Esce­na­rios mun­dia­les de Mer­ce­des Sosa- Raúl Argemí


Una serie de afi­ches, des­de el pri­me­ro, en su natal Tucu­mán, rese­ñan el reco­no­ci­mien­to y la admi­ra­ción de públi­cos de todas las len­guas y geografías.

Pasa­jes para un via­je compartido

Como en la recons­truc­ción de un iti­ne­ra­rio de via­je, la mues­tra “Mer­ce­des Sosa, baquea­na del mun­do”, com­par­te con los admi­ra­do­res los hitos del cami­nar de una de las voces pri­vi­le­gia­das que dio la Argen­ti­na y, tam­bién, uno de los íco­nos de la Patria Gran­de. En el his­tó­ri­co Palais de Gla­ce de la Ciu­dad de Bue­nos Aires, una expo­si­ción de afi­ches, de car­te­les de pro­pa­gan­da, seña­la la reper­cu­sión de la can­tan­te tucu­ma­na ante públi­cos muy distintos.
Los afi­ches, la grá­fi­ca que invi­ta a un reci­tal, nacen con un des­tino de fra­gi­li­dad deter­mi­na­do por su ori­gen. De la impren­ta al muro, a la apu­ra­da lec­tu­ra del vian­dan­te, y hacer una anti­güe­dad, un res­to de un pasa­do que comen­zó al cerrar la últi­ma actua­ción, si antes no sufrió las con­se­cuen­cias de la com­pe­ten­cia por los muros, que suma afi­che sobre afi­che, muchas veces has­ta acar­to­nar los rincones.
La his­to­ria de la grá­fi­ca para el muro aún dis­cu­te si es o no un arte, efí­me­ro, pero arte al fin, o una mera cir­cuns­tan­cia. Que un genio como Tou­lous­se Lau­trec hicie­ra los bellí­si­mos car­te­les para el Mou­lin Rou­ge, sitio don­de el pin­tor de las pier­nas atro­fia­das dis­fru­ta­ba la visión de las pier­nas de las bai­la­ri­nas, no ter­mi­na de cerrar la dis­cu­sión, que tal vez mere­ce la pena dejar en manos de los espe­cia­lis­tas. Para la gen­te de a pie, un afi­che, a veces un pro­gra­ma, a veces el tiquet de la entra­da, es, son, más que un papel sin valor, el tes­ti­mo­nio de un encuen­tro en el tiem­po y la geografía.

Para com­par­tir esta invi­ta­ción a via­jar con una baquea­na del mun­do lla­ma­da Mer­ce­des Sosa, Mira­das al Sur ha recor­ta­do una mues­tra de lo que podría­mos lla­mar pai­sa­jes con can­to­ra, anar­qui­zan­do la cro­no­lo­gía, y dejan­do para los lec­to­res com­ple­tar el cua­dro con los datos de sus pro­pias vidas. Por ejem­plo, cuan­do estu­vo en Tel Aviv, Israel (1985), o en la Uni­ver­si­dad de San Juan de Puer­to Rico (1976) o –pare­ce lejos y hace tiem­po– su reci­tal en Aki­ta, Japón, en 1970.

Para muchos no argen­ti­nos, en cual­quier con­ti­nen­te al que se aso­ma­ra, Mer­ce­des Sosa fue la con­ti­nua­do­ra iden­ti­ta­ria de Atahual­pa Yupan­ki. Y como tal se la escu­cha­ba en, por ejem­plo, Hel­sinky, Fin­lan­dia (1984), en Colo­nia, Ale­ma­nia (1984), o entre los exi­lia­dos lati­nos de Chica­go, EE.UU. en 1976. Para el final de esta bre­ve nota que­da el afi­che más humil­de de esta edi­ción, un car­tel en el que lo que más des­ta­ca es el aus­pi­cian­te, la cade­na de ropa Modart. Un afi­che que invi­ta al con­cur­so para encon­trar la mejor pare­ja tucu­ma­na de bai­le fol­cló­ri­co, orga­ni­za­do por Radio Splen­did, de Tucumán.

Allí, en el que se con­si­de­ra su “pri­mer afi­che”, se anun­cia a Gladys Oso­rio, “juve­nil expre­sión del can­tar nati­vo”. Gladys Oso­rio no era otra que Mer­ce­des Sosa, refu­gia­da en un seu­dó­ni­mo de pri­me­ros tiempos.
La mues­tra esta­rá abier­ta, con entra­da libre y gra­tui­ta, has­ta el 8 de diciem­bre, de mar­tes y a jue­ves de 12 a 20 y de 10 a 20, en vier­nes, sába­do, domin­go o feriado.

Pos­ta­les inte­rio­res de una cantora

En octu­bre de 2014, El pre­si­den­te de Ecua­dor, Rafael Correa, pro­pu­so el tema “Todas las voces todas”, de Arman­do Teja­da Gómez y César Ise­lla, can­ta­do en medio mun­do por Mer­ce­des Sosa, como himno de la Unión de Nacio­nes Sur­ame­ri­ca­nas (Una­sur). Para el man­da­ta­rio ecua­to­riano aque­llos ver­sos, que se ini­cian dicien­do “sal­go a cami­nar por la cin­tu­ra cós­mi­ca del sur. Piso en la región más vege­tal del vien­to y de la luz. Sien­to al cami­nar toda la piel de Amé­ri­ca en mi piel y anda en mi san­gre un río que libe­ra en mi voz su cau­dal”, her­ma­na­ron en una sola voz a lati­no­ame­ri­ca­nos de todos los orígenes.

En el res­ca­te de pos­ta­les de Mer­ce­des, una entre­vis­ta rea­li­za­da por Mario Pacho O’Donnel en 1996, per­mi­te recor­tar algu­nos de esos per­fi­les. Por ejem­plo, del exilio:
Ante la suge­ren­cia de O’Donnel de que el exi­lio había con­tri­bui­do a su carre­ra inter­na­cio­nal, Mer­ce­des Sosa fue muy cla­ra: no. Los que me ayu­da­ron fue­ron los fran­ce­ses, los espa­ño­les, los colom­bia­nos y los bra­si­le­ños. Tam­bién los des­gra­cia­dos como yo, los exi­lia­dos chi­le­nos y uruguayos.

De la repre­sión y el miedo: 
–En 1978, en La Pla­ta y con 350 per­so­nas, fui­mos pre­sos. Venían los hom­bres y esta­ban asus­ta­dos y ahí me di cuen­ta de que las muje­res son mucho más fuer­tes; es muy pro­fun­do lo que sien­ten las muje­res. Venían los chi­cos, ¡pobre­ci­tos! Cada vez que venían los jóve­nes yo que­da­ba hecha un mar de lágri­mas por­que los veía asus­ta­dos; pero cuan­do venían las chi­cas me decían “Fuer­za, Negra”.

De la pobre­za y el amor:
–Mi mamá a veces hacía un locro con agua y tri­go, y pan, nada más, y se reía y nos decía que esa noche íba­mos a comer pavo. Hemos sufri­do pobre­za, pero hemos teni­do mucho amor en mi casa. De joven­ci­ta igual empe­cé a sen­tir las caren­cias. Por ejem­plo, se me rom­pía una media y tenía que coser­la. Esas caren­cias me amar­ga­ron más que la fal­ta de comi­da; esas cosas due­len en la juven­tud. Yo ten­go una timi­dez muy gran­de. No podía entrar a los bares si antes no mira­ba en la car­te­ra si tenía pla­ta para pagar un café, por­que me hubie­ra muer­to de ver­güen­za de no tenerla.

De la gen­te y los asombros:
–Un día en París me dicen: “¿Que­rés cono­cer a Pérez Esqui­vel?”. No, dije yo, debe ser un hom­bre muy vani­do­so, aca­ba de reci­bir el Pre­mio Nobel de la Paz… y me abra­za y me aga­rra­ron unas ganas de llo­rar, una emo­ción… y me invi­tó a cenar con un Pre­mio Nobel de Físi­ca y con un arzo­bis­po de Méxi­co. La humil­dad de esta gen­te me asom­bró. Me asom­bra la humil­dad de los seres pro­fun­dos, de los que saben cuál es el camino a seguir. Y tam­bién me asom­bran esos locos a los que levan­tan como figu­ras artís­ti­cas y des­pués de un año sólo les que­dan los aplau­sos efí­me­ros. A esa gen­te tam­bién la miro asombrada.

De Vio­le­ta Parra:
–Le doy gra­cias a la vida… en reali­dad todos le debe­ría­mos dar gra­cias a la vida. Con­tra la muer­te, la vida. La vida, todos los días, cuan­do nos levan­ta­mos, cuan­do no nos due­le nada, debe­ría­mos agra­de­cer. La can­ción no es de amor hacia un hom­bre, sino de amor hacia uno mis­mo. Cuan­do lle­va­ban a ente­rrar a Olof Pal­me, el pri­mer minis­tro ase­si­na­do en Sue­cia, un hom­bre que luchó por la liber­tad y por la soli­da­ri­dad en el mun­do, la gen­te can­ta­ba “Gra­cias a la vida”.

Fuen­te: http://​sur​.info​news​.com/​c​u​l​t​ura

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