Los Soviets y la Revolución de febrero
La Revolución de 1905 fue vencida, pero la clase obrera no perdió ni por un momento la esperanza en la victoria. Como se ha dicho repetidamente, la insurrección de 1905 no fue más que un ensayo general de la Revolución de 1917. En 1905 las masas eran aún inexpertas; el partido bolchevique empezaba únicamente a formas sus cuadros. Habían surgido los Soviets en numerosos puntos del país, pero no existía una acción coordinada entre ellos. SE intentó convocar un Congreso general de los Soviets, cuya reunión hubiera podido tener inmensa trascendencia, pero la cosa no pasó de proyecto. Por otra parte, si bien en muchos puntos los campesinos acudían los Soviets en demanda de apoyo, no existió la conexión debida entre el movimiento proletario y los levantamientos del campo. Hemos visto también que sólo Siberia y de una manera efímera en Moscú se constituyeron Soviets de Soldados. Todas estas circunstancias contribuyeron poderosamente al fracaso de la Revolución. Pero este fracaso no tenía nada de sorprendente. Era la primera vez que el proletariado ruso se lanzaba a la lucha en gran escala contra la autocracia. El proletariado en la experiencia puede aprender. Y se puede afirmar que la lección de aquellos grandes acontecimientos no cayó en el vacío. La experiencia de los Soviets de 1905 desempeñó, en 1917, un papel de primer orden. A pesar de los doce años transcurridos, la idea de los Soviets seguía viva en el corazón de los obreros rusos y así, cuando en febrero de 1917 los obreros y soldados de Petrogrado se lanzaron a la calle y derrumbaron el poder secular de la autocracia, la idea de los Soviets resurgió con nuevo vigor.
Como es sabido, el zarismo fue derribado por un movimiento espontáneo de las masas trabajadoras, Por una serie de circunstancias, y muy particularmente a consecuencia del hecho de que en el momento de estallar la Revolución las figuras más eminentes del bolchevismo se hallaran en la cárcel, en la deportación y en el extranjero, el movimiento se halló sin dirección, y el Poder, en vez de pasar a la clase trabajadora, pasó a las manos de la burguesía, representada por la Duma de Estado, esa misma burguesía que cuando se iniciaron los acontecimientos, incitaba al Gobierno del zar a ahogar el movimiento en sangre. La Revolución se efectuó sin los Soviets, pero el mismo día en que la burguesía liberal procedía al nombramiento del Gobierno Provisional, se constituía el Soviet de Diputados Obreros de Petrogrado. Bajo el impulso de los acontecimientos, la organización creada en 1905 y destruida por la autocracia victoriosa, surgía nuevamente.
Por las circunstancias que hemos mencionado más arriba, en ese primer Soviet, como en todos los que surgieron aquellos días en casi todo el país, los bolcheviques ejercían una influencia secundaria. Se apoderó de la dirección de dichos organismos la pequeña burguesía radical, los mencheviques y socialistas revolucionarios que representaban, con su fraseología rimbombante y huera, la ideología confusa, los anhelos y aspiraciones indefinidos de los primeros momentos de a revolución. El orador brillante se llevaba fácilmente a las multitudes y el representante pequeño burgués no pasaba, como siempre, de la fraseología revolucionaria, para hacer en realidad el juego de los enemigos del proletariado. Lo más lógico era que los dirigentes de los Soviets se hubieran puesto al frente de la revolución y entregado el Poder a la clase obrera, con cuyo único esfuerzo había sido destruir la autocracia. Pero, temerosos ante el movimiento de las masas, consecuentes, por otra parte, con la opinión que habían sostenido siempre de que hallándose la revolución en su fase democráticoburguesa el Poder había de pasar naturalmente a la burguesía, lo entregaron sumisamente a esta última. Y la burguesía —ni que decir tiene— se apresuró a aceptar el encargo con el fin de hacer todos los posibles para decapitar la revolución y evitar que las masas arrastraran en su impulso os privilegiados de la propiedad agraria y de la burguesía industrial. El Soviet se limitó a mandar a uno de sus representantes, Kerenski, al Gobierno provisional y a nombrar una Comisión de control, encargada de vigilar la actuación de este último.
Pero la Revolución tiene su lógica, y a pesar de todos los esfuerzos de los dirigentes, los Soviets se desarrollaron con un ímpetu irresistible, y gobernar contra ellos se hizo cada vez más difícil. Esta circunstancia creó lo que se ha venido en llamar dualidad de poderes, es decir, la existencia paralela de dos poderes; el de la burguesía, representado por el Gobierno Provisional, y el de las masas trabajadoras, representado por el Soviet, la historia de la Revolución entre febrero y octubre no es más que la de la pugna entre estos dos poderes. Según la correlación de fuerzas, esto es, según la mayor o la menor pujanza del proletariado y de la burguesía, la lucha toma uno u otro carácter: ora el Gobierno provisional ataca y el Soviet se ve obligado a ceder, ora es éste el que toma la ofensiva y aquél el que se ve precisado a hacer concesiones. Relatar en detalle los episodios de esta lucha, tan rica en enseñanzas, nos obliga a salirnos de los límites que nos hemos impuesto y a dar a este trabajo un carácter distinto del que le hemos asignado. El lector que quiera estudiar fundamentalmente ese período interesantísimo, le remitimos a la magnífica Historia de la Revolución rusa, de Trotsky, publicada recientemente en español. Nuestra misión ha de reducirse a señalar el desarrollo, en líneas generales, de los Soviets, hasta convertirse en órganos del Poder.
¿Cuál era la actitud de los bolcheviques respecto al nuevo régimen? Los elementos dirigentes que se hallaban en Petrogrado en el momento de la Revolución no supieron comprender, desde el primer momento, la importancia de los acontecimientos. Estos, en realidad, les cogieron desprevenidos y la insurrección fue obra directa de los militantes de base. Ya triunfante la Revolución, los nuevos elementos que habían llegado de la deportación —y muy especialmente Stalin y Kámenev— practicaron una política netamente oportunista. Esclavos del esquema de la «dictadura democrática de los obreros y campesinos», preconizada por Lenin desde 1905 y superada ya por los acontecimientos, se atrincheraron en sus antiguas posiciones y propugnaron una política, que consistía en no salirse del marco de la Revolución democrático-burguesa y apoyar al Gobierno provisional en la medida en que éste realizara dicha Revolución.
Lenin, llegó a Rusia el 3 de abril, puso fin a esas vacilaciones, Tanto él, que se hallaba en Suiza, como Trotsky, que estaba en América, coincidieron en la apreciación de los acontecimientos. Y así se dio el caso curioso de que los dos grandes jefes de la Revolución, que durante años habían estado separados por su diferencia de apreciación de la Revolución rusa, coincidieron en el momento decisivo, mientras que la «vieja guardia bolchevique», sin comprender nada de las enseñanzas del maestro, adoptaba una actitud inequívocamente oportunista.
Lenin, ya desde su retiro a Suiza, apreció desde el primer momento el verdadero carácter de los acontecimientos. Al recibir la noticia de la Revolución de Petrogrado, y del nombramiento del Gobierno provisional, escribía: «La composición de este Gobierno no tiene nada de casual. Se trata de representantes de la nueva clase que ha subido al Poder político en Rusia, la clase de los terratenientes capitalistas y de la burguesía, que dirigen económicamente nuestro país desde hace mucho tiempo, y tanto durante la Revolución de 1905 – 1907, como en el período de contrarrevolución del 1907 – 1914 y, sobre todo, con particular rapidez durante la guerra de 1914 – 1917 se ha organizado con rapidez extraordinaria políticamente, tomando en sus manos la administración local, la instrucción pública, la Duma, los Comités Industriales de Guerra, los distintos Congresos, etcétera. Esta nueva clase se hallaba ya «casi completamente» en el Poder en 1917; por eso basaron los golpes asestados al zarismo para que éste se desmoronara, cediendo el sitio a la burguesía. La guerra imperialista, que exige una tensión de fuerzas inverosímiles, ha acelerado hasta el punto la evolución de las atrasada Rusia, que “de una vez” (en realidad aparentemente) hemos alcanzado a Italia, a Inglaterra casi a Francia y obteniendo un Gobierno “parlamentario”, “de coalición”, “nacional” (esto es, propio para seguir la guerra imperialista y engañar al pueblo). Al lado de este Gobierno —que en el fondo non es más que un simple criado, desde el punto de vista de la guerra, de las “firmas” de las multitudinarias Francia e Inglaterra— ha surgido un nuevo gobierno, no oficial, poco desarrollado aún, relativamente débil, un Gobierno obrero que expresa los intereses del proletariado y de los elementos más pobres de la población urbana u rural: el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado.»
De esta apreciación de la situación se desprende toda la táctica seguida con rigurosa consecuencia por Lenin. Este, al llegar a Petrogrado, resuelve contra la posición adoptada por los dirigentes del partido y desarrolla sus ideas fundamentalmente en sus famosas «tesis de abril», que sirvieron de base a toda la actuación posterior del partido y le condujeron al Poder. He aquí las ideas esenciales de dichas tesis, después del derrumbamiento de la autocracia el Poder ha pasado a manos de la burguesía. La guerra sigue siendo una guerra imperialista, y por esto el proletariado no puede mantenerla sin traicionar al socialismo. Hay que «explicar pacientemente» a las masas que es imposible terminar la guerra de un modo verdaderamente democrático sin derrumbar el capitalismo. La particularidad característica del momento consiste en la dualidad de poderes, en que «al lado del Gobierno provisional, Gobierno de la burguesía, se ha formado otro gobierno, en estado aún muy embrionario, de importancia creciente cada día: los Soviets de Diputados Obreros y Soldados. No se puede otorgar ninguna confianza ni prestar apoyo al Gobierno Provisional: todo el Poder, de abajo a arriba, ha de pertenecer a los Soviets. En el período actual el Partido bolchevique está en minoría. La mayoría de los Soviets pertenece a los mencheviques y socialistas revolucionarios, que se hallan bajo la influencia de la burguesía, que la sostienen, que temen romper con los capitalistas y tomar el Poder en sus manos. Para el período inmediato, la consigna «todo el Poder a los Soviets» no significa todavía la dictadura del proletariado, sino que equivale a exigir el poder a manos de la democracia perqueñoburguesa, con el fin de separarla de la burguesía. Mientras estemos en minoría, hay que poner al descubierto la política conciliadora de los partidos pequeñoburgueses, explicar a las masas sus errores y, mediante una labor paciente y tenaz entre los obreros, soldados y campesinos, conquistar su confianza, conquistar la mayoría en los Soviets. Lenin confiaba convencer a las masas de la razón que asistía a los bolcheviques, y una vez obtenido resultado, llevarlas a la conciencia de la necesidad de la dictadura del proletariado como única fuerza capaz de poner fin a la guerra imperialista y solucionar la crisis económica del país.
La experiencia había de demostrar de una manera brillante la justeza de la táctica preconizada por Lenin, que venció rápidamente las resistencias con que tropezaba y consiguió que la inmensa mayoría del partido aceptara su punto de vista. Paso a paso, los bolcheviques van poniendo al descubierto el papel de mencheviques y socialista revolucionarios y conquistándose la confianza de las grandes masas. Uno tras otro, los Soviets van cayendo en manos de los bolcheviques, este magnífico resultado se obtiene no de una manera mecánica, sino por la aplicación acertada de una táctica justa. El coronamiento de esta paciente labor es la conquista de la mayoría en el Soviet de Petrogrado. Este hecho tiene su importancia decisiva para el porvenir de la Revolución. Petrogrado es el centro del movimiento revolucionario del país; es allí donde se halla concentrado el proletariado más consciente y combativo de Rusia. Petrogrado es, por otra parte, la capital. La conquista del Soviet de esta última había de tener una importancia decisiva y, en efecto, la tiene. A partir de aquel momento, la Revolución toma un ritmo acelerado. El Gobierno Provisional va perdiendo todos sus puntos de apoyo. El movimiento de las masas se hace irresistible. Los campesinos exigen la tierra, sin más demoras y aplazamientos. Todo el mundo pide la paz y la constitución de un Gobierno verdaderamente popular. Este Gobierno no puede ser más que el de los Soviets, la consigna «todo el poder para los Soviets», lanzada por los bolcheviques, es sostenida ahora por millones de obreros, soldados y campesinos. El proletariado de Petrogrado, corazón y cerebro de la revolución, arde de impaciencia. Los dirigentes del Partido bolchevique preparan febrilmente la acción decisiva. El Soviet es, como en 1905, el centro en que converge todo el movimiento. La creación del Comité Militar revolucionario indica que de la fase de propaganda se pasa ya a la de organización. El Comité Militar revolucionario concentrará en sus manos la dirección técnica del movimiento. Todo está maduro para la toma el poder. Falta sólo fijar el momento de la acción. Después de dudas y vacilaciones se decide fijarlo, en desacuerdo con la proposición de Trotsky, para el día en que se reúna el Segundo Congreso de los Soviets. Así, toma violenta del Poder, dirigida y organizada por el Soviet de Petrogrado, seguirá la consagración del acto de fuerza por el voto y el consentimiento de los representantes de toda la masa trabajadoras de Rusia.
La victoria de Octubre y su significación
En efecto, el día 25 de octubre de 1917, las fuerzas armadas del Soviet de Petrogrado ocupan todos los edificios público, toman el palacio de invierno y detienen al Gobierno provisional. La victoria se obtiene casi sin derramamiento de sangre. La lucha será más dura en Moscú, donde el combate se prolongará durante una semana. El Congreso de los Soviets declara depuesto el Gobierno Provisional y proclama la constitución de la República de los Soviets. Con este acto se abre una nueva página en la Historia de la Humanidad. Los obreros y campesinos rusos, al fundar la República Soviética, ofrecen a las masas explotadas de todo el mundo un nuevo tipo de organización del Estado —la dictadura del proletariado— que es la realización más perfecta de la democracia, puesto que el régimen soviético, contrariamente a lo que sucede en los demás países, es el Gobierno de la inmensa mayoría de la población. Los Soviets son elegidos directamente por los obreros de las fábricas, por los soldados de cada regimiento, por los campesinos de cada aldea, y con este sentido son la expresión perfecta de su voluntad y de sus aspiraciones. Los miembros de los Soviets, a diferencia de los representantes en los Parlamentos burgueses, no perciben retribución alguna por el ejercicio de sus funciones, y pueden ser relevados en cualquier momento de su cargo si los que los han elegido consideran que no representan ya sus aspiraciones ni son dignos de su confianza.
Como todo sistema de representación, el de los Soviets tiene, naturalmente, sus defectos, pero, aún así, son incomparablemente inferiores a los de la democracia burguesa. La experiencia rusa ha demostrado que la dictadura del proletariado halla su expresión más perfecta precisamente en el régimen soviético y, en este sentido, la idea de los Soviets es patrimonio de todo el proletariado internacional. Es evidente que la revolución proletaria tendrá distintas modalidades en los demás países, pero está fuera de duda —la experiencia rusa lo demuestra de un modo irrefutable— que no podrá prescindir de organizaciones substancialmente iguales a los Soviets.
Los Soviet de campesinos y la Revolución de Octubre
Antes de estudiar el nuevo régimen creado por la Revolución de octubre, queremos dedicar unas palabras a los Soviets de campesinos, hasta aquí hemos hablado exclusivamente de los Soviets de diputados obreros y soldados. Hasta después de la historia de octubre no existieron Soviets de campesinos propiamente dichos. Esto no significa, ni mucho menos, que los campesinos no tomaran parte en el movimiento soviético. Los Soviets de soldados estaban constituidos, en su aplastante mayoría, por campesinos. Por otra parte, existían en las aldeas organizaciones, que aun sin llevar el nombre de Soviets, desempeñaban esencialmente el papel de lo mismo. Nos referimos a los Comité agrarios. Dichos Comités fueron designados por el Gobierno provisional, con el fin de que prepararan los materiales de estudio necesarios para la reforma agraria, que tenía que llevar a cabo la Asamblea Constituyente. En un principio, dichos Comité estaban formados por los elementos de la intelectualidad rural (médicos, empleados, agrimensores, etcétera). Pero, bajo la influencia de los acontecimientos revolucionarios, fueron perdiendo rápidamente su carácter, y los elementos «intelectuales» de ayer fueron sustituidos por representantes directos de los campesinos. Y así, esos Comités, a los cuales se asignaban atribuciones tan modestas, se convirtieron en órgano de lucha de los campesinos, que dictaban su ley a los propietarios y a menudo procedían por iniciativa propia a la expropiación de la tierra u ordenaban a los campesinos que suspendieran el pago de los arriendos a los terratenientes y depositaran su importe de aquéllos en los Comités hasta que la Asamblea Constituyente resolviera definitivamente el problema de la tierra.
Potencialmente, pues, los Soviets existían ya en las aldeas antes de la Revolución de octubre. Después de ésta fueron creados en todo el país, y junto con los Soviets de diputados obreros, constituyeron la base del nuevo régimen instituido por la Revolución triunfante.