Para eliminar el peligro de una guerra nuclear y construir un nuevo mundo pacífico resulta importante que los países poseedores de armas nucleares y en particular Estados Unidos, el mayor arsenal nuclear del mundo, acaten con lealtad sus deberes de desarme.
Es natural que tal demanda se plantee en la octava conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT en siglas inglesas), que comenzó en la ONU el pasado 3 de mayo.
En 1978 EE.UU., la ex Unión Soviética y Gran Bretaña, depositarios del NPT, publicaron una “declaración” en que aseguraron, aunque de forma condicional, no usar armas nucleares contra países no nucleares integrantes del Tratado.
Lástima que tal principio no se mantenga debidamente en la arena internacional.
Norteamérica, en total ignorancia de sus deberes ante el Tratado, adoptó el ataque nuclear preventivo como política estatal. Y mientras toma la delantera en la sustitución de viejos artefactos nucleares, el mejoramiento de su capacidad y su constante perfeccionamiento, declara abiertamente que el NPT no “prohíbe la modernización de fuerzas de combate nucleares”.
No es otro sino ese país el que nos obligó a desintegrarnos del NPT.
Ha incrementado la amenaza nuclear contra nosotros, a pesar de nuestro constante esfuerzo para convertir la Península Coreana en una zona desnuclearizada.
Nuestra República brindó su activo apoyo a la OIEA en sus seis inspecciones ad hoc entre mayo de 1992 y febrero de 1993, en fiel acato al artículo correspondiente del NPT. Pero aun antes de que terminaran las inspecciones, EE.UU., alegando la sospecha sobre nuestro “desarrollo nuclear”, incitó a individuos deshonestos de la Organización a fabricar una “resolución sobre la inspección especial” que tuvo como blancos no sólo nuestras instalaciones nucleares sino además los sensitivos objetos militares. Asimismo exteriorizó más su chantaje nuclear con el reinicio de los temporalmente suspendidos ejercicios militares conjuntos Team Spirit.
Un típico ejemplo de que el NPT está siendo abusado como un medio que justifica las arbitrariedades yanquis, lejos de controlarlas.
Partiendo de tal situación, el 12 de marzo de 1993 la RPDC declaró su retirada del Tratado y lo notificó a los depositarios, a fin de preservar su soberanía y seguridad nacionales. Posteriormente, viendo que EE.UU. accedía al diálogo bilateral, tomó la medida de declarar una moratoria para su retirada del NPT durante el periodo de las conversaciones.
Tan pronto como llegó al poder, la Administración Bush suspendió unilateralmente el “Acuerdo Básico RPDC-EE.UU.” documento que vio su luz durante la Administración Clinton con el fin de resolver el problema nuclear de la Península Coreana, nos nombró como “eje del mal” y publicó el “informe de la postura nuclear” en el cual designó a la RPDC como un “objetivo de ataque nuclear preventivo”.
En un acto de legítima defensa, el 10 de enero de 2003, la RPDC tuvo que poner fin a la moratoria que mantuvo durante diez años, se separó definitivamente del Tratado y comenzó a poseer armas nucleares, como legítimo y justo ejercicio de derecho ante la violación de su soberanía por Estados Unidos y sus seguidores.
La RPDC está técnicamente en guerra con Norteamérica. Por consiguiente no le queda otro remedio que responder con los mismos medios a la amenaza nuclear de su contrincante que ha anulado unilateralmente su “garantía de no usar armas nucleares”.
En su reciente “informe de la postura nuclear”, la Administración Obama excluyó a la RPDC, Irán y unos otros países de la “lista de países contra los cuales no se usarán artefactos nucleares”. Esto comprueba que su política no difiere en absoluto de la de su antecesor.
El continuo chantaje nuclear justifica nuestro deber de no debilitar la fuerza de disuasión nuclear, un medio de defensa propia.
EE.UU. es el que más habla de la “no proliferación nuclear” y al mismo tiempo quien más promueve la “proliferación nuclear”.
Mientras no desaparezca su chantaje nuclear, el mundo proseguirá la carrera armamentista nuclear, lo quiera o no.
A esta altura en que muchos países del orbe consideran el uso pacífico de la energía nuclear como indispensable opción estratégica para su desarrollo sostenido, la octava conferencia de revisión del NPT debería ser una oportunidad para producir positivos resultados en materias del desarme, la observación de la promesa de la no proliferación nuclear, la construcción de zonas no nucleares y el uso pacífico de energía nuclear, sobre los principios de igualdad e imparcialidad.