El alborotillo de este finde es la petición de perdón de don Urkullu, realizada formalmente en su nombre, y recogida firmemente por todos los medios del sistema. Si no fuera porque es una mas de políticos, sería para enfadarse. Pero es a lo que viene siendo.
Para empezar, no es cierto que sea la primera vez y que se abra un nuevo ciclo y no se cuántas majaderías mas. Ibarretexe jauna, y no digamos monseñor Ardanza, se hinchaban a pedir perdones cada vez que iban a la metrópoli. En expiación de los pecados de ETA y, en extensión, por todos los vascos hasta Sabino Arana. Del que hace tiempo no hay noticias. Y no digamos Paco López, que no paraba de arrodillarse y gimotear continuamente, por lo malos que hemos sido con los pobrecillos soldados de la ocupación. Y sus colaboradores políticos. A pesar de lo que digan los papanautas imperiales, los lehendakaris son expertos en perdones y reconciliaciones, salvo porque después de cuarenta años, no han conseguido ninguna.
Cuando don Urkullu, en su calidad de virrey de los territorios ocupados, fue a la capital, al Foro, a rendir homenaje e informar a la Zarzuela de lo nuestro, le mandaron deberes. Se le confió una hoja de ruta, que poco a poco se va desvelando. Uno de los puntos sensibles era seguir poniendo llaves y cerrojos al cofre de ETA. Y escenificar el enésimo intento de amistad imposible, entre ocupantes y ocupados.
Pero, como don Urkullu y sus asesores son tan geniales, han escogido el mejor momento, Cuando todavía está calentito el rechazo clamoroso, en el Campo Nou, a algunos de los símbolos de esta ocupación, que en Euskadi va para 200 años y en Catalunya tiene mas de 300. Claro que don Urkullu estaba presente, y haciéndose el basterkiton, en el palco de los rechazados. A la sazón, nido de bandidos varios. En el que, por lo menos, Mas sonreía. Al parecer complacido.
Pues hace poco, cuando lo de la visita de oficio a la capital del reino, a “guardar distancias” que decía Deia, el representante de todos los vascos, menos de los nacionalistas, invitó a sus majestades los jefes del Estado ocupante, a visitar los territorios ocupados. Con la inteligente esperanza de que serían recibidos como se merecen. La visita oficial ya tiene fecha, pero se mantiene en secreto. Y podemos esperar, por antecedentes varios, que en cualquier caso sus queridas majestades serán clamorosamente recibidas, por los felices ocupados. Tal que como en Barcelona. Claro que siempre podía aliviarse el asunto, con algún acierto, poco probable sin embargo, de los poderes actuantes.
Pongamos que viene Felipe VI, en su papel de Jefe del Estado, y sucesor de la rama borbónica, a los territorios ocupados de Euskadi sur y que, por ejemplo, pide perdón. Pide perdón a los nacionalistas vascos, de derecha e izquierda, obreros, baserritarras y empresarios, por la ocupación permanente militar, político-policial, fiscal, administrativa, cultural etc. etc. de Euskadi sur (Nafarroa incluida).
Pongamos, p.e., que pide perdón, por que su tatarabuela ( o lo que sea) Isabel II, firmó un infausto decreto derogando las Lagizarrak (mal llamadas Fueros), como haciendo un favor a los unionistas de Bilbao o de San Sebastián, y obligando a todos a constitucionalizarse españoles. O sea, a pagar las contribuciones y el tributo de sangre a nuestra querida España.
Digamos que don Felipe pide perdón, porque su padre (que en gloria esté) a la sazón sucesor del invicto generalísimo (alabado sea, que en su bendita clarividencia dejó todo atado y bien atado) firmó un Estatuto de autonomía para engatusar a los vascos y las vascas (excepto a los miembros del EBB) con un sucedáneo maloliente de la verdadera libertad, que ansían los lugareños de aquí, desde 1839.
Pongamos que viene Felipe VI; y como sucesor en línea recta de nuestro recordado generalísimo Franco (alabado sea), y de las fechorías del competente señor Mola, pide perdón por la tontería de los mas de trescientos muertos de Durango, los mas de 1.500 de Gernika, y los otros 15.000 rojos-separatistas, de los demás sitios bombardeados y ametrallados. Y digamos que se acuerda de pasada, de aquel txabal extremeño, vasco hasta la muerte, que llamábamos Txiki y que fue fusilado con su compañero Otaegi, en una de tantas ignominias judiciales del anterior (?) régimen.
Pongamos que nuestro amado rey, acompañado de su amantísima esposa, reconoce el daño causado a las buenas gentes vascas, durante los 40 años de franquismo constitucional. Sobre todo a los obreros y trabajadores, que pagaron con cárceles, despidos, destierros y prohibiciones, cosas tan malvadas como hacer huelgas, o militar en perversas organizaciones que no eran constitucionales.
Digamos que viene Felipe VI, como heredero político de su padre, pide perdón por lo de Gasteiz, los muertos de las semanas pro-amnistía, los varios Lasa y Zabala de la transición, Por la tortura y muerte en comisaría de Arregi. Y otras cosas normales de un Estado ocupante. Y que, ya puestos y actualizados, pide disculpas al menos por la tortura y muerte de la dispersión a los presos y a sus familiares. Cuyos datos don Urkullu le habrá facilitado seguramente, en su visita.
Digamos todo eso y lo que queda de una lista mas larga, que me guardo para otro día. Y pongamos que como don Urkullu ya ha pedido perdón por lo nuestro, o sea por lo de ETA, Y ha recibido numerosas felicitaciones, ahora le toca a don Felipe. Por lo de los suyos. Que son muchos y cobardes. O sea, que si lo hace, igual hasta le dirijo la palabra.