Ai, ama! – Jaio­ne Aramendi

Soy madre y tra­ba­ja­do­ra (per­dón por la redun­dan­cia). Ten­go dos hijas y tra­ba­jo en la Admi­nis­tra­ción de la CAV. Hace tiem­po me aco­gí a una reduc­ción de media jor­na­da, el máxi­mo al que se pue­de optar, con el fin de aten­der a mis hijas sin recu­rrir a ter­ce­ras per­so­nas. No con­se­guí cum­plir mi obje­ti­vo, por­que en la Admi­nis­tra­ción está esta­ble­ci­do que el lími­te hora­rio de entra­da serán las 9.30, y mis hijas entran a la escue­la a esa hora. Tuve que recu­rrir a todos los medios que tenía a mi alcan­ce para garan­ti­zar, en la medi­da de lo posi­ble, el ejer­ci­cio de mi dere­cho. No fue fácil, ni para mí ni para mis hijas. Ellas sacri­fi­ca­ron al menos tres cuar­tos de hora dia­rios de sue­ño; el tiem­po nece­sa­rio para dejar­las lis­tas en casa de unos ama­bles veci­nos, de mane­ra que yo pudie­ra lle­gar a la hora a mi tra­ba­jo. Fue un esfuer­zo volun­ta­rio y con­sen­sua­do entre todos los miem­bros de la fami­lia, y su moti­va­ción no deca­yó ni siquie­ra los días en que el vaso de zumo o de leche sal­ta­ba de la mesa y caía en la impe­ca­ble ropa de algu­na de las niñas, ni con la ten­sión de tener que apu­rar en la carre­te­ra para com­pen­sar el retra­so pro­vo­ca­do por el inci­den­te y no lle­gar, una vez más, tar­de al tra­ba­jo. Maña­nas entra­ña­bles que inva­ria­ble­men­te comen­za­ban con som­no­lien­tos deba­tes sobre la obli­ga­ción de ir todos-todos los días a la escue­la y a trabajar.

Ante la impo­si­bi­li­dad de cum­plir el obje­ti­vo para el que se me había con­ce­di­do la reduc­ción de jor­na­da (con la con­si­guien­te reduc­ción pro­por­cio­nal de mi suel­do, coti­za­ción a la Segu­ri­dad Social, etc.), soli­ci­té la fle­xi­bi­li­dad nece­sa­ria para poder com­pa­gi­nar mi vida fami­liar y labo­ral. Tan­to la Direc­ción del IVAP, como la Con­se­je­ría de Jus­ti­cia y Admi­nis­tra­ción Públi­ca dene­ga­ron mi peti­ción, basán­do­se en el Acuer­do Regu­la­dor de las Con­di­cio­nes de tra­ba­jo del per­so­nal fun­cio­na­rio al ser­vi­cio de la Admi­nis­tra­ción de la Comu­ni­dad Autó­no­ma de Eus­ka­di y la Cir­cu­lar del direc­tor de Rela­cio­nes Labo­ra­les sobre jor­na­das y hora­rios vigen­tes, en los cua­les se esta­ble­ce que el lími­te hora­rio de entra­da, en todos los depar­ta­men­tos, orga­nis­mos autó­no­mos, direc­cio­nes y uni­da­des, «en el caso del per­so­nal con meno­res de 12 años a su car­go serán las 9.30» (dis­fru­ten o no de reduc­ción de jornada).

Curio­sa­men­te, el lími­te hora­rio se podrá pro­lon­gar «has­ta dos horas más, en los hora­rios de entra­da y sali­da, en el caso del per­so­nal que ten­ga que aten­der o cui­dar a un o una fami­liar has­ta segun­do gra­do de con­san­gui­ni­dad o afinidad».

La Admi­nis­tra­ción impo­ne unas nor­mas cla­ra­men­te con­tra­dic­to­rias y, en algún aspec­to, inclu­so arbi­tra­rias. En la prác­ti­ca resul­tan tan rígi­das que hacen impo­si­ble el cum­pli­mien­to del dere­cho a la con­ci­lia­ción de la vida fami­liar y labo­ral y, lo que es más gra­ve, el dere­cho de las y los meno­res a reci­bir aten­ción direc­ta, por­que la Admi­nis­tra­ción auto­nó­mi­ca obli­ga a su per­so­nal a incor­po­rar­se a las 9.30, cuan­do son muchos los cen­tros esco­la­res que abren sus puer­tas a esa mis­ma hora.

Ade­más de no con­si­de­rar la rigi­dez y las incon­gruen­cias que aso­man en las dos nor­mas men­cio­na­das, la Admi­nis­tra­ción obvió el hecho de que dicha des­es­ti­ma­ción supo­nía, de hecho, la dene­ga­ción de mi dere­cho a con­ci­liar la vida per­so­nal y labo­ral. Cabe recor­dar que esos acuer­dos regu­la­do­res han sido apro­ba­dos con las fir­mas de los sin­di­ca­tos ELA, UGT y CCOO, a pesar de que exis­ten infor­mes de la Ase­so­ría Jurí­di­ca de Ema­kun­de y peti­cio­nes del sin­di­ca­to LAB en el sen­ti­do de que limi­tan la prác­ti­ca del dere­cho de con­ci­lia­ción de la vida per­so­nal y fami­liar. Tam­po­co se tuvo en cuen­ta el infor­me favo­ra­ble del jefe del ser­vi­cio en el que trabajo.

Con el con­ven­ci­mien­to de que me asis­tía la razón legal y moral en la cues­tión, inter­pu­se una deman­da en el Juz­ga­do de lo Con­ten­cio­so Admi­nis­tra­ti­vo de Gas­teiz con la espe­ran­za de que se me reco­noz­ca el dere­cho a redu­cir la jor­na­da en el hora­rio que con­ven­ga a mis intere­ses per­so­na­les y, sobre todo, a los de mis hijas. Así es como se vie­ne reco­no­cien­do a tra­vés de la juris­dic­ción dic­ta­da por los órga­nos judi­cia­les y así es como lo deci­dió el Juz­ga­do de lo Con­ten­cio­so-Admi­nis­tra­ti­vo nº 3 de Gas­teiz, al dic­tar en su sen­ten­cia que «la elec­ción de la fun­cio­na­ria es el úni­co medio que ha encon­tra­do para con­ci­liar su vida labo­ral y fami­liar» y decla­ran­do mi dere­cho a fle­xi­bi­li­zar mi jor­na­da labo­ral para que pudie­ra rea­li­zar la entra­da a las 10.15 horas.

La sen­ten­cia es un gran logro que per­mi­ti­ría ver­da­de­ra­men­te a todas las madres y padres de la Admi­nis­tra­ción de la CAV com­pa­ti­bi­li­zar la vida labo­ral con el desa­rro­llo de la vida familiar.

Pero la his­to­ria aún no cono­ce su fin. La Admi­nis­tra­ción ha deci­di­do recu­rrir la sen­ten­cia. ¿Cómo enten­der esa pos­tu­ra por par­te de un poder públi­co que por ley debe­ría com­pro­me­ter­se con la con­se­cu­ción de la efec­ti­va igual­dad de muje­res y hom­bres, la pro­tec­ción de la fami­lia y la adop­ción de medi­das efec­ti­vas que per­mi­tan la con­ci­lia­ción entre la vida fami­liar y laboral?

Duran­te varios meses mis cir­cuns­tan­cias me han ser­vi­do de ter­mó­me­tro para medir el gra­do de sen­si­bi­li­za­ción de mi entorno en rela­ción a la con­ci­lia­ción. En nume­ro­sas oca­sio­nes he sen­ti­do la nece­si­dad de jus­ti­fi­car mis pre­ten­sio­nes, expli­car que a menu­do los padres y madres nos sen­ti­mos frus­tra­das, cul­pa­bles, e impo­ten­tes ante la fal­ta de tiem­po que tene­mos para estar con nues­tros hijos e hijas, por tener que dejar­los con ter­ce­ras per­so­nas, por no acom­pa­ñar­los en sus acti­vi­da­des, etc.; que no se tra­ta de alar­gar los hora­rios de los cole­gios o lle­nar­los de acti­vi­da­des extra­es­co­la­res, o recu­rrir al ser­vi­cio domés­ti­co o a los abue­los para de esta mane­ra poder cum­plir con nues­tras obli­ga­cio­nes labo­ra­les. Cuan­do deci­des tener hijos es para cui­dar­los y dedi­car­les tiem­po, pero la abso­lu­ta des­co­ne­xión entre los hora­rios de nues­tros hijos y los de nues­tros tra­ba­jos hacen muy difí­cil cum­plir nues­tros propósitos.

Jaio­ne Ara­men­di es miem­bro de LAB

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