En la Sudáfrica contemporánea, Fanon se lee y se discute desde el taller de formación política organizado en una ocupación de tierras urbanas, pasando por la escuela de formación política de un sindicato, hasta la academia, tanto en sus espacios disidentes como en sus más altas cumbres. La vida y la obra de Fanon ofrecen inspiración y agudeza analítica a todas estas audiencias. Achille Mbembe, escribiendo desde Johannesburgo, explica:
Yo mismo me sentí atraído por el nombre y la voz de Fanon porque ambos tienen el brillo del metal. El suyo es un pensamiento metamórfico, animado por una indestructible voluntad de vivir. Lo que da a este pensamiento metálico su fuerza y su poder es el aire de indestructibilidad y, su corolario, el mandato de levantarse. Es el inagotable silo de humanidad que alberga, el que ayer dio fuerza a los colonizados y hoy nos permite mirar hacia el futuro.
Hay numerosas líneas de conexión que abren posibilidades fructíferas para un diálogo entre el trabajo de Fanon y formas contemporáneas de lucha. Esto va desde su recuento de la centralidad de la racialización del espacio y la espacialización de la raza en el proyecto de colonización, a cuestiones de la lengua, la vigilancia policial, el inconsciente racial y, por supuesto, las brutales realidades de lo que se ha venido a llamar la pos-colonia.
En la academia metropolitana, el humanismo de Fanon es a menudo ignorado o tratado como algo superado o incluso pre-crítico, con excepciones notables, como el valioso trabajo de Paul Gilroy. La condescendencia burlona de gente cuya humanidad jamás fue puesta en duda no es rara. Pero en la Sudáfrica contemporánea es la cuestión de lo humano, de cómo se hace la cuenta de qué es humano y cómo se afirma la humanidad, lo que vincula más estrechamente el trabajo teórico de Fanon con el trabajo intelectual llevado a cabo en las luchas, a menudo peligrosas, por la tierra y la dignidad. Aquí, la dignidad se entiende como el reconocimiento de la humanidad plena e igual, incluyendo el derecho a participar en las decisiones sobre los asuntos públicos. Este tipo de luchas, frecuentemente emprendidas contra una violencia considerable del Estado y del partido gobernante, y el desprecio de la sociedad civil, están fundamentalmente enraizadas en un humanismo insurgente que legitima y sostiene la resistencia. El importante trabajo de Nigel Gibson sobre Fanon y Sudáfrica tiene una firme comprensión de esto.
La potencia política contemporánea del humanismo radical no es exclusiva de Sudáfrica. Desde Caracas hasta La Paz, pasando por Puerto Príncipe, los relatos de políticas populares y potencialmente emancipadoras con frecuencia destacan el barrio como un lugar de lucha importante, el bloqueo de carreteras y la ocupación como tácticas relevantes y la afirmación de la humanidad de los oprimidos como la base de la fuerza para sostener la resistencia. Esta afirmación se suele explicar como sustentada por prácticas sociales en las que las mujeres desempeñan un papel de liderazgo y con frecuencia se habla de ella en términos de recuperación de la dignidad. No es raro escuchar a las personas hablar de la indignidad como consecuencia de la expropiación del derecho a participar en la toma de decisiones sobre asuntos públicos, así como sobre la tierra, el trabajo y la autonomía corporal.
La cuestión de lo humano es, en parte, una cuestión de cómo la opresión trata de distribuir la atribución de la capacidad de razón y de reconocer a algunos discursos como tales, a la par que descarta a otros como mero ruido, ruido producto de la irracionalidad. La cuestión es cómo determinamos quién es honrado y quién deshonrado, quién puede ser calumniado con impunidad y quién merece respeto público; las vidas de quiénes se valoran y las de quiénes no; qué vidas han de ser gobernadas por la ley y cuáles deben ser gobernadas rutinariamente por la violencia; por la muerte de quién hacer duelo y por la de quién no. La negación de la humanidad plena e igual permite a la opresión trazar la línea divisoria entre las formas de organización y resistencia que pueden considerarse políticas y las que no; y entre la sociedad civil y la esfera de actividad que considera sin sentido, criminal o una manifestación conspiratoria.
El humanismo radical de Fanon, un humanismo hecho —en la famosa frase de Césaire— «a la medida del mundo», mantiene una capacidad de hablar con poder real de muchas de las formas en las que la cuestión de lo humano se plantea y se impugna, desde el interior de las formas contemporáneas de militancia de base emprendidas en zonas de exclusión y dominación social.