Segunda carta1
El nuevo gobierno y el proletariado
El principal documento de que dispongo hoy ‑8 (21) de marzo- es un número del 16⁄3 del periódicoinglés más conservador y burgués, el Times, con una tanda de noticias sobre la revolución en Rusia.Está claro que sería difícil encontrar una fuente mejor dispuesta ‑para decirlo con suavidad- hacia elgobierno de Guchkov y Miliukov.
El corresponsal de este diario informa desde Petersburgo el miércoles 1 (14) de marzo, cuando aúnexistía el primer Gobierno Provisional, es decir, el Comité Ejecutivo de la Duma, compuesto por trecemiembros, encabezado por Rodzianko2 y que incluye a dos «socialistas», como diceel periódico, Kerensky y Chjeídze:
Un grupo de 22 miembros electos de la Cámara Alta (Consejo de Estado) ‑incluyendo a Guchkov,Stájovich, el Príncipe Trubetskói, el profesor Vasíliev, Grimm y Vernadski- envió ayer untelegrama al zar», rogándole que, para salvar la «dinastía», etc., etc., convocase la Duma ydesignase un jefe de gobierno que gozara de la «confianza de la nación». «En el momento dedespachar este telegrama, aún no se sabe ‑dice el corresponsal- qué resolverá el emperador cuandollegue hoy; pero una cosa es indudable. Si su majestad no accede inmediatamente a los deseos delos elementos más moderados entre sus fieles súbditos, la influencia que hoy ejerce el ComitéProvisional de la Duma Imperial pasará íntegramente a manos de los socialistas, que quierenestablecer una república, pero que son incapaces de instituir ningún tipo de gobierno de orden yque precipitarían inevitablemente el país en la anarquía en el interior y el desastre en elexterior.
¡Qué sagacidad política, y qué claridad revela esto! ¡Qué bien comprende este inglés que piensacomo los Guchkov y los Miliukov (si es que no los dirige), la alineación de fuerzas e intereses declase! «Los elementos más moderados entre sus fieles súbditos», es decir, los terratenientes ycapitalistas monárquicos desean asir el poder, pues comprenden perfectamente que, de no ocurrir así,la «influencia» pasará a manos de los «socialistas». ¿Por qué los «socialistas» y no otro cualquiera?Porque el guchkovista inglés comprende perfectamente que en la arena política no hay ni puede haberotra fuerza social. La revolución fue obra del proletariado. Éste dio muestras de heroísmo; derramó susangre: arrastró tras de sí a las más amplias masas de trabajadores y de pobres; exige pan, paz ylibertad; exige una república y simpatiza con el socialismo. Pero un puñado de terratenientes ycapitalistas, encabezados por los Guchkov y los Miliukov, quieren burlar la voluntad, o los anhelos,de la inmensa mayoría de la población, y pactar con la monarquía tambaleante, apuntalarla, salvarla:designe a Lvov y Guchkov su majestad y nosotros estaremos con la monarquía, contra el pueblo. ¡Éste esel sentido íntegro, la esencia de la política del nuevo gobierno!
Pero, ¿cómo justificar el fraude, el engaño al pueblo, la burla de la voluntad de la inmensamayoría de la población?
Calumniando al pueblo, el viejo y eternamente nuevo método de la burguesía. Y el guchkovista ingléscalumnia, increpa, escupe y masculla: ¡¡«anarquía en el interior, desastre en el exterior», ningún«gobierno de orden»!!
¡Esto es mentira, honorable guchkovista!
Los obreros quieren una república, y una república es un gobierno más «de orden» que la monarquía.¿Qué garantía tiene el pueblo de que el segundo Románov no se procurará un segundo Rasputín?
El desastre lo provocará precisamente la continuación de la guerra, es decir, el nuevo gobiernoprecisamente. Sólo una república proletaria, respaldada por los obreros agrícolas y el sector máspobre de los campesinos y de los habitantes de la ciudad, puede asegurar la paz, brindar pan, orden ylibertad.
Todos los gritos sobre la anarquía no son más que una pantalla para ocultar los mezquinos interesesde los capitalistas, que desean beneficiarse con la guerra, con los empréstitos de guerra, que deseanrestaurar la monarquía contra el pueblo.
Ayer ‑continúa el corresponsal- el Partido Socialdemócrata lanzó una proclama de un carácter enextremo sedicioso, que se difundió por toda la ciudad. Ellos (es decir el Partido Socialdemócrata) sonsimples doctrinarios, pero en los tiempos que corren pueden causar un daño inmenso. Los señoresKerensky y Chjeídze, quienes comprenden que no pueden esperar evitar la anarquía sin el apoyo de losoficiales y los elementos más moderados del pueblo, deben tener en cuenta a sus socios menosprudentes, e insensiblemente son llevados a asumir una actitud que complica la tarea del Comitéprovisional…
¡Oh, gran diplomático inglés guchkovista! ¡Cuán «imprudentemente» ha dejado escapar usted la verdad
«El Partido Socialdemócrata» y sus «socios menos prudentes», a quienes Kerensky y Chjeídze «debentener en cuenta» son, evidentemente, el Comité Central, o el Comité de Petersburgo de nuestro partido,que fue renovado en la Conferencia de enero de 1912, esos mismos «bolcheviques» a quienes la burguesíalanza siempre el término injurioso de «doctrinarios», debido a su fidelidad a la «doctrina», es decir,a los fundamentos, los principios, las enseñanzas, los objetivos del socialismo. Está claro que elguchkovista inglés aplica los términos injuriosos de sedicioso y doctrinario al llamamiento3 y al proceder de nuestro partido, queinsta a luchar por una república, por la paz, por la total destrucción de la monarquía zarista, por elpan para el pueblo.
El pan para el pueblo y la paz: eso es sedición, pero carteras ministeriales para Guchkov yMiliukov, eso es «orden». ¡Viejos y conocidos discursos!
¿Cuál es, entonces, la táctica de Kerensky y de Chjeídze, según el guchkovista inglés?
La vacilación: por una parte, el guchkovista los elogia: «comprenden» (¡excelentes muchachos!¡inteligentes!) que sin el «apoyo» de los oficiales del ejército y de los elementos más moderados nose puede evitar la anarquía (en cambio nosotros siempre hemos pensado, de acuerdo con nuestradoctrina, con las enseñazas del socialismo, que son precisamente los capitalistas quienes introducenla anarquía y la guerra en la sociedad humana, ¡que sólo el paso de todo el poder político alproletariado y a los sectores más pobres del pueblo puede librarnos de la guerra, de la anarquía y delhambre!) Por otra parte Kerensky y Chjeídze «deben tener en cuenta a sus socios menos prudentes», esdecir, a los bolcheviques, al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, renovado y unido por el ComitéCentral.
¿Cuál es la fuerza que obliga a Kerensky y Chjeídze a «tener en cuenta» al partido bolchevique, alque jamás pertenecieron, al que ellos mismos o sus representantes literatos (socialistasrevolucionarios, socialistas populares, los mencheviques del CO, etc.) siempre han injuriado,condenado, denunciado como un círculo clandestino insignificante, como una secta de doctrinarios,etc., etc.? ¿Dónde y cuándo ha ocurrido que en tiempos de revolución, en tiempos en que la acción demasas es lo predominante, políticos cuerdos deban tener en cuenta a «doctrinarios»?
Nuestro pobre guchkovista inglés se ha hecho un lío, no ha podido dar un argumento lógico, no hasabido decir ni una mentira completa ni la verdad completa: simplemente ha mostrado la oreja.
Kerensky y Chjeídze se han visto obligados a tener en cuenta al Partido Socialdemócrata del ComitéCentral debido a la influencia que éste ejerce sobre el proletariado, sobre las masas. Nuestro partidoestuvo siempre ligado a las masas, al proletariado revolucionario, a pesar del arresto y ladeportación de nuestros diputados a Siberia ya en 1914, a pesar de las terribles persecuciones ydetenciones de que fue objeto nuestro Comité de Petersburgo por su actividad clandestina durante laguerra, contra la guerra y contra el zarismo.
«Los hechos son obstinados», reza un dicho inglés. ¡Permítame que se lo recuerde, mi muy estimadoguchkovista ingles! Que nuestro partido dirigió a los obreros de Petersburgo, o por lo menos lesprestó una ayuda abnegada en los grandes días de la revolución, es un hecho que se ha visto obligado areconocer el «propio» guchkovista inglés. E igualmente, se ha visto obligado a reconocer el hecho deque Kerensky y Chjeídze vacilan entre la burguesía y el proletariado. Los partidarios de Gvózdiev, los«defensistas», esto es, los socialchovinistas, es decir, los defensores de la guerra imperialista, derapiña, hoy siguen completamente a la burguesía; Kerensky, al entrar en el gabinete, es decir, en elsegundo Gobierno provisional, también se ha pasado totalmente a la burguesía; Chjeídze no; Chjeídzecontinúa vacilando entre el Gobierno provisional de la burguesía, los Guchkov y los Miliukov, y el«gobierno provisional» del proletariado y de las capas más pobres del pueblo, el soviet de diputadosobreros y el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia unido por el Comité Central.
La revolución ha confirmado, por consiguiente, lo que nosotros afirmábamos con particularinsistencia cuando instábamos a los obreros a establecer con claridad la diferencia de clase entre losprincipales partidos y las principales tendencias dentro del movimiento obrero y en la pequeñaburguesía; ha confirmado lo que dijimos nosotros, por ejemplo, en el núm. 47 del Sotsial-Demokrat deGinebra hace casi año y medio, el 13 de octubre de 1915:
«Seguimos creyendo que los socialdemócratas pueden aceptar participar en un Gobiernoprovisional revolucionario, junto con la pequeña burguesía democrática, pero no con losrevolucionarios chovinistas. Consideramos revolucionarios chovinistas a los que quieren vencer alzarismo para vencer a Alemania, para expoliar a otros países, para afianzar la dominación de losgran rusos sobre los otros pueblos de Rusia, etc. La base del chovinismo revolucionario es lasituación de clase de la pequeña burguesía. Ésta vacila siempre entre la burguesía y elproletariado. Ahora vacila entre el chovinismo (que le impide ser consecuentemente revolucionaria,aun en el sentido de la revolución democrática) y el internacionalismo proletario. Los portavocespolíticos de esta pequeña burguesía en Rusia son actualmente los trudoviques, los socialistasrevolucionarios, Nasha Zariá4 (ahora Dielo), el grupo de Chjeídze, el CO, el señor Plejánov y otrospor el estilo. Si los revolucionarios chovinistas triunfaran en Rusia, estaríamos contra ladefensa de su «patria» en la guerra actual. Nuestra consigna es: contra los chovinistas, aunquesean revolucionarios y republicanos; contra ellos y por la alianza del proletariado internacionalcon vistas a la revolución socialista»*5
Pero, volvamos al guchkovista inglés.
Comprendiendo el peligro que amenaza ‑continúa el guchkovista‑, el Comité provisional de la DumaImperial se ha abstenido intencionadamente de llevar a cabo su plan original de detener a losministros, aunque podría haberlo hecho ayer con muy poca dificultad. Por lo tanto, la puerta haquedado abierta para negociaciones, gracias a lo cual nosotros («nosotros» = capital financiero eimperialismo ingleses) podremos obtener todos los beneficios del nuevo régimen sin pasar por laterrible prueba Comuna y la anarquía de una guerra civil.…
Los partidarios de Guchkov estaban de acuerdo con una guerra civil con la cual ellos pudieranbeneficiarse, pero están contra la guerra civil con la cual el pueblo, es decir, la real mayoría delos trabajadores, puede beneficiarse.
… Las relaciones entre el Comité provisional de la Duma, que representa a toda la nación ¡decir esto del Comité de la IV Duma terrateniente y capitalista!) y el Consejo de diputadosobreros, que representa exclusivamente intereses de clase (éste es el lenguaje de un diplomáticoque ha escuchado palabras sabias con un oído y desea ocultar el hecho de que el Soviet dediputados obreros representa al proletariado y a los pobres, es decir los 9⁄10 de la población),pero que en una crisis como la actual adquiere enorme poder, han suscitado no pocos recelos entrehombres razonables respecto de la posibilidad de un conflicto entre unos y otros, cuyos resultadospodrían ser demasiado terribles.
Felizmente, este peligro ha sido conjurado, al menos por el momento (¡obsérvese este «almenos»!), gracias a la influencia de señor Kerensky, joven abogado con grandes dotes oratorias quecomprende claramente (¿a diferencia de Chjeídze, que también «comprendió», aunque, por lo visto,con menos claridad, según nuestro guchkovista?) la necesidad de colaborar con el Comité en interésde sus electores obreros (es decir, para asegurarse los votos de los obreros, para coquetear conellos). Hoy ‑miércoles 1º de marzo (14)- se ha concluido un acuerdo satisfactorio6, por elcual se evitará toda fricción innecesaria.
Qué acuerdo fue ése, si fue realizado con todo el Soviet de diputados obreros y en qué términos,eso no lo sabemos. Esta vez el guchkovista inglés nada dice sobre este punto fundamental. ¡Es lógico!¡A la burguesía no le conviene que esos términos sean claros y precisos, que los conozca todo elmundo, pues entonces le sería más difícil violarlos!
Ya había escrito las líneas anteriores, cuando leí dos noticias muy importantes. En primer lugar,el texto del manifiesto del Soviet de diputados obreros llamando a «apoyar» al nuevo gobierno,publicado el 20⁄3 en Le Temps7, el periódico parisiense más conservador yburgués, y, en segundo lugar, un extracto del discurso pronunciado el 1 (14) de marzo por Skobelev[not]Skobelev, Matvei Ivanovich (1885−1939): menchevique que fue cuarto vicepresidente del soviet dePetrogrado y miembro del comité ejecutivo. Fue ministro de Trabajo en el Gobierno Provisional entremayo y septiembre de 1917. Se unió al Partido Comunista en 1922.[/note] en la Duma del Estado,reproducido en un periódico de Zurich (el Neue Zürcher Zeitung, 1 Mit.-bl., 21⁄3) que lo tomó de unperiódico berlinés (el National-Zeitung).
El Manifiesto del Soviet de diputados obreros, si el texto no ha sido falseado por losimperialistas franceses, es un documento notable. Muestra que el proletariado de Petersburgo sehallaba, por lo menos cuando fue lanzado el Manifiesto, bajo la influencia predominante de lospolíticos pequeño burgueses. Recuérdese que incluyo en esta categoría de políticos, como lo heseñalado anteriormente, a gente del tipo de Kerensky y de Chjeídze.
En el Manifiesto vemos dos ideas políticas y dos consignas que corresponden a ellas.
Primero. El Manifiesto dice que el gobierno (el nuevo gobierno) está compuesto por «elementosmoderados». Extraña definición y de ninguna manera completa, de carácter puramente liberal, nomarxista. También yo estoy dispuesto a admitir que en cierto sentido ‑en mi próxima carta especificaréen qué sentido precisamente- ahora, una vez completada la primera etapa de la revolución, todogobierno debe ser «moderado». Pero es absolutamente inadmisible ocultar a uno mismo y al pueblo queeste gobierno quiere continuar la guerra imperialista; que es un agente del capital inglés; que quiererestaurar la monarquía y fortalecer la dominación de los terratenientes y capitalistas.
El Manifiesto declara que todos los demócratas deben «apoyar» al nuevo gobierno y que el Soviet dediputados obreros suplica a Kerensky que participe en el Gobierno provisional y lo autoriza a ello.Las condiciones: llevar a la práctica las reformas prometidas ya durante la guerra, garantías para el«libre desarrollo cultural» (¿¿sólo??) de las nacionalidades (programa puramente kadete,miserablemente liberal), y la creación de un comité especial compuesto por miembros del Soviet dediputados obreros y por «militares» encargado de supervisar las actividades del Gobierno provisional.
De este Comité supervisor, que entra dentro de la segunda categoría de ideas y consignas,hablaremos especialmente más adelante.
La designación de un Louis Blanc ruso, Kerensky, y el llamado a apoyar al nuevo gobierno son, sepuede decir, un ejemplo clásico de traición a la causa de la revolución y a la causa del proletariado,traición que condenó a muerte a muchas revoluciones del siglo XIX, independientemente de lo sinceros yleales al socialismo que hayan sido los dirigentes y los partidarios de tal política.
El proletariado no puede y no debe apoyar a un gobierno de guerra, a un gobierno de restauración.Para combatir la reacción, para rechazar todas las posibles y probables tentativas de los Románov y desus amigos de restaurar la monarquía y organizar un ejército contrarrevolucionario, es necesario, noapoyar a Guchkov y Cía., sino organizar, engrandecer y fortalecer una milicia proletaria, armar alpueblo bajo la dirección de los obreros. Sin esta medida principal, básica, radical, no se puede nihablar de ofrecer una resistencia seria a la restauración de la monarquía y a los intentos de anular ocercenar las libertades prometidas, o de marchar firmemente por el camino que dará al pueblo pan, pazy libertad.
Si es cierto que Chjeídze, que con Kerensky era miembro del primer Gobierno provisional (Comité dela Duma de los trece), se abstuvo de participar en el segundo Gobierno provisional por consideracionesde principio como las mencionadas más arriba o de un carácter similar, eso le hace honor. Hay quedecirlo francamente. Por desgracia, tal interpretación está en contradicción con los hechos, sobretodo con el discurso de Skobelev, que siempre ha estado de acuerdo con Chjeídze.
Skobelev dijo, si se puede confiar en la fuente antes mencionada, que «el grupo social (¿?evidentemente el socialdemócrata) y los obreros tienen un leve contacto (tienen poca afinidad) con losobjetivos del Gobierno provisional»; que los obreros reclaman la paz y que, si la guerra continúa, detodos modos se producirá el desastre en la primavera, que «los obreros han concertado con la sociedad la sociedad liberal) un acuerdo temporal (eine vorläufge Waffenfreundschaft), aunque sus objetivospolíticos están tan distantes de los objetivos de la sociedad como la tierra del cielo»; que «losliberales deben renunciar a los insensatos (unsinnige) objetivos de la guerra», etc., etc.
Este discurso es un ejemplo de lo que más arriba llamamos, en el extracto del Sotsial-Demokrat,«oscilar» entre la burguesía y el proletariado. Los liberales, mientras sean liberales, no pueden«renunciar» a los «insensatos» objetivos de la guerra, que, entre paréntesis, no los determinan ellossolos, sino el capital financiero anglo-francés, una potencia mundial cuya fuerza se mide encentenares de miles de millones. La tarea no consiste en «persuadir» a los liberales, sino explicar alos obreros por qué los liberales se encuentran en un callejón sin salida, por qué se ven ellos atadosde pies y manos, por qué ocultan tanto los tratados concertados por el zarismo con Inglaterra, y otrospaíses, como los pactos secretos entre el capital ruso y el anglo-francés, etc.
Si Skobelev dice que los obreros han concertado un acuerdo con la sociedad liberal, no importa dequé tipo, y puesto que no protesta contra él, no explica desde la tribuna de la Duma cuán perjudiciales para los obreros, quiere decir, entonces, que él aprueba ese acuerdo. Y eso es exactamente, lo queno debió hacer.
La aprobación directa o indirecta de Skobelev, claramente expresada o tácita, del acuerdo delSoviet de diputados obreros con el Gobierno provisional, señala la oscilación de Skobelev hacia laburguesía. La afirmación de Skobelev de que los obreros reclaman la paz, de que sus objetivos estántan distantes de los objetivos de los liberales como la tierra del cielo, señala la oscilación deSkobelev hacia el proletariado.
Puramente proletaria, auténticamente revolucionaria y profundamente acertada por su concepción esla segunda idea política que contiene el Manifiesto del Soviet de diputados obreros que estamosestudiando, es decir, la idea de constituir un «Comité supervisor» (no sé si es precisamente así comose llama en ruso, yo traduzco libremente del francés), de supervisión del gobierno provisional porobreros y soldados.
¡Eso sí que está bien! ¡Eso sí que es digno de los obreros, que han derramado su sangre por lalibertad, la paz y pan para el pueblo! ¡Es un paso real hacia garantías reales contra el zarismo,contra la monarquía y contra los monárquicos Guchkov, Lvov y Cía! ¡Es indicio de que el proletariadoruso, a pesar de todo, ha ido más allá que el proletariado francés en 1848, cuando «dio plenospoderes» a Louis Blanc! Es prueba de que el instinto y la razón de las masas proletarias no se dan porsatisfechos con declamaciones, exclamaciones, promesas de reformas y de libertades, con el título de«ministro facultado por los obreros» y oropeles similares, sino que buscan un apoyo sólo allí dondedeben hallarlo, en las masas populares armadas, organizadas y dirigidas por el proletariado, losobreros con conciencia de clase. Éste es un paso por el buen camino, pero sólo el primer paso.
Si este «Comité supervisor» se limita a ser una institución parlamentaria de tipo puramentepolítico, un comité que «formulará preguntas» al Gobierno provisional y recibirá respuestas de él,entonces no será más que un juguete, no será nada.
Por el contrario, si se orienta inmediatamente y a pesar de todos los obstáculos, a organizar unamilicia obrera o una guardia obrera interna, en la que participe efectivamente todo el pueblo, todoslos hombres y mujeres, que no sólo remplace la policía exterminada y dispersada, que no sólo hagaimposible el restablecimiento de ésta por ningún gobierno, monárquico constitucional o republicanodemocrático, tanto en Petersburgo como en cualquier otro lugar de Rusia, entonces los obrerosavanzados de Rusia habrán emprendido realmente el camino hacia nuevas y grandes victorias, el caminohacia la victoria sobre la guerra, hacia la realización de la consigna que, como informan losperiódicos, engalanaba las banderas de las tropas de caballería que desfilaron en Petersburgo, en laplaza frente a la Duma del Estado.
¡Vivan las repúblicas socialistas de todos los países!
En la carta próxima expondré mis ideas sobre esta milicia obrera.
Trataré de demostrar en ella, por una parte, que la creación de una milicia que abarque a todo elpueblo, y dirigida por los obreros es la justa consigna del momento, la que responde a las tareastácticas del original período de transición que atraviesa la revolución rusa (y la revoluciónmundial), y por otra parte, que, para que sea fructífera, esta milicia obrera debe, en primer lugar,abarcar a todo el pueblo, debe ser una organización de masas hasta llegar a ser universal, debeabarcar realmente a toda la población físicamente apta de ambos sexos, y, en segundo lugar, debecombinar no sólo funciones puramente policiales, sino todas las de interés para el Estado con lasfunciones militares y con el control de la producción social y la distribución.
Zurich, 22 (9) de marzo de 1917.
- Publicada por primera vez en 1924, en la revista Bolshevik número 3 – 4.
- Rodzianko, M. (1859−1924): fue líder del partido octubrista,partido monárquico de la gran burguesía liberal.
- Lenin denomina llamamiento al «Manifiesto del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a todos losciudadanos de Rusia» del CC del POSDR publicado en el Suplemento del número 1 de Izvestia del Sovietde Petrogrado del 28 de febrero (13 de marzo) de 1917.
- Nasha Zariá («Nuestra aurora»): revista mensual publicadalegalmente por los mencheviques liquidadores; apareció en Petersburgo desde enero de 1910 aSeptiembre de 1914. Su director fue A.N. Potrésov, colaboraron en ella F. I. Dan, C. O. Tsederbaumy otros. Con el comienzo de la Primera Guerra mundial la revista se colocó en una posiciónsocialchovinista.
- Véase V.I. Lenin, tomo XXII, «Algunas tesis».
- Se alude alacuerdo sobre la formación del gobierno provisional burgués concertado en la noche del 1 al 2 demarzo (14−15) de 1917 por el Comité Provisional de la Duma del Estado y los dirigentes eseristas ymencheviques del Comité Ejecutivo del Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado. Loseseristas y mencheviques entregaron voluntariamente, cediendo al Comité Provisional de la Duma delEstado el derecho a formar el gobierno provisional de acuerdo con su criterio.
- Le Temps: diario conservador publicado en París desde 1861 hasta1942. Reflejaba los intereses de los círculos dirigentes de Francia; virtualmente era el órganooficial del ministerio de Relaciones Exteriores.