Los Soviets: su ori­gen, desa­rro­llo y funciones

Los Soviets y la Revo­lu­ción de febrero

La Revo­lu­ción de 1905 fue ven­ci­da, pero la cla­se obre­ra no per­dió ni por un momen­to la espe­ran­za en la vic­to­ria. Como se ha dicho repe­ti­da­men­te, la insu­rrec­ción de 1905 no fue más que un ensa­yo gene­ral de la Revo­lu­ción de 1917. En 1905 las masas eran aún inex­per­tas; el par­ti­do bol­che­vi­que empe­za­ba úni­ca­men­te a for­mas sus cua­dros. Habían sur­gi­do los Soviets en nume­ro­sos pun­tos del país, pero no exis­tía una acción coor­di­na­da entre ellos. SE inten­tó con­vo­car un Con­gre­so gene­ral de los Soviets, cuya reu­nión hubie­ra podi­do tener inmen­sa tras­cen­den­cia, pero la cosa no pasó de pro­yec­to. Por otra par­te, si bien en muchos pun­tos los cam­pe­si­nos acu­dían los Soviets en deman­da de apo­yo, no exis­tió la cone­xión debi­da entre el movi­mien­to pro­le­ta­rio y los levan­ta­mien­tos del cam­po. Hemos vis­to tam­bién que sólo Sibe­ria y de una mane­ra efí­me­ra en Mos­cú se cons­ti­tu­ye­ron Soviets de Sol­da­dos. Todas estas cir­cuns­tan­cias con­tri­bu­ye­ron pode­ro­sa­men­te al fra­ca­so de la Revo­lu­ción. Pero este fra­ca­so no tenía nada de sor­pren­den­te. Era la pri­me­ra vez que el pro­le­ta­ria­do ruso se lan­za­ba a la lucha en gran esca­la con­tra la auto­cra­cia. El pro­le­ta­ria­do en la expe­rien­cia pue­de apren­der. Y se pue­de afir­mar que la lec­ción de aque­llos gran­des acon­te­ci­mien­tos no cayó en el vacío. La expe­rien­cia de los Soviets de 1905 desem­pe­ñó, en 1917, un papel de pri­mer orden. A pesar de los doce años trans­cu­rri­dos, la idea de los Soviets seguía viva en el cora­zón de los obre­ros rusos y así, cuan­do en febre­ro de 1917 los obre­ros y sol­da­dos de Petro­gra­do se lan­za­ron a la calle y derrum­ba­ron el poder secu­lar de la auto­cra­cia, la idea de los Soviets resur­gió con nue­vo vigor.

Como es sabi­do, el zaris­mo fue derri­ba­do por un movi­mien­to espon­tá­neo de las masas tra­ba­ja­do­ras, Por una serie de cir­cuns­tan­cias, y muy par­ti­cu­lar­men­te a con­se­cuen­cia del hecho de que en el momen­to de esta­llar la Revo­lu­ción las figu­ras más emi­nen­tes del bol­che­vis­mo se halla­ran en la cár­cel, en la depor­ta­ción y en el extran­je­ro, el movi­mien­to se halló sin direc­ción, y el Poder, en vez de pasar a la cla­se tra­ba­ja­do­ra, pasó a las manos de la bur­gue­sía, repre­sen­ta­da por la Duma de Esta­do, esa mis­ma bur­gue­sía que cuan­do se ini­cia­ron los acon­te­ci­mien­tos, inci­ta­ba al Gobierno del zar a aho­gar el movi­mien­to en san­gre. La Revo­lu­ción se efec­tuó sin los Soviets, pero el mis­mo día en que la bur­gue­sía libe­ral pro­ce­día al nom­bra­mien­to del Gobierno Pro­vi­sio­nal, se cons­ti­tuía el Soviet de Dipu­tados Obre­ros de Petro­gra­do. Bajo el impul­so de los acon­te­ci­mien­tos, la orga­ni­za­ción crea­da en 1905 y des­trui­da por la auto­cra­cia vic­to­rio­sa, sur­gía nuevamente.

Por las cir­cuns­tan­cias que hemos men­cio­na­do más arri­ba, en ese pri­mer Soviet, como en todos los que sur­gie­ron aque­llos días en casi todo el país, los bol­che­vi­ques ejer­cían una influen­cia secun­da­ria. Se apo­de­ró de la direc­ción de dichos orga­nis­mos la peque­ña bur­gue­sía radi­cal, los men­che­vi­ques y socia­lis­tas revo­lu­cio­na­rios que repre­sen­ta­ban, con su fra­seo­lo­gía rim­bom­ban­te y hue­ra, la ideo­lo­gía con­fu­sa, los anhe­los y aspi­ra­cio­nes inde­fi­ni­dos de los pri­me­ros momen­tos de a revo­lu­ción. El ora­dor bri­llan­te se lle­va­ba fácil­men­te a las mul­ti­tu­des y el repre­sen­tan­te peque­ño bur­gués no pasa­ba, como siem­pre, de la fra­seo­lo­gía revo­lu­cio­na­ria, para hacer en reali­dad el jue­go de los enemi­gos del pro­le­ta­ria­do. Lo más lógi­co era que los diri­gen­tes de los Soviets se hubie­ran pues­to al fren­te de la revo­lu­ción y entre­ga­do el Poder a la cla­se obre­ra, con cuyo úni­co esfuer­zo había sido des­truir la auto­cra­cia. Pero, teme­ro­sos ante el movi­mien­to de las masas, con­se­cuen­tes, por otra par­te, con la opi­nión que habían sos­te­ni­do siem­pre de que hallán­do­se la revo­lu­ción en su fase demo­crá­ti­co­bur­gue­sa el Poder había de pasar natu­ral­men­te a la bur­gue­sía, lo entre­ga­ron sumi­sa­men­te a esta últi­ma. Y la bur­gue­sía —ni que decir tie­ne— se apre­su­ró a acep­tar el encar­go con el fin de hacer todos los posi­bles para deca­pi­tar la revo­lu­ción y evi­tar que las masas arras­tra­ran en su impul­so os pri­vi­le­gia­dos de la pro­pie­dad agra­ria y de la bur­gue­sía indus­trial. El Soviet se limi­tó a man­dar a uno de sus repre­sen­tan­tes, Kerens­ki, al Gobierno pro­vi­sio­nal y a nom­brar una Comi­sión de con­trol, encar­ga­da de vigi­lar la actua­ción de este último.

Pero la Revo­lu­ción tie­ne su lógi­ca, y a pesar de todos los esfuer­zos de los diri­gen­tes, los Soviets se desa­rro­lla­ron con un ímpe­tu irre­sis­ti­ble, y gober­nar con­tra ellos se hizo cada vez más difí­cil. Esta cir­cuns­tan­cia creó lo que se ha veni­do en lla­mar dua­li­dad de pode­res, es decir, la exis­ten­cia para­le­la de dos pode­res; el de la bur­gue­sía, repre­sen­ta­do por el Gobierno Pro­vi­sio­nal, y el de las masas tra­ba­ja­do­ras, repre­sen­ta­do por el Soviet, la his­to­ria de la Revo­lu­ción entre febre­ro y octu­bre no es más que la de la pug­na entre estos dos pode­res. Según la corre­la­ción de fuer­zas, esto es, según la mayor o la menor pujan­za del pro­le­ta­ria­do y de la bur­gue­sía, la lucha toma uno u otro carác­ter: ora el Gobierno pro­vi­sio­nal ata­ca y el Soviet se ve obli­ga­do a ceder, ora es éste el que toma la ofen­si­va y aquél el que se ve pre­ci­sa­do a hacer con­ce­sio­nes. Rela­tar en deta­lle los epi­so­dios de esta lucha, tan rica en ense­ñan­zas, nos obli­ga a salir­nos de los lími­tes que nos hemos impues­to y a dar a este tra­ba­jo un carác­ter dis­tin­to del que le hemos asig­na­do. El lec­tor que quie­ra estu­diar fun­da­men­tal­men­te ese perío­do intere­san­tí­si­mo, le remi­ti­mos a la mag­ní­fi­ca His­to­ria de la Revo­lu­ción rusa, de Trotsky, publi­ca­da recien­te­men­te en espa­ñol. Nues­tra misión ha de redu­cir­se a seña­lar el desa­rro­llo, en líneas gene­ra­les, de los Soviets, has­ta con­ver­tir­se en órga­nos del Poder.

¿Cuál era la acti­tud de los bol­che­vi­ques res­pec­to al nue­vo régi­men? Los ele­men­tos diri­gen­tes que se halla­ban en Petro­gra­do en el momen­to de la Revo­lu­ción no supie­ron com­pren­der, des­de el pri­mer momen­to, la impor­tan­cia de los acon­te­ci­mien­tos. Estos, en reali­dad, les cogie­ron des­pre­ve­ni­dos y la insu­rrec­ción fue obra direc­ta de los mili­tan­tes de base. Ya triun­fan­te la Revo­lu­ción, los nue­vos ele­men­tos que habían lle­ga­do de la depor­ta­ción —y muy espe­cial­men­te Sta­lin y Káme­nev— prac­ti­ca­ron una polí­ti­ca neta­men­te opor­tu­nis­ta. Escla­vos del esque­ma de la «dic­ta­du­ra demo­crá­ti­ca de los obre­ros y cam­pe­si­nos», pre­co­ni­za­da por Lenin des­de 1905 y supe­ra­da ya por los acon­te­ci­mien­tos, se atrin­che­ra­ron en sus anti­guas posi­cio­nes y pro­pug­na­ron una polí­ti­ca, que con­sis­tía en no salir­se del mar­co de la Revo­lu­ción demo­crá­ti­co-bur­gue­sa y apo­yar al Gobierno pro­vi­sio­nal en la medi­da en que éste rea­li­za­ra dicha Revolución.

Lenin, lle­gó a Rusia el 3 de abril, puso fin a esas vaci­la­cio­nes, Tan­to él, que se halla­ba en Sui­za, como Trotsky, que esta­ba en Amé­ri­ca, coin­ci­die­ron en la apre­cia­ción de los acon­te­ci­mien­tos. Y así se dio el caso curio­so de que los dos gran­des jefes de la Revo­lu­ción, que duran­te años habían esta­do sepa­ra­dos por su dife­ren­cia de apre­cia­ción de la Revo­lu­ción rusa, coin­ci­die­ron en el momen­to deci­si­vo, mien­tras que la «vie­ja guar­dia bol­che­vi­que», sin com­pren­der nada de las ense­ñan­zas del maes­tro, adop­ta­ba una acti­tud ine­quí­vo­ca­men­te oportunista.

Lenin, ya des­de su reti­ro a Sui­za, apre­ció des­de el pri­mer momen­to el ver­da­de­ro carác­ter de los acon­te­ci­mien­tos. Al reci­bir la noti­cia de la Revo­lu­ción de Petro­gra­do, y del nom­bra­mien­to del Gobierno pro­vi­sio­nal, escri­bía: «La com­po­si­ción de este Gobierno no tie­ne nada de casual. Se tra­ta de repre­sen­tan­tes de la nue­va cla­se que ha subi­do al Poder polí­ti­co en Rusia, la cla­se de los terra­te­nien­tes capi­ta­lis­tas y de la bur­gue­sía, que diri­gen eco­nó­mi­ca­men­te nues­tro país des­de hace mucho tiem­po, y tan­to duran­te la Revo­lu­ción de 1905 – 1907, como en el perío­do de con­tra­rre­vo­lu­ción del 1907 – 1914 y, sobre todo, con par­ti­cu­lar rapi­dez duran­te la gue­rra de 1914 – 1917 se ha orga­ni­za­do con rapi­dez extra­or­di­na­ria polí­ti­ca­men­te, toman­do en sus manos la admi­nis­tra­ción local, la ins­truc­ción públi­ca, la Duma, los Comi­tés Indus­tria­les de Gue­rra, los dis­tin­tos Con­gre­sos, etcé­te­ra. Esta nue­va cla­se se halla­ba ya «casi com­ple­ta­men­te» en el Poder en 1917; por eso basa­ron los gol­pes ases­ta­dos al zaris­mo para que éste se des­mo­ro­na­ra, cedien­do el sitio a la bur­gue­sía. La gue­rra impe­ria­lis­ta, que exi­ge una ten­sión de fuer­zas inve­ro­sí­mi­les, ha ace­le­ra­do has­ta el pun­to la evo­lu­ción de las atra­sa­da Rusia, que “de una vez” (en reali­dad apa­ren­te­men­te) hemos alcan­za­do a Ita­lia, a Ingla­te­rra casi a Fran­cia y obte­nien­do un Gobierno “par­la­men­ta­rio”, “de coa­li­ción”, “nacio­nal” (esto es, pro­pio para seguir la gue­rra impe­ria­lis­ta y enga­ñar al pue­blo). Al lado de este Gobierno —que en el fon­do non es más que un sim­ple cria­do, des­de el pun­to de vis­ta de la gue­rra, de las “fir­mas” de las mul­ti­tu­di­na­rias Fran­cia e Ingla­te­rra— ha sur­gi­do un nue­vo gobierno, no ofi­cial, poco desa­rro­lla­do aún, rela­ti­va­men­te débil, un Gobierno obre­ro que expre­sa los intere­ses del pro­le­ta­ria­do y de los ele­men­tos más pobres de la pobla­ción urba­na u rural: el Soviet de Dipu­tados Obre­ros y Sol­da­dos de Petrogrado.»

De esta apre­cia­ción de la situa­ción se des­pren­de toda la tác­ti­ca segui­da con rigu­ro­sa con­se­cuen­cia por Lenin. Este, al lle­gar a Petro­gra­do, resuel­ve con­tra la posi­ción adop­ta­da por los diri­gen­tes del par­ti­do y desa­rro­lla sus ideas fun­da­men­tal­men­te en sus famo­sas «tesis de abril», que sir­vie­ron de base a toda la actua­ción pos­te­rior del par­ti­do y le con­du­je­ron al Poder. He aquí las ideas esen­cia­les de dichas tesis, des­pués del derrum­ba­mien­to de la auto­cra­cia el Poder ha pasa­do a manos de la bur­gue­sía. La gue­rra sigue sien­do una gue­rra impe­ria­lis­ta, y por esto el pro­le­ta­ria­do no pue­de man­te­ner­la sin trai­cio­nar al socia­lis­mo. Hay que «expli­car pacien­te­men­te» a las masas que es impo­si­ble ter­mi­nar la gue­rra de un modo ver­da­de­ra­men­te demo­crá­ti­co sin derrum­bar el capi­ta­lis­mo. La par­ti­cu­la­ri­dad carac­te­rís­ti­ca del momen­to con­sis­te en la dua­li­dad de pode­res, en que «al lado del Gobierno pro­vi­sio­nal, Gobierno de la bur­gue­sía, se ha for­ma­do otro gobierno, en esta­do aún muy embrio­na­rio, de impor­tan­cia cre­cien­te cada día: los Soviets de Dipu­tados Obre­ros y Sol­da­dos. No se pue­de otor­gar nin­gu­na con­fian­za ni pres­tar apo­yo al Gobierno Pro­vi­sio­nal: todo el Poder, de aba­jo a arri­ba, ha de per­te­ne­cer a los Soviets. En el perío­do actual el Par­ti­do bol­che­vi­que está en mino­ría. La mayo­ría de los Soviets per­te­ne­ce a los men­che­vi­ques y socia­lis­tas revo­lu­cio­na­rios, que se hallan bajo la influen­cia de la bur­gue­sía, que la sos­tie­nen, que temen rom­per con los capi­ta­lis­tas y tomar el Poder en sus manos. Para el perío­do inme­dia­to, la con­sig­na «todo el Poder a los Soviets» no sig­ni­fi­ca toda­vía la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do, sino que equi­va­le a exi­gir el poder a manos de la demo­cra­cia per­que­ño­bur­gue­sa, con el fin de sepa­rar­la de la bur­gue­sía. Mien­tras este­mos en mino­ría, hay que poner al des­cu­bier­to la polí­ti­ca con­ci­lia­do­ra de los par­ti­dos peque­ño­bur­gue­ses, expli­car a las masas sus erro­res y, median­te una labor pacien­te y tenaz entre los obre­ros, sol­da­dos y cam­pe­si­nos, con­quis­tar su con­fian­za, con­quis­tar la mayo­ría en los Soviets. Lenin con­fia­ba con­ven­cer a las masas de la razón que asis­tía a los bol­che­vi­ques, y una vez obte­ni­do resul­ta­do, lle­var­las a la con­cien­cia de la nece­si­dad de la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do como úni­ca fuer­za capaz de poner fin a la gue­rra impe­ria­lis­ta y solu­cio­nar la cri­sis eco­nó­mi­ca del país.

La expe­rien­cia había de demos­trar de una mane­ra bri­llan­te la jus­te­za de la tác­ti­ca pre­co­ni­za­da por Lenin, que ven­ció rápi­da­men­te las resis­ten­cias con que tro­pe­za­ba y con­si­guió que la inmen­sa mayo­ría del par­ti­do acep­ta­ra su pun­to de vis­ta. Paso a paso, los bol­che­vi­ques van ponien­do al des­cu­bier­to el papel de men­che­vi­ques y socia­lis­ta revo­lu­cio­na­rios y con­quis­tán­do­se la con­fian­za de las gran­des masas. Uno tras otro, los Soviets van cayen­do en manos de los bol­che­vi­ques, este mag­ní­fi­co resul­ta­do se obtie­ne no de una mane­ra mecá­ni­ca, sino por la apli­ca­ción acer­ta­da de una tác­ti­ca jus­ta. El coro­na­mien­to de esta pacien­te labor es la con­quis­ta de la mayo­ría en el Soviet de Petro­gra­do. Este hecho tie­ne su impor­tan­cia deci­si­va para el por­ve­nir de la Revo­lu­ción. Petro­gra­do es el cen­tro del movi­mien­to revo­lu­cio­na­rio del país; es allí don­de se halla con­cen­tra­do el pro­le­ta­ria­do más cons­cien­te y com­ba­ti­vo de Rusia. Petro­gra­do es, por otra par­te, la capi­tal. La con­quis­ta del Soviet de esta últi­ma había de tener una impor­tan­cia deci­si­va y, en efec­to, la tie­ne. A par­tir de aquel momen­to, la Revo­lu­ción toma un rit­mo ace­le­ra­do. El Gobierno Pro­vi­sio­nal va per­dien­do todos sus pun­tos de apo­yo. El movi­mien­to de las masas se hace irre­sis­ti­ble. Los cam­pe­si­nos exi­gen la tie­rra, sin más demo­ras y apla­za­mien­tos. Todo el mun­do pide la paz y la cons­ti­tu­ción de un Gobierno ver­da­de­ra­men­te popu­lar. Este Gobierno no pue­de ser más que el de los Soviets, la con­sig­na «todo el poder para los Soviets», lan­za­da por los bol­che­vi­ques, es sos­te­ni­da aho­ra por millo­nes de obre­ros, sol­da­dos y cam­pe­si­nos. El pro­le­ta­ria­do de Petro­gra­do, cora­zón y cere­bro de la revo­lu­ción, arde de impa­cien­cia. Los diri­gen­tes del Par­ti­do bol­che­vi­que pre­pa­ran febril­men­te la acción deci­si­va. El Soviet es, como en 1905, el cen­tro en que con­ver­ge todo el movi­mien­to. La crea­ción del Comi­té Mili­tar revo­lu­cio­na­rio indi­ca que de la fase de pro­pa­gan­da se pasa ya a la de orga­ni­za­ción. El Comi­té Mili­tar revo­lu­cio­na­rio con­cen­tra­rá en sus manos la direc­ción téc­ni­ca del movi­mien­to. Todo está madu­ro para la toma el poder. Fal­ta sólo fijar el momen­to de la acción. Des­pués de dudas y vaci­la­cio­nes se deci­de fijar­lo, en des­acuer­do con la pro­po­si­ción de Trotsky, para el día en que se reúna el Segun­do Con­gre­so de los Soviets. Así, toma vio­len­ta del Poder, diri­gi­da y orga­ni­za­da por el Soviet de Petro­gra­do, segui­rá la con­sa­gra­ción del acto de fuer­za por el voto y el con­sen­ti­mien­to de los repre­sen­tan­tes de toda la masa tra­ba­ja­do­ras de Rusia.

La vic­to­ria de Octu­bre y su significación

En efec­to, el día 25 de octu­bre de 1917, las fuer­zas arma­das del Soviet de Petro­gra­do ocu­pan todos los edi­fi­cios públi­co, toman el pala­cio de invierno y detie­nen al Gobierno pro­vi­sio­nal. La vic­to­ria se obtie­ne casi sin derra­ma­mien­to de san­gre. La lucha será más dura en Mos­cú, don­de el com­ba­te se pro­lon­ga­rá duran­te una sema­na. El Con­gre­so de los Soviets decla­ra depues­to el Gobierno Pro­vi­sio­nal y pro­cla­ma la cons­ti­tu­ción de la Repú­bli­ca de los Soviets. Con este acto se abre una nue­va pági­na en la His­to­ria de la Huma­ni­dad. Los obre­ros y cam­pe­si­nos rusos, al fun­dar la Repú­bli­ca Sovié­ti­ca, ofre­cen a las masas explo­ta­das de todo el mun­do un nue­vo tipo de orga­ni­za­ción del Esta­do —la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do— que es la rea­li­za­ción más per­fec­ta de la demo­cra­cia, pues­to que el régi­men sovié­ti­co, con­tra­ria­men­te a lo que suce­de en los demás paí­ses, es el Gobierno de la inmen­sa mayo­ría de la pobla­ción. Los Soviets son ele­gi­dos direc­ta­men­te por los obre­ros de las fábri­cas, por los sol­da­dos de cada regi­mien­to, por los cam­pe­si­nos de cada aldea, y con este sen­ti­do son la expre­sión per­fec­ta de su volun­tad y de sus aspi­ra­cio­nes. Los miem­bros de los Soviets, a dife­ren­cia de los repre­sen­tan­tes en los Par­la­men­tos bur­gue­ses, no per­ci­ben retri­bu­ción algu­na por el ejer­ci­cio de sus fun­cio­nes, y pue­den ser rele­va­dos en cual­quier momen­to de su car­go si los que los han ele­gi­do con­si­de­ran que no repre­sen­tan ya sus aspi­ra­cio­nes ni son dig­nos de su confianza.

Como todo sis­te­ma de repre­sen­ta­ción, el de los Soviets tie­ne, natu­ral­men­te, sus defec­tos, pero, aún así, son incom­pa­ra­ble­men­te infe­rio­res a los de la demo­cra­cia bur­gue­sa. La expe­rien­cia rusa ha demos­tra­do que la dic­ta­du­ra del pro­le­ta­ria­do halla su expre­sión más per­fec­ta pre­ci­sa­men­te en el régi­men sovié­ti­co y, en este sen­ti­do, la idea de los Soviets es patri­mo­nio de todo el pro­le­ta­ria­do inter­na­cio­nal. Es evi­den­te que la revo­lu­ción pro­le­ta­ria ten­drá dis­tin­tas moda­li­da­des en los demás paí­ses, pero está fue­ra de duda —la expe­rien­cia rusa lo demues­tra de un modo irre­fu­ta­ble— que no podrá pres­cin­dir de orga­ni­za­cio­nes subs­tan­cial­men­te igua­les a los Soviets.

Los Soviet de cam­pe­si­nos y la Revo­lu­ción de Octubre

Antes de estu­diar el nue­vo régi­men crea­do por la Revo­lu­ción de octu­bre, que­re­mos dedi­car unas pala­bras a los Soviets de cam­pe­si­nos, has­ta aquí hemos habla­do exclu­si­va­men­te de los Soviets de dipu­tados obre­ros y sol­da­dos. Has­ta des­pués de la his­to­ria de octu­bre no exis­tie­ron Soviets de cam­pe­si­nos pro­pia­men­te dichos. Esto no sig­ni­fi­ca, ni mucho menos, que los cam­pe­si­nos no toma­ran par­te en el movi­mien­to sovié­ti­co. Los Soviets de sol­da­dos esta­ban cons­ti­tui­dos, en su aplas­tan­te mayo­ría, por cam­pe­si­nos. Por otra par­te, exis­tían en las aldeas orga­ni­za­cio­nes, que aun sin lle­var el nom­bre de Soviets, desem­pe­ña­ban esen­cial­men­te el papel de lo mis­mo. Nos refe­ri­mos a los Comi­té agra­rios. Dichos Comi­tés fue­ron desig­na­dos por el Gobierno pro­vi­sio­nal, con el fin de que pre­pa­ra­ran los mate­ria­les de estu­dio nece­sa­rios para la refor­ma agra­ria, que tenía que lle­var a cabo la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te. En un prin­ci­pio, dichos Comi­té esta­ban for­ma­dos por los ele­men­tos de la inte­lec­tua­li­dad rural (médi­cos, emplea­dos, agri­men­so­res, etcé­te­ra). Pero, bajo la influen­cia de los acon­te­ci­mien­tos revo­lu­cio­na­rios, fue­ron per­dien­do rápi­da­men­te su carác­ter, y los ele­men­tos «inte­lec­tua­les» de ayer fue­ron sus­ti­tui­dos por repre­sen­tan­tes direc­tos de los cam­pe­si­nos. Y así, esos Comi­tés, a los cua­les se asig­na­ban atri­bu­cio­nes tan modes­tas, se con­vir­tie­ron en órgano de lucha de los cam­pe­si­nos, que dic­ta­ban su ley a los pro­pie­ta­rios y a menu­do pro­ce­dían por ini­cia­ti­va pro­pia a la expro­pia­ción de la tie­rra u orde­na­ban a los cam­pe­si­nos que sus­pen­die­ran el pago de los arrien­dos a los terra­te­nien­tes y depo­si­ta­ran su impor­te de aqué­llos en los Comi­tés has­ta que la Asam­blea Cons­ti­tu­yen­te resol­vie­ra defi­ni­ti­va­men­te el pro­ble­ma de la tierra.

Poten­cial­men­te, pues, los Soviets exis­tían ya en las aldeas antes de la Revo­lu­ción de octu­bre. Des­pués de ésta fue­ron crea­dos en todo el país, y jun­to con los Soviets de dipu­tados obre­ros, cons­ti­tu­ye­ron la base del nue­vo régi­men ins­ti­tui­do por la Revo­lu­ción triunfante.

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