Andrés Figueroa Cornejo – La Haine
Entrevista con el internacionalista argentino Darío Amador a 33 años de la victoria sandinista
“Yo había estado preso en Argentina en 1971, a los 15 años de edad. Mi cumpleaños número 16 me lo festejaron mis captores torturándome 24 horas seguidas”, recuerda Darío Amador, rebelde y fumador empedernido, argentino y políglota, revolucionario de memoria inoxidable, una palabra montada sobre la siguiente, fácil de risa, sin un pliegue delator en la frente.
“A fines de los 70’ muchos de los argentinos estábamos exiliados. En mí caso, me hallaba fuera del país por una decisión del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). Fue una de las pocas órdenes que no quise cumplir. Pero la propia realidad me demostró que no existía otra alternativa. Con un grupo de compañeros salimos a Brasil donde nos asilamos en la ONU y partimos a Holanda.”
Es temprano en el invierno de Buenos Aires. Mientras arruga un siguiente cigarrillo contra el fondo del cenicero, Darío Amador cuenta que “Para algunos el exilio era una situación sólo de paso; la idea era retornar a Argentina a recomponer lo destruido. Sin embargo, lo que muchos pensamos que podía ocurrir en Suramérica, se dio en Nicaragua, cuando Anastasio Somoza comenzó a debilitarse debido al descontento popular. En tanto, en el exilio el PRT se dividió. Me quedé en el sector de Enrique Gorriarán Merlo que deseaba ir a Nicaragua a luchar mediante un acuerdo con los sandinistas. Yo era de la opinión de que había que tomar contacto directo con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Y eso hice. Tenía 23 años. A través del Subcomandante Smith, nicaragüense y representante del FSLN en Europa me enrolé.”
FIN DE LA ‘EXCEPCIÓN’ CUBANA
-¿Qué significados políticos tenía la Revolución Nicaragüense en curso?
“Lo que pasaba en Nicaragua resolvía en los hechos un debate muy profundo respecto de la Revolución Cubana. Un territorio de la izquierda latinoamericana planteaba que la experiencia cubana era irrepetible y excepcional. En cambio, los sandinistas estaban comprobando que esa ‘excepción’ no era tal, y que efectivamente era posible tomar el poder en un país a partir de la construcción de un ejército revolucionario y el empleo de la lucha armada en un período determinado, bajo un contexto específico. En buenas cuentas, Nicaragua confirmaba que lo que habíamos efectuado nosotros en Argentina y tantas otras organizaciones políticas en toda América Latina era la consecuencia lógica de un proceso histórico y la única posibilidad de desarrollar un enfrentamiento real con las burguesías locales y el Imperialismo.”
-¿Y en particular para los revolucionarios argentinos que sufrían una represión inenarrable desde antes aun del golpe de Estado de 1976?
“Cuando se padece una derrota, como en el caso argentino, la crítica y autocrítica necesaria terminan por convertirse en un lamento autoflagelante, en un arrepentimiento de todo lo bueno que pudimos hacer y la exaltación de todos los errores cometidos. Los sandinistas mostraban sin quererlo, que lo de Cuba, si bien no era un modelo para calcar, en términos generales, validaba los métodos utilizados por Fidel Castro. Pero no los restringidos a la lucha armada. El proceso revolucionario cubano estuvo liderado por un movimiento –el 26 de Julio- que incluía a sectores marxistas y a sectores nacionalistas revolucionarios. Es decir, enseñaba la formación de una conducción política diversa.”
-De todos modos ya el Frente Sandinista era una herramienta político-militar bien poco convencional…
“Si bien el FSLN nace de una matriz marxista leninista formulada por su fundador, el Comandante Carlos Fonseca, toma la figura y el legado de Sandino como un eje central de su política. Es preciso recordar que el Frente no siempre se llamó Frente Sandinista de Liberación Nacional. Un tiempo, en los 60’, se denominó simplemente Frente de Liberación Nacional. Después el sandinismo se adquiere como identidad política porque, de alguna manera, condensaba el sentimiento popular, por un lado, y el sentimiento antiimperialista, por otro, muy alejado de los nacionalismos burgueses. Esto es, un nacionalismo ligado a la resistencia contra el imperialismo invasor, la pobreza y la dependencia. Por lo demás, el sandinismo llevó adelante un trabajo muy fuerte con los cristianos. Se trataba de pueblo católico que se incorporó a la lucha armada, pero no yéndose de la letra del Evangelio, sino que inspirada en ella. El sandinismo supo interpretar a su pueblo.”
LA UNIDAD INEVITABLE PARA VENCER
-¿Cuál era la composición política del sandinismo?
“Entonces el sandinismo estaba dividido en tres vertientes. Las tres se denominaban FSLN. Una era la tendencia insurreccional o ‘tercerista’; otra la Guerra Popular Prolongada (GPP); y otra era la proletaria. Se trataba de tres concepciones distintas y bien peleadas entre ellas. Sin embargo, como ocurrió en Cuba, se demostró que para vencer al enemigo la unidad era un paso imprescindible e inevitable. La unidad casi no era una decisión de cada sector: fue una imposición de la realidad que obligaba a unificar fuerzas.”
-¿Y qué tendencia hegemonizaba?
“Ninguna. Se dio una mezcla tan poderosa que resultaron situaciones insólitas. Por ejemplo, los ‘insurreccionalistas’ cobraron más fama en el Frente Sur donde se constituyó prácticamente un ejército de línea (propio de la GPP); mientras que los GPP obtuvieron sus mayores éxitos en las insurrecciones de Estelí, Genoteca. ¡Es decir, insurreccionaron pueblos con el apoyo de las fuerzas de la montaña! La vertiente proletaria desempeñó un papel importante en la formación y la política. Todos cumplieron un rol que fue complementario. Y aquí yo acentúo un nuevo aporte del FSLN al pensamiento revolucionario latinoamericano: la vieja discusión entre GPP o Guerra Insurreccional es determinada por la realidad y sus necesidades. Esto es, la revolución comporta una integralidad que no puede fundarse sobre recetas, libros o manuales. Y la realidad es la lucha de clases, la debilidad y fortaleza del enemigo, los niveles de conciencia del pueblo (que no necesariamente son teóricos, sino de conciencia de clase y requerimientos objetivos).”
LA CONTRARREVOLUCIÓN
-¿Se observaba 1979 como ‘el año decisivo’?
“En 1978 los sandinistas pensaban qué harían para las elecciones del 1980. El 19 de julio de 1979 se precipitó por el accionar del propio FSLN en términos políticas (no se diga ‘militares’. La revolución no se hace ‘con huevos’, se hace con cerebro básicamente.). Y, por otra parte, el contexto internacional todavía permitía en aquella época el apoyo de sectores externos, que no gravitaban sustantivamente en el devenir nicaragüense, pero que permitieron el corte paulatino del apoyo del gobierno norteamericano a Somoza llevado a cabo por Carter.”
-¿Y el factor que constituyó el asesinato de Pedro Chamorro por Somoza?
“Chamorro era el candidato de los yanquis para las elecciones del 80. Era un hombre que disputaba el poder con la dinastía somocista desde una perspectiva liberal burguesa. Su desaparición hace que ciertos segmentos de la burguesía comiencen a mirar al sandinismo como una alternativa ‘no tan terrible’. El sandinismo no apareció diciendo ‘vamos a realizar la dictadura del proletariado’. El primer gobierno luego de la revolución es de reconstrucción del país. Se establece una Constitución que plantea claramente la economía mixta, porque no había condiciones en Nicaragua para un ‘Estado proletario’. En verdad, el proletariado era muy pequeño en relación al campesinado, y la industria era ínfima y dependiente del extranjero, y en particular de EEUU.”
-El gobierno revolucionario debió ‘dar el ancho’ para emprender su estabilización…
“En ese contexto, los sandinistas después del triunfo construyeron un gobierno variopinto, donde estaba hasta Violeta Chamorro, viuda de Pedro Chamorro, que en 1990 ganó las elecciones al FSLN. Recuerdo que en la primera época, Violeta Chamorro tenía dos hijos: uno militaba en el FSLN y el otro era parte de la ‘Contra’ ”
-¿Esencialmente qué era la Contrarrevolución?
“Un ejército mercenario basado en los restos de la Guardia Nacional somocista, al que posteriormente se fueron incorporando campesinos por miedo y por la influencia de pastores evangélicos norteamericanos. Los católicos también estaban divididos. Es importante que se considere que el nuevo gobierno sandinista era el que más sacerdotes tenía en su gabinete de todo el planeta.”
“LA REALIDAD SUPERA LAS FICCIONES Y LOS MANUALES”
-¿Cómo entras a Nicaragua?
“Ingresan contingentes internacionalistas de todas partes. Algunos llegamos independientes, solos y solas al FSLN. Otros llegaron organizados, como Gorriarán. De los argentinos ‘solos’, unos partieron al Frente Sur, otros al Frente Norte.”
-¿Cómo fue la recepción a los internacionalistas ‘solos’?
“Buena, porque en la propia dirección nacional del FSLN conformada unitariamente había un mexicano, por ejemplo. Hubo hondureños, costarricenses, panameños desde el principio. Luego el internacionalismo se extendió a chilenos, uruguayos, que eran más que los argentinos y que llegan con una formación distinta, con otras experiencias. Muchos cayeron en la insurrección y después en la lucha frente a la ‘Contra’. Pero para los nicaragüenses el internacionalismo era natural. Nunca existió algún problema por esa condición. Es más, ningún internacionalista se equivocó intentando volcar su protagonismo en la revolución. Todos nos encolumnamos tras la dirección del FSLN. Éramos compañeros de otros lugares que íbamos a colaborar con una revolución legítimamente nicaragüense.”
-¿Los dirigentes del pueblo de Nicaragua pensaron únicamente la revolución en su territorio?
“Aquel que sostenga que los sandinistas nunca consideraron la revolución internacional, se equivoca por desconocimiento o miente. Los sandinistas siempre pensaron que posterior al triunfo en Nicaragua vendría Honduras, porque es un país fronterizo y el propio FSLN se creó allí (Carlos Fonseca, Tomás Borge, etc.), cuando apenas eran no más de 10 nicaraguenses exiliados en Honduras. Costa Rica jugaba el papel de una Suiza Centroamericana donde operaba tanto la CIA, como los sandinistas. A la vez, sabían que El Salvador era un polvorín y que, al igual que en Guatemala, existían condiciones revolucionarias. Y sin perder de vista el caso de Colombia.”
-Pero también Argentina y Chile estaban sometidos a cruentas dictaduras militares…
“Al día siguiente de la muerte de Mario Roberto Santucho , caído en combate justamente un 19 de julio, pero de 1976, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo de El Salvador arrojó una bomba y tiroteó la embajada de Argentina en ese país. Eso nos sorprendió porque para los argentinos El Salvador quedaba tan lejos del sur y tan cerca de EEUU que siempre nos preguntamos ‘¿Cómo podrá tomar el poder esta gente? La van a bombardear al día después’. Pero la realidad supera las ficciones que transmite la lectura excesiva que no se confronta con la práctica. Hay que leer, cómo no, pero sin dogmatizar jamás. Los manuales se escriben luego de las experiencias, remiten a una situación empírica, concreta y específica y no pueden aplicarse mecánicamente a ningún lado.”
-¿Cuál fue tu puesto en la lucha?
“Uno tenía que estar donde lo demandara el FSLN. Yo venía de la guerrilla urbana, que en Nicaragua era muy difícil. Imagínate que la capital de Nicaragua, Managua, se llamaba ‘Frente Interno’. Se trata de un país muy pequeño. En fin, uno iba a aprender. Ahí viví la experiencia más rica de mi vida, y no solamente por el triunfo. La primera vez que pisé suelo nicaragüense fue en marzo de 1979. Las tareas que me encomendaron tenían que ver con la Inteligencia de las fuerzas revolucionarias y me obligaban a salir y a entrar permanentemente al país. Ya en mayo de 1979, cuando comienza la ofensiva final, me quedé en Nicaragua hasta la victoria y más tarde continué con las labores antes encomendadas.”
-¿Dónde te sorprendió el día del triunfo?
“Yo estaba en el norte de Nicaragua (zona fronteriza con Honduras) el 19 de julio. Allí se encontraba a cargo el Comandante Julio Ramos, quien luego sería el Jefe de la Inteligencia Militar del país. Tanto el Frente Sur, como el Frente Oriental fueron los que en definitiva tomaron Managua.”
-El 19 de julio de 1979 apenas empezaba el trabajo…
“A partir de allí había que construir un nuevo Estado, un nuevo Ejército, una nueva conciencia. ¿Cuál era el problema? Que gran parte de los insurreccionados eran personas sin conciencia política. Y el FSLN fue consolidándose sobre una alianza que hizo con sectores de la burguesía para quitarle todo el apoyo posible a Somoza. Posteriormente se configuró una Junta de Reconstrucción de 5 miembros, donde había dos sandinistas en rigor: Daniel Ortega y Moisés Hassan. Este último era militante sandinista, pero no con las características de Ortega. Al tiempo renunció Hassan, de hecho.”
-¿Qué hiciste en la nueva etapa que se abrió?
“Participé en la creación del nuevo Ejército. No había grados. Mi calidad, junto a muchos, era de asesor. Por otro lado, la lucha para enfrentar a la ‘Contra’ comienza en 1980 organizada por el Imperialismo y materializada en un principio por los mismos coroneles, mayores, agentes de Inteligencia argentinos que nos habían reprimido en mi país de origen. Estaba, por ejemplo, el Coronel Valín, José Osvaldo Riveiro, etc. Su centro de operaciones se situaba en Honduras. Ello era materia de un acuerdo entre la CIA con el Ejército argentino, con Leopoldo Galtieri básicamente. Además de las relaciones del propio somocismo con la dictadura argentina. Existe una foto famosa de ‘Tacho’ Somoza con el Almirante Massera. Hay que recordar que la Guardia Nacional de Somoza contaba con un armamento muy diverso. De Argentina provenía el FAL, piezas de artillería, morteros. Mucho de origen israelí también. Al respecto, los sandinistas tenían una enorme simpatía por la causa palestina. Por eso se explica que un año después del triunfo se inaugurara la Embajada de Palestina en Nicaragua.”
LA IMAGINACIÓN Y LA REBELDÍA
-Es difícil sintetizar todos los aprendizajes obtenidos en una experiencia semejante. ¿Qué contenidos destacarías en especial?
“El proceso revolucionario de Nicaragua demostró que la imaginación de la humanidad, de la mujer y el hombre, debe liberarse, cobrar poder. Los rebeldes tienen que seguir siendo rebeldes después de la toma del poder. Más que antes, incluso. Los rebeldes deben ser flexibles, críticos y autocríticos; poner todo en duda hasta que no se compruebe su efectividad. Si el revolucionario no es rebelde, no puede ser revolucionario nunca. Y si el rebelde no es revolucionario es preciso hacer lo posible para que se transforme en un revolucionario. El revolucionario es un rebelde organizado colectivamente. En este ámbito, los sandinistas fueron muy imaginativos. No había nada de ortodoxia. En 1980, producto de la inmensa campaña de alfabetización realizada, el sandinismo terminó por ganar el corazón de su pueblo. Eso luego sufrió cambios debido a algunos dirigentes sandinistas que se desprendieron del propio sandinismo y porque la guerra y su costo en vidas fue feroz. Las cifras en este sentido son opacas y dolorosas en un país que cuando se llegó al poder contaba con menos de tres millones de habitantes. Los años más duros de la guerra corrieron entre 1982 y 83.”
-¿Qué aspectos y personas relevarías de la participación de revolucionarios argentinos?
“Yo creo que la presencia más destacada fue la jugada por Enrique Gorriarán desde todo punto de vista. El compañero efectuó operaciones y aportes gigantescos a la revolución nicaragüense, sobre todo después de la victoria. Y me refiero campos asociados a la Inteligencia, la Seguridad y la Política Exterior del nuevo Estado. El ajusticiamiento de Somoza, por ejemplo, no fue un acto de venganza ni nada que se le parezca. Ocurrió que Somoza pretendía instalarse en Miami y desde allí dirigir en conjunto la ‘Contra’ con el objetivo de regresar al poder. Y se supo de la autoría de la ejecución de Somoza por la caída de uno de los más grandes guerrilleros que conocí en mi vida que fue el Capitán Santiago (Alfredo Irurzún) y que cayó en esa acción. Todavía hay que recuperar su cuerpo que está en Paraguay. El Capitán Santiago fue uno de los seres humanos más bellos y valiosos que me he encontrado en mis andadas. Lo conocí en 1975. Era un argentino originario de Santiago del Estero. La primera vez que estuve con él en Argentina pensé que me hablaría de política tres horas, y en realidad conversó dos horas de la vida y sólo un rato de política. Él decía que la política no podía estar separada de la vida personal. Primero preguntaba cómo se sentía uno.”
-Es inevitable evocar al Che Guevara frente a un revolucionario argentino…
“Creo que es preciso bajarlo a la tierra al Che Guevara y transformarlo en un hombre común que hizo cosas poco comunes en situaciones poco comunes. Para mí ha habido decenas de miles de Che en América Latina.”
-¿Y hoy?
“No es el tiempo de crear dos, tres, muchos Vietnam porque no hay condiciones. Pero sí es tiempo de crear muchos Che, muchos Santucho, y muchos luchadores anónimos que tengan una conducta coherente con los intereses profundos del género humano, y que supera con creces la lucha armada, que es sólo un método. El hombre y no el arma es lo esencial. No siempre hay que emplear la lucha armada, como no siempre hay que usar la lucha pacífica. Lo que sí está más que claro es que nunca en la historia de la humanidad, ya no sólo del capitalismo, un sector dominante perdió pacíficamente ni se rindió sin pelear. Y la toma del poder no es el objetivo de los revolucionarios. Es el medio para crear una sociedad nueva.”
-¿Y en Argentina en particular?
“Hay que reconstruir el paradigma que se desplomó junto al muro de Berlín y trabajar cotidianamente por la unidad del pueblo.”