de producción.
2- Desvalorización de activos, de capital y medios de producción, hasta un punto crítico en el que resulte rentable la reconstrucción del proceso de producción de plusvalor, al haber sido contrarrestada la caída de las tasas de ganancia.
3.-Acumulación de capital para afrontar el nuevo ciclo de reproducción ampliada, mediante desposesión, concentración y centralización de capitales.
4.-Apertura de nuevos espacios de valorización del capital, tales como en nuestra crisis particular, la sanidad, las pensiones, la educación o los transportes colectivos.
De esta manera, el ciclo se reinicia, porque la reconstrucción de un nuevo modelo de acumulación, no ha sido abortado por la lucha de clases, un programa revolucionario, y una alternativa construida desde el marxismo-leninismo. Las alternativas para la clase trabajadora, nunca han sido tan evidentes: socialismo o barbarie.